Buscar este blog

23/4/25

Parte I: Contexto histórico y bases de la transformación urbana (1851-1860)


1.1. Antecedentes: La Barcelona amurallada y la crisis higiénico-social

A mediados del siglo XIX, Barcelona era una ciudad ahogada por sus propias murallas medievales. Constreñida dentro de un perímetro defensivo obsoleto, su población —que superaba los 180.000 habitantes— se apiñaba en un entramado de calles estrechas, viviendas insalubres y patios sin ventilación. La densidad alcanzaba cifras críticas (más de 800 habitantes por hectárea en el Barrio de la Ribera), y las epidemias de cólera (1834, 1854) y la mortalidad infantil (30% en 1850) evidenciaban una crisis sanitaria sin precedentes.

La industrialización agravó estos problemas. Las fábricas textiles del Raval y el vapor de las máquinas se mezclaban con el hollín de las viviendas, creando un ambiente irrespirable. La falta de alcantarillado y agua potable convertía la ciudad en un foco de enfermedades, mientras que las revueltas obreras, como las de 1855, reflejaban el malestar social. Como señaló el médico Pere Felip Monlau en su informe ¡Abajo las murallas! (1841), la ciudad necesitaba "aire, luz y espacio" para sobrevivir.

Dominio Público. Barcino._Barcelona,_por_Joseph_Friderich_Leopold


1.2. El Plan de Reforma Interior (1853-1859): Demolición de murallas y resistencia local

En 1853, el gobierno central, liderado por el progresista Pascual Madoz, aprobó el Plan de Reforma Interior, que proponía derribar las murallas y reordenar el espacio intramuros. Sin embargo, el proyecto enfrentó una férrea oposición local. El Ayuntamiento, dominado por elites conservadoras y propietarios, temía perder control sobre el suelo y ver devaluadas sus propiedades. Además, muchos barceloneses desconfiaban de un plan que, en teoría, beneficiaba más a Madrid que a la ciudad.

La resistencia se materializó en debates acalorados y retrasos burocráticos. Aunque las murallas comenzaron a demolerse en 1854, la reforma interior se limitó a aperturas puntuales (como la calle Fernando VII) y a la creación de plazas como la de Sant Jaume. Estas medidas resultaron insuficientes: el plan carecía de una visión integral y no resolvía el hacinamiento. Para 1859, solo el 10% de las áreas previstas habían sido reformadas.


1.3. El debate entre reforma interior vs. ensanche ilimitado

Mientras el Ayuntamiento insistía en remodelar el casco antiguo, técnicos como Ildefons Cerdà defendían un enfoque radical: el ensanche ilimitado. En su Teoría General de la Urbanización (1859), Cerdà argumentaba que la reforma interior era un "parche" que perpetuaba la desigualdad. Su propuesta, basada en una cuadrícula regular de calles amplias y manzanas abiertas, prometía una ciudad igualitaria, higiénica y preparada para el crecimiento demográfico.

El debate se polarizó. Por un lado, los "reformistas" (respaldados por el consistorio) priorizaban el control local y la rentabilidad económica. Por otro, los "ensanchistas" (apoyados por el gobierno central) abogaban por una planificación científica. La aprobación del Plan Cerdà en 1859, impuesto desde Madrid, marcó el triunfo de la segunda postura, pero no zanjó el conflicto: durante décadas, el Ayuntamiento intentó modificar el proyecto para favorecer intereses privados.


Barcelona 1853-1859: Reforma y Ensanche

2.1. Los estudios sobre la ciudad: Informes técnicos y propuestas

La década de 1850 fue testigo de una avalancha de estudios técnicos. Destaca el Informe sobre la reforma interior y el ensanche de Barcelona (1855) de la Junta de Reformes, que documentó las pésimas condiciones de vida y propuso medidas como la construcción de mercados cubiertos y la ampliación de calles. Paralelamente, Cerdà realizó un censo detallado (1856) que reveló que el 70% de las viviendas carecían de ventilación adecuada.

Estos informes, aunque innovadores, fueron instrumentalizados políticamente. Mientras el Ayuntamiento usaba datos para justificar reformas parciales, Cerdà los empleó para defender su plan de ensanche, basado en criterios científicos como la relación entre densidad y mortalidad.


2.2. La reforma interior: Limitaciones y críticas

La reforma interior se topó con tres obstáculos principales:

  1. Financiación: La expropiación de solares era costosa, y el Ayuntamiento dependía de créditos estatales.
  2. Fragmentación: Las intervenciones se centraron en áreas emblemáticas (como el entorno de la catedral), ignorando barrios obreros.
  3. Resistencia vecinal: Los pequeños propietarios se oponían a indemnizaciones que consideraban injustas.

Críticos como el arquitecto Josep Oriol i Bernadet denunciaron que el plan era "un maquillaje para turistas, no una solución para obreros". De hecho, muchas familias desplazadas por las reformas terminaron hacinándose en suburbios como Poblenou.


2.3. El nacimiento del Ensanche como solución integral

El Ensanche surgió como respuesta a los fracasos de la reforma interior. Su diseño —manzanas octogonales con jardines interiores, calles de 20 metros de ancho y zonificación mixta— buscaba integrar vivienda, industria y ocio. A diferencia de otros ensanches europeos (como el de Viena), el de Cerdà no era un barrio burgués, sino un espacio para todas las clases sociales.

Sin embargo, su aprobación en 1859 no fue un triunfo unánime. El Ayuntamiento había organizado un concurso paralelo, ganado por el proyecto de Antoni Rovira i Trias, más conservador y centrado en el núcleo histórico. La imposición del plan de Cerdà por parte del gobierno central reflejó la pugna entre municipalismo y centralismo, un conflicto que definiría la gestión urbana posterior.


Agentes urbanos y conflicto jurídico

3.1. Actores clave: Ayuntamiento, Estado central, propietarios

  • Ayuntamiento: Defendía la autonomía local y los intereses de la burguesía terrateniente. Buscaba controlar la plusvalía generada por el Ensanche.
  • Estado central: Impulsó el Ensanche como parte de un proyecto modernizador, usando leyes como la Desamortización de Madoz (1855) para financiar expropiaciones.
  • Propietarios: Grandes aristócratas (como el marqués de Comillas) especularon con suelo, mientras pequeños dueños temían la devaluación de sus inmuebles.

3.2. Batallas legales: La Ley de Ensanches (1864) y su aplicación

La Ley de Ensanches de 1864, promovida por el ministro Alonso Martínez, buscó regular el crecimiento urbano en toda España. Sin embargo, su aplicación en Barcelona fue conflictiva. El texto permitía a los ayuntamientos modificar los planes aprobados, lo que el consistorio barcelonés aprovechó para alterar el diseño de Cerdà: redujo el ancho de calles, eliminó zonas verdes y permitió manzanas cerradas.

Cerdà, como director de obras del Ensanche (1860-1866), luchó contra estas modificaciones. En 1863, denunció que el Ayuntamiento había autorizado 200 edificios que incumplían su plan, pero carecía de poder para frenarlos.


3.3. La tensión entre lo público y lo privado: Expropiaciones y especulación

El Ensanche se convirtió en un campo de batalla entre el ideal igualitario de Cerdà y la realidad capitalista. Las expropiaciones, reguladas por la Ley de 1836, generaron conflictos: mientras el Estado pagaba 2,5 pesetas por metro cuadrado, los propietarios vendían luego el suelo a 25 pesetas.

La especulación fue especialmente feroz en el eje del Paseo de Gracia, donde aristócratas como el conde de Güell adquirieron grandes parcelas para construir lujosos palacetes. Para 1870, el 60% del Ensanche estaba en manos de solo 50 familias, y las manzanas diseñadas para albergar clases populares se llenaron de viviendas burguesas.


Conclusión parcial
La década de 1851-1860 sentó las bases de la Barcelona moderna, pero también reveló tensiones irresueltas: ciencia vs. política, igualdad vs. lucro, y localismo vs. centralismo. Estos conflictos, lejos de ser meramente técnicos, reflejaron las contradicciones de una sociedad en transición hacia la industrialización.


Bibliografía 




No hay comentarios:

Publicar un comentario

Nota: solo los miembros de este blog pueden publicar comentarios.