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30/6/25

Géneros Fotográficos y los Nuevos Formatos de Publicaciones

Los Géneros Fotográficos y los Nuevos Formatos de Publicaciones: La Consolidación de la Cultura Visual Moderna en el Siglo XIX

La consolidación de la fotografía en el siglo XIX no constituyó un proceso homogéneo, sino que se articuló a través de géneros específicos que respondían a las emergentes demandas sociales, culturales y científicas de la modernidad. Cada uno de estos géneros desarrolló un lenguaje visual propio que, en conjunto, conformó la matriz epistemológica sobre la que se construiría la cultura visual del siglo XX (Krauss, 1990). Los géneros fundacionales de la fotografía decimonónica —la fotografía de viajes, el retrato y la estereoscopía— crearon un lenguaje visual coherente que la tarjeta postal posteriormente sintetizó y masificó, democratizando el acceso a la imagen y transformándola en el primer medio de comunicación visual de masas de la historia (Sánchez Vigil, 2011).

1. Los Géneros Fotográficos Fundacionales

La Fotografía de Viajes y la Construcción de Imaginarios Territoriales

La fotografía de viajes emerge como una de las manifestaciones más paradigmáticas de la modernidad visual, impulsada por un anhelo romántico de explorar y documentar espacios geográficos remotos y, simultáneamente, por la capacidad inédita de la nueva tecnología para capturar el mundo con una veracidad documental sin precedentes (García Felguera, 2020). Las prolongadas exposiciones requeridas por los primeros dispositivos fotográficos favorecieron la captura de paisajes estáticos, estableciendo códigos de representación que influirían profundamente en la construcción de imaginarios territoriales (Muñoz Arbelaez, 2010).

Este género no solo respondía a una curiosidad estética, sino que también se alineaba con los intereses coloniales y científicos de la época, sirviendo como herramienta para cartografiar y clasificar el mundo en un contexto de expansión imperialista (Clifford, 2024). En España, los estudios fotográficos proliferaron en las principales ciudades durante la década de 1860, democratizando el acceso al retrato y contribuyendo a la creación de nuevos imaginarios sociales (Fontanella, 2011).

El trabajo de Charles Clifford (1820-1863) contribuyó decisivamente a construir una identidad visual del país para el público europeo, proyectando una imagen de España como un lugar exótico y pintoresco a través de su célebre álbum Recuerdos de España (1857) (Clifford, 2024). Por su parte, Jean Laurent (1816-1886) combinó su talento artístico con una formidable visión empresarial, creando un archivo masivo que estableció los códigos estéticos que la tarjeta postal adoptaría posteriormente (Laurent, 2025). La sistematización de estos archivos fotográficos constituyó un precedente fundamental para la posterior industrialización de la imagen, estableciendo protocolos de catalogación y distribución que influirían en el desarrollo de los medios de comunicación visual masiva (Edwards, 1992; Ryan, 1997).

El Retrato y la Democratización de la Imagen Personal

El retrato fotográfico, especialmente a través de la carte de visite, representó un avance significativo en la democratización de la imagen personal durante el siglo XIX (García Felguera, 2011). Inventada por André-Adolphe-Eugène Disdéri en 1854, esta técnica permitió la producción en serie de retratos a bajo costo, transformando la fotografía en un objeto de consumo masivo y un medio de sociabilidad (Sánchez Vigil, 2011).

Este formato innovador facilitó nuevas prácticas sociales: las cartes se intercambiaban entre familiares y amigos y se coleccionaban en álbumes que se convertían en archivos de la memoria familiar y de las redes de sociabilidad (Sánchez Vigil, 2011). En España, las familias de clase media comenzaron a utilizar los retratos como una forma de preservar su legado y afirmar su estatus social, mientras que las imágenes de difuntos se convirtieron en una práctica común para mantener viva la memoria de los seres queridos (Fontanella, 2011; Cuarterolo, 2002).

Los álbumes fotográficos del siglo XIX constituyen documentos visuales excepcionales que permiten observar la evolución del estilo y la moda a través de las décadas, funcionando como archivos privilegiados de las transformaciones sociales y culturales de la época (Langford, 1997). La práctica del coleccionismo de retratos estableció nuevos rituales de memoria familiar que trascendieron las barreras de clase, democratizando formas de preservación de la identidad que anteriormente habían sido exclusivas de las élites aristocráticas (Hirsch, 1997; Holland, 2004).

La Estereoscopía y la Experiencia Visual Inmersiva

La fotografía estereoscópica introdujo una dimensión innovadora al ofrecer una experiencia tridimensional e inmersiva, basada en el principio de la visión binocular (Batchen, 2004). Esta técnica alcanzó una popularidad inmensa después de que la reina Victoria se interesara por ella en la Gran Exposición de Londres de 1851, transformando la manera de consumir imágenes de lugares lejanos y añadiendo una capa de realismo experiencial (Gálvez Díaz, 2017).

El tema predilecto de la estereoscopía fue el viaje, ya que permitía a los espectadores "visitar" lugares exóticos desde la comodidad de sus hogares, reforzando la noción de la fotografía como una ventana al mundo (Batchen, 2004). Aunque su popularidad decayó hacia finales del siglo debido a limitaciones técnicas, la estereoscopía dejó un legado en la búsqueda de tecnologías inmersivas, anticipando desarrollos como el cine y la realidad virtual (Fernández Rivero, 2004).

La estereoscopía estableció precedentes fundamentales para la comprensión de la percepción visual como fenómeno construido tecnológicamente, influyendo en desarrollos posteriores de la psicología experimental y la neurociencia visual (Crary, 1990; Mitchell, 1994). Su impacto trascendió el ámbito del entretenimiento doméstico para influir en campos como la cartografía, la medicina y la educación científica (Zone, 2007).

2. El Álbum Fotográfico como Narrativa Cultural

El álbum fotográfico sintetizó los géneros anteriores, funcionando como un medio de organización y difusión de la cultura visual (Fontanella, 2011). Más allá de una simple colección de imágenes, el álbum creó narrativas visuales que guiaban la interpretación del espectador, desempeñando un papel clave en la construcción de identidades colectivas y en la representación de España ante audiencias internacionales (Krauss, 1990).

El álbum fotográfico emergió como un formato privilegiado para la presentación sistemática de la realidad urbana, superando las limitaciones del retrato individual y anticipando las lógicas de la comunicación visual masiva como la tarjeta postal (Riego, 2001). La colaboración entre Joan Martí i Centellas y el editor Pere Vives Llorens en "Bellezas de Barcelona" representa un momento paradigmático en el que convergen la madurez técnica de la fotografía, la transformación urbana de la ciudad y la emergencia de nuevos públicos consumidores de imágenes (García Felguera, 2003).

"Bellezas de Barcelona" de Joan Martí i Centellas, surge en 1874 como respuesta a una demanda cultural emergente: la necesidad de documentar sistemáticamente una ciudad que experimentaba transformaciones urbanas sin precedentes (Riego, 2001). La publicación representó "toda una novetat, gairebé estranya" en Barcelona, pues, aunque muchas ciudades europeas ya publicaban álbumes similares desde hacía años, la capital catalana carecía de una documentación visual sistemática de su patrimonio (García Felguera, 2003).

El álbum constaba de 50 copias en papel a la albúmina sobre soporte secundario de cartón, presentadas con una declaración de intenciones explícita: "Relación fotografiada de sus principales monumentos, edificios, calles, paseos y todo lo mejor que se encuentra en la antigua capital del principado" (Riego, 2001). Esta sistematización documental estableció precedentes metodológicos para la fotografía urbana que influirían en desarrollos posteriores del fotoperiodismo y la documentación arquitectónica (Sekula, 1984; Tagg, 1988).

3. La Tarjeta Postal Ilustrada: Síntesis y Masificación

La tarjeta postal ilustrada no fue un fenómeno aislado, sino que heredó la lógica de producción en serie de la carte de visite, la estética pintoresca de la fotografía de viajes, el impacto visual de la estereoscopía y las estrategias de narrativa colectiva de los álbumes (García Felguera, 2020). Este formato se convirtió en el primer medio de comunicación visual de masas, democratizando el acceso a la imagen y anticipando las dinámicas de la industria cultural contemporánea (Sánchez Vigil, 2011).

A diferencia de la carte de visite, que circulaba en ámbitos privados, la tarjeta postal operó como un medio público, sustituyendo retratos individuales por iconos colectivos como vistas urbanas y escenas costumbristas (Strassler, 2010). Este cambio fomentó nuevas formas de sociabilidad, como el coleccionismo (cartofilia), y contribuyó a la construcción de imaginarios transnacionales, consolidando su rol como herramienta de democratización visual (Vilches & Sandoval, 2024).

Su capacidad para conectar con una sociedad de masas emergente la convirtió en un lenguaje de la democracia moderna, incorporando a sectores tradicionalmente excluidos de la esfera pública (Sánchez Vigil, 2011). La tarjeta postal estableció nuevos circuitos de intercambio cultural que trascendieron las barreras geográficas y sociales, creando redes de comunicación visual que anticiparon la globalización mediática del siglo XX (Prochaska, 2001; Woody, 1998).

4. La Emergencia de la Prensa Diaria: Tecnología y Formación de la Opinión Pública

Los Orígenes del Periodismo Moderno en el Siglo XVIII

El primer periódico diario de la historia occidental nació en Inglaterra durante el siglo XVIII con el Daily Courant, fundado el 11 de marzo de 1702 por Elizabeth Mallet, estableciendo las bases estructurales y comerciales del periodismo moderno e inaugurando una nueva era en la comunicación de masas (Harris, 1996; Barker, 2000).

Hacia 1715, Inglaterra experimentaba una actividad editorial extraordinaria con la aparición de un gran número de publicaciones de periodicidad variable, siendo The Times, fundado en 1785 por John Walter, uno de los más influyentes y técnicamente avanzados. La distribución de estos primeros periódicos se realizaba mediante pregoneros que recorrían las calles anunciando las noticias, mientras que los centros más importantes de circulación y discusión de periódicos fueron los coffee houses, donde la burguesía urbana se reunía a leer y comentar las noticias, estableciendo los primeros espacios de debate público moderno (Habermas, 1962).

Con el desarrollo de la prensa tuvo lugar el nacimiento de la opinión pública como concepto político y social, siendo Inglaterra el país donde se aprobó la primera legislación liberal sobre libertad de prensa, el Libel Act de 1792, que estableció principios jurídicos fundamentales para la protección de la libertad de expresión (Habermas, 1962; Cranfield, 1978). Las empresas periodísticas introdujeron innovaciones técnicas sistemáticas, establecieron infraestructuras informativas especializadas para la recogida y verificación de noticias, y mejoraron progresivamente los sistemas de distribución a medida que se desarrollaron las redes ferroviarias que conectaron los centros urbanos con las periferias rurales (Innis, 1950).

El Auge de la Prensa Española del Siglo XIX

El siglo XIX es considerado universalmente el siglo de la prensa en España, cuya historia periodística moderna comenzó con la crisis política de 1808 cuando se estableció por primera vez la libertad de imprenta como derecho constitucional, liberando la producción editorial de las restricciones censoras del Antiguo Régimen (Seoane, 1983; Almuiña, 1977).

En menos de cien años, España experimentó una transformación editorial extraordinaria, pasando de un estado de gran pobreza editorial a contar con 1,347 periódicos registrados oficialmente hacia finales del siglo, demostrando la rapidez con que las sociedades pueden adoptar nuevas tecnologías comunicativas cuando se eliminan las barreras políticas y económicas (Botrel, 1993).

Este prodigioso auge de la prensa española no puede disociarse de los cambios políticos y sociales de la España decimonónica —incluyendo las guerras carlistas, la revolución liberal, la construcción del estado nacional y la modernización económica— al mismo tiempo que de los adelantos técnicos que abarataron la producción y distribución de material impreso (Botrel, 1993).

El periodismo español de comienzos de siglo constituía un auténtico "cajón de sastre" editorial en el que se publicaban novelas por entregas, poesías, ensayos, impresiones de viaje, crónicas teatrales, estudios relacionados con la medicina, la botánica y otras disciplinas científicas, reflejando la ausencia de especialización que caracterizaba los primeros estadios del desarrollo periodístico (Simón Palmer, 1975).

Se dieron los primeros pasos hacia la creación de un periodismo ilustrado con publicaciones como el Semanario Pintoresco Español (1836-1857), dirigido por Ramón de Mesonero Romanos, y especializado con publicaciones como el Semanario de Agricultura y Artes (1829-1833) y la Gaceta Médica de Madrid (1834-1835), que establecieron modelos de periodismo técnico y científico que influirían en desarrollos posteriores (Simón Palmer, 1975).

5. Las Revistas Ilustradas: La Democratización de la Cultura Visual

El Desarrollo de la Prensa Gráfica en el Siglo XIX

Durante el siglo XIX y el primer tercio del XX, las revistas ilustradas funcionaron como el espejo del mundo, constituyendo el universo formativo e informativo que mostró los acontecimientos contemporáneos a las masas urbanas, primero idealizados mediante grabados artísticos y posteriormente fragmentados y documentados por la fotografía (Gretton, 1986; Brown, 1985).

La prensa ilustrada se convirtió en un instrumento fundamental de transmisión de ideas, valores y representaciones sociales, mientras que las ilustraciones contribuyeron decisivamente a configurar un catálogo visual del mundo moderno que modeló los imaginarios colectivos de las sociedades industrializadas (Altick, 1957).

Hasta finales de los años veinte del siglo XX, la radio y el cine no competían efectivamente con la prensa escrita, por lo que los diarios y las revistas fueron el principal cauce de difusión de la cultura popular y la información de actualidad (Altick, 1957). Antes del desarrollo del fotograbado en la década de 1880, técnica que permitió la reproducción directa de la fotografía en la prensa, las ilustraciones eran grabados o dibujos realizados por profesionales especializados que, en su papel de intermediarios visuales, interpretaban y reelaboraban la realidad según convenciones estéticas e ideológicas específicas (Engen, 1990).

La Xilografía en las Revistas Ilustradas

Existió un intervalo temporal específico en el siglo XIX, aproximadamente de 1840 a 1880, en el que las condiciones técnicas y sociales propiciaron la aparición y el mantenimiento de un "arte menor" que involucró a dibujantes y grabadores especializados: la ilustración de noticias en revistas de actualidad, que constituyó una forma artística híbrida entre el periodismo y las artes visuales (Engen, 1990).

La impresión barata y rápida de imágenes, tal como exigía este tipo de publicaciones periódicas, sólo se hizo posible mediante la técnica de xilografía a la testa, realizada sobre duros tacos de boj cortado a contrafibra que permitían detalles finos y tiradas largas sin deterioro significativo de la matriz (Jackson, 1885).

La revista inglesa The Illustrated London News, fundada en 1842 por Herbert Ingram, se convirtió en la pionera mundial de la ilustración gráfica periodística, estableciendo el modelo editorial y técnico que seguirían las publicaciones ilustradas posteriores en toda Europa y América, combinando información textual actualizada con representaciones visuales de los acontecimientos más relevantes (Jackson, 1885; Hibbert, 1975). Esta publicación alcanzó tiradas de hasta 300,000 ejemplares en ocasiones especiales, demostrando la existencia de un mercado masivo para la información visual (Fox, 1988).

La Ilustración Española y Americana

La Ilustración Española y Americana, fundada por el empresario gaditano Abelardo de Carlos y Almansa (1822-1884), apareció el 25 de diciembre de 1869 y se convirtió en el máximo exponente del periodismo gráfico español del siglo XIX, estableciendo estándares de calidad técnica y editorial que influyeron profundamente en el desarrollo posterior de la prensa ilustrada ibérica (Ossorio y Bernard, 1903).

La revista mantuvo intencionalmente el término "ilustración" en su título y añadió "española" al adjetivo "americana", como expresión natural de la expansión de una lengua y cultura común intercontinental que conectaba España con sus antiguas colonias americanas (Seoane & Saiz, 1996).

Siguiendo conscientemente el modelo de las grandes revistas ilustradas europeas, especialmente L'Illustration francesa y The Illustrated London News británica, la publicación española alcanzó los 2,000 ejemplares de tirada regular, una cifra extraordinaria para aquel tiempo en el contexto del mercado editorial español (Seoane & Saiz, 1996).

El éxito comercial y cultural de esta revista respondió a tres cualidades distintivas: un cuidado exquisito en la utilización de las técnicas tipográficas y de impresión más avanzadas disponibles, el impulso y desarrollo sistemático del uso informativo del elemento gráfico como complemento del texto, y la incorporación de colaboradores literarios y artísticos de primer nivel que elevaron el prestigio cultural de la publicación (Almuiña, 1977).

6. Las Tarjetas Postales: El Fenómeno de la Belle Époque

Los Orígenes de la Postal Ilustrada

Las tarjetas postales nacieron durante el siglo XIX como una solución práctica y económica para enviar mensajes cortos sin la necesidad de utilizar sobres, respondiendo a las demandas de comunicación rápida y barata que generaba la urbanización y la movilidad creciente de las sociedades industrializadas (Staff, 1966; Woody, 1998).

La creación de este formato comunicativo se atribuye tradicionalmente al profesor austriaco Emanuel Herrmann (1839-1902), quien en 1869 propuso al gobierno austro-húngaro un método más económico para enviar mensajes cortos que no justificaran el coste de una carta completa. Estas primeras tarjetas, denominadas "Correspondenz-Karte", no incluían imágenes decorativas, proporcionando únicamente espacio para un mensaje breve y la dirección del destinatario (Ripert & Frère, 1983).

Con la llegada de las mejoras en la tecnología de impresión y el auge del turismo en Europa durante la segunda mitad del siglo XIX, las postales comenzaron a ganar popularidad exponencial, especialmente durante la Belle Époque (1871-1914), cuando las ilustraciones detalladas y las fotografías coloreadas transformaron cada postal en una pequeña obra de arte accesible a las clases medias (Willoughby, 1992).

En 1902 se estableció internacionalmente el diseño estándar de las postales, con una división del reverso entre el espacio para la dirección y el área destinada al mensaje, dejando el anverso completamente disponible para imágenes, lo que multiplicó las posibilidades creativas y comerciales del formato (Schor, 2001).

Hauser y Menet: Paradigma Industrial Español

La empresa Hauser y Menet, establecida en Madrid en 1890 por los fotógrafos suizos Oscar Hauser Muller y Adolfo Menet Kurstiner, constituye el ejemplo paradigmático de la aplicación industrial de la fototipia en España y representa uno de los casos más exitosos de transferencia tecnológica internacional en el sector gráfico ibérico (Sánchez Vigil, 2001; Riego, 1994).

Esta empresa, considerada la primera imprenta española especializada en fototipia de alta calidad, llegó a producir hasta 500,000 tarjetas postales mensuales en 1902, estableciendo un nuevo estándar de calidad y volumen de producción en el mercado ibérico y posicionándose como líder indiscutible del sector (Almarcha et al., 2007).

La serie España Ilustrada, iniciada por Hauser y Menet en 1897 como proyecto editorial sistemático, representa uno de los emprendimientos documentales más ambiciosos de la época, llegando a editar más de 2,300 vistas fotográficas de diferentes regiones españolas con una calidad técnica excepcional (Almarcha et al., 2007). Estas postales, impresas en fototipia con una definición y fidelidad cromática superiores a cualquier competidor contemporáneo, documentaron sistemáticamente el patrimonio arquitectónico y paisajístico español, convirtiéndose en testimonios invaluables de la geografía urbana y rural de finales del siglo XIX y estableciendo un archivo visual de valor historiográfico incalculable (Kurtz, 2001).

Las Postales Fotocromáticas: El Color en la Belle Époque

Gracias a un proceso técnico complejo para colorear artificialmente los negativos fotográficos en blanco y negro —desarrollado en una época en que aún no existía la fotografía a color directa—, surgieron las tarjetas postales fotocromáticas, que se convirtieron en objetos de consumo masivo muy apreciados desde inicios del siglo XX (Ripert & Frère, 1983).

El proceso de impresión fotocromática permitió la producción industrial de estas tarjetas a partir de un negativo fotográfico monocromo, añadiendo los colores secuencialmente mediante múltiples placas litográficas especializadas que requerían un registro preciso para evitar desajustes cromáticos (Hickman, 2004).

El fotógrafo e impresor suizo Hans Jakob Schmid (1856-1924) perfeccionó esta técnica y la convirtió en el sello distintivo de la firma Photochrom, una filial especializada de la editorial Orell Füssli establecida en Zurich (Hickman, 2004). En 1895, la compañía fue rebautizada como Photoglob y expandió sus operaciones a múltiples países europeos, estableciendo una red de distribución internacional que democratizó el acceso a imágenes coloreadas de alta calidad.

Tras la Primera Guerra Mundial, esta técnica específica cayó en desuso debido a la competencia de procedimientos más eficientes, pero Photoglob continuó la producción de tarjetas postales utilizando tecnologías alternativas (Schor, 2001). La mayor parte de las tarjetas coloreadas de la Belle Époque representaban monumentos arquitectónicos, paisajes naturales o sitios turísticos emblemáticos, con Suiza predominando en la representación de paisajes nevados y deportes invernales que establecieron estereotipos visuales duraderos (Schor, 2001).

Estas postales funcionaron como "resúmenes del mundo" que mostraban selectivamente los aspectos más atractivos y representativos de los lugares, definiéndolos intencionalmente según criterios estéticos y comerciales que establecieron los estereotipos visuales del turismo moderno y contribuyeron a la construcción de imaginarios geográficos estandarizados (Urry, 1990; MacCannell, 1976).

7. La Transición hacia el Siglo XX: Offset y Digitalización

La Revolución del Offset

La invención de la impresión offset por el impresor estadounidense Ira Washington Rubel (1860-1908) en 1903 revolucionó la industria gráfica mediante la introducción del concepto de impresión indirecta, que mejoró significativamente la calidad de reproducción y amplió las posibilidades de aplicación a diversos soportes (Reed, 1996).

Paralelamente, el inventor inglés Robert Barclay había desarrollado en 1875 una versión primitiva del sistema para impresión en superficies metálicas, pero fue Rubel quien adaptó y perfeccionó el sistema para la impresión sobre papel, estableciendo las bases técnicas de lo que se convertiría en el sistema de impresión dominante del siglo XX (Destree, 1922).

El sistema offset se basa en el principio físico-químico de repulsión entre agua y aceite característico de la litografía tradicional, pero incorpora la innovación fundamental de transferir la imagen desde una plancha metálica hacia un cilindro intermedio de caucho y posteriormente al papel, eliminando el contacto directo entre la plancha original y el sustrato final (Destree, 1922).

Esta característica técnica confiere una calidad excepcional a la impresión, puesto que la elasticidad del caucho permite imprimir sobre superficies con texturas irregulares o rugosas que serían problemáticas con sistemas de impresión directa, ampliando significativamente las aplicaciones comerciales del procedimiento (Romano, 1998).

Los Primeros Pasos hacia la Impresión Digital

La impresión digital comenzó a utilizarse comercialmente hacia 1993, aunque sus orígenes tecnológicos se remontan a desarrollos experimentales anteriores en el campo de la xerografía y la electrofotografía (Romano, 1998). Benny Landa (1946-), inventor israelí-canadiense, desarrolló en 1977 la fotocopiadora más rápida del mundo en aquel momento, denominada Indigo, descubriendo posteriormente que la tinta especializada desarrollada para la fotocopiadora, llamada ElectroInk, también podía utilizarse eficientemente en sistemas de impresión más sofisticados (Karlsson, 2000).

Utilizando esta innovación fundamental en la formulación de tintas, Landa fundó la empresa Indigo y lanzó en 1993 las primeras impresoras digitales en color comercialmente viables del mundo, estableciendo los fundamentos tecnológicos de la revolución digital en la industria gráfica que transformaría completamente el sector durante las décadas siguientes (Pira International, 2001).

La Indigo E-Print 1000 marcó un hito histórico importante en la evolución de la impresión al ser la primera máquina en combinar exitosamente la calidad y versatilidad de la impresión offset tradicional con la velocidad, flexibilidad y capacidad de personalización de la tecnología digital emergente (Romano, 1998).

8. Síntesis: La Convergencia Tecnológica y la Formación de los Medios Modernos

La Sinergia entre Innovación Técnica y Mercados de Información

La convergencia histórica de periódicos, revistas ilustradas y tarjetas postales como productos mediáticos complementarios se explica fundamentalmente por la lógica económica de las tiradas largas y el precio unitario decreciente, fenómeno que solo se hizo posible cuando la innovación tecnológica resolvió tres cuellos de botella fundamentales que habían limitado históricamente la producción masiva de material impreso: la velocidad de la prensa (resuelta mediante vapor y sistemas rotativos), el suministro continuo de papel (solucionado por la máquina Fourdrinier) y la automatización de la composición (lograda mediante la linotipia) (Anderson, 1991; Habermas, 1962).

Simultáneamente, la integración progresiva de la imagen —primero mediante grabado artístico, posteriormente a través de procedimientos fotomecánicos y finalmente con reproducción en color— amplió dramáticamente el mercado lector más allá de las élites letradas tradicionales, habilitando la emergencia de la cultura de masas decimonónica y estableciendo nuevas formas de participación cultural basadas en el consumo visual (Benjamin, 1936; Crary, 1990).

La secuencia evolutiva Fourdrinier-Koenig-Hoe-Mergenthaler-Ives-Engelmann estableció las condiciones materiales necesarias para el ecosistema integrado de la prensa diaria, la revista ilustrada y la tarjeta postal, creando una sinergia industrial que transformó fundamentalmente las economías de la información y el entretenimiento (Eisenstein, 1979). Sin esta secuencia específica de innovaciones técnicas, la cultura visual contemporánea se habría configurado de manera radicalmente diferente, y la convergencia mediática del siglo XX habría carecido de la coherencia material que caracterizó su desarrollo histórico (McLuhan, 1964).

La Construcción de las Comunidades Imaginadas

La simultaneidad temporal creada por la lectura simultánea de periódicos nacionales permitió a poblaciones dispersas geográficamente experimentar un sentido compartido de contemporaneidad política, fenómeno fundamental para la consolidación de las identidades nacionales modernas y la legitimación de los estados basados en la soberanía popular (Anderson, 1991).

El periódico diario articuló una temporalidad colectiva nacional que sincronizó las experiencias individuales dentro de marcos narrativos compartidos; la revista ilustrada, mediante la combinación de impresión rotativa y técnicas de halftone, ofreció reportajes fotográficos que modelaron imaginarios globales y establecieron estándares visuales internacionales; la tarjeta postal, aprovechando los avances en litografía y fototipia, democratizó la circulación de imágenes exóticas y patrimoniales, contribuyendo a la formación de estereotipos turísticos y geográficos que persisten hasta la actualidad (Urry, 1990).

El Legado Tecnológico para el Siglo XX

La imprenta evolucionó históricamente desde arte mecánico artesanal hasta industria pesada completamente mecanizada durante el período analizado, produciendo una sinergia fundamental entre innovación técnica y expansión de los mercados de información que posibilitó la emergencia de los periódicos de gran tirada, las revistas ilustradas de distribución masiva y las tarjetas postales policromas como productos de consumo popular (Febvre & Martin, 1958).

La génesis de cada uno de estos objetos mediáticos responde a la resolución sucesiva de problemas materiales específicos —presión mecánica, velocidad de producción, suministro continuo de papel, reproducción fiel de la imagen y del color— y revela cómo la tecnología tipográfica se incrustó profundamente en los procesos de modernización social, construcción del nacionalismo político y desarrollo del consumo turístico como fenómeno de masas (Innis, 1950; Kittler, 1999).

9. Conclusiones: La Materialidad como Fundamento de la Modernidad Comunicativa

La historia comprehensiva de los sistemas de reproducción gráfica desde sus orígenes remotos hasta el siglo XIX revela un continuo de avances materiales que transformaron no solamente las prácticas culturales específicas sino también los modos fundamentales de organización social y los circuitos económicos de la comunicación impresa, estableciendo las bases estructurales de la modernidad comunicativa (Kittler, 1999).

Cada innovación tecnológica significativa redefinió progresivamente los límites de la difusión textual y visual, estableciendo nuevas economías simbólicas y sentando las bases técnicas para la posterior convergencia mediática del siglo XX que caracterizaría la cultura de masas contemporánea (McLuhan, 1964; Bolter & Grusin, 1999).

La materialidad de los medios determina estructuralmente lo representable más que los contenidos específicos transmitidos, configurando las estructuras cognitivas y las organizaciones sociales que caracterizan cada período histórico particular (McLuhan, 1964; Innis, 1950). Sin la secuencia específica de innovaciones que se extiende desde los sellos cilíndricos mesopotámicos hasta las prensas rotativas que alimentaron la cultura de masas decimonónica, el ecosistema contemporáneo de medios habría carecido de la coherencia material que posibilitó su desarrollo histórico y su influencia social transformadora (Gitelman, 2006).

La imprenta no funcionó meramente como un multiplicador de textos: reconfiguró fundamentalmente el espacio-tiempo social, instauró nuevas economías simbólicas basadas en la reproducibilidad técnica, y estableció los fundamentos tecnológicos indispensables de la democracia moderna, la cultura de masas y la construcción de identidades nacionales (Anderson, 1991; Habermas, 1962; Benjamin, 1936).

La comprensión histórica profunda de estas transformaciones resulta esencial para navegar exitosamente las complejidades de la cultura contemporánea y anticipar las direcciones futuras del desarrollo tecnológico en el siglo XXI, especialmente en el contexto de la digitalización y la convergencia mediática que caracterizan la época actual (Castells, 1996; Jenkins, 2006).

El análisis historiográfico demuestra que las innovaciones en reproducción gráfica han funcionado consistentemente como catalizadores de transformaciones civilizatorias de largo alcance, estableciendo un patrón histórico que sugiere que las actuales revoluciones digitales constituyen una continuación lógica de procesos iniciados hace más de cinco siglos con la invención de los tipos móviles de Gutenberg (Eisenstein, 1979; Hayles, 1999).

La fotografía del siglo XIX, a través de sus géneros fundacionales y su culminación en la tarjeta postal, redefinió las relaciones entre tecnología y sociedad, entre élites y masas, y entre lo local y lo global (Batchen, 2004). Su legado perdura en los sistemas contemporáneos de comunicación visual, evidenciando la persistencia de estructuras profundas de percepción y representación establecidas durante este período formativo (Krauss, 1990; Mitchell, 1994).

Este análisis no solo ilumina los orígenes de la cultura visual moderna, sino que también proporciona claves para entender los desafíos y oportunidades de la era digital, demostrando cómo los géneros fotográficos decimonónicos y los nuevos formatos de publicaciones establecieron los fundamentos epistemológicos y materiales sobre los que se construiría la sociedad de la información contemporánea (Batchen, 2004; Manovich, 2001).

Referencias Bibliográficas

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