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5/6/25

1.2. Postales, pero no solo postales: ¿De qué trata este blog?

 INDICE: ANÁLISIS DE LAS TARJETAS POSTALES ILUSTRADAS

Los métodos se gastan, los encantos se desvanecen. Surgen nuevos problemas y requieren nuevos métodos. La realidad se modifica; para representarla, debe cambiar el modo de descripción. __________Bertold Brecht.

1. JUSTIFICACIÓN


– «¿Me podrías indicar, por favor, hacia dónde tengo que ir desde aquí?»
– «Eso depende de a dónde quieras llegar», contestó el Gato.–
«A mí no me importa demasiado a dónde…», empezó a explicar Alicia.
– «En ese caso, da igual hacia dónde vayas», interrumpió el Gato.
– «…siempre que llegue a alguna parte», terminó Alicia a modo de explicación.
– «¡Oh! Siempre llegarás a alguna parte», dijo el Gato, «si caminas lo bastante».

__________Fragmento de Alicia en el País de las Maravillas, de Lewis Carrol

1.1. Índice de temas del blog: Mapa general de los temas tratados.
1.2. Postales, pero no solo postales: Relación con otros elementos de comunicación visual.
1.3. Mi primera postal: Reflexión personal sobre la relación del autor con las postales.

Antes que nada, gracias por llegar hasta aquí. . Ya sea por casualidad, curiosidad o un interés genuino en las postales, te invito a explorar su fascinante universo, que trasciende la imagen y el mensaje breve. Este blog no es un mero álbum de imágenes antiguas ni un catálogo técnico, sino un viaje a través de un objeto que, en su aparente simplicidad, encapsula profundas capas de historia, cultura y memoria. Las postales son ventanas a mundos pasados y, simultáneamente, espejos que reflejan las narrativas construidas —y a veces ocultadas— por las sociedades.

La tarjeta postal ilustrada, ese pequeño rectángulo de cartón que viajó por millones entre manos y buzones a caballo entre los siglos XIX y XX, representa mucho más que un simple medio de comunicación. Fue una revolución visual, un fenómeno social y un crisol donde se fundieron el arte, la tecnología y las aspiraciones de una época en plena efervescencia (Bauman, 2003). Este blog se adentra en el fascinante mundo de estas mensajeras de papel, explorando su génesis, su edad dorada y su imperecedero legado como testimonio de un tiempo que sentó las bases de nuestra modernidad.

Aquí convergen la historia, la cultura y la memoria, hiladas por la tarjeta postal. Pese a su modestia, este objeto ha sido testigo de significativos cambios sociales, culturales y tecnológicos, erigiéndose en guardián de la memoria. Como describe Bauman (2003), la modernidad nos impulsa hacia una renovación continua que a menudo diluye los vínculos con nuestro pasado; sin embargo, las tarjetas postales funcionan como cápsulas del tiempo, piezas que condensan experiencias, emociones y narrativas visuales, conectando lo personal con lo colectivo. Descubrirá cómo estos modestos objetos transformaron la comunicación visual, moldearon identidades, reforzaron estereotipos y sirvieron como herramientas de poder.

Los Orígenes de la Revolución Visual

El nacimiento de la tarjeta postal ilustrada no fue un acontecimiento aislado, sino la culminación de una serie de transformaciones técnicas, sociales y culturales. Si bien las primeras tarjetas postales oficiales, surgidas en Austria en 1869 y adoptadas en España en 1873, eran meros vehículos funcionales con el franqueo impreso y espacio para un mensaje breve, carecían del atractivo visual que posteriormente las catapultaría al estrellato (Guereña, 2005). Estas primeras postales, también llamadas entero postales, se fabricaron bajo la forma de tarjeta oficial editada por el servicio de correos con el sello de franqueo impreso en el anverso.

La verdadera metamorfosis llegó con la democratización de la imagen, impulsada por avances revolucionarios en las técnicas de impresión fotomecánica a finales del siglo XIX (Riego Amézaga, 2010). La litografía, la cromolitografía –que trajo el anhelado color–, y especialmente la fototipia, permitieron la reproducción masiva de fotografías y obras artísticas con una fidelidad y un coste hasta entonces inimaginables. De repente, el arte y la representación del mundo dejaron de ser patrimonio exclusivo de unos pocos para inundar la vida cotidiana de millones de personas.

Este auge visual se enmarca en un siglo XIX europeo de profundas transformaciones por la Revolución Industrial (Engels, 1845; Toynbee, 1964) y la urbanización, que redefinieron la vida privada y fomentaron el individualismo (Mill, s.f.; Goethe, s.f.). La fotografía, con el daguerrotipo y las tarjetas de visita, hizo accesible el retrato, reforzando la idea del individuo y su imagen (Newhall, 1982). La tecnología era símbolo de progreso, y la adopción estatal de la fotografía y el telégrafo permitió proyectar una imagen de avance, creando "comunidades imaginadas" (Anderson, 1983) a través de discursos visuales compartidos.

La adopción internacional del reverso dividido alrededor de 1906, que permitía dedicar todo el anverso a la imagen, maximizó su impacto visual y consagró su valor estético y documental (Guereña, 2005). En 1905 la postal vive otro cambio significativo en su diseño al dividir en dos partes el reverso dejando el lado izquierdo para escribir el mensaje y el derecho para los datos del destinatario.

Universo Temático y Construcción de Realidades

La fotografía fue el motor de esta revolución. Las imágenes capturadas abarcaban un espectro temático casi infinito: vistas urbanas y monumentales, que se convirtieron en la categoría reina, ayudando a construir la identidad visual de las ciudades; paisajes rurales que ofrecían una visión pintoresca del territorio; tipos y costumbres populares, que a menudo transmitían una visión colorida, aunque a veces estereotipada, de la identidad local y nacional, incluyendo la tauromaquia; reproducciones de obras de arte, contribuyendo a la divulgación cultural; retratos de la realeza y personalidades; acontecimientos sociales y militares; los avances en transportes e industria; e incluso la publicidad, que encontró en la postal un soporte innovador y atractivo, a menudo ilustrado por artistas de renombre (Riego Amézaga, 2010).

Como consecuencia de esta función representativa de la sociedad que tuvieron las tarjetas postales y gracias a la gran variedad de contenidos en sus ilustraciones, estas se convirtieron en la principal fuente de documentación durante la expansión de la prensa ilustrada (Sánchez Vigil, 2001). La tarjeta postal no solo revolucionó la comunicación, haciéndola más rápida, económica y visual, sino que también impulsó el incipiente turismo. Enviar una postal desde un lugar visitado se convirtió en un ritual, una forma de compartir la experiencia y, a la vez, en un recuerdo tangible.

El Nacimiento de la Cartofilia y el Testimonio Histórico

El coleccionismo, o cartofilia, surgió casi de inmediato, convirtiéndose en una afición masiva que contribuyó a la preservación de millones de estas pequeñas obras de arte y documentos históricos (Riego Amézaga, 2010). Cuando se incluye la ilustración en la tarjeta postal, de ser un medio de comunicación pasó a ser también un objeto popular de interés artístico y documental atrayendo a los coleccionistas. Tal fue esta afición que las tarjetas postales nacen con el fin principal de abaratar el precio de las cartas, pero una vez despertado este interés entre aficionados, estas se convierten en un objeto de ostentación (Alonso Laza, 1997).

La tarjeta postal se convirtió en un espejo de la sociedad que la produjo y consumió, un "testimonio del pasado" de primer orden (Riego Amézaga, 2009). A través de sus imágenes, podemos rastrear la evolución urbanística de las ciudades, los cambios en la moda y las costumbres, los acontecimientos que marcaron una época y las transformaciones del paisaje. Los historiadores encuentran en ellas una "riquísima cantera documental", a veces única, para comprender la vida a principios del siglo XX. Según Riego Amézaga (2009), operaban como una "enciclopedia visual" en miniatura, alimentando la memoria colectiva y las narrativas identitarias.

Sesgos Ideológicos y Construcción de Identidades

Sin embargo, esta ventana al pasado no siempre es transparente. Las imágenes postales, seleccionadas y a menudo "arregladas" por los editores, pueden reflejar intereses comerciales o ideológicos, mostrando ciertos aspectos de la realidad mientras ocultan otros. Este sesgo interpretativo es, en sí mismo, un valioso objeto de estudio, revelando cómo una sociedad deseaba representarse y ser percibida.

Freund (1976) advirtió que toda imagen es una interpretación. Editores como Lucien Roisin en Barcelona no solo documentaban la ciudad, sino que curaban un relato de modernidad mediante la selección sistemática de motivos, priorizando, por ejemplo, el Arco de Triunfo sobre las fábricas humeantes (Carreras, 2017). Este proceso refleja lo que Flusser (1983) denomina la "dictadura del aparato": la cámara, lejos de ser neutral, imponía una estética del progreso que omitía conflictos de clase.

Un ejemplo de estrategia comercial es la del editor Alberto Martín, cuyas colecciones frecuentemente carecían de fechas para proyectar una España eterna, inmune al tiempo, asegurando así la vigencia de las reimpresiones. Las postales urbanas funcionaban como mapas cognitivos (Jameson, 1991), enseñando a los ciudadanos cómo "ver" su entorno según parámetros burgueses.

Al difundir imágenes específicas —monumentos, trajes típicos, celebraciones—, las postales reforzaron rasgos culturales que se asumían como "propios" de un lugar, forjando identidades locales y nacionales (Anderson, 1983; Hobsbawm, 1983). Las imágenes no solo documentan la historia, sino que la construyen (Burke, 2001), un proceso afín a la "invención de la tradición" (Hobsbawm, 1983). La repetición de motivos en las postales contribuyó a forjar identidades locales y nacionales (McLuhan, 1964).

Género, Colonialismo y Estereotipos

Las postales reforzaron roles de género tradicionales, a menudo presentando a las mujeres en roles pasivos o como bellezas decorativas, perpetuando estereotipos y, en ocasiones, encubriendo bajo la coartada del humor chistes misóginos que hoy nos resultan hirientes (Freund, 1974; Soler Palomino, 2019; Freijo Gallery, 2022). Estas representaciones interpretan y reconfiguran el mundo según demandas sociales y políticas, y el embellecimiento de realidades problemáticas plantea interrogantes éticos.

En el contexto colonial, las postales fueron cruciales en la construcción del "otro", perpetuando estereotipos raciales que justificaban la dominación y exotizaban, cuando no erotizaban, a las poblaciones sometidas, ocultando a menudo las brutales realidades de la explotación, incluida la prostitución infantil (Said, 1978; Sánchez Gómez, 2003). Said (1978), en "Orientalismo", analiza cómo Occidente construyó una imagen del "Oriente" basada en fantasías. Cada postal colonial era un acto de epistemicidio, naturalizando jerarquías raciales al representar Egipto como tierra de pirámides atemporales o Filipinas como paraíso de "salvajes pintorescos". Este "régimen escópico" (Jay, 1988) convertía la postal en un arma de soft power.

Regímenes de Historicidad y Memoria Compartida

Como señala Hartog (2007), las postales operan bajo diferentes regímenes de historicidad: Premoderno (ruinas clásicas y alegorías, donde el pasado dictaba el presente), Moderno (fábricas y bulevares, celebrando el progreso como escalón hacia el futuro), y Posmoderno (nostalgia retro, donde viejas postales se fetichizan como reliquias de un "pasado mejor").

Benjamin (2003) habló del "aura" en la reproducción mecánica: una postal congela un instante, pero al circular, se convierte en huella de un pasado reinterpretado. Cuando una postal de 1910 llega a nuestras manos, interactuamos con un artefacto que ha mutado de documento a reliquia. Bourdieu (2010) complementa esta idea al señalar que las postales, al masificarse, crearon una memoria compartida. Fijaron versiones oficiales de la historia —inauguraciones, festivales, monumentos—, mientras lo cotidiano, lo conflictivo o lo marginal quedaba fuera del encuadre, contribuyendo a un imaginario de progreso imparable y crisis invisibles.

Las postales son espejos deformantes: muestran lo que una sociedad quiere recordar y ocultan lo que prefiere olvidar (Kossoy, 2001). Durante la Guerra Civil española, por ejemplo, las franquistas exaltaban la "unidad nacional", mientras las republicanas exhibían milicianas; ambas construyendo imaginarios opuestos (Riego Amézaga, 2010). Cada época imprime su huella: la Belle Époque vio escenas urbanas y paisajes bucólicos; los periodos bélicos, propaganda patriótica.

Precursoras de la Comunicación Global

La postal surge en la intersección de la innovación técnica —como la estandarización de la fotografía (1888)— y proyectos hegemónicos, permitiendo la fabricación de narrativas visuales exportables, esenciales para construir Estados-nación en un mundo globalizado (Anderson, 1983). La fotografía, por su aparente objetividad (Barthes, 1981), es una herramienta poderosa para documentar. Sin embargo, su fuerza reside en reactivar múltiples significados con cada observación (Sontag, 1977), evocando desde una mirada inquisitiva hasta sentimientos amorosos o compasivos (Berger, 1972), y conectando con la memoria colectiva donde las imágenes son anclas compartidas de recuerdos (Halbwachs, 1950).

Antaño, las postales acortaban distancias y compartían vivencias, similar a nuestras imágenes digitales instantáneas. Se convirtieron en testigos de eventos históricos y permitieron expresar afecto, funcionando como una forma temprana de interacción social masiva. La tarjeta postal ilustrada prefiguró algunas de las cuestiones comunicativas que hoy se están desarrollando en las redes sociales (Riego Amézaga, 2010).

Permanencia en la Era Digital

En 2025, las postales persisten, no como meras reliquias, sino como actos de resistencia frente a la fugacidad digital. Su materialidad —el tacto del cartón, la caligrafía, el sello— cobra importancia. Como escribe Sontag (2006), "coleccionar postales es coleccionar el mundo". En contraste con la instantaneidad electrónica, el acto de escribir y enviar una postal implica una conexión más pausada y reflexiva.

En la "modernidad líquida" que describe Bauman (2003), donde el olvido acecha, las postales resisten como artefactos que desafían la fugacidad. A nivel patrimonial, son una fuente insustituible: muestran cambios urbanos, la transformación de costumbres y la evolución de métodos de impresión, constituyendo un testimonio esencial para investigadores. A pesar de que su uso original haya decaído en el siglo XXI, en ningún caso la postal tradicional ha dejado de comercializarse y utilizarse entre los ciudadanos (López Hurtado, 2013). Lo que sí se ha producido es su transformación en valorados documentos históricos y culturales. A los coleccionistas se han sumado las instituciones culturales, que han visto en ellas una fuente de conocimiento.

Epílogo: Cápsulas del Tiempo

Este blog invita al lector a un viaje a través de estas pequeñas pero densas piezas de historia. Un recorrido que no solo celebrará su belleza y variedad, sino que también analizará críticamente su papel como constructoras de memoria, identidades y, a veces, de olvidos selectivos. Porque cada postal ilustrada de principios del siglo XX es una cápsula del tiempo, un microcosmos que, observado con atención, nos sigue hablando con una elocuencia sorprendente sobre el mundo del que surgió y, en muchos sentidos, sobre el nuestro propio.

Lo que Derrida (1995) denomina el "archivo cultural" se manifiesta aquí: se conserva lo que la sociedad decide recordar, relegando lo inconveniente. La riqueza de estudiar las postales radica en descubrir no solo lo que muestran, sino también lo que silencian, revelando los valores de cada época. El encuadre siempre fue —y es— un acto de poder.

Para un análisis riguroso, es crucial evitar el "presentismo" —juzgar el pasado con criterios actuales—. Hartog (2007) sostiene que comprender estas imágenes implica situarlas en su marco original, considerando normas, valores y técnicas de su momento. Así, valoramos las postales no solo como objetos visuales, sino como testimonios históricos complejos que capturan aspiraciones sociales y artísticas de otras épocas.

Las tarjetas postales son, por lo tanto, mucho más que una tarjeta con un mensaje y una ilustración; son un objeto cultural que define una época a través de la cual se pueden conocer diferentes aspectos del pasado de un lugar; y son un objeto social al implicar no sólo al remitente y al destinatario, sino también a todos aquellos que han interactuado con ellas (coleccionistas, archiveros, historiadores…etc.).

Consideraciones legales y propósito divulgativo

Todas las postales reproducidas en este espacio han sido adquiridas por mi. Si alguna estuviera sujeta a derechos de autor, se agradece la comunicación para retirarla si así se desea. Su exhibición tiene como único objetivo divulgar el patrimonio visual histórico. El contenido está dirigido a coleccionistas de postales y fotografías, sin afán de exaltación o propaganda política, buscando ofrecer un espacio neutral para valorar y preservar la historia visual.

8. Bibliografía de referencia

  • Anderson, B. (1993). Comunidades imaginadas: Reflexiones sobre el origen y la difusión del nacionalismo (2ª ed.). Fondo de Cultura Económica.
  • Barthes, R. (1989). La cámara lúcida: Nota sobre la fotografía (J. Cortés, Trad.). Paidós.
  •  Bauman, Z. (2003). Modernidad líquida. Fondo de Cultura Económica.
  • Benjamin, W. (2003). La obra de arte en la época de su reproductibilidad técnica (J. Aguirre, Trad.). Itaca.
  • Berger, J. (2000). Modos de ver (M. C. de la Torre, Trad.). Gustavo Gili.
  • Bourdieu, P. (2010). La distinción: Criterio y bases sociales del gusto (2ª ed.). Taurus.
  • Burke, P. (2005). Visto y no visto: El uso de la imagen como documento histórico (L. García, Trad.). Crítica.
  • Carrasco Marqués, M. (1992). Catálogo de las primeras tarjetas postales de  por Hauser y Menet (1892-1905).     Casa Postal.
  • Carreras, J. (2017). Barcelona, imagen y relato: Turismo y cultura urbana en la Belle Époque. Universitat de     Barcelona.
  •  Derrida, J. (1995). Mal de archivo: Una impresión freudiana. Editorial Trotta.
  • Engels, F. (1976). La situación de la clase obrera en Inglaterra. Editorial Progreso.
  • Flusser, V. (2002). Filosofía de la caja negra: Ensayos para una futura filosofía de la fotografía. Caja Negra Editora.
  • Freund, G. (1976). La fotografía como documento social. Editorial Gustavo Gili.
  • García Espuche, A. (2011). El modernismo y su representación urbana. Editorial Gustavo Gili.
  • Guereña, J.-L. (2005). Imagen y memoria. La tarjeta postal a finales del siglo XIX y principios del XX. Berceo.
  • ·Halbwachs, M. (2004). La memoria colectiva. Prensas Universitarias de Zaragoza.
  • ·Hartog, F. (2007). Regímenes de historicidad: Presentismo y experiencias del tiempo (M. Menéndez, Trad.. U Iberoamericana.
  • Hobsbawm, E. (2012). La invención de la tradición (E. Hobsbawm & T. Ranger, Eds.; M. Suárez, Trad.). Crítica.
  • Jay, M. (1993). La cámara subatómica: Regímenes escópicos de la modernidad. En H. Foster (Ed.), Visión y visualidadAkal.
  • Jameson, F. (1991). El posmodernismo o la lógica cultural del capitalismo avanzado (N. Rosa, Trad.). Paidós.
  • Kossoy, B. (2001). Realidades y ficciones en la trama fotográfica. Ediciones Universidad de Salamanca.
  • McLuhan, M. (1996). Comprender los medios de comunicación: Las extensiones del ser humano (E. Suárez, Trad.). Paidós.
  • Mill, J. S. (2006). Sobre la libertad. Alianza Editorial.
  • Newhall, B. (1984). Historia de la fotografía (2ª ed.). Ediciones Omega.
  • Riego Amézaga, M. (2009). La imagen postal: Memoria gráfica y comunicación social. Universidad de Deusto.
  • Said, E. W. (2002). Orientalismo (M. Ballesteros, Trad.). Debate.
  • Sánchez Gómez, J. (2003). Imágenes para la memoria: Filipinas en las postales de la colonia.  (CSIC).
  • Sánchez Vigil, J. M. (2001). Historia de la fotografía. Editorial Síntesis.
  • Sontag, S. (2006). Sobre la fotografía (A. González, Trad.). Debolsillo.
  • Toynbee, A. (1971). La revolución industrial en Inglaterra. Ariel.

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