5/6/25

1.3. Mi Primera Postal: Un Encuentro Casual

El Rastro no es un lugar simbólico ni es un simple rincón local, no; el Rastro es en mi síntesis ese sitio ameno y dramático, irrisible y grave que hay en los suburbios de toda ciudad, y en el que se aglomeran los trastos viejos é inservibles, pues si no son comparables las ciudades por sus monumentos, por sus torres ó por su riqueza, lo son por esos trastos filiales. Por eso donde he sentido más aclarado el misterio de la identidad del corazón á través de la tierra, ha sido en los Rastros de esas ciudades por que pasé, en los que he visto resuelto con una facilidad inefable el esquema del mapamundi del mundo natural. ../.. Las fotografías son aquí como miradas descoloridas, como miradas en pie, miradas auténticas de ojos como los nuestros, miradas normales, miradas de otro tiempo, pero miradas al cabo, miradas indudables, miradas con ese anhelo, con esa impotencia, con esa dramática extrañeza de las miradas que no pueden sino enfrentar las cosas, sin retenerlas, sin salvarlas"   ___________Ramón GÓMEZ DE LA SERNA, El Rastro (1915)

Introducción

Las tarjetas postales ilustradas representan mucho más que simples objetos de colección. Son pequeñas cápsulas del tiempo, cargadas de memoria, historia y emoción. Como señala Ramón Gómez de la Serna, las fotografías son miradas auténticas de otro tiempo, con esa extrañeza dramática de las miradas que enfrentan las cosas sin retenerlas ni salvarlas.

El coleccionismo de tarjetas postales conecta lo personal con lo colectivo, ofreciendo un puente entre épocas y culturas. Las fotografías y sus derivados, como las postales, no solo reflejan la realidad, sino que también la transforman y reinterpretan según las demandas sociales de su tiempo.

El coleccionismo de tarjetas postales establece un puente extraordinario entre lo personal y lo colectivo, ofreciendo una conexión única entre épocas y culturas diferentes. Las fotografías y sus derivados, como las postales, no se limitan a reflejar la realidad de manera pasiva, sino que la transforman y reinterpretan activamente según las demandas sociales y culturales de su tiempo específico.

Mi Primera Postal: Un Encuentro que Cambió Todo

El inicio de una colección suele ser pasional, espontáneo y, a menudo, accidental; “pre-saber borroso y subjetivo” ________Derrida (1995:37).

El inicio de cualquier colección puede surgir de la casualidad o del deseo consciente de preservar algo como recuerdo. Frecuentemente, sin darnos cuenta, comenzamos a reunir objetos sin una intención clara o como continuación natural de un hábito heredado. El paso siguiente inevitable consiste en decidir si deshacernos de ellos o comenzar a ampliarlos de manera sistemática.

Durante mucho tiempo, visitar mercadillos de antigüedades constituía uno de mis pasatiempos favoritos. Sin embargo, siempre pasaba de largo ante los puestos de postales antiguas, que me parecían poco interesantes: simples cajas de madera o cartón, muchas veces artesanales o recicladas de cajas de zapatos, repletas de postales apiladas unas sobre otras. Las hojeaba sin prestarles verdadera atención, como si no tuvieran historias que contarme.

Esta percepción cambió radicalmente un día en el Mercat de Sant Antoni. Sin saber muy bien por qué, me detuve ante uno de esos tenderetes y cogí una postal al azar. Experimenté algo especial al sostener aquel pequeño trozo de cartón, marcado por el inexorable paso del tiempo y con unas letras casi borradas por la humedad. Al leer el mensaje manuscrito, cargado de ternura y escrito por unos niños a su madre, esa simple interacción marcó el inicio de una pasión que nunca imaginé tendría tanto impacto en mi vida.

Esta primera postal despertó en mí una curiosidad insaciable por descubrir las historias ocultas detrás de cada imagen y cada mensaje. En ese momento crucial, comprendí lo que Walter Benjamin expresaba : que el coleccionista no solo acumula objetos materiales, sino que los integra en una narrativa histórica más amplia, rescatando fragmentos de vida que de otro modo se perderían irremediablemente en el olvido. Desde entonces, cada postal representa para mí una puerta abierta hacia un pasado que merece ser recordado y preservado.

Lo que verdaderamente me cautivó no fue únicamente la imagen, sino también el mensaje manuscrito que la acompañaba. Las postales trascienden la condición de simples fotografías para convertirse en fragmentos auténticos de vidas pasadas. Las imágenes funcionan como depósitos de memoria emocional, donde lo personal y lo colectivo convergen de manera extraordinaria. Cada postal posee el poder de conectarnos con emociones y contextos que trascienden generaciones enteras.

El Coleccionismo como Práctica Cultural Significativa

El coleccionismo de postales constituye una experiencia multisensorial que involucra todos los sentidos de manera integral. El tacto del papel envejecido, el olor característico de las tintas antiguas y la emoción de encontrar algo único hacen que esta práctica sea profundamente enriquecedora a nivel personal y cultural. Coleccionar significa dar nueva vida a lo olvidado, devolviéndole significado y contexto dentro de nuestra experiencia contemporánea.

En un mundo cada vez más dominado por lo digital, el coleccionismo físico mantiene su relevancia y pertinencia cultural. Las postales, con su autenticidad tangible y su materialidad concreta, representan una forma de resistencia frente a la inmediatez y la fugacidad características de las imágenes digitales. Esta resistencia no responde meramente a impulsos nostálgicos, sino que satisface necesidades humanas fundamentales de conexión con lo tangible, lo auténtico y lo duradero.

Las postales funcionan como narrativas visuales condensadas que encapsulan las sensibilidades estéticas y los valores sociales de sus épocas respectivas. Las imágenes seleccionadas, los encuadres específicos y las paletas cromáticas reflejan no solo las preferencias estéticas, sino también los valores sociales predominantes de cada período histórico. Las imágenes no se limitan a documentar la realidad de manera neutra, sino que la interpretan y estructuran según los sistemas de valores vigentes.

La Dimensión Emocional: Entre Alegrías y Frustraciones

El coleccionismo se caracteriza por una intensa variabilidad emocional que constituye parte integral de la experiencia. Encontrar una postal rara después de meses de búsqueda paciente genera una satisfacción indescriptible, mientras que perder una oportunidad única puede resultar profundamente frustrante. Esta montaña rusa emocional trasciende la mera apreciación estética para convertirse en una forma de intimidad genuina con el objeto y las historias que representa.

Más allá de su valor material cuantificable, cada postal adquirida representa una historia única e irrepetible. Los objetos coleccionados enriquecen nuestra experiencia vital al vincular recuerdos y emociones con elementos tangibles. Cada hallazgo funciona como una conexión directa con el pasado y una oportunidad valiosa para reescribir historias que habían caído en el olvido.

El factor sorpresa constituye un elemento común a cualquier tipo de colección, manifestándose a través de la fotografía que aparece, el lugar de origen, el mensaje que incluye o las circunstancias de cómo llegó a nuestras manos. La sorpresa funciona como un motor psicológico que mantiene vivo el interés del coleccionista y alimenta su pasión de manera continua.

Organización y Conservación: Un Acto de Resistencia Cultural

La organización sistemática de una colección constituye un acto de resistencia frente al olvido colectivo. Las postales, como auténticas cápsulas del tiempo, documentan la evolución de las sociedades, las tecnologías y las mentalidades. Cada imagen preservada representa una forma concreta de resistencia contra la amnesia cultural que caracteriza nuestras sociedades contemporáneas.

La conservación de las postales no implica únicamente su protección física, sino también un compromiso ético con su contexto histórico y cultural. Un enfoque verdaderamente ético requiere comprender las dinámicas sociales y culturales reflejadas en estas piezas, así como las circunstancias de su producción y circulación original.

Más Allá del Coleccionismo

El coleccionismo de postales trasciende ampliamente la condición de simple afición para convertirse en un puente genuino hacia el pasado. Coleccionar significa rescatar lo efímero y otorgarle un valor que trasciende lo inmediato y lo superficial. Como coleccionista, me convierto en guardián de estas historias, asumiendo la responsabilidad de preservarlas y compartirlas con futuras generaciones.

El coleccionismo de tarjetas postales trasciende lo material para convertirse en un ejercicio de preservación cultural y emocional. Las postales, con sus imágenes cuidadosamente seleccionadas y sus mensajes íntimos, representan un puente extraordinario entre lo efímero y lo eterno, entre el pasado que se desvanece y el presente que lo reinterpreta.

Es importante reconocer las realidades económicas inherentes a esta práctica: difícilmente un coleccionista amateur podrá recuperar completamente lo invertido en términos monetarios. Sin embargo, el placer único que se experimenta al recordar la forma específica en que he conseguido cada una de las postales permanece como un valor intangible que trasciende cualquier consideración económica.

Como señala Pierre Bourdieu en su análisis sociológico de la fotografía, esta práctica no puede quedar entregada a los azares de la fantasía individual.   A través de la mediación del ethos -entendido como la interiorización de regularidades objetivas y patrones comunes-, el grupo social subordina esta práctica a reglas colectivas específicas. De este modo, incluso la fotografía más aparentemente insignificante expresa no solamente las intenciones explícitas de quien la ha tomado, sino también el sistema de esquemas de percepción, de pensamiento y de apreciación común a todo un grupo social.

Esta perspectiva sociológica revela que la fotografía funciona como un material privilegiado para observar cómo los valores de clase pueden transmitirse sin necesidad de educación formal El ethos de clase, definido como el conjunto de valores que, sin alcanzar una explicitación sistemática, tiende a organizar la conducta de vida de una clase social, se manifiesta claramente en las decisiones fotográficas. Cada grupo selecciona una gama finita y definida de sujetos, géneros y composiciones de la infinidad teórica de fotografías técnicamente posibles.

Esta dimensión colectiva confiere a las tarjetas postales su verdadero valor como documentos históricos y culturales que trascienden ampliamente su materialidad inmediata. Las postales, como productos de esta práctica fotográfica socializada, se convierten en manifestaciones tangibles de los sistemas de valores implícitos de los grupos que las produjeron, utilizaron y conservaron. Su significado sociológico reside precisamente en su capacidad para revelar las estéticas y éticas particulares de los distintos grupos sociales, especialmente aquellos sectores que fueron responsables de la mayor parte de las instantáneas que circularon en determinados períodos históricos

Bibliografía

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  • Bourdieu, P. (2000). Los usos sociales de la ciencia. Nueva Visión.
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  • Gómez de la Serna, R. (1915). El Rastro. Prometeo.

 

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