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23/5/25

La Barceloneta

Entre el mar, la revuelta y la resistencia

El origen de La Barceloneta se hunde en las aguas del Mediterráneo y en las cicatrices de la historia política española. En el siglo XV, Barcelona carecía de un puerto natural, lo que obligaba a los barcos a fondear lejos de la costa. El traslado de mercancías y pasajeros en pequeñas embarcaciones era una odisea, especialmente en invierno, cuando las tormentas provocaban pérdidas humanas y materiales. La solución llegó en 1474, bajo el reinado de Juan II de Aragón, con la construcción de un espigón que unió la costa con la isla de Maians, un islote a 100 metros mar adentro. Esta estructura no solo protegió el incipiente puerto, sino que, de forma involuntaria, retuvo los sedimentos arrastrados por el río Besòs. Con el tiempo, la acumulación de arena formó una península de 1,4 km², el terreno donde germinaría el barrio.

Estudios recientes subrayan el carácter antropogénico del litoral barcelonés, donde la acción humana sobre el medio costero, desde el puerto hasta la canalización de ríos y la construcción de diques, ha sido decisiva en su morfología urbana (Vilanova, 2010; Roca, 2012). Esta transformación artificial del frente marítimo constituye un ejemplo temprano de ingeniería litoral aplicada a fines urbanos y estratégicos, cuyo impacto perdura hasta la actualidad.

De la Ciudadela a las barracas: un barrio forjado en el exilio

Tras la Guerra de Sucesión (1713–1714), Felipe V ordenó la construcción de la Ciudadela, una fortaleza militar que requirió demoler parte del barrio de La Ribera. Los desplazados, en su mayoría pescadores y obreros, se refugiaron en barracas improvisadas en la península ganada al mar. Este episodio, descrito por autores como Solà-Morales (1992) y Capel (2002), muestra cómo el urbanismo borbónico utilizó la arquitectura militar no solo como instrumento defensivo, sino también como herramienta de control político y disciplinamiento social.

En 1753, el ingeniero militar Juan Martín Cermeño diseñó un plan urbano racionalista bajo el impulso del marqués de la Mina, capitán general de Cataluña. El trazado incluía 15 calles paralelas al mar (7,5 m de ancho) y 3 transversales (9,3 m), con viviendas de planta baja y un piso para no obstruir la línea de fuego de la Ciudadela. Estas casas, de apenas 35 m² por planta, contrastaban con la vitalidad de las pudas, tabernas donde el pescado fresco se mezclaba con el humo de las cocinas y el bullicio de un barrio que ya respiraba identidad propia.

Cermeño aplicó los principios del urbanismo ilustrado, basado en la geometría, la higiene y el orden militar, pero sus efectos sociales fueron ambiguos. Como señala Busquets (2005), “la racionalidad del trazado contradecía las formas de vida tradicionales”, generando tensiones que aún resuenan en el urbanismo contemporáneo.

El Torín: cuando los toros encendieron la mecha de la revuelta

En 1834, se inauguró en La Barceloneta la plaza de toros El Torín, obra del arquitecto Josep Fontserè por encargo de la Casa de la Caridad. Con capacidad para 13.000 espectadores y una arena de 60 metros de diámetro, su construcción en los terrenos del antiguo matadero municipal la convirtió en un símbolo de ocio popular. Sin embargo, el 25 de julio de 1835, durante una corrida con toros de baja calidad de la ganadería de Javier Guendulain, el descontento del público se transformó en una revuelta anticlerical.

Este estallido no fue un hecho aislado. Como explica Lannon (1987), las bullangas catalanas de 1835-1843 evidencian una creciente tensión entre las clases populares, la burguesía industrial emergente y las instituciones eclesiásticas, percibidas como aliadas del antiguo régimen. El Torín fue, así, un escenario de ruptura simbólica, donde el ocio se convirtió en revuelta, y la arquitectura del espectáculo en catalizador de violencia colectiva.

La plaza desapareció en 1954, pero su recuerdo sigue vivo en el imaginario popular y en la crítica académica, que la identifica como un ejemplo de cómo el espacio urbano puede catalizar procesos de cambio ideológico y político (Rodríguez-Planas, 2014).

Industrialización y contradicciones: del vapor a la playa artificial

El siglo XIX transformó La Barceloneta en un polo industrial. Astilleros como el Nuevo Vulcano (1838) y fábricas como La Maquinista Terrestre y Marítima (1855) —columna vertebral de la economía barcelonesa hasta su cierre en 1963— convivieron con la miseria del Somorrostro, un barrio de barracas donde 15.000 personas, incluidos gitanos y pescadores, sobrevivían frente al mar hasta su demolición en 1986.

El Somorrostro es clave para entender las zonas de invisibilidad urbana: espacios marginales que, pese a su exclusión, mantienen una vitalidad cultural y social propia. Investigaciones recientes como las de López-Atxurra (2019) destacan cómo estas comunidades desarrollaron formas alternativas de economía, vivienda y resistencia simbólica. La bailaora Carmen Amaya, nacida allí, encarna esa hibridación entre marginación y arte que caracteriza la historia del barrio.

El espigón, mientras tanto, seguía alterando la costa: retenía arena en el barrio, pero erosionaba otras playas. Este fenómeno ha sido documentado por estudios de geodinámica litoral (Gracia et al., 2008), que advierten sobre los efectos desequilibrantes de las obras portuarias sobre la morfología costera. La Barceloneta es, por tanto, un caso paradigmático de cómo las infraestructuras marítimas reconfiguran no solo el paisaje, sino también la estructura social de la ciudad.

La última gran metamorfosis: de las Olimpiadas a la turistificación

La transformación definitiva llegó con los Juegos Olímpicos de 1992. La urbanización de la playa —inexistente antes de ese año—, la construcción del paseo marítimo y la demolición de chiringuitos tradicionales modernizaron el barrio, pero también iniciaron un proceso de gentrificación. El impacto económico superó los 18.670 millones de euros, revitalizando infraestructuras pero desplazando a vecinos históricos.

Diversos autores han analizado esta paradoja. Mientras Delgado (2007) denuncia la “urbanización del deseo” que subordina el espacio público al turismo y la inversión, otros como Monclús y Díez Medina (2016) exploran el concepto de “urbanismo de evento”, que transforma el tejido urbano con fines espectaculares y globales. La Barceloneta se convirtió así en escaparate de la nueva Barcelona, pero también en campo de batalla por el derecho a habitar.

Desde 2014, los residentes denuncian cómo los pisos turísticos y la presión inmobiliaria amenazan su esencia obrera. Estudios recientes, como el informe de Observatori DESC (2020), alertan sobre la precarización del acceso a la vivienda y la transformación del barrio en un “parque temático costero”, lo que pone en riesgo su identidad histórica.

Epílogo: redes en los balcones y playas de postal

Hoy, la Barceloneta es un puzzle,  donde conviven la iglesia de Sant Miquel del Port (1755), testigo silencioso de su pasado marinero, y las terrazas de paellas para turistas. Las toallas secándose en los balcones y las protestas contra la turistificación recuerdan que este triángulo de tierra ganada al mar sigue siendo, ante todo, un territorio de resistencia.

Incluso los bombardeos franquistas durante la Guerra Civil, que buscaron fracturar su espíritu comunitario, fracasaron en apagar su memoria colectiva. La Barceloneta sigue siendo un lugar donde cada marea trae consigo historias de ingeniería, revueltas y dignidad. Frente a la presión neoliberal y la mercantilización del litoral, el barrio levanta su identidad como un rompeolas de la historia urbana de Barcelona.


Referencias bibliográficas (APA)

  • Busquets, J. (2005). Barcelona: la construcción urbanística de una ciudad compacta. Fundación Caja de Arquitectos.
  • Capel, H. (2002). El modelo Barcelona: un examen crítico. Edicions del Serbal.
  • Delgado, M. (2007). La ciudad mentirosa. Fraude y miseria del "modelo Barcelona". Los Libros de la Catarata.
  • Gracia, V., García, M., & Sánchez-Arcilla, A. (2008). Coastal morphodynamics in urban beaches: The case of Barcelona. Journal of Coastal Research, 24(2), 411–422.
  • Lannon, F. (1987). Privilegio y represión: La Iglesia católica en España, 1800–1931. Alianza.
  • López-Atxurra, R. (2019). La ciudad fuera de plano: barrios populares, conflicto y memoria urbana. Catarata.
  • Monclús, F. J., & Díez Medina, C. (2016). Urban regeneration and the ‘Olympic legacy’: Lessons from Barcelona and London. Planning Perspectives, 31(2), 307–326.
  • Observatori DESC. (2020). La turistificació de la Barceloneta: impactes i resistències. Barcelona
  • Rodríguez-Planas, N. (2014). La violencia urbana en la Barcelona del siglo XIX. Universitat Autònoma de Barcelona.
  • Roca, E. (2012). La gestión del litoral y el urbanismo costero en Cataluña. Universitat Politècnica de Catalunya.
  • Solà-Morales, M. de (1992). La ciudad de los arquitectos. Electa.
  • Vilanova, S. (2010). Transformaciones del litoral barcelonés: de la ciudad industrial a la metrópolis postmoderna. Revista Documents d'Anàlisi Geogràfica, 56(3), 381–400.

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