La consolidación de la fotografía
en el siglo XIX no constituyó un proceso homogéneo, sino que se articuló a
través de géneros específicos que respondían a las emergentes demandas
sociales, culturales y científicas de la modernidad. Cada uno de estos
géneros desarrolló un lenguaje visual propio que, en conjunto, conformó la
matriz epistemológica sobre la que se construiría la cultura visual del siglo
XX (Krauss, 1990). Los géneros fundacionales de la fotografía decimonónica —la
fotografía de viajes, el retrato y la estereoscopía— crearon un lenguaje visual
coherente que la tarjeta postal posteriormente sintetizó y masificó,
democratizando el acceso a la imagen y transformándola en el primer medio de
comunicación visual de masas de la historia (Sánchez Vigil, 2011).
1. Los Géneros Fotográficos
Fundacionales
La Fotografía de Viajes y
la Construcción de Imaginarios Territoriales
La fotografía de viajes
emerge como una de las manifestaciones más paradigmáticas de la modernidad
visual, impulsada por un anhelo romántico de explorar y documentar espacios
geográficos remotos y, simultáneamente, por la capacidad inédita de la nueva
tecnología para capturar el mundo con una veracidad documental sin
precedentes (García Felguera, 2020). Las prolongadas exposiciones requeridas
por los primeros dispositivos fotográficos favorecieron la captura de paisajes
estáticos, estableciendo códigos de representación que influirían profundamente
en la construcción de imaginarios territoriales (Muñoz Arbelaez, 2010).
Este género no solo respondía
a una curiosidad estética, sino que también se alineaba con los intereses coloniales
y científicos de la época, sirviendo como herramienta para cartografiar y
clasificar el mundo en un contexto de expansión imperialista (Clifford, 2024).
En España, los estudios fotográficos proliferaron en las principales ciudades
durante la década de 1860, democratizando el acceso al retrato y contribuyendo
a la creación de nuevos imaginarios sociales (Fontanella, 2011).
El trabajo de Charles
Clifford (1820-1863) contribuyó decisivamente a construir una identidad
visual del país para el público europeo, proyectando una imagen de España como
un lugar exótico y pintoresco a través de su célebre álbum Recuerdos de
España (1857) (Clifford, 2024). Por su parte, Jean Laurent
(1816-1886) combinó su talento artístico con una formidable visión empresarial,
creando un archivo masivo que estableció los códigos estéticos que la tarjeta
postal adoptaría posteriormente (Laurent, 2025). La sistematización de estos
archivos fotográficos constituyó un precedente fundamental para la posterior industrialización
de la imagen, estableciendo protocolos de catalogación y distribución que
influirían en el desarrollo de los medios de comunicación visual masiva
(Edwards, 1992; Ryan, 1997).
El Retrato y la
Democratización de la Imagen Personal
El retrato fotográfico,
especialmente a través de la carte de visite, representó un avance
significativo en la democratización de la imagen personal durante el siglo XIX
(García Felguera, 2011). Inventada por André-Adolphe-Eugène Disdéri en
1854, esta técnica permitió la producción en serie de retratos a bajo costo,
transformando la fotografía en un objeto de consumo masivo y un medio de sociabilidad
(Sánchez Vigil, 2011).
Este formato innovador
facilitó nuevas prácticas sociales: las cartes se intercambiaban
entre familiares y amigos y se coleccionaban en álbumes que se convertían en
archivos de la memoria familiar y de las redes de sociabilidad (Sánchez Vigil,
2011). En España, las familias de clase media comenzaron a utilizar los
retratos como una forma de preservar su legado y afirmar su estatus social,
mientras que las imágenes de difuntos se convirtieron en una práctica común
para mantener viva la memoria de los seres queridos (Fontanella, 2011;
Cuarterolo, 2002).
Los álbumes fotográficos
del siglo XIX constituyen documentos visuales excepcionales que permiten
observar la evolución del estilo y la moda a través de las décadas, funcionando
como archivos privilegiados de las transformaciones sociales y culturales de la
época (Langford, 1997). La práctica del coleccionismo de retratos estableció
nuevos rituales de memoria familiar que trascendieron las barreras de
clase, democratizando formas de preservación de la identidad que anteriormente
habían sido exclusivas de las élites aristocráticas (Hirsch, 1997; Holland,
2004).
La Estereoscopía y la
Experiencia Visual Inmersiva
La fotografía
estereoscópica introdujo una dimensión innovadora al ofrecer una
experiencia tridimensional e inmersiva, basada en el principio de la visión
binocular (Batchen, 2004). Esta técnica alcanzó una popularidad inmensa
después de que la reina Victoria se interesara por ella en la Gran Exposición
de Londres de 1851, transformando la manera de consumir imágenes de lugares
lejanos y añadiendo una capa de realismo experiencial (Gálvez Díaz,
2017).
El tema predilecto de la
estereoscopía fue el viaje, ya que permitía a los espectadores
"visitar" lugares exóticos desde la comodidad de sus hogares,
reforzando la noción de la fotografía como una ventana al mundo (Batchen,
2004). Aunque su popularidad decayó hacia finales del siglo debido a
limitaciones técnicas, la estereoscopía dejó un legado en la búsqueda de tecnologías
inmersivas, anticipando desarrollos como el cine y la realidad virtual
(Fernández Rivero, 2004).
La estereoscopía estableció
precedentes fundamentales para la comprensión de la percepción visual
como fenómeno construido tecnológicamente, influyendo en desarrollos
posteriores de la psicología experimental y la neurociencia visual (Crary,
1990; Mitchell, 1994). Su impacto trascendió el ámbito del entretenimiento
doméstico para influir en campos como la cartografía, la medicina y la
educación científica (Zone, 2007).
2. El Álbum Fotográfico
como Narrativa Cultural
El álbum fotográfico
sintetizó los géneros anteriores, funcionando como un medio de organización y
difusión de la cultura visual (Fontanella, 2011). Más allá de una simple
colección de imágenes, el álbum creó narrativas visuales que guiaban la
interpretación del espectador, desempeñando un papel clave en la construcción
de identidades colectivas y en la representación de España ante audiencias
internacionales (Krauss, 1990).
El álbum fotográfico emergió
como un formato privilegiado para la presentación sistemática de la realidad
urbana, superando las limitaciones del retrato individual y anticipando las
lógicas de la comunicación visual masiva como la tarjeta postal (Riego, 2001).
La colaboración entre Joan Martí i Centellas y el editor Pere Vives
Llorens en "Bellezas de Barcelona" representa un momento
paradigmático en el que convergen la madurez técnica de la fotografía, la
transformación urbana de la ciudad y la emergencia de nuevos públicos
consumidores de imágenes (García Felguera, 2003).
"Bellezas de
Barcelona" de Joan Martí i
Centellas, surge en 1874 como respuesta a una demanda cultural emergente:
la necesidad de documentar sistemáticamente una ciudad que experimentaba
transformaciones urbanas sin precedentes (Riego, 2001). La publicación
representó "toda una novetat, gairebé estranya" en Barcelona, pues,
aunque muchas ciudades europeas ya publicaban álbumes similares desde hacía
años, la capital catalana carecía de una documentación visual sistemática de su
patrimonio (García Felguera, 2003).
El álbum constaba de 50 copias
en papel a la albúmina sobre soporte secundario de cartón, presentadas
con una declaración de intenciones explícita: "Relación fotografiada de
sus principales monumentos, edificios, calles, paseos y todo lo mejor que se
encuentra en la antigua capital del principado" (Riego, 2001). Esta
sistematización documental estableció precedentes metodológicos para la fotografía
urbana que influirían en desarrollos posteriores del fotoperiodismo y la
documentación arquitectónica (Sekula, 1984; Tagg, 1988).
3. La Tarjeta Postal
Ilustrada: Síntesis y Masificación
La tarjeta postal ilustrada
no fue un fenómeno aislado, sino que heredó la lógica de producción en serie de
la carte de visite, la estética pintoresca de la fotografía de viajes,
el impacto visual de la estereoscopía y las estrategias de narrativa colectiva
de los álbumes (García Felguera, 2020). Este formato se convirtió en el primer medio
de comunicación visual de masas, democratizando el acceso a la imagen y
anticipando las dinámicas de la industria cultural contemporánea (Sánchez
Vigil, 2011).
A diferencia de la carte de
visite, que circulaba en ámbitos privados, la tarjeta postal operó como un medio
público, sustituyendo retratos individuales por iconos colectivos como
vistas urbanas y escenas costumbristas (Strassler, 2010). Este cambio fomentó
nuevas formas de sociabilidad, como el coleccionismo (cartofilia), y
contribuyó a la construcción de imaginarios transnacionales, consolidando su
rol como herramienta de democratización visual (Vilches & Sandoval, 2024).
Su capacidad para conectar con
una sociedad de masas emergente la convirtió en un lenguaje de la
democracia moderna, incorporando a sectores tradicionalmente excluidos de la
esfera pública (Sánchez Vigil, 2011). La tarjeta postal estableció nuevos
circuitos de intercambio cultural que trascendieron las barreras
geográficas y sociales, creando redes de comunicación visual que anticiparon la
globalización mediática del siglo XX (Prochaska, 2001; Woody, 1998).
4. La Emergencia de la
Prensa Diaria: Tecnología y Formación de la Opinión Pública
Los Orígenes del Periodismo
Moderno en el Siglo XVIII
El primer periódico diario
de la historia occidental nació en Inglaterra durante el siglo XVIII con el Daily
Courant, fundado el 11 de marzo de 1702 por Elizabeth Mallet,
estableciendo las bases estructurales y comerciales del periodismo moderno e
inaugurando una nueva era en la comunicación de masas (Harris, 1996;
Barker, 2000).
Hacia 1715, Inglaterra
experimentaba una actividad editorial extraordinaria con la aparición de un
gran número de publicaciones de periodicidad variable, siendo The Times,
fundado en 1785 por John Walter, uno de los más influyentes y
técnicamente avanzados. La distribución de estos primeros periódicos se
realizaba mediante pregoneros que recorrían las calles anunciando las noticias,
mientras que los centros más importantes de circulación y discusión de
periódicos fueron los coffee houses, donde la burguesía urbana se reunía
a leer y comentar las noticias, estableciendo los primeros espacios de debate
público moderno (Habermas, 1962).
Con el desarrollo de la prensa
tuvo lugar el nacimiento de la opinión pública como concepto político y
social, siendo Inglaterra el país donde se aprobó la primera legislación
liberal sobre libertad de prensa, el Libel Act de 1792, que estableció
principios jurídicos fundamentales para la protección de la libertad de
expresión (Habermas, 1962; Cranfield, 1978). Las empresas periodísticas
introdujeron innovaciones técnicas sistemáticas, establecieron
infraestructuras informativas especializadas para la recogida y verificación de
noticias, y mejoraron progresivamente los sistemas de distribución a medida que
se desarrollaron las redes ferroviarias que conectaron los centros urbanos con
las periferias rurales (Innis, 1950).
El Auge de la Prensa Española
del Siglo XIX
El siglo XIX es considerado
universalmente el siglo de la prensa en España, cuya historia
periodística moderna comenzó con la crisis política de 1808 cuando se
estableció por primera vez la libertad de imprenta como derecho constitucional,
liberando la producción editorial de las restricciones censoras del Antiguo
Régimen (Seoane, 1983; Almuiña, 1977).
En menos de cien años, España
experimentó una transformación editorial extraordinaria, pasando de un
estado de gran pobreza editorial a contar con 1,347 periódicos registrados
oficialmente hacia finales del siglo, demostrando la rapidez con que las
sociedades pueden adoptar nuevas tecnologías comunicativas cuando se eliminan
las barreras políticas y económicas (Botrel, 1993).
Este prodigioso auge de la
prensa española no puede disociarse de los cambios políticos y sociales de la
España decimonónica —incluyendo las guerras carlistas, la revolución
liberal, la construcción del estado nacional y la modernización económica— al
mismo tiempo que de los adelantos técnicos que abarataron la producción y
distribución de material impreso (Botrel, 1993).
El periodismo español de
comienzos de siglo constituía un auténtico "cajón de sastre"
editorial en el que se publicaban novelas por entregas, poesías, ensayos,
impresiones de viaje, crónicas teatrales, estudios relacionados con la
medicina, la botánica y otras disciplinas científicas, reflejando la ausencia
de especialización que caracterizaba los primeros estadios del desarrollo
periodístico (Simón Palmer, 1975).
Se dieron los primeros pasos
hacia la creación de un periodismo ilustrado con publicaciones como el Semanario
Pintoresco Español (1836-1857), dirigido por Ramón de Mesonero Romanos,
y especializado con publicaciones como el Semanario de Agricultura y Artes
(1829-1833) y la Gaceta Médica de Madrid (1834-1835), que establecieron
modelos de periodismo técnico y científico que influirían en desarrollos
posteriores (Simón Palmer, 1975).
5. Las Revistas Ilustradas:
La Democratización de la Cultura Visual
El Desarrollo de la Prensa
Gráfica en el Siglo XIX
Durante el siglo XIX y el
primer tercio del XX, las revistas ilustradas funcionaron como el espejo
del mundo, constituyendo el universo formativo e informativo que mostró los
acontecimientos contemporáneos a las masas urbanas, primero idealizados
mediante grabados artísticos y posteriormente fragmentados y documentados por la
fotografía (Gretton, 1986; Brown, 1985).
La prensa ilustrada se
convirtió en un instrumento fundamental de transmisión de ideas, valores y
representaciones sociales, mientras que las ilustraciones contribuyeron
decisivamente a configurar un catálogo visual del mundo moderno que modeló los imaginarios
colectivos de las sociedades industrializadas (Altick, 1957).
Hasta finales de los años
veinte del siglo XX, la radio y el cine no competían efectivamente con la
prensa escrita, por lo que los diarios y las revistas fueron el principal cauce
de difusión de la cultura popular y la información de actualidad
(Altick, 1957). Antes del desarrollo del fotograbado en la década de
1880, técnica que permitió la reproducción directa de la fotografía en la
prensa, las ilustraciones eran grabados o dibujos realizados por profesionales
especializados que, en su papel de intermediarios visuales, interpretaban y
reelaboraban la realidad según convenciones estéticas e ideológicas específicas
(Engen, 1990).
La Xilografía en las Revistas
Ilustradas
Existió un intervalo temporal
específico en el siglo XIX, aproximadamente de 1840 a 1880, en el que las
condiciones técnicas y sociales propiciaron la aparición y el mantenimiento de
un "arte menor" que involucró a dibujantes y grabadores
especializados: la ilustración de noticias en revistas de actualidad, que
constituyó una forma artística híbrida entre el periodismo y las artes visuales
(Engen, 1990).
La impresión barata y rápida
de imágenes, tal como exigía este tipo de publicaciones periódicas, sólo se
hizo posible mediante la técnica de xilografía a la testa, realizada
sobre duros tacos de boj cortado a contrafibra que permitían detalles finos y
tiradas largas sin deterioro significativo de la matriz (Jackson, 1885).
La revista inglesa The
Illustrated London News, fundada en 1842 por Herbert Ingram, se
convirtió en la pionera mundial de la ilustración gráfica periodística,
estableciendo el modelo editorial y técnico que seguirían las publicaciones
ilustradas posteriores en toda Europa y América, combinando información textual
actualizada con representaciones visuales de los acontecimientos más relevantes
(Jackson, 1885; Hibbert, 1975). Esta publicación alcanzó tiradas de hasta
300,000 ejemplares en ocasiones especiales, demostrando la existencia de un mercado
masivo para la información visual (Fox, 1988).
La Ilustración Española y
Americana
La Ilustración Española y
Americana, fundada por el empresario
gaditano Abelardo de Carlos y Almansa (1822-1884), apareció el 25 de
diciembre de 1869 y se convirtió en el máximo exponente del periodismo
gráfico español del siglo XIX, estableciendo estándares de calidad técnica
y editorial que influyeron profundamente en el desarrollo posterior de la
prensa ilustrada ibérica (Ossorio y Bernard, 1903).
La revista mantuvo
intencionalmente el término "ilustración" en su título y
añadió "española" al adjetivo "americana", como expresión
natural de la expansión de una lengua y cultura común intercontinental que
conectaba España con sus antiguas colonias americanas (Seoane & Saiz,
1996).
Siguiendo conscientemente el
modelo de las grandes revistas ilustradas europeas, especialmente L'Illustration
francesa y The Illustrated London News británica, la publicación
española alcanzó los 2,000 ejemplares de tirada regular, una cifra
extraordinaria para aquel tiempo en el contexto del mercado editorial español
(Seoane & Saiz, 1996).
El éxito comercial y cultural
de esta revista respondió a tres cualidades distintivas: un cuidado exquisito
en la utilización de las técnicas tipográficas y de impresión más
avanzadas disponibles, el impulso y desarrollo sistemático del uso informativo
del elemento gráfico como complemento del texto, y la incorporación de
colaboradores literarios y artísticos de primer nivel que elevaron el prestigio
cultural de la publicación (Almuiña, 1977).
6. Las Tarjetas Postales:
El Fenómeno de la Belle Époque
Los Orígenes de la Postal
Ilustrada
Las tarjetas postales
nacieron durante el siglo XIX como una solución práctica y económica para
enviar mensajes cortos sin la necesidad de utilizar sobres, respondiendo a las
demandas de comunicación rápida y barata que generaba la urbanización y
la movilidad creciente de las sociedades industrializadas (Staff, 1966; Woody,
1998).
La creación de este formato
comunicativo se atribuye tradicionalmente al profesor austriaco Emanuel
Herrmann (1839-1902), quien en 1869 propuso al gobierno austro-húngaro un
método más económico para enviar mensajes cortos que no justificaran el coste
de una carta completa. Estas primeras tarjetas, denominadas "Correspondenz-Karte",
no incluían imágenes decorativas, proporcionando únicamente espacio para un
mensaje breve y la dirección del destinatario (Ripert & Frère, 1983).
Con la llegada de las mejoras
en la tecnología de impresión y el auge del turismo en Europa durante la
segunda mitad del siglo XIX, las postales comenzaron a ganar popularidad
exponencial, especialmente durante la Belle Époque (1871-1914), cuando
las ilustraciones detalladas y las fotografías coloreadas transformaron cada
postal en una pequeña obra de arte accesible a las clases medias (Willoughby,
1992).
En 1902 se estableció
internacionalmente el diseño estándar de las postales, con una división
del reverso entre el espacio para la dirección y el área destinada al mensaje,
dejando el anverso completamente disponible para imágenes, lo que multiplicó
las posibilidades creativas y comerciales del formato (Schor, 2001).
Hauser y Menet: Paradigma
Industrial Español
La empresa Hauser y Menet,
establecida en Madrid en 1890 por los fotógrafos suizos Oscar Hauser Muller
y Adolfo Menet Kurstiner, constituye el ejemplo paradigmático de la
aplicación industrial de la fototipia en España y representa uno de los
casos más exitosos de transferencia tecnológica internacional en el sector
gráfico ibérico (Sánchez Vigil, 2001; Riego, 1994).
Esta empresa, considerada la
primera imprenta española especializada en fototipia de alta calidad, llegó a
producir hasta 500,000 tarjetas postales mensuales en 1902,
estableciendo un nuevo estándar de calidad y volumen de producción en el
mercado ibérico y posicionándose como líder indiscutible del sector (Almarcha
et al., 2007).
La serie España Ilustrada,
iniciada por Hauser y Menet en 1897 como proyecto editorial sistemático,
representa uno de los emprendimientos documentales más ambiciosos de la época,
llegando a editar más de 2,300 vistas fotográficas de diferentes regiones
españolas con una calidad técnica excepcional (Almarcha et al., 2007). Estas
postales, impresas en fototipia con una definición y fidelidad cromática
superiores a cualquier competidor contemporáneo, documentaron sistemáticamente
el patrimonio arquitectónico y paisajístico español, convirtiéndose en
testimonios invaluables de la geografía urbana y rural de finales del siglo XIX
y estableciendo un archivo visual de valor historiográfico incalculable (Kurtz,
2001).
Las Postales
Fotocromáticas: El Color en la Belle Époque
Gracias a un proceso técnico
complejo para colorear artificialmente los negativos fotográficos en blanco y
negro —desarrollado en una época en que aún no existía la fotografía a color
directa—, surgieron las tarjetas postales fotocromáticas, que se
convirtieron en objetos de consumo masivo muy apreciados desde inicios del
siglo XX (Ripert & Frère, 1983).
El proceso de impresión
fotocromática permitió la producción industrial de estas tarjetas a partir
de un negativo fotográfico monocromo, añadiendo los colores secuencialmente
mediante múltiples placas litográficas especializadas que requerían un registro
preciso para evitar desajustes cromáticos (Hickman, 2004).
El fotógrafo e impresor suizo Hans
Jakob Schmid (1856-1924) perfeccionó esta técnica y la convirtió en el
sello distintivo de la firma Photochrom, una filial especializada de la
editorial Orell Füssli establecida en Zurich (Hickman, 2004). En 1895, la
compañía fue rebautizada como Photoglob y expandió sus operaciones a
múltiples países europeos, estableciendo una red de distribución internacional
que democratizó el acceso a imágenes coloreadas de alta calidad.
Tras la Primera Guerra
Mundial, esta técnica específica cayó en desuso debido a la competencia de
procedimientos más eficientes, pero Photoglob continuó la producción de
tarjetas postales utilizando tecnologías alternativas (Schor, 2001). La
mayor parte de las tarjetas coloreadas de la Belle Époque representaban
monumentos arquitectónicos, paisajes naturales o sitios turísticos
emblemáticos, con Suiza predominando en la representación de paisajes nevados y
deportes invernales que establecieron estereotipos visuales duraderos
(Schor, 2001).
Estas postales funcionaron
como "resúmenes del mundo" que mostraban selectivamente los
aspectos más atractivos y representativos de los lugares, definiéndolos
intencionalmente según criterios estéticos y comerciales que establecieron los
estereotipos visuales del turismo moderno y contribuyeron a la
construcción de imaginarios geográficos estandarizados (Urry, 1990; MacCannell,
1976).
7. La Transición hacia el
Siglo XX: Offset y Digitalización
La Revolución del Offset
La invención de la impresión
offset por el impresor estadounidense Ira Washington Rubel
(1860-1908) en 1903 revolucionó la industria gráfica mediante la introducción
del concepto de impresión indirecta, que mejoró significativamente la
calidad de reproducción y amplió las posibilidades de aplicación a diversos
soportes (Reed, 1996).
Paralelamente, el inventor
inglés Robert Barclay había desarrollado en 1875 una versión primitiva
del sistema para impresión en superficies metálicas, pero fue Rubel quien adaptó
y perfeccionó el sistema para la impresión sobre papel, estableciendo las bases
técnicas de lo que se convertiría en el sistema de impresión dominante
del siglo XX (Destree, 1922).
El sistema offset se basa en
el principio físico-químico de repulsión entre agua y aceite característico
de la litografía tradicional, pero incorpora la innovación fundamental de
transferir la imagen desde una plancha metálica hacia un cilindro intermedio de
caucho y posteriormente al papel, eliminando el contacto directo entre la
plancha original y el sustrato final (Destree, 1922).
Esta característica técnica
confiere una calidad excepcional a la impresión, puesto que la
elasticidad del caucho permite imprimir sobre superficies con texturas
irregulares o rugosas que serían problemáticas con sistemas de impresión
directa, ampliando significativamente las aplicaciones comerciales del
procedimiento (Romano, 1998).
Los Primeros Pasos hacia la
Impresión Digital
La impresión digital
comenzó a utilizarse comercialmente hacia 1993, aunque sus orígenes tecnológicos
se remontan a desarrollos experimentales anteriores en el campo de la
xerografía y la electrofotografía (Romano, 1998). Benny Landa (1946-),
inventor israelí-canadiense, desarrolló en 1977 la fotocopiadora más rápida del
mundo en aquel momento, denominada Indigo, descubriendo posteriormente
que la tinta especializada desarrollada para la fotocopiadora, llamada ElectroInk,
también podía utilizarse eficientemente en sistemas de impresión más
sofisticados (Karlsson, 2000).
Utilizando esta innovación
fundamental en la formulación de tintas, Landa fundó la empresa Indigo y lanzó
en 1993 las primeras impresoras digitales en color comercialmente
viables del mundo, estableciendo los fundamentos tecnológicos de la revolución
digital en la industria gráfica que transformaría completamente el sector
durante las décadas siguientes (Pira International, 2001).
La Indigo E-Print 1000
marcó un hito histórico importante en la evolución de la impresión al ser la
primera máquina en combinar exitosamente la calidad y versatilidad de la
impresión offset tradicional con la velocidad, flexibilidad y capacidad de personalización
de la tecnología digital emergente (Romano, 1998).
8. Síntesis: La
Convergencia Tecnológica y la Formación de los Medios Modernos
La Sinergia entre
Innovación Técnica y Mercados de Información
La convergencia histórica de
periódicos, revistas ilustradas y tarjetas postales como productos mediáticos
complementarios se explica fundamentalmente por la lógica económica de las tiradas
largas y el precio unitario decreciente, fenómeno que solo se hizo posible
cuando la innovación tecnológica resolvió tres cuellos de botella fundamentales
que habían limitado históricamente la producción masiva de material impreso: la
velocidad de la prensa (resuelta mediante vapor y sistemas rotativos), el
suministro continuo de papel (solucionado por la máquina Fourdrinier) y
la automatización de la composición (lograda mediante la linotipia)
(Anderson, 1991; Habermas, 1962).
Simultáneamente, la
integración progresiva de la imagen —primero mediante grabado artístico,
posteriormente a través de procedimientos fotomecánicos y finalmente con
reproducción en color— amplió dramáticamente el mercado lector más allá de las
élites letradas tradicionales, habilitando la emergencia de la cultura de
masas decimonónica y estableciendo nuevas formas de participación cultural
basadas en el consumo visual (Benjamin, 1936; Crary, 1990).
La secuencia evolutiva Fourdrinier-Koenig-Hoe-Mergenthaler-Ives-Engelmann
estableció las condiciones materiales necesarias para el ecosistema integrado
de la prensa diaria, la revista ilustrada y la tarjeta postal, creando una
sinergia industrial que transformó fundamentalmente las economías de la
información y el entretenimiento (Eisenstein, 1979). Sin esta secuencia
específica de innovaciones técnicas, la cultura visual contemporánea se habría
configurado de manera radicalmente diferente, y la convergencia mediática del
siglo XX habría carecido de la coherencia material que caracterizó su
desarrollo histórico (McLuhan, 1964).
La Construcción de las
Comunidades Imaginadas
La simultaneidad temporal
creada por la lectura simultánea de periódicos nacionales permitió a
poblaciones dispersas geográficamente experimentar un sentido compartido de
contemporaneidad política, fenómeno fundamental para la consolidación de las identidades
nacionales modernas y la legitimación de los estados basados en la
soberanía popular (Anderson, 1991).
El periódico diario articuló
una temporalidad colectiva nacional que sincronizó las experiencias
individuales dentro de marcos narrativos compartidos; la revista ilustrada,
mediante la combinación de impresión rotativa y técnicas de halftone,
ofreció reportajes fotográficos que modelaron imaginarios globales y
establecieron estándares visuales internacionales; la tarjeta postal,
aprovechando los avances en litografía y fototipia, democratizó la circulación
de imágenes exóticas y patrimoniales, contribuyendo a la formación de estereotipos
turísticos y geográficos que persisten hasta la actualidad (Urry, 1990).
El Legado Tecnológico para
el Siglo XX
La imprenta evolucionó
históricamente desde arte mecánico artesanal hasta industria pesada
completamente mecanizada durante el período analizado, produciendo una sinergia
fundamental entre innovación técnica y expansión de los mercados de información
que posibilitó la emergencia de los periódicos de gran tirada, las revistas
ilustradas de distribución masiva y las tarjetas postales policromas como
productos de consumo popular (Febvre & Martin, 1958).
La génesis de cada uno de
estos objetos mediáticos responde a la resolución sucesiva de problemas
materiales específicos —presión mecánica, velocidad de producción, suministro
continuo de papel, reproducción fiel de la imagen y del color— y revela cómo la
tecnología tipográfica se incrustó profundamente en los procesos de
modernización social, construcción del nacionalismo político y desarrollo del
consumo turístico como fenómeno de masas (Innis, 1950; Kittler, 1999).
9. Conclusiones: La
Materialidad como Fundamento de la Modernidad Comunicativa
La historia comprehensiva de
los sistemas de reproducción gráfica desde sus orígenes remotos hasta el
siglo XIX revela un continuo de avances materiales que transformaron no
solamente las prácticas culturales específicas sino también los modos
fundamentales de organización social y los circuitos económicos de la
comunicación impresa, estableciendo las bases estructurales de la modernidad
comunicativa (Kittler, 1999).
Cada innovación tecnológica
significativa redefinió progresivamente los límites de la difusión textual y
visual, estableciendo nuevas economías simbólicas y sentando las bases
técnicas para la posterior convergencia mediática del siglo XX que
caracterizaría la cultura de masas contemporánea (McLuhan, 1964; Bolter &
Grusin, 1999).
La materialidad de los
medios determina estructuralmente lo representable más que los contenidos
específicos transmitidos, configurando las estructuras cognitivas y las
organizaciones sociales que caracterizan cada período histórico particular
(McLuhan, 1964; Innis, 1950). Sin la secuencia específica de innovaciones que
se extiende desde los sellos cilíndricos mesopotámicos hasta las prensas
rotativas que alimentaron la cultura de masas decimonónica, el ecosistema
contemporáneo de medios habría carecido de la coherencia material que
posibilitó su desarrollo histórico y su influencia social transformadora
(Gitelman, 2006).
La imprenta no funcionó
meramente como un multiplicador de textos: reconfiguró fundamentalmente el espacio-tiempo
social, instauró nuevas economías simbólicas basadas en la reproducibilidad
técnica, y estableció los fundamentos tecnológicos indispensables de la
democracia moderna, la cultura de masas y la construcción de identidades
nacionales (Anderson, 1991; Habermas, 1962; Benjamin, 1936).
La comprensión histórica
profunda de estas transformaciones resulta esencial para navegar exitosamente
las complejidades de la cultura contemporánea y anticipar las
direcciones futuras del desarrollo tecnológico en el siglo XXI, especialmente
en el contexto de la digitalización y la convergencia mediática que
caracterizan la época actual (Castells, 1996; Jenkins, 2006).
El análisis historiográfico
demuestra que las innovaciones en reproducción gráfica han funcionado
consistentemente como catalizadores de transformaciones civilizatorias
de largo alcance, estableciendo un patrón histórico que sugiere que las
actuales revoluciones digitales constituyen una continuación lógica de procesos
iniciados hace más de cinco siglos con la invención de los tipos móviles de
Gutenberg (Eisenstein, 1979; Hayles, 1999).
La fotografía del siglo XIX, a
través de sus géneros fundacionales y su culminación en la tarjeta postal,
redefinió las relaciones entre tecnología y sociedad, entre élites y
masas, y entre lo local y lo global (Batchen, 2004). Su legado perdura en los
sistemas contemporáneos de comunicación visual, evidenciando la persistencia de
estructuras profundas de percepción y representación establecidas durante este
período formativo (Krauss, 1990; Mitchell, 1994).
Este análisis no solo ilumina
los orígenes de la cultura visual moderna, sino que también proporciona
claves para entender los desafíos y oportunidades de la era digital,
demostrando cómo los géneros fotográficos decimonónicos y los nuevos formatos
de publicaciones establecieron los fundamentos epistemológicos y materiales
sobre los que se construiría la sociedad de la información contemporánea
(Batchen, 2004; Manovich, 2001).
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