Parte I:
Contexto histórico
y bases de la transformación
urbana (1851-1860)
1.1.
Antecedentes: La Barcelona amurallada y la crisis higiénico-social
A mediados del
siglo XIX, Barcelona era una ciudad ahogada por sus propias murallas
medievales. Constreñida
dentro de un perímetro
defensivo obsoleto, su población
—que superaba los
180.000 habitantes—
se apiñaba en un entramado
de calles estrechas, viviendas insalubres y patios sin ventilación. La densidad
alcanzaba cifras críticas
(más de 800 habitantes
por hectárea
en el Barrio de la Ribera), y las epidemias de cólera
(1834, 1854) y la mortalidad infantil (30% en 1850) evidenciaban una crisis
sanitaria sin precedentes.
La
industrialización
agravó estos problemas. Las
fábricas textiles del
Raval y el vapor de las máquinas
se mezclaban con el hollín
de las viviendas, creando un ambiente irrespirable. La falta de alcantarillado
y agua potable convertía
la ciudad en un foco de enfermedades, mientras que las revueltas obreras, como
las de 1855, reflejaban el malestar social. Como señaló
el médico Pere Felip
Monlau en su informe ¡Abajo
las murallas! (1841),
la ciudad necesitaba "aire, luz y espacio" para sobrevivir.
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Dominio Público. Barcino._Barcelona,_por_Joseph_Friderich_Leopold |
1.2. El
Plan de Reforma Interior (1853-1859): Demolición de murallas y resistencia local
En 1853, el
gobierno central, liderado por el progresista Pascual Madoz, aprobó el Plan de
Reforma Interior, que proponía
derribar las murallas y reordenar el espacio intramuros. Sin embargo, el
proyecto enfrentó
una férrea oposición local. El
Ayuntamiento, dominado por elites conservadoras y propietarios, temía perder control
sobre el suelo y ver devaluadas sus propiedades. Además, muchos barceloneses desconfiaban de
un plan que, en teoría,
beneficiaba más
a Madrid que a la ciudad.
La resistencia
se materializó
en debates acalorados y retrasos burocráticos.
Aunque las murallas comenzaron a demolerse en 1854, la reforma interior se
limitó a aperturas
puntuales (como la calle Fernando VII) y a la creación de plazas como la de Sant Jaume.
Estas medidas resultaron insuficientes: el plan carecía de una visión integral y no resolvía el hacinamiento.
Para 1859, solo el 10% de las áreas
previstas habían
sido reformadas.
1.3. El
debate entre reforma interior vs. ensanche ilimitado
Mientras el
Ayuntamiento insistía
en remodelar el casco antiguo, técnicos
como Ildefons Cerdà
defendían un enfoque
radical: el ensanche
ilimitado. En su Teoría General de la
Urbanización (1859), Cerdà argumentaba que la
reforma interior era un "parche" que perpetuaba la desigualdad. Su
propuesta, basada en una cuadrícula
regular de calles amplias y manzanas abiertas, prometía una ciudad igualitaria, higiénica y preparada para
el crecimiento demográfico.
El debate se
polarizó.
Por un lado, los "reformistas" (respaldados por el consistorio)
priorizaban el control local y la rentabilidad económica. Por otro, los
"ensanchistas" (apoyados por el gobierno central) abogaban por una
planificación
científica. La aprobación del Plan Cerdà en 1859, impuesto
desde Madrid, marcó
el triunfo de la segunda postura, pero no zanjó
el conflicto: durante décadas,
el Ayuntamiento intentó
modificar el proyecto para favorecer intereses privados.
Barcelona
1853-1859: Reforma y Ensanche
2.1. Los
estudios sobre la ciudad: Informes técnicos
y propuestas
La década de 1850 fue
testigo de una avalancha de estudios técnicos.
Destaca el Informe
sobre la reforma interior y el ensanche de Barcelona (1855) de la Junta de Reformes,
que documentó
las pésimas condiciones de
vida y propuso medidas como la construcción
de mercados cubiertos y la ampliación
de calles. Paralelamente, Cerdà
realizó un censo detallado
(1856) que reveló
que el 70% de las viviendas carecían
de ventilación
adecuada.
Estos
informes, aunque innovadores, fueron instrumentalizados políticamente. Mientras
el Ayuntamiento usaba datos para justificar reformas parciales, Cerdà los empleó para defender su
plan de ensanche, basado en criterios científicos
como la relación
entre densidad y mortalidad.
2.2. La
reforma interior: Limitaciones y críticas
La reforma
interior se topó
con tres obstáculos
principales:
- Financiación: La
expropiación
de solares era costosa, y el Ayuntamiento dependía de créditos estatales.
- Fragmentación: Las
intervenciones se centraron en áreas emblemáticas (como el entorno de la catedral), ignorando
barrios obreros.
- Resistencia vecinal: Los
pequeños
propietarios se oponían a indemnizaciones que consideraban injustas.
Críticos como el
arquitecto Josep Oriol i Bernadet denunciaron que el plan era "un
maquillaje para turistas, no una solución
para obreros". De hecho, muchas familias desplazadas por las reformas
terminaron hacinándose
en suburbios como Poblenou.
2.3. El
nacimiento del Ensanche como solución
integral
El Ensanche
surgió como respuesta a los
fracasos de la reforma interior. Su diseño
—manzanas octogonales
con jardines interiores, calles de 20 metros de ancho y zonificación mixta— buscaba integrar
vivienda, industria y ocio. A diferencia de otros ensanches europeos (como el
de Viena), el de Cerdà
no era un barrio burgués,
sino un espacio para todas las clases sociales.
Sin embargo,
su aprobación
en 1859 no fue un triunfo unánime.
El Ayuntamiento había
organizado un concurso paralelo, ganado por el proyecto de Antoni Rovira i
Trias, más
conservador y centrado en el núcleo
histórico. La imposición del plan de Cerdà por parte del
gobierno central reflejó
la pugna entre municipalismo y centralismo, un conflicto que definiría la gestión urbana posterior.
Agentes
urbanos y conflicto jurídico
3.1.
Actores clave: Ayuntamiento, Estado central, propietarios
- Ayuntamiento: Defendía la autonomía local y los
intereses de la burguesía terrateniente. Buscaba controlar la plusvalía generada por
el Ensanche.
- Estado central: Impulsó el Ensanche
como parte de un proyecto modernizador, usando leyes como la Desamortización de Madoz
(1855) para financiar expropiaciones.
- Propietarios: Grandes aristócratas (como el
marqués
de Comillas) especularon con suelo, mientras pequeños dueños temían la devaluación de sus
inmuebles.
3.2.
Batallas legales: La Ley de Ensanches (1864) y su aplicación
La Ley de Ensanches de 1864,
promovida por el ministro Alonso Martínez,
buscó regular el
crecimiento urbano en toda España.
Sin embargo, su aplicación
en Barcelona fue conflictiva. El texto permitía
a los ayuntamientos modificar los planes aprobados, lo que el consistorio
barcelonés
aprovechó
para alterar el diseño
de Cerdà:
redujo el ancho de calles, eliminó
zonas verdes y permitió
manzanas cerradas.
Cerdà, como director de
obras del Ensanche (1860-1866), luchó
contra estas modificaciones. En 1863, denunció
que el Ayuntamiento había
autorizado 200 edificios que incumplían
su plan, pero carecía
de poder para frenarlos.
3.3. La
tensión
entre lo público
y lo privado: Expropiaciones y especulación
El Ensanche se
convirtió
en un campo de batalla entre el ideal igualitario de Cerdà y la realidad
capitalista. Las expropiaciones, reguladas por la Ley de 1836, generaron
conflictos: mientras el Estado pagaba 2,5 pesetas por metro cuadrado, los
propietarios vendían
luego el suelo a 25 pesetas.
La especulación fue especialmente
feroz en el eje del Paseo de Gracia, donde aristócratas
como el conde de Güell
adquirieron grandes parcelas para construir lujosos palacetes. Para 1870, el
60% del Ensanche estaba en manos de solo 50 familias, y las manzanas diseñadas para albergar
clases populares se llenaron de viviendas burguesas.
Conclusión parcial
La década de 1851-1860
sentó las bases de la
Barcelona moderna, pero también
reveló tensiones
irresueltas: ciencia vs. política,
igualdad vs. lucro, y localismo vs. centralismo. Estos conflictos, lejos de ser
meramente técnicos,
reflejaron las contradicciones de una sociedad en transición hacia la
industrialización.
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