INDICE: ANÁLISIS DE LAS TARJETAS POSTALES ILUSTRADAS
Los métodos se gastan, los encantos se desvanecen. Surgen nuevos problemas y requieren nuevos métodos. La realidad se modifica; para representarla, debe cambiar el modo de descripción. __________Bertold Brecht.
1. JUSTIFICACIÓN
– «¿Me podrías indicar, por favor, hacia dónde tengo que ir desde aquí?»
– «Eso depende de a dónde quieras llegar», contestó el Gato.–
«A mí no me importa demasiado a dónde…», empezó a explicar Alicia.
– «En ese caso, da igual hacia dónde vayas», interrumpió el Gato.
– «…siempre que llegue a alguna parte», terminó Alicia a modo de explicación.
– «¡Oh! Siempre llegarás a alguna parte», dijo el Gato, «si caminas lo bastante».
__________Fragmento de Alicia en el País de las Maravillas, de Lewis Carrol
1.1. Índice de temas del blog: Mapa general de los temas tratados.
1.2. Postales, pero no solo postales: Relación con otros elementos de comunicación visual.
1.3. Mi primera postal: Reflexión personal sobre la relación del autor con las postales.
Antes que nada, gracias por llegar hasta aquí. . Ya sea por casualidad, curiosidad o un interés genuino en las postales, te invito a explorar su fascinante universo, que trasciende la imagen y el mensaje breve. Este blog no es un mero álbum de imágenes antiguas ni un catálogo técnico, sino un viaje a través de un objeto que, en su aparente simplicidad, encapsula profundas capas de historia, cultura y memoria. Las postales son ventanas a mundos pasados y, simultáneamente, espejos que reflejan las narrativas construidas —y a veces ocultadas— por las sociedades.
La tarjeta postal ilustrada, ese pequeño rectángulo de cartón que
viajó por millones entre manos y buzones a caballo entre los siglos XIX y XX,
representa mucho más que un simple medio de comunicación. Fue una revolución visual, un fenómeno social y un crisol donde se
fundieron el arte, la tecnología y las aspiraciones de una época en plena efervescencia (Bauman, 2003).
Este blog se adentra en el fascinante mundo de estas mensajeras de papel,
explorando su génesis, su edad dorada y su imperecedero legado como testimonio
de un tiempo que sentó las bases de nuestra modernidad.
Aquí convergen la historia, la cultura y la memoria,
hiladas por la tarjeta postal. Pese a su modestia, este objeto ha sido testigo
de significativos cambios sociales, culturales y tecnológicos, erigiéndose en
guardián de la memoria. Como describe Bauman (2003), la modernidad nos impulsa
hacia una renovación continua que a menudo diluye los vínculos con nuestro
pasado; sin embargo, las tarjetas postales funcionan como cápsulas del tiempo, piezas que condensan experiencias, emociones y
narrativas visuales, conectando lo personal con lo colectivo. Descubrirá cómo
estos modestos objetos transformaron la comunicación
visual, moldearon identidades,
reforzaron estereotipos y sirvieron
como herramientas de poder.
Los
Orígenes de la Revolución Visual
El nacimiento de la tarjeta postal ilustrada no fue un
acontecimiento aislado, sino la culminación de una serie de transformaciones
técnicas, sociales y culturales. Si bien las primeras tarjetas postales oficiales, surgidas en Austria en 1869 y
adoptadas en España en 1873, eran meros vehículos funcionales con el franqueo
impreso y espacio para un mensaje breve, carecían del atractivo visual que
posteriormente las catapultaría al estrellato (Guereña, 2005). Estas primeras
postales, también llamadas entero
postales, se fabricaron bajo la forma de tarjeta oficial editada por el
servicio de correos con el sello de franqueo impreso en el anverso.
La verdadera metamorfosis llegó
con la democratización de la imagen,
impulsada por avances revolucionarios en las técnicas de impresión fotomecánica a finales del siglo XIX (Riego Amézaga,
2010). La litografía, la cromolitografía –que trajo el anhelado
color–, y especialmente la fototipia,
permitieron la reproducción masiva de fotografías y obras artísticas con una
fidelidad y un coste hasta entonces inimaginables. De repente, el arte y la
representación del mundo dejaron de ser patrimonio exclusivo de unos pocos para
inundar la vida cotidiana de millones de personas.
Este auge visual se enmarca en un
siglo XIX europeo de profundas transformaciones por la Revolución Industrial (Engels, 1845; Toynbee, 1964) y la
urbanización, que redefinieron la vida privada y fomentaron el individualismo
(Mill, s.f.; Goethe, s.f.). La fotografía, con el daguerrotipo y las tarjetas
de visita, hizo accesible el retrato, reforzando la idea del individuo y su
imagen (Newhall, 1982). La tecnología era símbolo de progreso, y la adopción
estatal de la fotografía y el telégrafo permitió proyectar una imagen de
avance, creando "comunidades
imaginadas" (Anderson, 1983) a través de discursos visuales
compartidos.
La adopción internacional del reverso dividido alrededor de 1906, que
permitía dedicar todo el anverso a la imagen, maximizó su impacto visual y
consagró su valor estético y documental (Guereña, 2005). En 1905 la postal vive
otro cambio significativo en su diseño al dividir
en dos partes el reverso dejando el lado izquierdo para escribir el mensaje
y el derecho para los datos del destinatario.
Universo
Temático y Construcción de Realidades
La fotografía fue el motor de esta revolución. Las imágenes capturadas
abarcaban un espectro temático casi infinito: vistas urbanas y monumentales, que se convirtieron en la categoría
reina, ayudando a construir la identidad visual de las ciudades; paisajes rurales que ofrecían una
visión pintoresca del territorio; tipos
y costumbres populares, que a menudo transmitían una visión colorida,
aunque a veces estereotipada, de la identidad local y nacional, incluyendo la tauromaquia; reproducciones de obras de arte, contribuyendo a la divulgación
cultural; retratos de la realeza y
personalidades; acontecimientos sociales
y militares; los avances en transportes
e industria; e incluso la publicidad,
que encontró en la postal un soporte innovador y atractivo, a menudo ilustrado
por artistas de renombre (Riego Amézaga, 2010).
Como consecuencia de esta función
representativa de la sociedad que tuvieron las tarjetas postales y gracias a la
gran variedad de contenidos en sus ilustraciones, estas se convirtieron en la principal fuente de documentación
durante la expansión de la prensa ilustrada (Sánchez Vigil, 2001). La tarjeta postal
no solo revolucionó la comunicación, haciéndola más rápida, económica y visual,
sino que también impulsó el incipiente
turismo. Enviar una postal desde un lugar visitado se convirtió en un ritual, una forma de compartir la
experiencia y, a la vez, en un recuerdo tangible.
El
Nacimiento de la Cartofilia y el Testimonio Histórico
El coleccionismo, o cartofilia,
surgió casi de inmediato, convirtiéndose en una afición masiva que contribuyó a la preservación de millones de
estas pequeñas obras de arte y documentos históricos (Riego Amézaga, 2010).
Cuando se incluye la ilustración en la tarjeta postal, de ser un medio de
comunicación pasó a ser también un objeto
popular de interés artístico y documental atrayendo a los coleccionistas.
Tal fue esta afición que las tarjetas postales nacen con el fin principal de
abaratar el precio de las cartas, pero una vez despertado este interés entre
aficionados, estas se convierten en un objeto
de ostentación (Alonso Laza, 1997).
La tarjeta postal se convirtió en
un espejo de la sociedad que la
produjo y consumió, un "testimonio
del pasado" de primer orden (Riego Amézaga, 2009). A través de sus
imágenes, podemos rastrear la evolución
urbanística de las ciudades, los cambios en la moda y las costumbres, los acontecimientos que marcaron una época y
las transformaciones del paisaje. Los historiadores encuentran en ellas una "riquísima cantera documental",
a veces única, para comprender la vida a principios del siglo XX. Según Riego
Amézaga (2009), operaban como una "enciclopedia
visual" en miniatura, alimentando la memoria colectiva y las
narrativas identitarias.
Sesgos
Ideológicos y Construcción de Identidades
Sin embargo, esta ventana al
pasado no siempre es transparente. Las imágenes
postales, seleccionadas y a menudo "arregladas" por los editores,
pueden reflejar intereses comerciales o
ideológicos, mostrando ciertos aspectos de la realidad mientras ocultan
otros. Este sesgo interpretativo es,
en sí mismo, un valioso objeto de estudio, revelando cómo una sociedad deseaba
representarse y ser percibida.
Freund (1976) advirtió que toda
imagen es una interpretación. Editores como Lucien Roisin en Barcelona no solo
documentaban la ciudad, sino que curaban un relato de modernidad mediante la
selección sistemática de motivos, priorizando, por ejemplo, el Arco de Triunfo
sobre las fábricas humeantes (Carreras, 2017). Este proceso refleja lo que
Flusser (1983) denomina la "dictadura
del aparato": la cámara, lejos de ser neutral, imponía una estética
del progreso que omitía conflictos de clase.
Un ejemplo de estrategia
comercial es la del editor Alberto
Martín, cuyas colecciones frecuentemente carecían de fechas para proyectar
una España eterna, inmune al tiempo, asegurando así la vigencia de las
reimpresiones. Las postales urbanas funcionaban como mapas cognitivos (Jameson, 1991), enseñando a los ciudadanos cómo
"ver" su entorno según parámetros burgueses.
Al difundir imágenes específicas
—monumentos, trajes típicos, celebraciones—, las postales reforzaron rasgos
culturales que se asumían como "propios" de un lugar, forjando identidades locales y nacionales
(Anderson, 1983; Hobsbawm, 1983). Las imágenes no solo documentan la historia,
sino que la construyen (Burke, 2001), un proceso afín a la "invención de la tradición" (Hobsbawm, 1983). La
repetición de motivos en las postales contribuyó a forjar identidades locales y
nacionales (McLuhan, 1964).
Género,
Colonialismo y Estereotipos
Las postales reforzaron roles de género tradicionales, a menudo
presentando a las mujeres en roles pasivos o como bellezas decorativas,
perpetuando estereotipos y, en
ocasiones, encubriendo bajo la coartada del humor chistes misóginos que hoy nos resultan hirientes (Freund, 1974;
Soler Palomino, 2019; Freijo Gallery, 2022). Estas representaciones interpretan
y reconfiguran el mundo según demandas sociales y políticas, y el embellecimiento
de realidades problemáticas plantea interrogantes éticos.
En el contexto colonial, las postales fueron cruciales en la construcción del "otro",
perpetuando estereotipos raciales
que justificaban la dominación y exotizaban, cuando no erotizaban, a las
poblaciones sometidas, ocultando a menudo las brutales realidades de la
explotación, incluida la prostitución
infantil (Said, 1978; Sánchez Gómez, 2003). Said (1978), en
"Orientalismo", analiza cómo Occidente construyó una imagen del
"Oriente" basada en fantasías. Cada postal colonial era un acto de epistemicidio, naturalizando jerarquías
raciales al representar Egipto como tierra de pirámides atemporales o Filipinas
como paraíso de "salvajes pintorescos". Este "régimen escópico" (Jay, 1988) convertía la postal en un
arma de soft power.
Regímenes
de Historicidad y Memoria Compartida
Como señala Hartog (2007), las
postales operan bajo diferentes regímenes
de historicidad: Premoderno
(ruinas clásicas y alegorías, donde el pasado dictaba el presente), Moderno (fábricas y bulevares,
celebrando el progreso como escalón hacia el futuro), y Posmoderno (nostalgia retro, donde viejas postales se fetichizan
como reliquias de un "pasado mejor").
Benjamin (2003) habló del "aura" en la reproducción mecánica:
una postal congela un instante, pero al circular, se convierte en huella de un
pasado reinterpretado. Cuando una postal de 1910 llega a nuestras manos,
interactuamos con un artefacto que ha mutado de documento a reliquia. Bourdieu
(2010) complementa esta idea al señalar que las postales, al masificarse,
crearon una memoria compartida.
Fijaron versiones oficiales de la historia —inauguraciones, festivales,
monumentos—, mientras lo cotidiano, lo conflictivo o lo marginal quedaba fuera
del encuadre, contribuyendo a un imaginario de progreso imparable y crisis
invisibles.
Las postales son espejos deformantes: muestran lo que
una sociedad quiere recordar y ocultan lo que prefiere olvidar (Kossoy, 2001).
Durante la Guerra Civil española, por ejemplo, las franquistas exaltaban la
"unidad nacional", mientras las republicanas exhibían milicianas;
ambas construyendo imaginarios opuestos (Riego Amézaga, 2010). Cada época
imprime su huella: la Belle Époque
vio escenas urbanas y paisajes bucólicos; los periodos bélicos, propaganda
patriótica.
Precursoras
de la Comunicación Global
La postal surge en la
intersección de la innovación técnica —como la estandarización de la fotografía
(1888)— y proyectos hegemónicos, permitiendo la fabricación de narrativas visuales exportables,
esenciales para construir Estados-nación en un mundo globalizado (Anderson,
1983). La fotografía, por su aparente objetividad (Barthes, 1981), es una
herramienta poderosa para documentar. Sin embargo, su fuerza reside en
reactivar múltiples significados con cada observación (Sontag, 1977), evocando
desde una mirada inquisitiva hasta sentimientos amorosos o compasivos (Berger,
1972), y conectando con la memoria
colectiva donde las imágenes son anclas compartidas de recuerdos
(Halbwachs, 1950).
Antaño, las postales acortaban
distancias y compartían vivencias, similar a nuestras imágenes digitales
instantáneas. Se convirtieron en testigos de eventos históricos y permitieron
expresar afecto, funcionando como una forma temprana de interacción social masiva. La tarjeta
postal ilustrada prefiguró algunas de las cuestiones comunicativas que hoy
se están desarrollando en las redes
sociales (Riego Amézaga, 2010).
Permanencia
en la Era Digital
En 2025, las postales persisten,
no como meras reliquias, sino como actos
de resistencia frente a la fugacidad digital. Su materialidad —el tacto del cartón, la caligrafía, el sello— cobra
importancia. Como escribe Sontag (2006), "coleccionar postales es
coleccionar el mundo". En contraste con la instantaneidad electrónica, el
acto de escribir y enviar una postal implica una conexión más pausada y reflexiva.
En la "modernidad líquida" que describe Bauman (2003), donde el
olvido acecha, las postales resisten como artefactos que desafían la fugacidad.
A nivel patrimonial, son una fuente insustituible: muestran cambios urbanos, la
transformación de costumbres y la evolución de métodos de impresión,
constituyendo un testimonio esencial para investigadores. A pesar de que su uso
original haya decaído en el siglo XXI, en ningún caso la postal tradicional ha
dejado de comercializarse y utilizarse entre los ciudadanos (López Hurtado,
2013). Lo que sí se ha producido es su transformación en valorados documentos históricos y culturales. A los coleccionistas
se han sumado las instituciones
culturales, que han visto en ellas una fuente de conocimiento.
Epílogo:
Cápsulas del Tiempo
Este blog invita al lector a un viaje a través de estas pequeñas pero
densas piezas de historia. Un recorrido que no solo celebrará su belleza y
variedad, sino que también analizará críticamente su papel como constructoras de memoria, identidades
y, a veces, de olvidos selectivos.
Porque cada postal ilustrada de
principios del siglo XX es una cápsula
del tiempo, un microcosmos que, observado con atención, nos sigue hablando
con una elocuencia sorprendente sobre el mundo del que surgió y, en muchos
sentidos, sobre el nuestro propio.
Lo que Derrida (1995) denomina el
"archivo cultural" se
manifiesta aquí: se conserva lo que la sociedad decide recordar, relegando lo
inconveniente. La riqueza de estudiar las postales radica en descubrir no solo
lo que muestran, sino también lo que silencian, revelando los valores de cada
época. El encuadre siempre fue —y es— un acto de poder.
Para un análisis riguroso, es
crucial evitar el "presentismo"
—juzgar el pasado con criterios actuales—. Hartog (2007) sostiene que
comprender estas imágenes implica situarlas en su marco original, considerando
normas, valores y técnicas de su momento. Así, valoramos las postales no solo
como objetos visuales, sino como testimonios
históricos complejos que capturan aspiraciones sociales y artísticas de
otras épocas.
Las tarjetas postales son, por lo
tanto, mucho más que una tarjeta con un mensaje y una ilustración; son un objeto cultural que define una época a
través de la cual se pueden conocer diferentes aspectos del pasado de un lugar;
y son un objeto social al implicar
no sólo al remitente y al destinatario, sino también a todos aquellos que han
interactuado con ellas (coleccionistas, archiveros, historiadores…etc.).
Consideraciones
legales y propósito divulgativo
Todas las postales reproducidas en este espacio han sido adquiridas por mi. Si alguna estuviera sujeta a derechos de autor, se agradece la comunicación para retirarla si así se desea. Su exhibición tiene como único objetivo divulgar el patrimonio visual histórico. El contenido está dirigido a coleccionistas de postales y fotografías, sin afán de exaltación o propaganda política, buscando ofrecer un espacio neutral para valorar y preservar la historia visual.
8. Bibliografía de referencia
- Anderson, B. (1993). Comunidades imaginadas: Reflexiones sobre el origen y la difusión del nacionalismo (2ª ed.). Fondo de Cultura Económica.
- Barthes, R. (1989). La cámara lúcida: Nota sobre la fotografía (J. Cortés, Trad.). Paidós.
- Bauman, Z. (2003). Modernidad líquida. Fondo de Cultura Económica.
- Benjamin, W. (2003). La obra de arte en la época de su reproductibilidad técnica (J. Aguirre, Trad.). Itaca.
- Berger, J. (2000). Modos de ver (M. C. de la Torre, Trad.). Gustavo Gili.
- Bourdieu, P. (2010). La distinción: Criterio y bases sociales del gusto (2ª ed.). Taurus.
- Burke, P. (2005). Visto y no visto: El uso de la imagen como documento histórico (L. García, Trad.). Crítica.
- Carrasco Marqués, M. (1992). Catálogo de las primeras tarjetas postales de por Hauser y Menet (1892-1905). Casa Postal.
- Carreras, J. (2017). Barcelona, imagen y relato: Turismo y cultura urbana en la Belle Époque. Universitat de Barcelona.
- Derrida, J. (1995). Mal de archivo: Una impresión freudiana. Editorial Trotta.
- Engels, F. (1976). La situación de la clase obrera en Inglaterra. Editorial Progreso.
- Flusser, V. (2002). Filosofía de la caja negra: Ensayos para una futura filosofía de la fotografía. Caja Negra Editora.
- Freund, G. (1976). La fotografía como documento social. Editorial Gustavo Gili.
- García Espuche, A. (2011). El modernismo y su representación urbana. Editorial Gustavo Gili.
- Guereña, J.-L. (2005). Imagen y memoria. La tarjeta postal a finales del siglo XIX y principios del XX. Berceo.
- ·Halbwachs, M. (2004). La memoria colectiva. Prensas Universitarias de Zaragoza.
- ·Hartog, F. (2007). Regímenes de historicidad: Presentismo y experiencias del tiempo (M. Menéndez, Trad.. U Iberoamericana.
- Hobsbawm, E. (2012). La invención de la tradición (E. Hobsbawm & T. Ranger, Eds.; M. Suárez, Trad.). Crítica.
- Jay, M. (1993). La cámara subatómica: Regímenes escópicos de la modernidad. En H. Foster (Ed.), Visión y visualidadAkal.
- Jameson, F. (1991). El posmodernismo o la lógica cultural del capitalismo avanzado (N. Rosa, Trad.). Paidós.
- Kossoy, B. (2001). Realidades y ficciones en la trama fotográfica. Ediciones Universidad de Salamanca.
- McLuhan, M. (1996). Comprender los medios de comunicación: Las extensiones del ser humano (E. Suárez, Trad.). Paidós.
- Mill, J. S. (2006). Sobre la libertad. Alianza Editorial.
- Newhall, B. (1984). Historia de la fotografía (2ª ed.). Ediciones Omega.
- Riego Amézaga, M. (2009). La imagen postal: Memoria gráfica y comunicación social. Universidad de Deusto.
- Said, E. W. (2002). Orientalismo (M. Ballesteros, Trad.). Debate.
- Sánchez Gómez, J. (2003). Imágenes para la memoria: Filipinas en las postales de la colonia. (CSIC).
- Sánchez Vigil, J. M. (2001). Historia de la fotografía. Editorial Síntesis.
- Sontag, S. (2006). Sobre la fotografía (A. González, Trad.). Debolsillo.
- Toynbee, A. (1971). La revolución industrial en Inglaterra. Ariel.
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