La apertura de la Via Laietana es uno de los episodios más significativos y controvertidos de la historia urbanística de Barcelona en el siglo XX. Concebida dentro del marco más amplio del saneamiento del casco antiguo, este ambicioso proyecto no solo transformó radicalmente la morfología del centro histórico, sino que también se convirtió en un símbolo de las tensiones entre modernización urbana, especulación inmobiliaria y resistencia social. Su realización, comprendida entre 1908 y 1958, atravesó diferentes contextos políticos y sociales, desde la Barcelona modernista y regeneracionista de principios de siglo hasta la ciudad controlada por el urbanismo franquista del posconflicto.
Motivos para su Construcción
La Via Laietana se proyectó como una gran operación de cirugía urbana, en línea con las teorías higienistas y funcionalistas que circulaban por Europa desde mediados del siglo XIX. Inspirada parcialmente por las intervenciones haussmannianas en París, su trazado pretendía abrir una amplia arteria que conectara el frente marítimo —concretamente, el puerto industrial— con el Eixample, facilitando la circulación de mercancías, personas y capitales. La vía debía atravesar el denso tejido medieval del barrio de la Catedral, considerado por las élites del momento como un foco de insalubridad, criminalidad y atraso.
Entre los objetivos que guiaron su construcción destacan:
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Saneamiento físico y moral del casco antiguo: Se trataba de eliminar un conjunto de callejuelas estrechas, húmedas, sin ventilación y con escasa higiene, que favorecían la propagación de enfermedades como el tifus o la tuberculosis. Pero también se buscaba una “limpieza moral”, asociando el barrio viejo con marginalidad y decadencia.
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Mejora de la conectividad y la funcionalidad urbana: Se pretendía facilitar la comunicación entre el puerto y la nueva ciudad, particularmente con los ejes comerciales y administrativos del Eixample, respondiendo a las nuevas demandas del capitalismo industrial y mercantil.
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Conformación de un distrito financiero moderno: La nueva vía debía albergar sedes bancarias, aseguradoras, navieras y despachos de abogados y notarios, configurando un centro económico y administrativo a la altura de las metrópolis europeas. Instituciones como el Banco Hispano Colonial, Transmediterránea o la Delegación de Hacienda se instalaron allí, dotando a la calle de un perfil empresarial dominante.
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Monumentalización y modernización del paisaje urbano: La Via Laietana fue también una operación simbólica. Su trazado rectilíneo y sus edificios de estilo ecléctico o neogótico buscaban dotar a Barcelona de una imagen de metrópoli moderna, ordenada y progresista, en contraste con el caos del entramado medieval.
El Coste Social: Expropiaciones y Desplazamientos
La apertura de la Via Laietana supuso una auténtica devastación del tejido histórico y social del centro de la ciudad. El balance de la intervención es elocuente:
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Derribo de 2.199 viviendas y desplazamiento de más de 10.000 personas, muchas de las cuales no recibieron indemnización ni fueron realojadas adecuadamente. Este éxodo forzoso afectó especialmente a las clases populares, que fueron empujadas hacia barrios periféricos o infraviviendas.
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Desaparición de barrios enteros, algunos con un profundo valor histórico y cultural, como la Riera de Sant Joan, la calle de la Avellana o la plaza del Àngel. El tejido social fue fragmentado, rompiendo redes de vecindad, oficios tradicionales y formas de vida comunitarias que habían perdurado durante siglos.
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Algunos edificios históricos fueron salvados parcialmente, como la Casa Padellàs, que fue desmontada y trasladada piedra a piedra al interior del entonces naciente Museu d’Història de Barcelona. Este gesto, sin embargo, no evitó la pérdida masiva de patrimonio medieval, ni compensó la ruptura irreversible del contexto urbano.
La Polémica y las Críticas
La Via Laietana fue objeto de intensa controversia desde sus inicios. Intelectuales, arquitectos y urbanistas, entre ellos Josep Puig i Cadafalch, denunciaron la destrucción del patrimonio arquitectónico y el impacto social del proyecto. La oposición no se limitaba al ámbito técnico o estético, sino que ponía en tela de juicio el modelo de ciudad que se quería construir: una Barcelona para los negocios y las élites, a costa del desarraigo de sus habitantes históricos.
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El papel del Banco Hispano Colonial, entidad financiera estrechamente vinculada a la familia López (marqueses de Comillas) y al mundo de los negocios coloniales, suscitó acusaciones de especulación inmobiliaria. Muchos de los solares expropiados fueron posteriormente revendidos con gran beneficio, en una operación donde el interés privado primó sobre el bien común.
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Aunque el proyecto mejoró la ventilación y la higiene, también aceleró la gentrificación, expulsando a los sectores populares y reemplazando viviendas por edificios de oficinas y sedes institucionales. La apertura de la vía transformó un barrio vivo en un corredor administrativo y financiero con escasa vitalidad urbana fuera del horario laboral.
Legado y Transformación Urbana
A pesar de la destrucción que implicó, la Via Laietana dejó un legado urbano complejo:
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Se consolidó como eje financiero, reuniendo bancos, oficinas de navieras, aseguradoras y organismos públicos. Su arquitectura refleja los ideales de poder y estabilidad, con estilos que oscilan entre el neogótico institucional y el racionalismo monumental.
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Permitió el descubrimiento de importantes vestigios arqueológicos, como la muralla romana y restos visigóticos, que fueron integrados posteriormente en espacios museísticos y plazas como la de Ramon Berenguer el Gran. La intervención abrió así nuevas vías para la valorización del pasado remoto de la ciudad.
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Sirvió de modelo para futuras operaciones urbanísticas, como la apertura de la avenida Diagonal o la Meridiana, que, aunque menos traumáticas, también implicaron redefiniciones profundas del espacio urbano y del reparto social del territorio.
Reflexión Final: Progreso vs. Patrimonio
La Via Laietana es una muestra paradigmática de cómo el urbanismo puede actuar como un instrumento de poder y conflicto. A través de su apertura, Barcelona se proyectó como una ciudad moderna y conectada, adecuada a las necesidades del capitalismo industrial y el control estatal. Pero lo hizo a costa de la memoria urbana y del tejido humano que había definido durante siglos su centro histórico.
La tensión entre progreso y conservación sigue marcando el debate urbano contemporáneo. El caso de la Via Laietana plantea preguntas vigentes: ¿quién tiene derecho a la ciudad? ¿Cómo compatibilizar desarrollo económico con justicia social y preservación patrimonial? ¿Qué papel debe jugar la ciudadanía en las decisiones urbanísticas?
Hoy, cuando se está reformando la misma Via Laietana para hacerla más amable al peatón, accesible y conectada con los barrios adyacentes, vuelven a emerger los ecos de aquella transformación radical que redefinió el corazón de Barcelona a lo largo de cinco décadas de conflictos, intereses cruzados y luchas por el espacio.
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