LA TARJETA POSTAL ILUSTRADA: EVOLUCIÓN HISTÓRICA Y TRANSFORMACIÓN COMUNICATIVA
1. Introducción: La Tarjeta
Postal como Objeto de Estudio Histórico
El siglo XIX representa
un período de transformaciones vertiginosas, una era en la que la Revolución
Industrial no solo reconfiguró los paisajes económicos y urbanos, sino que
también alteró de manera fundamental las dimensiones del tiempo y el espacio.
El desarrollo del ferrocarril y la navegación a vapor
comprimieron las distancias, generando una necesidad sin precedentes de sistemas
de comunicación más rápidos, fiables y accesibles (Riego Amézaga, 1997). En
este contexto, el servicio postal dejó de ser un privilegio de las
cancillerías y las élites para convertirse en el sistema nervioso que
conectaba a una sociedad cada vez más móvil, alfabetizada y globalizada. Es en
este crisol de modernidad donde nace y se expande uno de los fenómenos
comunicativos más significativos y democráticos de la época: la tarjeta
postal ilustrada (Alonso Laza, 1997).
Este medio representa una revolución
silenciosa en los hábitos de correspondencia, un artefacto cultural
que, a pesar de su aparente modestia, transformó radicalmente las prácticas
sociales entre finales del siglo XIX y principios del XX (Alonso Laza,
1997). Como observó agudamente el escritor Andrés Trapiello, "Quien
colecciona postales, colecciona momentos felices del mundo, imperecederos,
memorables", una frase que encapsula la profunda carga simbólica y
el incalculable valor documental de estos pequeños objetos de cartulina
(Carrasco Marqués, 2009).
La tarjeta postal
emerge como un medio bidimensional que, en su definición clásica, consta
de un espacio para la información del destinatario, un área para el mensaje
y una sección dedicada a la imagen (Guereña, 2005). Esta estructura ha
permitido a los investigadores fechar y clasificar las postales con gran
precisión, facilitando su estudio por parte de la deltiología, término
acuñado en 1933 para definir la ciencia del coleccionismo y
estudio de las postales (Henkin, 1998).
2. Antecedentes Históricos
y Predecesores
La tarjeta postal ilustrada
es un objeto emblemático de la comunicación visual y escrita, pero su
surgimiento es el resultado de una larga evolución de diversos predecesores
históricos que abarcan desde la Edad Media hasta el siglo XIX.
Su desarrollo estuvo marcado por la convergencia de avances técnicos en
la impresión, cambios en las costumbres sociales y la expansión de los sistemas
postales nacionales e internacionales (Carrasco Marqués, 2009).
Entre los antecedentes más
antiguos de la tarjeta postal ilustrada figuran las tarjetas de visita
ilustradas, cuyo uso se remonta, según algunas fuentes, al siglo XIV,
aunque su consolidación se produjo en la Francia del siglo XVII, donde
era costumbre dejar una tarjeta si no se conocía personalmente al anfitrión,
permitiendo así que los dueños de casa comprendieran el motivo de la visita
mediante breves anotaciones (Carrasco Marqués, 1992). Estas tarjetas
solían incluir el monograma o escudo del portador y, con el
tiempo, incorporaron estampas gráficas que representaban situaciones
sociales, sentando un precedente directo para la posterior ilustración
postal (Carrasco Marqués, 2009).
Otros antecedentes
relevantes incluyen los naipes, en cuyos márgenes los jugadores
escribían ocasionalmente sus nombres, los anuncios comerciales ilustrados
surgidos en el siglo XVII, y el papel de escribir ilustrado desarrollado
en el siglo XVIII. A partir de 1840, con la introducción de los sobres
de correspondencia ilustrados, se amplió el repertorio de soportes
gráficos para la comunicación personal y comercial (Teixidor Cadenas,
1999).
En 1777, el francés Demaison
intentó comercializar tarjetas de saludo abiertas con grabados y texto
impreso. Sin embargo, esta iniciativa fracasó debido a la falta de interés del
público general, especialmente de la alta sociedad, que rechazaba la
idea de que cualquier persona pudiera leer el contenido del mensaje (López
Hurtado, 2013). Tras sufrir pérdidas económicas, abandonó el proyecto, que
desapareció en el contexto de la Revolución Francesa.
El 6 de mayo de 1840, Gran
Bretaña revolucionó el sistema postal con la emisión del primer
sello postal del mundo, transfiriendo el costo del franqueo del
destinatario al remitente. En este contexto, Sir Rowland Hill propuso la
creación de sobres prefranqueados ilustrados. Aunque el diseño inicial
de Henry Cole no fue aceptado, se implementó la alternativa de Sir
William Mulready, conocida como los "sobres Mulready", que
constituyeron un importante precedente para la ilustración postal
(Teixidor Cadenas, 1999).
Un avance significativo se
produjo en 1854 con la aparición de las tarjetas de visita
fotográficas (aproximadamente 6x9 cm), que evolucionaron en 1866 con
las fotografías de gabinete (11x16 cm), ampliando las posibilidades
expresivas y comunicativas del medio (Del Valle Gastaminza, s.f.).
En Estados Unidos, en 1861, se concedieron los derechos de autor de una tarjeta postal privada a John Charlton, de Filadelfia, y ese mismo año, una ley aprobada por el Congreso fijó una tarifa postal para las tarjetas.Los derechos de autor de Charlton se transfirieron a H. Lipman, también de Filadelfia, quien imprimió y vendió una tarjeta postal sencilla con la inscripción «Tarjeta Postal de Lipman». La primera fecha registrada del uso postal de una de estas tarjetas es el 25 de octubre de 1870, pero la Ley Postal y los derechos de autor de 1861 dieron a Estados Unidos un impulso inicial.
3. Génesis Conceptual y
Materialización de una Idea
3.1. Los Antecedentes
Intelectuales: La Visión de Von Stephan
El origen conceptual de
la tarjeta postal no fue un evento fortuito, sino el resultado de una reflexión
sobre la eficiencia y la economía en las comunicaciones. La idea
primigenia se atribuye al Dr. Heinrich von Stephan, una figura clave
en la modernización postal y secretario de Estado de Correos del Imperio
Alemán (Carreras y Candi, 1903).
Durante el Congreso Postal
Internacional de Karlsruhe en 1865, Stephan propuso la creación de
los "Enteros Postales", unas hojas de carta oficiales que
circularían sin sobre con el fin de abaratar costes y agilizar
el intercambio epistolar (Almarcha, 2007). Sin embargo, la propuesta fue
recibida con escepticismo; los temores a una posible merma en los ingresos
estatales y, sobre todo, la reticencia cultural a exponer el
contenido de la correspondencia a la vista pública, hicieron que la iniciativa
no prosperara en aquel momento (Guereña, 2005).
Tres años después, la Oficina
Principal de Correos en Berlín recibió dos propuestas similares
adicionales, casi al mismo tiempo. La primera (julio 1868) vino de un
librero de Leipzig, Friedlein, quien pidió permiso para emitir una postal
universal; la segunda (1 de agosto de 1868) fue de otro librero en
Leipzig, Friedrich Wilhelm Pardubitz, recomendando la introducción de
una tarjeta de correspondencia universal (Carrasco Marqués, 2018). Un
lado de la tarjeta estaba destinado para la dirección y, en el lado
opuesto, se imprimieron 30 textos diferentes. Estas eran frases
cortas que incluían una variedad de saludos, felicitaciones de cumpleaños o
santo, expresiones de condolencia, entre otras. El remitente de la tarjeta
podía elegir la frase más apropiada y eliminar el resto. Ambas propuestas
fueron declinadas por la Oficina Principal de Correos, nominalmente
porque las tarjetas carecían del carácter de una carta (Henkin, 1998).
3.2. El Nacimiento de la
"Correspondenz-Karte" en Austria
La idea de introducir la postal
abierta, que había sido expresada en Karlsruhe, despertó el interés del
representante austriaco Kolbensteiner, quien hizo conocer la idea al Dr.
Emanuel Herrmann (1839-1902), el Profesor de Economía en la Academia
Militar en Wiener Neustadt (López Hurtado, 2013). Él encontró la idea
tan atractiva que la persiguió intensamente en los años siguientes.
El 26 de enero de 1869,
él publicó un artículo extenso en el periódico vespertino de Viena, Neue
Freie Presse, con la propuesta de introducir una postal abierta, del
tamaño de un sobre de carta, en el territorio de Austria-Hungría; el
franqueo costaría dos kreutzers (Teixidor Cadenas, 1999). Herrmann
señaló, entre otras cosas, que los costos de las cartas eran demasiado
altos. Un tercio de todas las cartas comerciales y privadas eran solo comunicaciones
muy breves que no eran, por su naturaleza, íntimas o secretas, y por lo
tanto podrían escribirse igual de fácilmente en postales abiertas.
El Ministerio de Correos austriaco
respondió excepcionalmente de manera flexible y, contrario a su práctica común,
inusualmente rápido. Y así, el 25 de septiembre de 1869, emitió un decreto
introduciendo la tarjeta de correspondencia en la práctica postal. El 1
de octubre de 1869, la administración postal austrohúngara puso en
circulación la primera tarjeta postal oficial del mundo: la "Correspondenz-Karte".
Se trataba de una cartulina de color beige claro, con una tarifa
preimpresa de 2 kreuzar, el anverso destinado a la dirección y el
reverso completamente en blanco para el mensaje (López Hurtado, 2013).
Su éxito fue inmediato y rotundo, demostrando que existía una demanda
social latente para una forma de comunicación más directa y asequible.
Durante los primeros tres meses, casi tres millones de estas
tarjetas de correspondencia se vendieron en Austria-Hungría (Sánchez Vigil,
2001).
4. La Expansión
Internacional y la Estandarización Regulatoria
4.1. La Adopción Global de
un Fenómeno Comunicativo
La popularidad masiva
de la tarjeta de correspondencia en Austria-Hungría hizo que otros países del
mundo desearan seguir el ejemplo. El primero en hacerlo fue la Confederación
Alemana del Norte (constituida en 1866), donde la tarjeta de
correspondencia se puso a la venta el 25 de junio de 1870 (Willoughby,
1999). Era de 163x108 mm de tamaño, y un sello tenía que ser afijado con
pasta. Fue franqueada con un sello del valor de un grosch de plata, que
era la tarifa para una carta normal dentro del país.
Es claro que el público
general apreció la brevedad forzada de la comunicación ya que, solo
en Berlín, alrededor de 45,000 tarjetas se vendieron a los
interesados en el día mencionado. Para el final de 1870, más de diez
millones se habían vendido en Alemania (Henkin, 1998).
Aún en 1870, las
tarjetas de correspondencia fueron introducidas en Baviera, Württemberg,
Suiza e Inglaterra (otras fuentes atribuyen este evento a 1871 y
también 1874). El éxito de la "Correspondenz-Karte" fue tan evidente
que su adopción por otras naciones fue casi inmediata, trazando un mapa de la
rápida interconexión del mundo decimonónico. En 1871, Bélgica, Holanda,
Dinamarca, Finlandia, Canadá y Alemania Unida
siguieron; en 1872, Noruega, Suecia, Rusia y Ceilán
(Sri Lanka); en 1873, Francia, Serbia, España, Islandia,
Chile, Japón, E.U.A., en 1874 Italia, Rumania
y Luxemburgo, en 1875 Guatemala, en 1876 Grecia,
en 1877 Turquía, entre otros países (Henkin, 1998).
Esta rápida expansión,
sin embargo, puso de manifiesto un problema fundamental: la falta de un marco
regulatorio internacional, ya que la circulación de estas tarjetas estaba
inicialmente limitada a las fronteras de cada país (Willoughby, 1999).
4.2. La Creación de la
Unión Postal Universal (UPU)
La necesidad de una estandarización
para facilitar el correo transfronterizo fue el principal impulso para
la creación de un organismo internacional. Nuevamente, la figura de Heinrich
von Stephan fue decisiva. Bajo su liderazgo, se convocó el Congreso de
Berna, que culminó con la firma de un tratado el 15 de septiembre de
1874, estableciendo la Unión Postal General (Rapisarda, 1998).
Inicialmente, el uso de las
tarjetas postales estaba restringido a la comunicación dentro de las fronteras
nacionales, reflejando las particularidades de los sistemas postales de cada
país. Sin embargo, la creación de la Unión Postal Universal (UPU) en 1874,
durante la Conferencia Postal Internacional de Berna, liderada en gran
parte por Stephan, marcó un punto de inflexión al estandarizar tarifas y
formatos, permitiendo la circulación internacional de este medio (Almarcha,
2007).
Esta organización, que en 1878
adoptaría su nombre definitivo de Unión Postal Universal (UPU),
consolidó la tarjeta postal como un símbolo de conectividad global,
transformándola en un vehículo de intercambio cultural y personal a
escala mundial. La organización adoptó el francés como lengua oficial y
estableció su sede en Berna, desempeñando un papel crucial en la estandarización
de tarifas, límites de peso y tamaño, así como en las condiciones de aceptación
de la correspondencia internacional (Rapisarda, 1998).
En 1878 se acordaron
varios aspectos fundamentales: la definición de un tamaño estándar
(inicialmente 11.5x8 cm, posteriormente 14x9 cm), el establecimiento de normas
sobre grosor y peso, la definición de un formato y orientación estándar
con bordes rectilíneos u ondulados, y la regulación del franqueo y la ubicación
de los sellos postales (Teixidor Cadenas, 1999). Esta estandarización
internacional resultó fundamental para el posterior desarrollo de la industria
postal y para la configuración de un mercado global de tarjetas
postales ilustradas, estableciendo las bases técnicas y comerciales que
permitirían su expansión masiva durante las primeras décadas del siglo
XX.
Estas medidas no solo permitieron
que una postal viajara por todo el mundo con un único franqueo, sino que
también abrieron la puerta a la innovación comercial y a la transformación del
medio en un vehículo de comunicación visual (Sánchez Vigil, 2001).
5. La Revolución Visual: De
la Palabra a la Imagen
5.1. Los Primeros
Experimentos Ilustrados en Tiempos de Guerra
El surgimiento de la tarjeta
postal ilustrada en Europa durante el siglo XIX está vinculado a una serie
de innovaciones técnicas, necesidades sociales y acontecimientos
históricos. Uno de los primeros nombres asociados a este desarrollo es el
del inglés Barón Raphael Tuck, quien, tras iniciarse en la impresión de
libros y carecer de recursos, transformó su destino al producir postales
navideñas en 1866 (Hacking, 2007). Aunque algunos informes sitúan la
invención de la postal ilustrada en 1884, su idea fundamental fue que
una imagen de un paisaje o ciudad extranjera, o una felicitación
ilustrada, podía comunicar de manera más eficaz y rápida que una carta
extensa.
En 1868, se distribuyó
por correo una tarjeta ilustrada de dimensiones poco habituales (18x12
cm), diseñada por el litógrafo J. Miesler de Berlín. En su anverso, ocho
edificios emblemáticos de la ciudad aparecían enmarcados en cartelas
decorativas, acompañados de los horarios de visita, bajo la inscripción "Sehenswürdigkeiten
Berlins" (Alonso Laza, 1997). Casi al mismo tiempo que se
popularizaban las tarjetas de correspondencia, comenzaron a aparecer sellos de
compañías en ambos lados de la tarjeta, realizados tanto en goma como en metal.
Estas impresiones, que también se encontraban en papelería bajo la firma de los
propietarios, fueron evolucionando hacia la inclusión de logos e imágenes
empresariales impresas en talleres gráficos (Guereña, 2005).
La primera impresión
pictórica profesional documentada en una tarjeta postal proviene de la Confederación
Alemana del Norte y fue obra de August Schwartz, librero e impresor
en Oldenburg. Tras el inicio de la guerra Franco-Prusiana, Schwartz
envió el 16 de julio de 1870 una tarjeta con un mensaje en latín a sus
suegros en Magdeburgo, añadiendo en la esquina izquierda del lado de la
dirección una imagen de un artillero junto a un cañón (Carrasco Marqués,
2009).
Existen registros que
atribuyen a una tarjeta austriaca de 1869 la primera impresión privada
adicional, al mostrar una representación del monasterio Stift Melk an der
Donau; esta pieza fue enviada desde Viena el 31 de diciembre de ese
año. Por otra parte, destaca una tarjeta de la oficina del periódico Zmaj
(Dragón), editado en Viena en serbio y en alfabeto cirílico, cuyo diseño
correspondió al topógrafo militar Petar Manojlovič y fue grabado en
cobre por R. von Waldheim (Carrasco Marqués, 2018).
Durante el asedio de
Estrasburgo en 1870, la escasez de materiales llevó a Léon
Besnardeux, comerciante de Sillé-le-Guillaume, a fabricar tarjetas cortando
cartón de cuadernos y estampando emblemas militares junto al espacio
para la dirección y el sello. Esta solución permitió a los soldados del ejército
de Bretaña mantener la correspondencia, empleando tarjetas de 60 x 90 mm
con inscripciones como "Guerre de 1870 / Camp de Conlie"
(Wilfred Bentley, s.f.).
En 1875, August
Schwartz realizó su primera serie de postales ilustradas utilizando un
grabado en madera del artista Gubitz. Ese otoño, publicó dos
colecciones de 25 tarjetas cada una, consolidando la producción
comercial de este formato. Las postales de los años setenta y ochenta eran
poco vistosas, con imágenes pequeñas y monocromas, aunque
progresivamente se incorporaron colores y las ilustraciones fueron
ganando espacio hasta casi desplazar por completo al texto (Carrasco Marqués,
2009).
5.2. La Liberalización de
la Producción
Tras la guerra con Prusia,
Francia se encontraba en una situación compleja que llevó a la nación a buscar
maneras de reforzar sus sistemas de comunicación. Las primeras
postales francesas se oficializaron el 20 de diciembre de 1872,
siendo bastante básicas y con propósito puramente administrativo. En 1873,
los comerciantes comenzaron a ver el potencial publicitario de las
postales, llevando al decreto del 26 de octubre de 1875 que liberalizaba
la producción de tarjetas postales, permitiendo a comerciantes e impresores
producir sus propias postales respetando el formato administrativo
establecido (Palá Laguna, 2004). Esta liberalización normativa
constituyó un hito fundamental en la democratización de la producción postal,
estableciendo las bases para el posterior desarrollo de una industria
editorial especializada en la comunicación visual masiva.
6. La Transformación
Tecnológica y Artística
La transformación tecnológica
y artística de las tarjetas postales durante el último cuarto del siglo XIX
constituye un fenómeno de singular relevancia en la historia de los medios de
comunicación visual. Este período, caracterizado por una convergencia
excepcional entre innovaciones técnicas y demandas socioculturales emergentes,
estableció los fundamentos de lo que posteriormente se consolidaría como la
cultura visual de masas (Riego Amézaga, 1997).
6.1. Los Avances en
Técnicas de Impresión
El período entre 1876 y
1890 marcó una transformación fundamental en la historia de las
tarjetas postales, evolucionando de meros vehículos para mensajes escritos a
importantes medios de comunicación visual. La innovación técnica representada
por la fototipia permitió imprimir imágenes fotográficas con una nitidez
excepcional y bajo coste económico, mediante la descomposición de
las imágenes en tramas de pequeños puntos con gran variedad de tonos de
grises, eliminando la necesidad de la traslación previa a un dibujo de la
imagen captada por la cámara (Crespo Jiménez y Villena Espinosa, 2007).
Esta técnica facilitó una producción
de postales "semi industrializadas" ya que en cada hoja se podían
imprimir hasta 30 postales de tamaño 9 por 14 cm. Con la llegada de la ilustración
a las postales, se produjo una expansión temática ilimitada, ya que
todos los lugares y temas podían ser representados en los anversos. El proceso
de coloreado se inició con el simple retoque a mano, siguiendo las
técnicas tradicionales que se habían desarrollado anteriormente en la fotografía
de estudio profesional. Las mejoras en las técnicas de reproducción de litografías
y sus versiones cromáticas como cromolitografías y fotocromo,
junto con las fotografías mediante fototipia, impulsaron decisivamente
la aparición de la tarjeta postal ilustrada como producto comercial viable
(Mayer, 1972).
6.2. La Diversificación
Temática
Las tarjetas postales
topográficas marcaron una etapa crucial en la evolución del medio, representando
una transición paradigmática desde la simple correspondencia escrita
hacia un medio visualmente ilustrativo de alcance masivo. Durante los
siglos XIX y XX, coincidiendo con la expansión de los imperios coloniales
y el aumento exponencial del turismo, se generó una demanda creciente de
materiales que representaran visualmente lugares lejanos y exóticos
(Riego Amezaga, 1997).
Uno de los pioneros
fundamentales en el nuevo formato fue el litógrafo Miesler, a quien
la historiografía especializada atribuye la conversión innovadora de
folletos turísticos ilustrados en objetos postales y la introducción de
pequeñas ilustraciones tipo viñeta mediante tipografía especializada con la
leyenda característica "Gruss aus / Greetings from",
estableciendo un hito fundamental en la comunicación visual moderna
(Hacking, 2007).
Esta diversificación
temática no constituyó únicamente una expansión comercial, sino que
representó la democratización del acceso a la experiencia visual de
territorios y culturas previamente reservados a las élites viajeras. Las
tarjetas postales se convirtieron así en ventanas virtuales que
permitían a las clases medias emergentes acceder a una geografía
visual hasta entonces inaccesible, estableciendo los fundamentos
conceptuales de lo que posteriormente se consolidaría como turismo visual de
masas (Riego Amezaga, 1997).
La contribución de Dominique
Piazza (1860-1941) al desarrollo tecnológico de la postal ilustrada
constituye un hito fundamental en la democratización de la imagen
fotográfica. Su innovación del 4 de agosto de 1891, mediante la
aplicación de la fototipia a la producción postal, representó una síntesis
extraordinaria entre la fotografía y los procesos de reproducción
mecánica (León et al., 2007). La fototipia, definida como "un
proceso de reproducción mecánica de imágenes a través de la transferencia de
una fotografía para una placa de vidrio cubierta por una capa de gelatina
dicromada", permitió la producción masiva de imágenes de alta
calidad a costos significativamente reducidos (Marseille, 2022).
La motivación personal de
Piazza —enviar imágenes de Marsella a su amigo Antonin Billaud en Santiago
del Estero, Argentina— ilustra cómo las necesidades comunicativas
individuales pueden catalizar innovaciones tecnológicas de alcance universal.
Esta dimensión personal de la innovación tecnológica subraya la importancia de
los vínculos afectivos transnacionales en el desarrollo de las comunicaciones
modernas, anticipando patrones que se reproducirían en desarrollos posteriores.
El éxito comercial inmediato
de las primeras postales fotográficas, "adornadas con guirnaldas y
angelitos", evidencia la existencia de un mercado latente para productos
que combinaran funcionalidad comunicativa con valor estético (Philapostelbretagne,
2017). Esta aceptación inmediata sugiere que la sociedad finisecular había
desarrollado una sensibilidad visual preparada para la recepción masiva de
imágenes reproducidas mecánicamente.
La Hegemonía Alemana y la
Emergencia del Coleccionismo Organizado
El liderazgo alemán en
la producción y consumo postal durante el período 1895-1914 constituye
un fenómeno de extraordinaria relevancia en la historia de las industrias
culturales. Las estadísticas de producción revelan que Alemania,
con 50 millones de habitantes, producía 68 millones de postales,
alcanzando una ratio de 1,36 postales per cápita, superada únicamente
por Bélgica con 1,94 postales per cápita (Kyrou, 1966). Esta concentración
productiva en el área germánica sugiere la existencia de ventajas
comparativas en términos de desarrollo tecnológico, organización industrial
y cultura del consumo.
La organización temprana
del coleccionismo en clubes especializados a partir de 1895
evidencia la emergencia de una cultura postal estructurada que
trascendía el mero consumo individual para generar formas de sociabilidad
moderna (León et al., 2007). Esta institucionalización del coleccionismo
anticipaba desarrollos posteriores en la organización de aficiones
especializadas y constituía una manifestación temprana de la democratización
cultural característica de la modernidad.
El contraste con el desarrollo
francés, donde "debieron transcurrir diez años para que la tarjeta postal
tuviera la calidad y difusión que tuvo en Alemania", ilustra la
importancia de los ecosistemas tecnológicos nacionales en la adopción de
innovaciones comunicativas (León et al., 2007). El papel de Émile Strauss
como promotor y la creación del "Club de la Tarjeta Postal" en
1899 demuestran cómo las élites culturales pueden acelerar procesos de
difusión tecnológica mediante estrategias de legitimación social.
7. Las Exposiciones
Universales como Catalizadores
Las Exposiciones
Universales desempeñaron un papel fundamental como espacios de
experimentación y popularización de la tarjeta postal ilustrada,
funcionando como laboratorios culturales donde se ensayaron nuevas
modalidades de comunicación visual masiva (Greenhalgh, 1988). Estos eventos
internacionales constituyeron momentos privilegiados donde la convergencia
de visitantes de múltiples nacionalidades, innovaciones tecnológicas y estrategias
comerciales creó las condiciones óptimas para el desarrollo y difusión del medio
postal ilustrado (Rydell, 1984).
7.1. París (1889): La
Consagración de un Símbolo
La Exposición Universal de
1889 y el papel de la Torre Eiffel como catalizador de la producción
postal ilustrada constituyen un ejemplo paradigmático de la intersección entre espectáculo
moderno, innovación tecnológica y comunicación de masas. La
instalación de una imprenta a los pies de la estructura monumental por
parte del diario "Le Figaro" representó una estrategia de espectacularización
de la producción que anticipaba desarrollos posteriores en la industria del
entretenimiento (León et al., 2007).
La postal "Libonis",
creada por León Charles Libonis (1841-1901) y editada en 300,000
ejemplares por la Sociedad de la Torre Eiffel, estableció un modelo
de producción comercial masiva vinculada a eventos de significación
cultural (León et al., 2007). La habilitación de oficinas de correos en
los tres niveles de la torre, con una media de 6,000 cartas diarias,
demuestra la capacidad de la infraestructura postal para adaptarse a las
demandas extraordinarias generadas por los fenómenos de masas (Musée de
la Carte Postale, 2019).
La producción de
aproximadamente un millón de tarjetas postales durante la exposición, en
el contexto de casi diez millones de visitantes, evidencia una penetración
comercial del 10%, cifra extraordinaria para un producto de reciente
introducción (León et al., 2007). Esta proporción sugiere que la postal había
alcanzado un nivel de aceptación social que trascendía su función
meramente comunicativa para convertirse en un objeto de consumo cultural.
7.2. Chicago (1893): El
Nacimiento del Marketing Moderno
La Exposición Mundial
Colombina de Chicago de 1893 marcó un hito al ser la primera
exposición universal celebrada fuera de Europa, conmemorando el cuarto
centenario de la llegada de Colón a América. Durante sus seis meses
de duración, el evento atrajo 27 millones de visitantes, convirtiéndose
en la exposición más exitosa de su época (Burg, 1976). El empresario Charles
W. Goldsmith obtuvo el contrato para producir las postales oficiales a
color de la feria. Su plan revolucionario consistía en venderlas a
través de máquinas expendedoras repartidas por todo el recinto, a un
precio de dos tarjetas por cinco centavos (Ryan, 1982). El éxito fue
abrumador: se vendieron casi dos millones de tarjetas, generando
ingresos masivos y estableciendo un nuevo paradigma de marketing y
distribución que sería fundamental para el desarrollo posterior de la industria
(Henkin, 1998).
El año 1893 se
considera el momento fundacional de la comercialización masiva de
postales ilustradas, marcando el inicio de una nueva era en la comunicación
visual y el marketing moderno (Morgan & Brown, 2006).
8. Impacto Sociocultural y
Consolidación del Fenómeno
8.1. La Democratización de
la Imagen y el Coleccionismo
La edad de oro de la
tarjeta postal, que se extiende desde la década de 1890 hasta la Primera
Guerra Mundial, se fundamenta en su profundo impacto sociocultural.
Su principal contribución fue la democratización de la imagen. En
una época en que la fotografía era un lujo y los libros ilustrados
eran caros, la postal puso el mundo visual al alcance de las clases
populares (Riego Amézaga, 1997). Se convirtió en una ventana a
través de la cual se podían conocer lugares, monumentos y costumbres, generando
un "gran archivo universal de imágenes" que hoy constituye un patrimonio
visual de valor incalculable (Staff, 1966).
Este fenómeno impulsó asimismo
nuevas prácticas sociales, como el coleccionismo, que se
convirtió en una afición masiva, especialmente entre las mujeres de
clase media, fomentando la creación de redes y clubes
internacionales como la Asociación Mundial Kosmopolit, fundada en 1897
(Willoughby, 1999).
9. Conclusiones
La tarjeta postal ilustrada
representa uno de los fenómenos comunicativos más significativos en la
transición entre los siglos XIX y XX, constituyendo un objeto de estudio
privilegiado para comprender las transformaciones socioculturales, tecnológicas
y artísticas de este período histórico. Su evolución desde un simple soporte
de correspondencia hasta un sofisticado medio de comunicación visual
refleja los profundos cambios que experimentaba la sociedad occidental
en su conjunto, particularmente en relación con la democratización del
acceso a la imagen y la expansión de los horizontes geográficos y culturales
de las clases medias emergentes (Riego Amézaga, 1997).
La convergencia tecnológica
entre los avances en las técnicas de impresión, la expansión de los sistemas
postales y el desarrollo de la fotografía creó las condiciones
materiales para el surgimiento de este nuevo medio, mientras que las transformaciones
sociales vinculadas al aumento de la alfabetización, la movilidad
geográfica y el turismo generaron la demanda cultural que
impulsó su extraordinaria difusión (Crespo Jiménez y Villena Espinosa, 2007).
La tarjeta postal ilustrada
se consolidó como el primer medio de comunicación visual de masas,
anticipando muchas de las características que posteriormente definirían a los medios
audiovisuales del siglo XX: su capacidad para transmitir mensajes
visuales estandarizados a audiencias masivas, su potencial para
construir imaginarios colectivos sobre territorios y culturas, y su
función como vehículo de intercambio cultural a escala global (Guereña,
2005).
En la actualidad, el estudio
de las tarjetas postales históricas trasciende el ámbito del coleccionismo
para constituirse en una valiosa fuente documental que permite
reconstruir no solo la evolución de las técnicas gráficas y fotográficas,
sino también las transformaciones del paisaje urbano, las prácticas
sociales y los imaginarios culturales de una época fundamental en la
configuración de la modernidad (Almarcha, 2007).
La tarjeta postal ilustrada, en su aparente modestia material, encierra así una extraordinaria riqueza como testimonio histórico y como objeto cultural, representando uno de los fenómenos más significativos en la genealogía de la comunicación visual contemporánea (Carrasco Marqués, 2009).
BIBLIOGRAFÍA
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