“El coleccionismo no es una distracción, sino una pasión, y casi siempre tan violenta que solo se distingue del amor o la ambición por la insignificancia de su objetivo.”___________Jean de La Bruyère
EL COLECCIONISMO DE TARJETAS POSTALES: DELTIOLOGÍA Y CARTOFILIA
ÍNDICE
1. Concepto de coleccionismo
2. Origen y relevancia social
3. Características y aspectos del coleccionismo
4. Tipologías y clasificaciones
5. Motivaciones para coleccionar
6. Aspectos psicológicos de coleccionar
7. El proceso de coleccionar tarjetas postales
8. Criterios de cómo organizar la colección de tarjetas postales
1. CONCEPTO DE COLECCIONISMO
El coleccionismo constituye una actividad cuyo origen
etimológico proviene del término latino "collectio", que
significa "reunión" o "colección", y del sufijo
"-ismo", que denota una práctica o acción sistemática. Se define como
la práctica metodológica de adquirir, conservar y catalogar objetos que
poseen un valor especial para quien los reúne, trascendiendo su función
utilitaria original (Pomian, 1990). Estos objetos, conocidos como bienes de
colección, son seleccionados en función de criterios personales específicos
como su rareza, belleza estética, relevancia histórica o significado
científico.
En el contexto específico de las tarjetas postales, el
coleccionismo se denomina técnicamente deltiología, término acuñado por
Randall Rhoades en 1945 pero que describe una práctica iniciada en la década de
1890. La palabra deriva del griego "deltion" (tablilla de
escritura) y "logos" (estudio), constituyendo un área de
especialización de la cartofilia, término de origen más antiguo
utilizado por primera vez en Francia en 1898.
El coleccionismo se distingue fundamentalmente de la simple acumulación
porque los bienes adquieren un significado que trasciende su función original
(Benjamin, 1931). Para los coleccionistas, estos objetos representan no solo un
valor material o histórico, sino también un reflejo de sus
intereses y pasión personal. En este sentido, el coleccionismo se
convierte en una forma de expresión individual y en un compromiso con la
preservación cultural y estética (Assmann, 1995).
La práctica del coleccionismo implica varias etapas esenciales
que van más allá de la mera posesión. La adquisición de los objetos no
es aleatoria; cada pieza es seleccionada cuidadosamente en función de su
relevancia para la colección. Una vez adquiridos, estos objetos son objeto de conservación
cuidadosa, asegurándose de que se mantengan en condiciones óptimas para
preservar su integridad y valor. Esta conservación incluye
medidas como el almacenamiento adecuado y, en algunos casos, la restauración
especializada (Muensterberger, 1994).
El proceso de catalogación meticulosa constituye otro
aspecto fundamental. Los coleccionistas documentan cada pieza, registrando su origen,
historia y características técnicas, lo que facilita el
seguimiento y el estudio especializado. Muchos también invierten tiempo
considerable en la investigación sobre sus objetos, explorando su contexto
histórico, cultural o estético. Este aspecto convierte al
coleccionismo en una actividad no solo recreativa, sino también educativa
y enriquecedora intelectualmente (Belk, 1995).
El coleccionismo tiene una importante dimensión social.
Muchos coleccionistas forman parte de comunidades especializadas donde
comparten su pasión, intercambian conocimientos y conectan con personas de
intereses similares. Estas comunidades se manifiestan en clubes, ferias
especializadas, foros digitales y exposiciones temáticas,
donde los coleccionistas pueden mostrar sus colecciones, aprender de otros expertos
y negociar piezas específicas (Pomian, 1990).
Cada colección es única, porque refleja los gustos,
intereses y personalidad del coleccionista. Algunos objetos tienen un valor
sentimental, mientras que otros destacan por su rareza histórica o importancia
documental. En todos los casos, las colecciones se convierten en algo más
que una simple posesión: son símbolos de curiosidad intelectual, conocimiento
especializado y pasión cultural.
2. ORIGEN Y RELEVANCIA SOCIAL
El coleccionismo tiene sus raíces en la Antigüedad clásica,
cuando las personas comenzaron a acumular objetos valiosos por su rareza,
utilidad ceremonial o significado religioso y político. Con el
tiempo, esta práctica evolucionó en paralelo con los cambios culturales,
sociales y tecnológicos, adaptándose a las necesidades e intereses de
cada época histórica (Pomian, 1990).
En el Renacimiento, el resurgimiento del interés por la
antigüedad clásica impulsó el coleccionismo de objetos artísticos, manuscritos
iluminados y libros raros. Este fenómeno, además de preservar el legado
cultural, se convirtió en un símbolo de erudición y prestigio
social. Las colecciones de esta época reflejaban un deseo de conexión con
el pasado clásico y una afirmación del poder personal y económico
(Benjamin, 1931).
El siglo XVIII marcó el auge del turismo aristocrático y el comercio
internacional, diversificando significativamente las colecciones. Los
viajeros, especialmente los que realizaban el Grand Tour, adquirían
souvenirs y objetos exóticos de las culturas que visitaban, llevándolos de
regreso como testimonios de sus experiencias. Estos objetos, además de
su valor estético, representaban una fascinación por lo desconocido, una
mezcla de curiosidad intelectual y afirmación de estatus social
(Assmann, 1995).
El siglo XIX marcó un punto de inflexión decisivo, con un
creciente interés en la ciencia y la exploración sistemática. Las
colecciones comenzaron a incluir especímenes botánicos, fósiles, minerales
y objetos etnográficos, fomentadas por avances en la taxonomía
científica y la exploración del mundo natural. Este periodo no solo
transformó el coleccionismo en una actividad más sistemática, sino que
también contribuyó a la creación de instituciones científicas y museos
públicos donde los objetos se estudiaban y exhibían con fines educativos
(Pomian, 1990).
En este contexto histórico surge la tarjeta postal como fenómeno
coleccionable. La primera tarjeta postal oficial circuló en Austria
el 1 de octubre de 1869, propuesta por el economista Emanuel Hermann.
Rápidamente se extendió por Europa: Gran Bretaña en 1870, Francia
en 1873, España también en 1873, y Estados Unidos en 1873. Sin
embargo, las verdaderas tarjetas postales ilustradas no aparecieron
hasta la última década del siglo XIX, cuando las mejoras en los métodos de
impresión permitieron incluir imágenes fotográficas y dibujos
artísticos.
La deltiología se convirtió rápidamente en una de las
aficiones más populares de la Belle Époque. A finales del siglo XIX y
principios del XX, millones de personas en Europa y América del Norte
coleccionaban, intercambiaban y clasificaban postales con una dedicación que
rivalizaba con la filatelia, establecida desde la década de 1860. El
periodo entre 1901 y 1905 se considera la Edad de Oro de la
tarjeta postal por el volumen y la calidad excepcional de las mismas.
El coleccionismo de postales se organizó institucionalmente
con notable rapidez. Se fundaron clubes especializados en las
principales ciudades europeas, se publicaron revistas dedicadas
exclusivamente a la deltiología con catálogos de precios y listas de
intercambio, y se diseñaron álbumes específicos para almacenar y
exhibir las colecciones de forma sistemática. En España, la Cartófila
Española Hispania fue fundada en Barcelona en 1901, potenciando aún más la
demanda de la tarjeta postal ilustrada.
Durante el siglo XIX y principios del XX, el coleccionismo de arte
alcanzó su apogeo. Las grandes colecciones privadas dieron origen a
museos emblemáticos como el Louvre y el Museo Británico,
consolidando el arte como un patrimonio colectivo que marcó la
transición del coleccionismo elitista a una visión más pública y accesible
(Belk, 1995).
El siglo XX trajo consigo la democratización del
coleccionismo. Los objetos cotidianos, como cromos, juguetes, cómics
y sellos, adquirieron un nuevo valor, ligado al interés personal,
la nostalgia y el significado emocional. La Primera Guerra
Mundial (1914-1918) marcó el final de la edad de oro del
coleccionismo de postales, aunque la práctica continuó con menor intensidad
durante el período de entreguerras. El conflicto bélico interrumpió las redes
internacionales de intercambio y redirigió la producción hacia temáticas propagandísticas
y militares.
En la era contemporánea, el coleccionismo digital ha
revolucionado la práctica. Ahora se incluyen bienes intangibles como criptomonedas
y NFTs (tokens no fungibles), lo que amplía el concepto de lo
coleccionable a un ámbito completamente virtual. Esta tendencia refleja
cómo la tecnología redefine la relación de las personas con los objetos,
destacando la conexión simbólica y social por encima de la materialidad
física (Belk, 1995).
3. CARACTERÍSTICAS Y ASPECTOS DEL COLECCIONISMO
El coleccionismo es una afición multifacética que combina
pasión, conocimiento especializado y propósito definido, reflejando los
intereses y la personalidad de quienes lo practican. Implica mucho más que la
simple acumulación de objetos: requiere una selección cuidadosa y criterial,
donde cada pieza es elegida por su rareza específica, valor histórico,
mérito artístico o significado personal, convirtiéndola en un
elemento único dentro de la colección (Belk, 1995).
Una de sus características fundamentales es la selección
meticulosa de los objetos, basándose en criterios como su escasez, valor
histórico documental, calidad artística o relevancia personal,
lo que hace que cada pieza sea especial y significativa dentro del conjunto
coleccionable. La diversidad temática es otra cualidad clave, abarcando
desde antigüedades y obras de arte hasta juguetes vintage,
monedas históricas o sellos filatélicos. Esta amplitud demuestra
cómo el coleccionismo puede adaptarse a los intereses más variados y
especializados (Belk, 1995).
En el caso específico de la deltiología, esta diversidad se
manifiesta en la amplia gama de temáticas postales: paisajes urbanos, monumentos
históricos, personajes célebres, eventos conmemorativos, motivos
patrióticos, desastres naturales o innovaciones técnicas.
Esta especialización temática llevó al desarrollo de subcategorías de
coleccionismo muy específicas que persisten hasta la actualidad.
El cuidado y conservación de los objetos es esencial,
por lo que los coleccionistas se enfocan en su preservación óptima,
empleando técnicas de almacenamiento especializado, restauración
profesional y protección ambiental contra daños para mantener su
valor y belleza estética a largo plazo (Assmann, 1995). En el coleccionismo de
tarjetas postales, esto incluye el uso de materiales libres de ácido, control
de humedad y protección contra la luz ultravioleta.
Un elemento distintivo del coleccionismo es la catalogación
y documentación sistemática. Los coleccionistas suelen registrar y
organizar sus piezas de manera metódica, facilitando el seguimiento y la
investigación especializada sobre cada objeto. Este enfoque fomenta el
desarrollo de un conocimiento experto, ya que el coleccionista estudia
la historia, autenticidad y otros aspectos técnicos relacionados
con su área de interés específica (Pomian, 1990).
El coleccionismo también se caracteriza por la búsqueda
constante de nuevos objetos, una actividad que mantiene viva la pasión y
lleva a los coleccionistas a encontrar piezas únicas o raras.
Esta dimensión de búsqueda genera una intensa satisfacción y sensación
de logro, haciendo del proceso de localización un desafío emocionante y
enriquecedor. Además, cada objeto suele tener un valor personal
significativo, reflejando una conexión emocional, cultural o estética que
convierte la colección en una expresión íntima de su creador (Benjamin,
1931).
Para algunos coleccionistas, existe una dimensión económica
importante, ya que ciertos objetos pueden ser considerados inversiones
financieras, aumentando su valor con el tiempo. Sin embargo, para muchos
otros, la motivación es puramente emocional y cultural, ya que
los objetos coleccionados pueden evocar recuerdos específicos, experiencias
personales o conexiones significativas con personas queridas (Muensterberger,
1994).
El coleccionismo fomenta la creación de redes especializadas
y comunidades expertas, donde las personas comparten intereses,
conocimientos técnicos y experiencias coleccionables. Estas conexiones
enriquecen la práctica, permitiendo intercambios, ventas
especializadas y colaboraciones investigativas. En el ámbito de la
deltiología, estas comunidades han sido históricamente muy activas, con publicaciones
especializadas, catálogos de precios y sistemas de distribución
que aseguraban la disponibilidad regular de novedades.
El acto de exhibir y compartir colecciones también
juega un papel fundamental. Muchos coleccionistas disfrutan mostrando sus
piezas más destacadas, ya sea en museos, galerías especializadas
o en espacios personales, para educar y entretener al público
interesado. Esta interacción social amplifica el significado de los
objetos, dándoles un propósito más allá de su posesión individual y
contribuyendo al conocimiento colectivo (Belk, 1995).
4. TIPOLOGÍAS Y CLASIFICACIONES
Las colecciones constituyen agrupaciones sistemáticas de
objetos que reflejan los intereses y pasiones individuales, y su diversidad
permite diferentes tipologías y clasificaciones según los
criterios empleados para organizarlas. Estas categorías ayudan a comprender y
estructurar la práctica del coleccionismo, permitiendo que cada colección sea
una expresión única de sus creadores y sus objetivos específicos
(Pomian, 1990).
Una de las formas más comunes de clasificación es por tipo de
objetos, donde las colecciones se centran en elementos específicos como arte
pictórico, antigüedades históricas, monedas (numismática), sellos
(filatelia), juguetes vintage, vehículos clásicos, libros
raros o artefactos culturales. Cada tipo representa un campo de
interés con su propio valor histórico, estético o funcional específico
(Belk, 1995).
En el caso de la deltiología, las tipologías pueden
organizarse según múltiples criterios especializados. Por temática, las
colecciones pueden centrarse en paisajes urbanos, monumentos
históricos, personajes célebres, eventos conmemorativos, motivos
artísticos, temáticas deportivas o innovaciones tecnológicas.
Esta especialización temática permite a los coleccionistas desarrollar expertise
profundo en áreas específicas de interés.
El nivel de especialización también constituye un criterio
fundamental. Las colecciones pueden ser generalistas, abarcando una
amplia variedad de objetos relacionados con un tema amplio, o altamente
especializadas, centradas en un subconjunto muy específico dentro de un
campo, como un período histórico concreto, un editor específico o
una técnica de impresión particular (Muensterberger, 1994).
Las colecciones pueden clasificarse por su origen geográfico,
incluyendo objetos de una región específica o país determinado, o
abarcar piezas de diferentes partes del mundo, lo que refleja un enfoque internacional
o multicultural. En la deltiología, esto se traduce en colecciones
centradas en ciudades específicas, regiones históricas o países
completos. De igual manera, el período histórico es una base común
para clasificar colecciones, con interés en épocas específicas como la Belle
Époque, el período eduardiano o la era victoriana (Assmann,
1995).
Las colecciones también pueden diferenciarse por los medios de
adquisición. Algunas son el resultado de herencias familiares,
mientras que otras se construyen activamente a lo largo del tiempo mediante la búsqueda
sistemática en mercados especializados, subastas profesionales y
otros canales comerciales especializados (Pomian, 1990).
Una clasificación particularmente relevante para las tarjetas
postales se basa en la técnica o material de producción. Las
postales pueden agruparse según las técnicas de impresión utilizadas: fototipia,
colotipia, litografía, huecograbado u offset. La fototipia,
popular a principios del siglo XX, producía imágenes de alta calidad con tonos
continuos. La colotipia permitía reproducir fotografías con gran detalle
y precisión cromática. La litografía ofrecía colores vibrantes y era
especialmente adecuada para ilustraciones artísticas. El huecograbado
proporcionaba líneas finas y detalles precisos, mientras que el offset
moderno permitía la producción masiva con costes reducidos
(Benjamin, 1931).
En España, empresas como Hauser y Menet, fundada en Madrid
en 1890, fue la primera editora de postales y una de las más prolíficas,
asegurando producir mensualmente medio millón de tarjetas en 1902. Otras
empresas especializadas como la Casa Fotográfica Laurent, J. Lacoste,
Thomas en Madrid o Dümmatzen en Barcelona adaptaron sus técnicas
a los nuevos tiempos. Están catalogadas aproximadamente 2500 postales
emitidas en España durante el siglo XIX, la mitad de ellas de Hauser y Menet,
además se contabilizan más de 140 editores especializados.
Las colecciones pueden organizarse según su valor o rareza:
objetos corrientes, escasos, raros o excepcionales.
Esta tipología es especialmente relevante para decisiones de conservación
especializada, seguridad específica y exhibición controlada,
ya que las piezas más valiosas o raras requieren cuidados especiales y medidas
de protección específicas (Benjamin, 1931).
Estas tipologías no son excluyentes y a menudo se combinan,
ya que los coleccionistas pueden incorporar múltiples criterios en sus
agrupaciones sistemáticas. Cada colección, por tanto, es una manifestación
única de la personalidad, intereses y curiosidades de su creador, mostrando
cómo el coleccionismo puede ser tanto una actividad estructurada como
una expresión profundamente personal (Muensterberger, 1994).
5. MOTIVACIONES PARA COLECCIONAR
Las motivaciones para coleccionar son tan diversas como los
coleccionistas mismos, abarcando dimensiones emocionales, intelectuales,
estéticas, económicas e incluso éticas. Esta pasión
multifacética ofrece a quienes la practican la oportunidad de explorar
intereses específicos, aprender continuamente, conectarse con comunidades
afines y encontrar una satisfacción personal que trasciende el objeto
físico (Belk, 1995).
El coleccionismo constituye una actividad profundamente personal
que responde a una variedad de motivaciones únicas y subjetivas.
Para muchas personas, coleccionar nace de un interés personal genuino,
una conexión especial con un tema o tipo específico de objeto que les inspira curiosidad
intelectual y placer estético. Este interés a menudo se combina con
una pasión por la historia y la cultura, ya que los
coleccionistas sienten que al preservar objetos históricos o culturales están
contribuyendo activamente a la conservación del patrimonio colectivo
(Pomian, 1990).
En el contexto específico de la deltiología, las
motivaciones incluyen la fascinación por la historia social, la evolución
urbana y los cambios culturales documentados en las tarjetas
postales. Los coleccionistas de postales a menudo se convierten en historiadores
autodidactas de sus ciudades, regiones o temáticas específicas, contribuyendo
significativamente al conocimiento histórico y documental.
Otra motivación fundamental es la estimulación intelectual.
El coleccionismo involucra el aprendizaje constante, la investigación
especializada y el estudio técnico de los objetos, convirtiéndolo en
una actividad enriquecedora desde un punto de vista mental y académico.
Además, la búsqueda de rarezas añade una dimensión emocionante, donde la
localización de piezas únicas o difíciles de encontrar se convierte en un desafío
intelectual lleno de gratificación personal (Benjamin, 1931).
Para algunos coleccionistas, existe un componente práctico
relacionado con la inversión financiera. Los objetos de colección,
especialmente aquellos raros o históricamente valiosos, pueden
aumentar su valor significativamente con el tiempo, haciendo del coleccionismo
una forma de diversificar activos económicos. En la deltiología, ciertas
postales excepcionales, primeras ediciones o series limitadas
pueden alcanzar precios considerables en el mercado especializado. Sin
embargo, para muchos otros, la motivación es puramente emocional, ya que
los objetos coleccionados pueden evocar recuerdos específicos de la
infancia, experiencias personales o conexiones significativas con personas
queridas (Muensterberger, 1994).
La búsqueda de belleza y calidad estética constituye
otra razón poderosa. Muchos coleccionistas son atraídos por la apariencia
visual de los objetos, disfrutando de rodearse de piezas que consideran hermosas
o artísticamente significativas. En el caso de las tarjetas postales,
esto incluye la apreciación de las técnicas de impresión, la calidad
fotográfica, el diseño gráfico y la composición artística de
las imágenes. Esta motivación se complementa a menudo con el deseo de compartir
su afición y conocimiento especializado, lo que lleva a una afiliación a
comunidades de coleccionistas donde pueden conectar con otros que comparten su pasión
específica (Assmann, 1995).
El coleccionismo también brinda un sentido de logro y satisfacción
personal considerable. Encontrar un objeto que ha sido buscado durante
mucho tiempo o completar una serie específica puede ser una experiencia
profundamente gratificante y emocionalmente significativa. Para
otros, es una forma de ocio y entretenimiento, una actividad relajante
que les permite desconectar de las tensiones cotidianas y disfrutar de su
tiempo libre de manera constructiva (Belk, 1995).
La nostalgia también juega un papel crucial en las
motivaciones para coleccionar. Muchas personas se sienten atraídas por objetos
que les recuerdan épocas pasadas o momentos específicos de sus
vidas. Esta conexión emocional con el pasado proporciona consuelo
y continuidad en un mundo en constante cambio. En la deltiología, esto
se manifiesta en el interés por postales que documentan transformaciones
urbanas, eventos históricos o costumbres sociales de épocas
anteriores (Benjamin, 1931).
Para algunos coleccionistas, el aspecto de la sostenibilidad
y conservación cultural es fundamental. Dar nueva vida a objetos
antiguos y evitar que sean desechados o perdidos conecta el
coleccionismo con principios de reciclaje cultural y cuidado
patrimonial, añadiendo un significado ético y responsable a
la práctica coleccionable (Pomian, 1990).
6. ASPECTOS PSICOLÓGICOS DE COLECCIONAR
El coleccionismo trasciende la simple acumulación de objetos; posee
una dimensión psicológica profunda que influye significativamente en la
forma en que los coleccionistas se relacionan con su entorno, su identidad
personal y sus procesos emocionales. Una de las características más
destacadas es cómo los objetos de colección ayudan a definir la identidad
personal y el sentido de pertenencia social. Cada colección refleja
los intereses, valores y gustos del coleccionista, funcionando como una extensión
de su autoimagen y reforzando la conexión con comunidades
especializadas que comparten sus mismas pasiones específicas
(Muensterberger, 1994).
La motivación para coleccionar suele ser intrínseca,
es decir, nace de un interés genuino y de la satisfacción personal
que brinda la actividad en sí misma. Este proceso no solo genera alegría
y placer estético, sino que también se convierte en una búsqueda de
significado, donde el estudio y la preservación de los objetos otorgan propósito
y profundidad existencial a la experiencia del coleccionista. En el caso
de la deltiología, esta búsqueda de significado se manifiesta en el interés por
documentar y preservar la memoria visual de lugares,
épocas y eventos específicos (Belk, 1995).
El coleccionismo a menudo actúa como un puente emocional con
el pasado, especialmente cuando los objetos tienen una conexión histórica
o sentimental específica. Este vínculo temporal puede ser reconfortante,
proporcionando a los coleccionistas un sentido de continuidad con
generaciones anteriores y una conexión tangible con la historia. Las
tarjetas postales, por ejemplo, permiten a los coleccionistas "viajar
en el tiempo" y experimentar visualmente cómo eran los lugares en
épocas pasadas. Además, la emoción de encontrar y adquirir piezas deseadas
genera una intensa satisfacción y sensación de logro, haciendo
del proceso de búsqueda un desafío emocionante y enriquecedor
(Benjamin, 1931)
En términos emocionales, el coleccionismo puede ofrecer estabilidad
y confort psicológico. Los objetos de colección representan un refugio
seguro y un espacio de orden en la vida de los coleccionistas,
ayudándoles a establecer un sentido de control sobre su entorno
inmediato. Por otro lado, el acto de organizar, exponer y disfrutar
de una colección permite una expresión creativa y personal,
convirtiendo cada colección en algo absolutamente único e irrepetible
(Pomian, 1990).
El coleccionismo también fomenta un sentido de comunidad
especializada, ya que muchos coleccionistas encuentran en grupos y comunidades
expertas un espacio para compartir su pasión, aprender de otros
especialistas y fortalecer vínculos sociales significativos. Este
sentido de pertenencia comunitaria puede ser fundamental para el bienestar
emocional y la satisfacción personal. En el ámbito histórico de la
deltiología, estas comunidades fueron especialmente activas durante la Belle
Époque, con clubes especializados, revistas dedicadas y redes
internacionales de intercambio que creaban fuertes lazos entre
coleccionistas (Assmann, 1995).
A lo largo del tiempo, el coleccionismo contribuye al crecimiento
personal y la evolución intelectual. Los coleccionistas desarrollan habilidades
de investigación, profundizan sus conocimientos especializados y
adquieren una comprensión más amplia de sus temas de interés, lo que les
permite evolucionar tanto intelectual como emocionalmente. Este
proceso de aprendizaje continuo mantiene la mente activa y proporciona desafíos
intelectuales constantes (Muensterberger, 1994).
Desde una perspectiva psicológica más profunda, el coleccionismo
puede servir como una forma efectiva de manejo del estrés y la ansiedad.
La naturaleza predecible y controlable de la actividad de
coleccionar proporciona un antídoto contra el caos y la incertidumbre
de la vida cotidiana moderna. La rutina de buscar, adquirir, organizar y
contemplar los objetos puede tener efectos terapéuticos y meditativos
significativos (Belk, 1995).
El concepto de completitud también es psicológicamente
significativo. La búsqueda de completar una serie o colección
específica proporciona objetivos claros y medibles,
ofreciendo una sensación de progreso y dirección vital. Sin
embargo, paradójicamente, muchos coleccionistas encuentran que la
"completitud" nunca se alcanza realmente, ya que siempre aparecen nuevas
variantes, mejores ejemplares o categorías adicionales que
explorar. Esta característica mantiene vivo el interés y la motivación
a largo plazo (Benjamin, 1931).
Es importante que el coleccionismo se lleve a cabo de manera equilibrada
y saludable. Aunque en la mayoría de los casos es una actividad positiva
y enriquecedora, puede volverse problemático si se convierte en
una obsesión o interfiere con otros aspectos importantes de la vida. La
clave está en disfrutarlo como una práctica enriquecedora que aporte significado,
alegría y conexión a la vida del coleccionista (Muensterberger,
1994).
7. EL PROCESO DE COLECCIONAR TARJETAS POSTALES
El proceso de coleccionar tarjetas postales ilustradas
constituye una actividad compleja que combina pasión estética, conocimiento
histórico y meticulosidad técnica. Implica no solo la acumulación
sistemática de piezas, sino también una inmersión profunda en la
historia y el arte que representan. Cada coleccionista comienza
identificando sus intereses específicos y temas particulares, lo
que define el enfoque y la coherencia de su colección futura. Los
temas pueden ser extraordinariamente diversos, incluyendo lugares
geográficos, eventos históricos, personajes famosos, movimientos
artísticos, técnicas de impresión o cualquier aspecto que despierte curiosidad
y emoción personal. Esta decisión inicial es crucial porque marca el carácter
único de la colección (Belk, 1995).
Una vez definido el tema central, es esencial dedicar tiempo
considerable a la investigación y educación especializada.
Aprender sobre la historia de las tarjetas postales ilustradas, sus períodos
de producción, diseñadores destacados, editores principales y
variaciones técnicas proporciona un contexto valioso y
fundamentado. Este conocimiento no solo enriquece la experiencia del
coleccionista, sino que también permite identificar piezas de interés y
apreciar su relevancia dentro de un marco histórico o cultural
específico. En España, por ejemplo, es fundamental conocer la obra de
editores como Hauser y Menet, Casa Laurent o Thomas, que
fueron pioneros en la producción de postales de alta calidad (Pomian, 1990).
El siguiente paso consiste en establecer objetivos claros y criterios
de selección específicos. Estos pueden basarse en parámetros como el origen
geográfico, la época de emisión, el estilo artístico, las técnicas
de impresión utilizadas o la temática específica. Tener objetivos
bien definidos ayuda a mantener la coherencia de la colección y guía al
coleccionista en la búsqueda sistemática de nuevas piezas relevantes
(Benjamin, 1931).
La búsqueda y adquisición de tarjetas postales
constituye quizá la parte más emocionante y desafiante del
proceso completo. Implica explorar mercados de pulgas, tiendas de
antigüedades, ferias especializadas, subastas profesionales y
plataformas digitales, siempre con el objetivo de encontrar tarjetas que
cumplan con los criterios establecidos. La emoción de descubrir
una pieza única o rara es una de las mayores satisfacciones
de esta actividad especializada. Durante la edad de oro de las postales
(1901-1905), los coleccionistas podían encontrar novedades regularmente gracias
a los sistemas de distribución desarrollados por los editores
(Muensterberger, 1994)
Una vez localizada una tarjeta de interés específico, es fundamental realizar un riguroso proceso de autenticación y evaluación técnica. Esto implica verificar su autenticidad, examinar cuidadosamente su estado de conservación y determinar si ha sido alterada o restaurada. Este paso garantiza que la colección se mantenga auténtica y de alta calidad, algo esencial para los coleccionistas serios y comprometidos. Es necesario conocer las características técnicas de cada método de impresión: fototipia, colotipia, litografía, huecograbado y offset (Assmann, 1995).
Tras la adquisición, el cuidado y la conservación de las tarjetas postales se vuelve absolutamente prioritario. La conservación adecuada implica almacenarlas en condiciones óptimas, protegiéndolas de la luz ultravioleta, la humedad excesiva, las variaciones térmicas y otros factores ambientales que puedan deteriorarlas. Esto asegura que las piezas mantengan su valor estético e histórico a lo largo del tiempo. Se recomienda el uso de materiales libres de ácido, fundas protectoras y sistemas de almacenamiento especializados (Belk, 1995).
Un aspecto igualmente importante es la catalogación y documentación
sistemática de cada tarjeta postal. Este proceso no solo organiza la
colección, sino que también enriquece significativamente su valor
académico e histórico. Los registros detallados, que incluyen información sobre
la fecha de edición, el lugar representado, el editor
responsable, el ilustrador o fotógrafo, las técnicas
empleadas y otras características relevantes, permiten al
coleccionista tener un control preciso de su colección y compartir información
valiosa con otros interesados (Pomian, 1990).
En el contexto específico de las tarjetas postales, es crucial
comprender las diferentes técnicas de impresión que se han utilizado
históricamente. La fototipia, popular a principios del siglo XX,
producía imágenes de alta calidad con tonos continuos. La colotipia
permitía reproducir fotografías con gran detalle y precisión
cromática. La litografía ofrecía colores vibrantes y era
especialmente adecuada para ilustraciones artísticas. El huecograbado
proporcionaba líneas finas y detalles precisos, mientras que el offset
moderno permitía la producción masiva con costes significativamente
reducidos (Benjamin, 1931)
La exhibición y el disfrute representan momentos
clave en el coleccionismo de tarjetas postales. Ya sea a través de álbumes
cuidadosamente organizados o de marcos que muestran las piezas más
destacadas, la exhibición permite al coleccionista apreciar plenamente la belleza
y el significado histórico de las tarjetas. Además, compartir la
colección con otros, ya sea en reuniones informales, exposiciones
públicas o presentaciones especializadas, añade un nivel
significativo de satisfacción y reconocimiento social (Muensterberger,
1994).
El proceso de coleccionar no termina nunca; implica un mantenimiento
constante de las piezas existentes y la expansión progresiva de la
colección a medida que se encuentran nuevas tarjetas de interés. Este crecimiento
continuo refleja la naturaleza dinámica de la afición, que
evoluciona con el tiempo y las experiencias del coleccionista. La
práctica se enriquece constantemente con nuevos conocimientos, descubrimientos
y conexiones históricas (Assmann, 1995).
Finalmente, muchos coleccionistas buscan establecer conexiones
con comunidades afines y redes especializadas. Participar en grupos
especializados, foros digitales o asociaciones cartófilas
permite compartir conocimientos, intercambiar piezas y aprender de otros entusiastas
experimentados. Esta interacción social no solo enriquece la
experiencia personal, sino que también fomenta un sentido de pertenencia
dentro de una comunidad apasionada por las tarjetas postales y su valor
histórico-cultural (Belk, 1995).
8. CRITERIOS DE CÓMO ORGANIZAR LA COLECCIÓN DE TARJETAS POSTALES
La organización de una colección de tarjetas postales
ilustradas constituye un elemento crucial para disfrutar plenamente de esta
afición especializada y para garantizar que las tarjetas sean accesibles,
preservadas y apreciadas de manera efectiva y sistemática. Un
buen sistema de organización no solo permite mantener el orden físico,
sino que también facilita el estudio académico y la expansión
coherente de la colección. Existen múltiples criterios especializados
que pueden aplicarse, dependiendo de los intereses específicos y las prioridades
del coleccionista (Belk, 1995).
Uno de los enfoques más comunes y efectivos es la organización por tema
o categoría temática, agrupando las tarjetas según su contenido
visual o significado. Esto puede incluir secciones dedicadas a postales
de viajes, eventos históricos, manifestaciones artísticas, personajes
famosos, monumentos arquitectónicos, paisajes naturales o
cualquier otro tema que refleje los intereses específicos del coleccionista.
Esta clasificación temática permite apreciar tanto la diversidad
como la coherencia de la colección, facilitando el estudio comparativo
(Pomian, 1990).
Otro criterio particularmente popular es la organización geográfica,
especialmente útil para colecciones que abarcan tarjetas postales de diferentes
lugares. Las tarjetas pueden organizarse sistemáticamente por ciudades, regiones,
países o incluso continentes, creando un mapa visual que
ilustra la variedad geográfica de la colección. Este sistema es
especialmente valioso para quienes disfrutan explorando el mundo a través de
sus postales y documentando transformaciones urbanas a lo largo del
tiempo (Benjamin, 1931).
Para grandes colecciones, el orden alfabético
constituye una opción práctica y eficiente, ya sea por el nombre del lugar,
el título de la postal o el evento representado. Este enfoque
garantiza una búsqueda rápida y eficiente de tarjetas específicas sin
necesidad de recordar clasificaciones complejas. Alternativamente, se puede
optar por una organización cronológica, ya sea según la fecha de
publicación de la postal o la fecha del evento retratado, lo que
permite observar la evolución histórica o estilística de las
postales a través del tiempo (Muensterberger, 1994).
Si la colección está centrada en un editor, impresor
o ilustrador particular, es posible organizar las tarjetas por el nombre
del editor o artista responsable. Este sistema destaca el trabajo de
personas o empresas específicas y permite apreciar su contribución
particular al diseño y producción de postales. En España, esto permitiría
organizar secciones dedicadas a Hauser y Menet, Casa Laurent, Thomas
o Dümmatzen, entre otros editores históricos importantes (Assmann,
1995).
Otros criterios más visuales incluyen la organización por color
predominante o estilo artístico. Agrupar las tarjetas según los colores
dominantes o el tipo de ilustración puede crear una presentación atractiva
y estéticamente coherente, ideal para quienes desean exhibir su
colección de manera visualmente impactante y armoniosa (Belk,
1995).
El material y formato de las tarjetas también puede
ser un criterio útil y especializado, clasificando según el tipo de papel,
el acabado (mate, brillante, satinado), el formato (estándar,
plegables, panorámicas) o las dimensiones específicas. Por otro lado,
para coleccionistas interesados en la rareza o el valor económico
de sus tarjetas, organizar por valor o escasez puede ser
especialmente relevante, permitiendo separar las piezas más valiosas en
una categoría especial con medidas de conservación y seguridad
específicas (Pomian, 1990).
La organización por técnica de impresión es particularmente
valiosa para los coleccionistas que aprecian los aspectos técnicos de
las tarjetas postales. Separar las tarjetas producidas mediante fototipia,
colotipia, litografía, huecograbado u offset
permite estudiar la evolución tecnológica y comparar la calidad y
características específicas de cada técnica. Esto es especialmente
relevante considerando que cada técnica tiene características distintivas: la
fototipia ofrece tonos continuos, la colotipia proporciona gran
detalle, la litografía permite colores vibrantes, el huecograbado
asegura precisión y el offset permite producción masiva
(Benjamin, 1931).
Independientemente del sistema elegido, es esencial llevar un registro
detallado o catálogo sistemático de la colección. Este registro
puede incluir información como fechas de edición, lugares
representados, editores responsables, ilustradores o fotógrafos,
técnicas empleadas, estado de conservación y condiciones de
adquisición, ayudando a realizar un seguimiento preciso de las
piezas existentes y las que se desean adquirir. Un sistema de numeración
consistente facilita la localización rápida y el control de
inventario sistemático (Muensterberger, 1994).
La conservación debe ser una consideración prioritaria en
cualquier sistema de organización implementado. Las tarjetas deben almacenarse
en materiales inertes, libres de ácidos, en fundas protectoras
individuales cuando sea necesario para piezas especialmente valiosas. El control
ambiental —temperatura estable, humedad controlada, protección contra la
luz ultravioleta— es fundamental para preservar los colores y la integridad
del papel a largo plazo, asegurando la durabilidad de la colección
(Assmann, 1995).
Para colecciones grandes y complejas, un sistema híbrido
puede ser la solución más práctica y eficiente, combinando varios criterios
de organización simultáneamente. Por ejemplo, una organización primaria por
geografía, con subdivisiones por tema y cronología.
Esto proporciona flexibilidad significativa y permite múltiples
formas de acceso a la información, adaptándose a diferentes necesidades de
consulta (Belk, 1995).
La digitalización puede complementar eficazmente la
organización física, creando un catálogo digital con imágenes de alta
resolución, metadatos completos y capacidades de búsqueda
avanzada. Esta herramienta tecnológica no solo facilita la consulta
sin manipular los originales, sino que también permite compartir la
colección con otros entusiastas y preservar la información en caso de
daño o pérdida de las piezas físicas. Además, permite realizar búsquedas
cruzadas y análisis comparativos que enriquecen significativamente
el valor académico de la colección (Pomian, 1990).
La organización es, en última instancia, una cuestión de preferencia
personal y debe adaptarse a los intereses y necesidades
específicas del coleccionista. Más allá del orden práctico, el
proceso de estructurar una colección también puede ser una expresión de
la creatividad y la visión única de cada coleccionista,
transformando la colección en una narrativa visual y cultural que
puede ser disfrutada, estudiada y compartida con otros entusiastas y especialistas
(Benjamin, 1931).
BIBLIOGRAFÍA
- Assmann, A. (1995). Cultural Memory and Western Civilization. Cambridge University Press.
- Belk, R. W. (1995). Collecting in a Consumer Society. Routledge.
- Benjamin, W. (1931). The Arcades Project. Harvard University Press.
- Burke, K. (2005). The Golden Age of Postcards. Historical Publications.
- López Torán, N. (2016). Historia de la tarjeta postal en España. Ediciones Universidad de Barcelona.
- Muensterberger, W. (1994). Collecting: An Unruly Passion. Princeton University Press.
- Pomian, K. (1990). Collectors and Curiosities. Polity Press.
- Prochasson, C. (1996). La Belle Époque des cartes postales. Flammarion.
- Sánchez Vigil, J. M. (2001). La tarjeta postal española. Espasa Calpe.
- Staff, F. (2007). The Picture Postcard and its Origins. Lutterworth Press.
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