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14/6/25

3.2. La Eclosión del Periodismo Gráfico en España

Tenemos que resistir a la tentación de aceptar y propagar puntos de vista prefabricados, la más estúpida reacción es mejor que la repetición sumisa de letanías hechas para imponer respeto o nuestro silencio a hechos que no podemos aceptar. ______________Peter Weiss, La Estética de la Resistencia.

Contexto Histórico: Crisis y Modernidad como Catalizadores

La elección de este período, entre 1869 y 1936, marca la influencia de esta nueva visión en la forma de retroalimentarse de la tarjeta postal. La utilización de tarjetas humorísticas, de publicidad y de crítica social o incluso de actualidad no debe obviarse. El período comprendido entre 1869 y 1936 representa un momento fundacional en la historia de la comunicación visual en España, marcado por una transición radical desde una cultura predominantemente textual hacia una sociedad donde la imagen se consolidó como el vehículo principal de información y persuasión (Shubert, 1990). Este cambio, conocido como revolución visual, no fue un fenómeno aislado, sino el resultado de profundas crisis nacionales y transformaciones sociales que actuaron como catalizadores de la modernidad. El Desastre del 98, con la pérdida de las últimas colonias, sumió al país en un trauma colectivo que demandó nuevas formas de narrativa visual para expresar ansiedades y aspiraciones de regeneración nacional (Balfour, 1997). Las imágenes de soldados repatriados, capturadas por los primeros reporteros gráficos, se convirtieron en símbolos visuales del colapso del régimen de la Restauración, evidenciando el poder de la fotografía como testimonio histórico y herramienta de denuncia social (García Funes, 1999).

Paralelamente, conflictos como la guerra de Marruecos y la Semana Trágica de Barcelona (1909) alimentaron la emergente cultura visual. Las imágenes de barricadas y represión, difundidas en revistas ilustradas y tarjetas postales, construyeron narrativas diversas según el contexto de publicación, demostrando la capacidad de la imagen para moldear la opinión pública (Ullman, 1968). La industrialización y la urbanización dieron lugar a una sociedad de masas con nuevas demandas culturales, un público que requería lenguajes más directos y accesibles que el texto, un vacío que la imagen llenó con una eficacia sin precedentes (Seoane & Saiz, 1996).

Revolución Tecnológica: La Base Material de la Imagen Masiva

La explosión de la imagen como medio de comunicación no habría sido posible sin una serie de innovaciones tecnológicas que transformaron la industria de la imprenta. El fotograbado, introducido en España en la década de 1880, permitió la reproducción masiva y económica de fotografías en la prensa, superando las limitaciones del grabado artesanal (Fontbona, 1982). Esta técnica, combinada con la linotipia, que mecanizó la composición de textos, y las prensas rotativas, capaces de grandes tiradas, sentó las bases del periodismo gráfico de masas y del fotoperiodismo moderno (Altabella, 1960). Estas innovaciones democratizaron la imagen impresa, transformándola de un objeto de lujo en una mercancía cultural accesible a todas las clases sociales, como se observa en la producción masiva de tarjetas postales por editores como Hauser y Menet (Sánchez Vigil, 2007).

El perfeccionamiento de técnicas como la fototipia y el huecograbado amplificó esta democratización tecnológica, permitiendo que cualquier persona pudiera poseer y enviar imágenes por unos pocos céntimos, un cambio con profundas consecuencias sociales (Sánchez Vigil, 2007). La tecnología no solo creó el lenguaje del fotoperiodismo, sino que redefinió las prácticas de consumo cultural, estableciendo un nuevo paradigma de comunicación visual (Chartier, 1992).

Revistas Ilustradas: Laboratorios de la Modernidad Visual

Las revistas ilustradas semanales se consolidaron como los principales laboratorios de modernidad, donde se experimentaron y perfeccionaron los códigos estéticos de la comunicación visual. Publicaciones como Blanco y Negro (1891) y Nuevo Mundo (1894) lideraron esta transformación, introduciendo avances como el uso del papel couché y la publicación de la primera fotografía en color en la prensa española en 1912 (Seoane, 1977). Estas revistas, junto con Mundo Gráfico (1911) y La Esfera (1914), no solo informaban y entretenían a la burguesía y las clases medias urbanas, sino que educaron la mirada colectiva, estableciendo la hegemonía de la imagen sobre el texto (Sánchez Aranda & Barrera, 1992). Con tiradas masivas y una apuesta radical por la fotografía, estas publicaciones democratizaron el acceso a la actualidad visual, cubriendo eventos como la Guerra de África y la Primera Guerra Mundial con un impacto sin precedentes (Sánchez Vigil, 2001).

Las tarjetas de crítica social y política también desempeñaron un papel significativo, especialmente en momentos de agitación como la Semana Trágica o los años previos a la Guerra Civil. Estas postales, a menudo anónimas o producidas por pequeños editores, utilizaban imágenes satíricas o alegorías visuales para denunciar la corrupción, la desigualdad o la represión, funcionando como una forma de resistencia cultural que eludía la censura más estricta al presentarse como un medio personal y efímero (Barnicoat, 1972).

Finalmente, las tarjetas de actualidad capturaban eventos históricos o sociales relevantes, desde desastres naturales hasta celebraciones públicas o conflictos bélicos. Estas postales actuaban como un precursor del fotoperiodismo, ofreciendo a los ciudadanos una conexión visual inmediata con la realidad contemporánea y permitiendo la creación de una memoria colectiva a través de imágenes que circulaban de mano en mano (Sánchez Vigil, 2013). La retroalimentación de la tarjeta postal en estos diversos usos no solo amplificó su impacto cultural, sino que también consolidó su rol como un medio versátil que reflejaba y moldeaba las percepciones de la sociedad española de la época (Guerena, 2011).

Diarios: Una Adopción Lenta y Conservadora

En contraste con la audacia de las revistas ilustradas, los diarios de información general adoptaron la fotografía de manera más lenta y conservadora. A principios del siglo XX, la mayoría de los periódicos seguían dominados por densos bloques de texto, relegando la imagen a un papel secundario por razones económicas y culturales, ya que se consideraba menos "seria" (Guillamet, 2003). La excepción fue ABC (1903), que desde su fundación apostó por una identidad gráfica con fotografías prominentes en portada, marcando un modelo que otros medios imitarían más tarde (Olmos, 2002). No fue hasta los años treinta, con la Segunda República, que el fotograbado se generalizó en los diarios, consolidando el reportaje fotográfico como seña de identidad de nuevas cabeceras (Sánchez Vigil, 2013).

Publicidad Ilustrada y Cartel: Persuasión en el Espacio Urbano

La publicidad ilustrada, especialmente a través del cartel, emergió como una herramienta clave de persuasión en la naciente sociedad de consumo. El cartel publicitario, con su capacidad para impactar simultáneamente a múltiples espectadores en el espacio urbano, combinó arte industrial y mensaje persuasivo, moldeando hábitos y aspiraciones de consumo (Ramirez, 1997). El cartel publicitario irrumpió en el paisaje urbano como una forma de arte industrial, combinando imagen y texto para transmitir mensajes persuasivos con gran eficacia (Ramirez, 1997). Su capacidad para ser visto simultáneamente por múltiples espectadores lo convirtió en un medio idóneo para acercar los nuevos productos de la industria a un público masivo.

El cartel transmitía un mensaje icónico-literario en un formato grande, ordenado sobre soporte de poca consistencia, lo que le confería su carácter efímero pero impactante. Su principal ventaja era la posibilidad de resultar visualmente accesible a varios espectadores simultáneamente, estando concebido para tener un carácter múltiple y una presencia ubicua en el espacio urbano (Satué, 1997).

La irrupción del cartel en el sistema de la cultura de masas se produjo cuando las evoluciones técnico-tipográficas lo permitieron y estuvo siempre animada por las demandas de la nueva sociedad industrializada, que precisaba medios impactantes para acercar sus productos al público consumidor. Su llegada tuvo efectos culturales importantes: significó la primera forma de masificación de la imagen pública en espacios comunitarios, de manera que muchas personas podían ver simultáneamente las mismas imágenes (Eguizábal, 1998). Por otro lado, las tarjetas de publicidad se consolidaron como una herramienta innovadora para las empresas emergentes en una creciente sociedad de consumo. Marcas de productos como alimentos, bebidas o servicios utilizaban postales con imágenes atractivas y eslóganes persuasivos para llegar a los hogares, aprovechando la circulación masiva de este medio para reforzar su presencia en el mercado (Ramirez, 1997). Este uso comercial transformó la tarjeta postal en un vehículo de marketing visual, anticipando estrategias publicitarias modernas.

El cartel político alcanzó durante la Guerra Civil una importancia extraordinaria, desarrollando un estilo que aunó las enseñanzas del constructivismo soviético con las tendencias del cartelismo cinematográfico (Llorente, 1995). Estos carteles no solo cumplían una función propagandística, sino que se convirtieron en una expresión artística de primer nivel, influenciando el desarrollo posterior del diseño gráfico español. Su presencia en las calles de las ciudades lo convirtió en una expresión artística pública y efímera de enorme impacto visual, demostrando cómo la imagen podía ocupar el espacio urbano y transformarlo en un campo de batalla ideológico

Humor Gráfico y Crítica Social: El Arte de la Resistencia

El humor gráfico y la caricatura política, difundidos en publicaciones ilustradas, se consolidaron como armas de crítica social y resistencia. Artistas como Apeles Mestres y Lluís Bagaria utilizaron la sátira para denunciar la corrupción y la injusticia, sintetizando situaciones complejas en imágenes cargadas de ironía y simbolismo, lo que los convirtió en un termómetro de la opinión pública (Tubau, 1987).

La capacidad de la caricatura para sintetizar situaciones complejas en una sola imagen, cargada de ironía y simbolismo, la convirtió en un termómetro del estado de la opinión pública, temida por los poderosos y celebrada por el pueblo (Bozal, 1989). Su capacidad para sortear la censura gubernamental con una gran inteligencia visual y una ironía sutil pero demoledora la convirtió en un arma política de primer orden.

El humor gráfico se convirtió en un verdadero termómetro del estado de la opinión pública, reflejando con una inmediatez y una eficacia únicas los humores sociales y las tensiones políticas del momento (Suárez Romero, 2015). Su capacidad para conectar directamente con las emociones populares y trascender las barreras educativas lo convirtió en uno de los géneros más democráticos de la cultura visual emergente. Más allá de su función como medio de comunicación personal y de difusión de imágenes costumbristas o turísticas, la tarjeta postal se diversificó en géneros que reflejaron las dinámicas sociales y culturales de la época. Las tarjetas humorísticas emergieron como un formato popular que utilizaba la sátira y la caricatura para comentar situaciones cotidianas, estereotipos sociales o incluso eventos políticos, ofreciendo una vía de escape y crítica ligera accesible a un público amplio (Tubau, 1987). Estas postales, a menudo ilustradas con dibujos ingeniosos o frases mordaces, se convirtieron en un reflejo del humor popular y de las tensiones sociales del momento.

Este género, especialmente durante la Guerra Civil, adquirió una dimensión propagandística, utilizando la sátira para deshumanizar al enemigo y reforzar la moral de combate (Barnicoat, 1972). Las revistas satíricas de ambos bandos emplearon la caricatura para deshumanizar al enemigo y reforzar la moral de combate, demostrando el poder de la imagen humorística para construir imaginarios bélicos y movilizar emociones colectivas (Barnicoat, 1972).

Fotografía de Guerra: Documento y Emoción

La fotografía de guerra, desde la Semana Trágica hasta la Guerra Civil, demostró su capacidad para documentar, emocionar y movilizar, convirtiéndose en un arma de combate político. Las imágenes de conflictos, capturadas por fotógrafos como Robert Capa, crearon una memoria visual que trascendió las narrativas oficiales, dejando un archivo que es tanto testimonio histórico como obra de arte (Brothers, 1997). La profesionalización del fotoperiodismo se consolidó con la creación de la Unión de Informadores Gráficos de Prensa (UIGP) en 1934, marcando un puente entre generaciones de reporteros (Sánchez Vigil, 2013).

La profesionalización del fotoperiodismo alcanzó su madurez durante estos años con la creación de la Unión de Informadores Gráficos de Prensa (UIGP), fundada en Madrid en 1934, que agrupó a 87 profesionales y se mantuvo activa durante la Guerra Civil (Sánchez Vigil, 2013). Esta entidad representó el nexo entre dos generaciones de reporteros: los pioneros nacidos antes de 1900 y los nuevos profesionales formados ya en el siglo XX

Construcción de Imaginarios Colectivos: La Imagen de lo Español

La tarjeta postal, durante su "edad de oro" (1900-1914), representó la democratización definitiva de la imagen, haciéndola accesible a todas las capas sociales. Este medio híbrido, que combinaba correspondencia y difusión visual, se convirtió en un vehículo de memoria colectiva y construcción de un imaginario nacional compartido gracias al sistema postal moderno estandarizado por la Unión Postal Universal (1874) (Almarcha, 2007). La revolución visual participó activamente en la construcción de imaginarios colectivos que definieron la identidad nacional. Las revistas ilustradas y tarjetas postales crearon un canon visual de "lo español", combinando visiones monumentales, turísticas y costumbristas, que sirvieron tanto para consolidar un sentimiento de pertenencia nacional como para proyectar una imagen de España al mercado turístico internacional (García Felguera, 1995).

Este canon incluía una visión monumental y turística —las grandes catedrales góticas, la Alhambra de Granada, el acueducto de Segovia, los paisajes de Castilla— y una visión costumbrista y folclórica, a menudo estereotipada pero enormemente atractiva: toreros en el ruedo, bailaoras de flamenco, tipos regionales con sus trajes tradicionales, escenas de mercados y ferias populares (Ortiz García, 2005).

Esta construcción visual tenía una doble función estratégica. Hacia el interior, ayudaba a crear un sentimiento de pertenencia a una comunidad nacional con una herencia cultural compartida, contribuyendo a la consolidación del Estado-nación. Hacia el exterior, proyectaba una imagen de España para el incipiente mercado turístico internacional (Pack, 2006). El ciudadano medio, que rara vez tenía la oportunidad de viajar más allá de su provincia, pudo conocer su propio país a través de estas imágenes impresas, configurando su mapa mental y visual de la nación.

Legado y Relevancia Contemporánea: Hacia la Hegemonía Visual

El legado de esta revolución visual es perdurable, forjando los cimientos del fotoperiodismo y el diseño gráfico en España, y estableciendo patrones de percepción y comunicación que definen la cultura contemporánea. La primacía de la imagen, la lógica del impacto visual y la democratización de la información tienen sus raíces en los formatos y géneros de este período (Vega, 2017). En la era digital, donde la fotografía y el fotoperiodismo enfrentan nuevos desafíos como la proliferación de imágenes falsas y la saturación informativa, los principios de narrativa visual y construcción de imaginarios establecidos entre 1869 y 1936 permanecen vigentes, adaptándose a nuevas plataformas (Fontcuberta, 2016).

La primacía de la imagen, la lógica del impacto visual y la democratización de la información son fenómenos cuyas raíces se encuentran en la audacia de las revistas ilustradas, la popularidad de la tarjeta postal y la fuerza del cartel. La hegemonía de la imagen en los medios contemporáneos, las estrategias de construcción de imaginarios colectivos y los mecanismos de democratización del acceso a la información visual tienen sus raíces históricas en los procesos analizados.

En la era digital, donde la fotografía y el fotoperiodismo enfrentan nuevos desafíos con la proliferación de imágenes generadas por aficionados y la difusión instantánea a través de internet, las bases establecidas en el siglo XIX y principios del XX siguen siendo fundamentales. Los principios de narrativa visual, impacto emocional y construcción de imaginarios colectivos que surgieron con los géneros fotográficos decimonónicos y el periodismo gráfico temprano permanecen vigentes, adaptándose a los nuevos formatos y plataformas (Fontcuberta, 2016).

Metodología y Estructura del Estudio

El presente texto científico se estructura en apartados interconectados que abordan de manera sistemática los diversos aspectos de la revolución visual española. Cada apartado analiza un formato o género específico, pero siempre en relación con el conjunto del fenómeno, evitando aproximaciones fragmentarias que podrían oscurecer la comprensión global del proceso.

La metodología empleada combina el análisis histórico-cultural con el estudio de las transformaciones tecnológicas y sociales, prestando especial atención a las fuentes primarias: las propias publicaciones, imágenes y testimonios de la época. Se ha privilegiado una perspectiva interdisciplinar que incorpora aportes de la historia de la comunicación, la sociología de la cultura, los estudios visuales y la historia social (Burke, 2001).

El enfoque adoptado busca superar las divisiones tradicionales entre "alta" y "baja" cultura, reconociendo que la revolución visual fue un fenómeno transversal que afectó a todos los estratos sociales y a todas las manifestaciones culturales. Se presta especial atención a los procesos de democratización cultural y a las transformaciones en las prácticas sociales de consumo de imágenes (Chartier, 1992).

Relevancia Contemporánea y Proyecciones Futuras

El estudio de la revolución visual española de 1869-1936 adquiere particular relevancia en el contexto actual, caracterizado por una nueva revolución visual impulsada por las tecnologías digitales. Los patrones establecidos durante el período estudiado —la democratización de la imagen, la construcción de imaginarios colectivos a través de medios visuales, la tensión entre información y propaganda, la profesionalización del periodismo gráfico— siguen operando en nuestros sistemas contemporáneos de comunicación.

La comprensión de estos procesos fundacionales resulta esencial para interpretar los desafíos actuales de la comunicación visual: la proliferación de imágenes falsas, la manipulación digital, la saturación informativa, la fragmentación de audiencias y la crisis de los medios tradicionales. El período 1869-1936 nos enseña que las revoluciones visuales no son meramente técnicas, sino profundamente sociales y culturales, y que sus efectos trascienden el ámbito comunicativo para transformar las estructuras mismas de la percepción y la representación social (Mitchell, 2005).

La cultura visual contemporánea, caracterizada por la omnipresencia de pantallas y la circulación instantánea de imágenes, tiene sus antecedentes directos en los procesos de democratización y masificación de la imagen que se iniciaron en el período estudiado. Las redes sociales, los medios digitales y las nuevas formas de periodismo visual operan según lógicas que fueron establecidas por las revistas ilustradas, las tarjetas postales y los carteles de principios del siglo XX.

Referencias Bibliográficas


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