“Como todos los grandes inventos, la postal ilustrada ha provocado una revolución silenciosa en nuestros hábitos. Nos ha librado en secreto de la fatiga de escribir cartas. Todavía hay hombres vivos que pueden recordar los días en que se consideraba necesario e incluso delicioso escribir cartas a los amigos. Eran tiempos de ocio. Felizmente, la postal ilustrada ha liberado al autor moderno de esta esclavitud. Anteriormente, cuando un hombre iba al extranjero se veía obligado a apartarse del escenario para escribir laboriosas descripciones del mismo a sus amigos en casa. Ahora simplemente compra una postal en cada estación, garabatea algunos palabras a lápiz y lo publica, lo que realza los placeres de viajar” _________James Douglas. 1893
1. Introducción: La Tarjeta Postal como Objeto de Estudio
Histórico
El siglo XIX se erige como un período de transformaciones
vertiginosas, una era en la que la Revolución
Industrial no solo reconfiguró los paisajes económicos y urbanos, sino que
también alteró de manera fundamental las dimensiones del tiempo y el espacio.
El desarrollo del ferrocarril y la navegación a vapor comprimieron las
distancias, generando una necesidad sin precedentes de sistemas de comunicación más rápidos, fiables y
accesibles. En este contexto, el servicio postal dejó de ser un privilegio de
las cancillerías y las élites para convertirse en el sistema nervioso que
conectaba a una sociedad cada vez más móvil, alfabetizada y globalizada. Es en
este crisol de modernidad donde nace y se expande uno de los fenómenos
comunicativos más significativos y democráticos de la época: la tarjeta postal ilustrada.
Este medio representa una revolución silenciosa en los hábitos de correspondencia, un
artefacto cultural que, a pesar de su aparente modestia, transformó
radicalmente las prácticas sociales entre finales del siglo XIX y principios
del XX (Alonso Laza, 1997). Como observó agudamente el escritor Andrés
Trapiello, "Quien colecciona postales, colecciona momentos felices del
mundo, imperecederos, memorables", una frase que encapsula la profunda
carga simbólica y el incalculable valor documental de estos pequeños objetos de
cartulina (Carrasco Marqués, 2009). La tarjeta postal emerge como un medio
bidimensional que, en su definición clásica, consta de un espacio para la
información del destinatario, un área para el mensaje y una sección dedicada a
la imagen (Guereña, 2005). Esta estructura ha permitido a los investigadores
fechar y clasificar las postales con gran precisión, facilitando su estudio por
parte de la deltiología, término
acuñado en 1933 para definir la ciencia del coleccionismo y estudio de las
postales (Henkin, 1998; Carrasco Marqués, 1992).
2. Génesis Conceptual y Materialización de una Idea
2.1. Los
Antecedentes Intelectuales: La Visión de Von Stephan
El origen conceptual de la tarjeta postal no fue un evento fortuito, sino el
resultado de una reflexión sobre la eficiencia y la economía en las
comunicaciones. La idea primigenia se atribuye al Dr. Heinrich von Stephan, una
figura clave en la modernización postal y secretario de Estado de Correos del
Imperio Alemán. Durante el Congreso Postal Internacional de Karlsruhe en 1865,
Stephan propuso la creación de los "Enteros Postales", unas hojas de
carta oficiales que circularían sin sobre con el fin de abaratar costes y
agilizar el intercambio epistolar (Carreras y Candi, 1903; Almarcha, 2007). Sin
embargo, la propuesta fue recibida con escepticismo; los temores a una posible
merma en los ingresos estatales y, sobre todo, la reticencia cultural a exponer
el contenido de la correspondencia a la vista pública, hicieron que la
iniciativa no prosperara en aquel momento (Guereña, 2005). A pesar de su
fracaso inicial, la semilla de una comunicación postal más sencilla y económica
había sido sembrada.
2.2. El
Nacimiento de la "Correspondenz-Karte" en Austria
La visión de Von Stephan encontró su catalizador cuatro años más tarde en
Austria. Emanuel Herrmann, un profesor de economía, retomó y desarrolló el
concepto en un influyente artículo publicado en el diario Neue Freie Presse en 1869, titulado "Über eine neue Art des
Korrespondenz mittels der Post" (Sobre un nuevo tipo de correspondencia
por correo). En su texto, Herrmann no solo defendía la idea, sino que argumentaba
de forma convincente sobre los beneficios económicos que reportaría tanto a la
hacienda pública como a los ciudadanos (Alonso Laza, 1997).
Su propuesta fue acogida con entusiasmo por Adolf Maly,
director de Correos y Telégrafos de Viena, quien actuó con una celeridad
notable. El 1 de octubre de 1869, la administración postal austrohúngara puso
en circulación la primera tarjeta postal oficial del mundo: la "Correspondenz-Karte". Se
trataba de una cartulina de color beige claro, con una tarifa preimpresa de 2
kreuzar, el anverso destinado a la dirección y el reverso completamente en
blanco para el mensaje (López Hurtado, 2013; Teixidor Cadenas, 1999). Su éxito
fue inmediato y rotundo, demostrando que existía una demanda social latente
para una forma de comunicación más directa y asequible.
3. La Expansión Internacional y la Estandarización Regulatoria
3.1. La
Adopción Global de un Fenómeno Comunicativo
El éxito de la "Correspondenz-Karte" fue tan evidente que su adopción
por otras naciones fue casi inmediata, trazando un mapa de la rápida
interconexión del mundo decimonónico. Alemania y Gran Bretaña la introdujeron
en 1870; Suiza, Bélgica y Canadá en 1871; Francia y Rusia en 1872; España y
Estados Unidos en 1873, e Italia en 1874 (Henkin, 1998; Willoughby, 1999). Esta
rápida expansión, sin embargo, puso de manifiesto un problema fundamental: la
falta de un marco regulatorio internacional, ya que la circulación de estas
tarjetas estaba inicialmente limitada a las fronteras de cada país.
3.2. La
Creación de la Unión Postal Universal (UPU)
La necesidad de una estandarización
para facilitar el correo transfronterizo fue el principal impulso para la
creación de un organismo internacional. Nuevamente, la figura de Heinrich von
Stephan fue decisiva. Bajo su liderazgo, se convocó el Congreso de Berna, que
culminó con la firma de un tratado el 15 de septiembre de 1874, estableciendo
la Unión Postal General. Esta organización, que en 1878 adoptaría su nombre
definitivo de Unión Postal Universal
(UPU), fue un hito en la historia de la globalización (Rapisarda, 1998).
En el congreso de París de 1878, la UPU estableció las
normativas que catapultarían a la tarjeta postal como un medio de comunicación
global. Se acordó un tamaño estándar de 9 por 14 centímetros, se unificaron las
tarifas para el tráfico internacional y, crucialmente, se autorizó la
producción por parte de la industria privada (Teixidor Cadenas, 1999; Sánchez
Vigil, 2001). Estas medidas no solo permitieron que una postal viajara por todo
el mundo con un único franqueo, sino que también abrieron la puerta a la
innovación comercial y a la transformación del medio en un vehículo de comunicación visual.
4. La Revolución Visual: De la Palabra a la Imagen
4.1. Los
Primeros Experimentos Ilustrados en Tiempos de Guerra
La transición de la tarjeta postal de un simple soporte epistolar a un vehículo
de comunicación visual fue un proceso gradual, a menudo impulsado por eventos
históricos. Durante la guerra franco-prusiana (1870-1871), surgieron los
primeros ejemplos. En Alemania, el 16 de julio de 1870, el impresor August
Schwartz envió una postal con la imagen de un cañón, un acto considerado por
muchos como el nacimiento de la postal ilustrada (Alonso Laza, 1997).
Simultáneamente, en Francia, el librero Léon Besnardeau imprimió cartoncillos
con motivos militares y leyendas patrióticas para los soldados acampados en
Conlie, supliendo la escasez de papel y sobres (Carrasco Marqués, 2009). Aunque
estos primeros ejemplos son objeto de debate académico, demuestran cómo el
medio se adaptaba para incorporar un componente visual en momentos de gran
trascendencia social.
4.2. La
Industria Privada, el Turismo y la Imagen
El verdadero despegue comercial de la tarjeta
postal ilustrada llegó de la mano de la industria privada y el naciente
fenómeno del turismo. En 1872, el
tipógrafo alemán Franz Borich lanzó en Suiza tarjetas con vistas fotográficas,
que tuvieron un éxito inmediato como souvenir
para los viajeros (Guereña, 2005). Ese mismo año, en Gran Bretaña, apareció una
postal con grabados de Londres del célebre artista Gustave Doré, lo que
evidencia la temprana asociación del medio con el arte y la cultura (Hacking,
2007). El punto de inflexión normativo se produjo en Francia con el decreto del
26 de octubre de 1875, que liberalizó la producción de postales, permitiendo a
impresores y comerciantes crear sus propios diseños, siempre que respetaran el
formato oficial (Palá Laguna, 2004).
4.3. El
Impacto de la Tecnología y la Diversificación Temática
El avance tecnológico que permitió la producción masiva de imágenes de alta
calidad a bajo coste fue la fototipia,
una técnica de impresión fotomecánica perfeccionada hacia 1880. La fototipia
permitía reproducir fotografías con una gran gama de tonos grises, haciendo
posible imprimir hasta 30 postales por hoja de manera semi-industrializada
(Crespo Jiménez y Villena Espinosa, 2007). Con esta innovación, cualquier
lugar, evento o tema podía ser representado, desatando una expansión temática
ilimitada. Surgieron así las postales topográficas, que satisfacían la
curiosidad del público por lugares lejanos (Riego Amezaga, 1997), y las
populares series "Gruss aus..." (Saludos desde...), popularizadas por
el litógrafo Miesler, que combinaban vistas turísticas con escenas de la vida
cotidiana en artísticos collages litográficos (Hacking, 2007).
5. Las Exposiciones Universales como Catalizadores de la Cultura
de Masas
Las Exposiciones
Universales del último cuarto del siglo XIX funcionaron como verdaderos
laboratorios culturales y comerciales donde la tarjeta postal ilustrada se
consolidó como un fenómeno de cultura de
masas (Greenhalgh, 1988; Rydell, 1984). Estos eventos crearon las
condiciones óptimas para la convergencia de innovaciones técnicas, estrategias
comerciales y un público internacional ávido de recuerdos.
5.1.
París (1889): La Consagración de un Símbolo
La Exposición Universal de París de 1889, que conmemoraba el centenario de la Revolución
Francesa, fue el escenario de la consagración definitiva de la postal
ilustrada. El periódico Le Figaro, en
asociación con la sociedad que gestionaba la Torre Eiffel, editó una serie de
postales con grabados de la icónica estructura, obra de Léon Libonis. Vendidas
en la propia torre, estas postales se convirtieron en el recuerdo por
excelencia del evento, con una tirada de 300.000 ejemplares que demostró el
inmenso potencial comercial del formato (Loyrette, 1985).
5.2.
Chicago (1893): El Nacimiento del Marketing Moderno
Si París consolidó la postal como objeto cultural, la Exposición Mundial
Colombina de Chicago de 1893 marcó el nacimiento de su producción y
distribución industrial. El empresario Charles W. Goldsmith obtuvo el contrato
para producir las postales oficiales a color de la feria. Su plan
revolucionario consistía en venderlas a través de máquinas expendedoras repartidas por todo el recinto, a un precio
de dos tarjetas por cinco centavos (Ryan, 1982; Morgan & Brown, 2006). El
éxito fue abrumador: se vendieron casi dos millones de tarjetas, generando
ingresos masivos y estableciendo un nuevo paradigma de marketing y distribución que sería fundamental para el desarrollo
posterior de la industria (Henkin, 1998).
6. Impacto Sociocultural y Consolidación del Fenómeno
6.1. La
Democratización de la Imagen y el Coleccionismo
La edad de oro de la tarjeta postal, que se extiende desde la década de 1890
hasta la Primera Guerra Mundial, se fundamenta en su profundo impacto
sociocultural. Su principal contribución fue la democratización de la imagen. En una época en que la fotografía era
un lujo y los libros ilustrados eran caros, la postal puso el mundo visual al
alcance de las clases populares (Riego Amézaga, 1997). Se convirtió en una
ventana a través de la cual se podían conocer lugares, monumentos y costumbres,
generando un "gran archivo universal de imágenes" que hoy constituye
un patrimonio visual de valor
incalculable (Staff, 1966). Este fenómeno impulsó asimismo nuevas prácticas
sociales, como el coleccionismo, que
se convirtió en una afición masiva, especialmente entre las mujeres de clase
media, fomentando la creación de redes y clubes internacionales como la
Asociación Mundial Kosmopolit, fundada en 1897 (Willoughby, 1999).
6.2. La
Hegemonía de la Imagen y la Evolución del Formato
Inicialmente, las normativas postales obligaban a reservar todo el reverso de
la tarjeta para la dirección, forzando a que los mensajes se escribieran en los
márgenes del anverso, junto a la ilustración. Esto condicionó el diseño,
dejando espacios en blanco alrededor de la imagen. Sin embargo, la primacía de
lo visual era imparable. La industria, impulsada por pioneros como Dominique
Piazza en Marsella, que en 1891 comenzó a producir tarjetas postales puramente
fotográficas, presionaba por un mayor espacio para la imagen (Kyrou, 1966).
El cambio definitivo llegó a principios del siglo XX. En
1902, Gran Bretaña propuso dividir el reverso en dos secciones: una para el
mensaje y otra para la dirección. Esta solución fue adoptada oficialmente por
la UPU en su congreso de 1906, dando lugar al formato que conocemos hoy. Esta
modificación liberó por completo el anverso para la ilustración, consolidando
definitivamente la hegemonía de la imagen y el rol de la tarjeta postal como el
primer medio de comunicación icónica de masas. Como bien lo describió James
Douglas en 1893, la postal había "liberado al autor moderno" de la
"esclavitud" de escribir largas cartas, realzando así los placeres
del viaje y de la comunicación rápida en un mundo que ya no volvería a ser el
mismo.
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