Financiación, expropiaciones y transformación urbana (1822–1827)
1. Orígenes políticos y concepción urbanística
El Passeig de Gràcia, hoy convertido en uno de los bulevares más emblemáticos de Barcelona, fue mucho más que un simple proyecto urbanístico. Su construcción entre 1822 y 1827 representó un verdadero laboratorio de experimentación administrativa y técnica, donde se ensayaron nuevos modelos de financiación, gestión pública y planificación urbana, en medio de un contexto político marcado por la tensión entre liberalismo y absolutismo.
Su trazado se remonta al antiguo Camí de Jesús, una vía rural que conectaba Barcelona con el convento de Santa Maria de Jesús, construido extramuros en 1429. Esta modesta conexión adquirió un nuevo valor estratégico cuando, a comienzos del siglo XIX, la ciudad —aún encerrada dentro de sus murallas— comenzó a imaginar su expansión hacia la villa independiente de Gràcia.
Durante el Trienio Liberal (1820–1823), el Ayuntamiento constitucional concibió la transformación del Camí de Jesús en un paseo urbano moderno. Encargó al ingeniero militar Ramon Plana el primer plano del proyecto, concebido bajo premisas de funcionalidad y racionalidad. Sin embargo, con la restauración absolutista de 1823 tras la intervención de los "Cien Mil Hijos de San Luis", las obras se paralizaron. El giro ideológico fue inmediato: el capitán general Francisco Bernaldo de Quirós, marqués de Campo Sagrado, asumió la dirección del proyecto en 1824 y reorientó la iniciativa como obra pública de carácter militar, orientada tanto a garantizar el control territorial como a proporcionar trabajo a una población empobrecida.
2. Innovaciones financieras: entre arbitrios, cuotas y solares
El sistema de financiación del Passeig de Gràcia fue inédito en la historia urbanística de Barcelona, y anticipó mecanismos que se perfeccionarían décadas más tarde con el Plan Cerdà. La Junta d’Auxilis, organismo creado para gestionar el proyecto, implementó un sistema mixto que combinaba impuestos indirectos, aportaciones obligatorias y venta de terrenos.
Las cuotas obligatorias impuestas a funcionarios y gremios fueron presentadas como contribuciones voluntarias, pero en la práctica funcionaban como un impuesto directo extraordinario. Mientras los empleados públicos debían aportar parte de su salario, los gremios eran evaluados según su capacidad contributiva, en un sistema que generó tensiones, especialmente entre comerciantes ya exhaustos tras años de crisis.
El mecanismo más eficaz fue el de los arbitrios sobre productos de consumo. La Junta impuso un gravamen sobre la carne de cerdo en Barcelona y sobre la carne de cordero en Gràcia, autorizado por real orden en agosto de 1824. Aunque inicialmente se estimaba recaudar 60.000 reales en dos años, la prórroga del arbitrio permitió recaudar 1.200.000 reales, una cifra veinte veces superior a la prevista, lo cual financió no solo el paseo, sino también mejoras complementarias como fuentes ornamentales, mobiliario y arbolado.
El tercer pilar del plan financiero, la venta de solares en Gràcia, fracasó. El proyecto preveía crear una plaza monumental con parcelas que, al venderse, compensarían los costes expropiatorios. Sin embargo, la negativa del municipio de Gràcia a ceder jurisdicción sobre estos terrenos, junto con la dispersión de la propiedad rural, obstaculizó esta vía. La Junta intentó negociar compensaciones en especie o con terrenos alternativos para evitar procesos formales de expropiación.
3. El laberinto de las expropiaciones: resistencia y estrategia
Las expropiaciones fueron el componente más conflictivo y técnicamente problemático. La desaparición del plano original de Plana creó un vacío legal que impedía identificar con precisión los terrenos afectados. Un nuevo plano, encargado en 1825, no ha llegado a nuestros días, pero su existencia se infiere de actas notariales posteriores que mencionan sus coordenadas.
La tensión escaló cuando el municipio de Gràcia, celoso de su autonomía (parcialmente reconocida en 1821), denunció que el trazado invadía zonas agrícolas protegidas por derechos históricos. Las autoridades militares respondieron con una doble estrategia: por un lado, negociación directa con propietarios, a quienes se ofrecían compensaciones por encima de la tasación oficial; por otro, presión administrativa sobre el consistorio de Gràcia, condicionando la resolución de otros expedientes a la colaboración en el proyecto.
Entre las tácticas más innovadoras destacó la compensación no monetaria. Algunos propietarios recibieron derechos exclusivos de explotación comercial en el futuro paseo o exenciones fiscales temporales. Tales arreglos, documentados en registros notariales, demuestran la flexibilidad pragmática de la Junta d’Auxilis, que optó por soluciones individualizadas para evitar paralizaciones judiciales.
A pesar de que muchas expropiaciones no se formalizaron hasta 1829, cuando las obras ya estaban concluidas, la ocupación anticipada de terrenos fue justificada como “necesaria para el bien común” y para generar empleo. Este tipo de legalidad ambigua anticipa los conflictos jurídicos que reaparecerían en la legislación urbanística posterior.
4. Un paseo militarizado y simbólico: impacto urbano
El Passeig de Gràcia se inauguró oficialmente el 24 de mayo de 1827, con un ancho de 42 metros como había previsto Plana, aunque con modificaciones introducidas a instancias de propietarios influyentes. El control del proyecto por parte del marqués de Campo Sagrado excluyó al Ayuntamiento de Barcelona de la toma de decisiones, provocando tensiones institucionales que aparecen registradas en actas municipales de la época.
El nuevo paseo no era solo una obra pública: era un símbolo del poder absolutista, una manifestación física de la capacidad restauradora del régimen y del militarismo que lo sostenía. La articulación de un eje de comunicación entre Barcelona y Gràcia también respondía a una lógica de control territorial, en un contexto donde la expansión urbana era percibida tanto como oportunidad de progreso como amenaza política.
El Passeig pronto atrajo equipamientos efímeros como jardines, barracas teatrales y locales de recreo, que preludiaban su conversión en espacio de ocio burgués. Aunque construidos en madera y frecuentemente amenazados por la normativa militar, estos equipamientos iniciaron una nueva centralidad cultural y comercial.
5. Legado administrativo y modelo para el futuro
La experiencia del Passeig de Gràcia sentó precedentes clave en la historia de la gestión urbanística barcelonesa. La Junta d’Auxilis se convirtió en modelo para futuras juntas de obras y desarrollo, prefigurando las formas de gestión del Eixample. El uso de arbitrios específicos y mecanismos de financiación cruzada (como destinar el excedente de recaudación a mejoras en el Raval) anticipó las lógicas administrativas que se consolidarían en el siglo XX.
Asimismo, el proceso de expropiación, con todas sus irregularidades, sirvió como banco de pruebas para la legislación posterior, incluyendo la Ley de Expropiación Forzosa de 1836. El caso del Passeig reveló la necesidad de normativas claras sobre tasaciones, compensaciones y plazos, así como el papel del “interés general” como justificación de actuaciones administrativas excepcionales.
Urbanísticamente, la conexión entre Barcelona y Gràcia representó el embrión de una lógica metropolitana que tendría continuidad en el Plan Cerdà de 1859. El paseo no solo transformó el espacio físico: también modificó la percepción de la ciudad y su posible crecimiento.
6. Un proyecto entre dos épocas
El Passeig de Gràcia fue un proyecto bisagra entre el Antiguo Régimen y el liberalismo emergente, una realización urbana que refleja las tensiones ideológicas de su tiempo. Mientras sus formas financieras anticipaban modelos capitalistas, sus métodos expropiatorios seguían anclados en una lógica autoritaria. Esta dualidad entre innovación y coerción lo convierte en un caso de estudio esencial para comprender la evolución del urbanismo moderno en Barcelona.
El paseo, más allá de su trazado o de su ornamentación, se convirtió en un escenario donde la ciudad ensayó su futuro. Superando crisis políticas, resistencias locales y limitaciones legales, el proyecto demostró la capacidad del urbanismo para transformar realidades sociales y económicas, incluso en contextos adversos.
Hoy, cuando el Passeig de Gràcia alberga las joyas del modernismo catalán y se erige como eje comercial de lujo, conserva bajo su superficie las huellas de un pasado conflictivo. Su historia revela que ninguna gran transformación urbana es neutra ni espontánea: todas son el resultado de decisiones políticas, luchas sociales y visiones estratégicas que marcan el devenir de la ciudad.
Bibliografía clave:
- Arxiu Històric de Barcelona (1824-1827). Actes de la Junta d'Auxilis.
- Del Castillo, A. (1945). El Passeig de Gràcia: Origen i desenvolupament.
- Grau, R. (1999). Gràcia: De poble independent a districte.
- Madoz, P. (1845). Diccionario geográfico-estadístico-histórico de España.
- Sánchez, M. (2010). Barcelona durant l'absolutisme: Poder i conflicte.
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