LA TARJETA POSTAL ILUSTRADA:
EVOLUCIÓN HISTÓRICA Y TRANSFORMACIÓN COMUNICATIVA
1. Introducción: La Tarjeta
Postal como Objeto de Estudio Histórico
El siglo XIX representa un período de transformaciones vertiginosas, una era
en la que la Revolución Industrial
no solo reconfiguró los paisajes económicos y urbanos, sino que también alteró
de manera fundamental las dimensiones del tiempo y el espacio. El desarrollo
del ferrocarril y la navegación a vapor comprimieron las
distancias, generando una necesidad sin precedentes de sistemas de comunicación
más rápidos, fiables y accesibles (Riego Amézaga, 1997). En este contexto, el servicio postal dejó de ser un
privilegio de las cancillerías y las élites para convertirse en el sistema
nervioso que conectaba a una sociedad cada vez más móvil, alfabetizada y
globalizada. Es en este crisol de modernidad donde nace y se expande uno de los
fenómenos comunicativos más significativos y democráticos de la época: la tarjeta postal ilustrada (Alonso Laza,
1997).
Este medio representa una revolución silenciosa en los hábitos de
correspondencia, un artefacto cultural que, a pesar de su aparente modestia,
transformó radicalmente las prácticas sociales entre finales del siglo XIX y
principios del XX (Alonso Laza, 1997). Como observó agudamente el escritor
Andrés Trapiello, "Quien colecciona postales, colecciona momentos felices
del mundo, imperecederos, memorables", una frase que encapsula la profunda
carga simbólica y el incalculable valor documental de estos pequeños objetos de
cartulina (Carrasco Marqués, 2009). La tarjeta postal emerge como un medio
bidimensional que, en su definición clásica, consta de un espacio para la
información del destinatario, un área para el mensaje y una sección dedicada a
la imagen (Guereña, 2005). Esta estructura ha permitido a los investigadores
fechar y clasificar las postales con gran precisión, facilitando su estudio por
parte de la deltiología, término
acuñado en 1933 para definir la ciencia del coleccionismo y estudio de las postales
(Henkin, 1998).
2. Antecedentes Históricos y
Predecesores
La tarjeta
postal ilustrada es un objeto emblemático de la comunicación visual y
escrita, pero su surgimiento es el resultado de una larga evolución de diversos
predecesores históricos que abarcan desde la Edad Media hasta el siglo XIX. Su
desarrollo estuvo marcado por la convergencia de avances técnicos en la
impresión, cambios en las costumbres sociales y la expansión de los sistemas
postales nacionales e internacionales (Carrasco Marqués, 2009).
Entre los antecedentes más antiguos de
la tarjeta postal ilustrada figuran las tarjetas
de visita ilustradas, cuyo uso se remonta, según algunas fuentes, al siglo
XIV, aunque su consolidación se produjo en la Francia del siglo XVII, donde era
costumbre dejar una tarjeta si no se conocía personalmente al anfitrión,
permitiendo así que los dueños de casa comprendieran el motivo de la visita
mediante breves anotaciones (Carrasco Marqués, 1992). Estas tarjetas solían
incluir el monograma o escudo del portador y, con el tiempo, incorporaron
estampas gráficas que representaban situaciones sociales, sentando un
precedente directo para la posterior ilustración postal (Carrasco Marqués,
2009).
Otros antecedentes relevantes incluyen
los naipes, en cuyos márgenes los
jugadores escribían ocasionalmente sus nombres; los anuncios comerciales ilustrados surgidos en el siglo XVII; y el papel de escribir ilustrado
desarrollado en el siglo XVIII. A partir de 1840, con la introducción de los sobres de correspondencia ilustrados,
se amplió el repertorio de soportes gráficos para la comunicación personal y
comercial (Teixidor Cadenas, 1999).
En 1777, el francés Demaison intentó comercializar tarjetas
de saludo abiertas con grabados y texto impreso. Sin embargo, esta iniciativa
fracasó debido a la falta de interés del público general, especialmente de la
alta sociedad, que rechazaba la idea de que cualquier persona pudiera leer el
contenido del mensaje (López Hurtado, 2013). Tras sufrir pérdidas económicas,
abandonó el proyecto, que desapareció en el contexto de la Revolución Francesa.
El 6 de mayo de 1840, Gran Bretaña
revolucionó el sistema postal con la emisión del primer sello postal del mundo, transfiriendo el costo del franqueo del
destinatario al remitente. En este contexto, Sir Rowland Hill propuso la creación de sobres prefranqueados
ilustrados. Aunque el diseño inicial de Henry Cole no fue aceptado, se
implementó la alternativa de Sir William Mulready, conocida como los "sobres Mulready", que
constituyeron un importante precedente para la ilustración postal (Teixidor
Cadenas, 1999).
Un avance significativo se produjo en
1854 con la aparición de las tarjetas de
visita fotográficas (aproximadamente 6x9 cm), que evolucionaron en 1866 con
las fotografías de gabinete (11x16 cm),
ampliando las posibilidades expresivas y comunicativas del medio (Del Valle
Gastaminza, s.f.).
3. Génesis Conceptual y
Materialización de una Idea
3.1. Los Antecedentes
Intelectuales: La Visión de Von Stephan
El origen conceptual de la tarjeta
postal no fue un evento fortuito, sino el resultado de una reflexión sobre la eficiencia y la economía en las comunicaciones. La idea primigenia se atribuye al
Dr. Heinrich von Stephan, una figura
clave en la modernización postal y secretario de Estado de Correos del Imperio
Alemán (Carreras y Candi, 1903). Durante el Congreso Postal Internacional de Karlsruhe en 1865, Stephan propuso
la creación de los "Enteros
Postales", unas hojas de carta oficiales que circularían sin sobre con
el fin de abaratar costes y agilizar el intercambio epistolar (Almarcha, 2007).
Sin embargo, la propuesta fue recibida con escepticismo; los temores a una
posible merma en los ingresos estatales y, sobre todo, la reticencia cultural a
exponer el contenido de la correspondencia a la vista pública, hicieron que la
iniciativa no prosperara en aquel momento (Guereña, 2005).
Tres años después, la Oficina Principal
de Correos en Berlín recibió dos propuestas similares adicionales, casi al
mismo tiempo. La primera (julio 1868) vino de un librero de Leipzig, Friedlein, quien pidió permiso para
emitir una postal universal; la segunda (1 de agosto de 1868) fue de otro
librero en Leipzig, Friedrich Wilhelm
Pardubitz, recomendando la introducción de una tarjeta de correspondencia
universal (Carrasco Marqués, 2018). Un lado de la tarjeta estaba destinado para
la dirección y, en el lado opuesto, se imprimieron 30 textos diferentes. Estas
eran frases cortas: una variedad de saludos; felicitaciones de cumpleaños o santo;
expresiones de condolencia; etc. El remitente de la tarjeta podía elegir la
frase más apropiada y eliminar el resto. Ambas propuestas fueron declinadas por
la Oficina Principal de Correos, nominalmente porque las tarjetas carecían del
carácter de una carta (Henkin, 1998).
3.2. El Nacimiento de la
"Correspondenz-Karte" en Austria
La idea de introducir la postal
abierta, que había sido expresada en Karlsruhe, despertó el interés del
representante austriaco Kolbensteiner,
quien hizo conocer la idea al Dr. Emanuel
Herrmann (1839-1902), el Profesor de Economía en la Academia Militar en
Wiener Neustadt (López Hurtado, 2013). Él encontró la idea tan atractiva que la
persiguió intensamente en los años siguientes.
El 26 de enero de 1869, él publicó un
artículo extenso en el periódico vespertino de Viena, Neue Freie Presse, con la propuesta de introducir una postal
abierta, del tamaño de un sobre de carta, en el territorio de Austria-Hungría;
el franqueo costaría dos kreutzers (Teixidor Cadenas, 1999). Herrmann señaló,
entre otras cosas, que los costos de las cartas eran demasiado altos. Un tercio
de todas las cartas comerciales y privadas eran solo comunicaciones muy breves
que no eran, por su naturaleza, íntimas o secretas, y por lo tanto podrían
escribirse igual de fácilmente en postales abiertas.
El Ministerio de Correos austriaco
respondió excepcionalmente de manera flexible y, contrario a su práctica común,
inusualmente rápido. Y así, el 25 de septiembre de 1869, emitió un decreto
introduciendo la tarjeta de correspondencia en la práctica postal. El 1 de
octubre de 1869, la administración postal austrohúngara puso en circulación la
primera tarjeta postal oficial del
mundo: la "Correspondenz-Karte".
Se trataba de una cartulina de color beige claro, con una tarifa preimpresa de
2 kreuzar, el anverso destinado a la dirección y el reverso completamente en
blanco para el mensaje (López Hurtado, 2013). Su éxito fue inmediato y rotundo,
demostrando que existía una demanda social latente para una forma de comunicación
más directa y asequible. Durante los primeros tres meses, casi tres millones de
estas tarjetas de correspondencia se vendieron en Austria-Hungría (Sánchez
Vigil, 2001).
4. La Expansión Internacional y
la Estandarización Regulatoria
4.1. La Adopción Global de un
Fenómeno Comunicativo
La popularidad masiva de la tarjeta de
correspondencia en Austria-Hungría hizo que otros países del mundo desearan
seguir el ejemplo. El primero en hacerlo fue la Confederación Alemana del Norte (constituida en 1866), donde la tarjeta
de correspondencia se puso a la venta el 25 de junio de 1870 (Willoughby,
1999). Era de 163x108 mm de tamaño, y un sello tenía que ser afijado con pasta.
Fue franqueada con un sello del valor de un grosch de plata, que era la tarifa
para una carta normal dentro del país.
Es claro que el público general apreció
la brevedad forzada de la comunicación ya que, solo en Berlín, alrededor de
45,000 tarjetas se vendieron a los interesados en el día mencionado. Para el
final de 1870, más de diez millones se habían vendido en Alemania (Henkin,
1998). Aún en 1870, las tarjetas de correspondencia fueron introducidas en
Baviera, Württemberg, Suiza e Inglaterra (otras fuentes atribuyen este evento a
1871 y también 1874). El éxito de la "Correspondenz-Karte" fue tan
evidente que su adopción por otras naciones fue casi inmediata, trazando un
mapa de la rápida interconexión del mundo decimonónico. En 1871, Bélgica,
Holanda, Dinamarca, Finlandia, Canadá y Alemania Unida siguieron; en 1872,
Noruega, Suecia, Rusia y Ceilán (Sri Lanka); en 1873, Francia, Serbia, España,
Islandia, Chile, Japón, E.U.A., en 1874 Italia, Rumania y Luxemburgo, en 1875
Guatemala, en 1876 Grecia, en 1877 Turquía, etc. (Henkin, 1998).
Esta rápida expansión, sin embargo,
puso de manifiesto un problema fundamental: la falta de un marco regulatorio
internacional, ya que la circulación de estas tarjetas estaba inicialmente
limitada a las fronteras de cada país (Willoughby, 1999).
4.2. La Creación de la Unión
Postal Universal (UPU)
La necesidad de una estandarización para facilitar el
correo transfronterizo fue el principal impulso para la creación de un
organismo internacional. Nuevamente, la figura de Heinrich von Stephan fue
decisiva. Bajo su liderazgo, se convocó el Congreso
de Berna, que culminó con la firma de un tratado el 15 de septiembre de
1874, estableciendo la Unión Postal
General (Rapisarda, 1998).
Inicialmente, el uso de las tarjetas
postales estaba restringido a la comunicación dentro de las fronteras
nacionales, reflejando las particularidades de los sistemas postales de cada
país. Sin embargo, la creación de la Unión
Postal Universal (UPU) en 1874, durante la Conferencia Postal Internacional
de Berna, liderada en gran parte por Stephan, marcó un punto de inflexión al
estandarizar tarifas y formatos, permitiendo la circulación internacional de
este medio (Almarcha, 2007).
Esta organización, que en 1878
adoptaría su nombre definitivo de Unión Postal Universal (UPU), consolidó la
tarjeta postal como un símbolo de conectividad global, transformándola en un
vehículo de intercambio cultural y personal a escala mundial. La organización
adoptó el francés como lengua oficial y estableció su sede en Berna,
desempeñando un papel crucial en la estandarización de tarifas, límites de peso
y tamaño, así como en las condiciones de aceptación de la correspondencia
internacional (Rapisarda, 1998).
En 1878 se acordaron varios aspectos
fundamentales: la definición de un tamaño
estándar (inicialmente 11.5x8 cm, posteriormente 14x9 cm), el
establecimiento de normas sobre grosor y peso, la definición de un formato y
orientación estándar con bordes rectilíneos u ondulados, y la regulación del
franqueo y la ubicación de los sellos postales (Teixidor Cadenas, 1999). Esta
estandarización internacional resultó fundamental para el posterior desarrollo
de la industria postal y para la configuración de un mercado global de tarjetas
postales ilustradas, estableciendo las bases técnicas y comerciales que
permitirían su expansión masiva durante las primeras décadas del siglo XX.
Estas medidas no solo permitieron que
una postal viajara por todo el mundo con un único franqueo, sino que también
abrieron la puerta a la innovación comercial y a la transformación del medio en
un vehículo de comunicación visual (Sánchez Vigil, 2001).
5. La Revolución Visual: De la
Palabra a la Imagen
5.1. Los Primeros Experimentos
Ilustrados en Tiempos de Guerra
El surgimiento de la tarjeta postal
ilustrada en Europa durante el siglo XIX está vinculado a una serie de
innovaciones técnicas, necesidades sociales y acontecimientos históricos. Uno
de los primeros nombres asociados a este desarrollo es el del inglés Barón Raphael Tuck, quien, tras
iniciarse en la impresión de libros y carecer de recursos, transformó su
destino al producir postales navideñas en 1866 (Hacking, 2007). Aunque algunos
informes sitúan la invención de la postal ilustrada en 1884, su idea
fundamental fue que una imagen de un paisaje o ciudad extranjera, o una
felicitación ilustrada, podía comunicar de manera más eficaz y rápida que una
carta extensa.
En 1868, se distribuyó por correo una
tarjeta ilustrada de dimensiones poco habituales (18x12 cm), diseñada por el
litógrafo J. Miesler de Berlín. En
su anverso, ocho edificios emblemáticos de la ciudad aparecían enmarcados en
cartelas decorativas, acompañados de los horarios de visita, bajo la
inscripción "Sehenswürdigkeiten Berlins" (Alonso Laza, 1997). Casi al
mismo tiempo que se popularizaban las tarjetas de correspondencia, comenzaron a
aparecer sellos de compañías en ambos lados de la tarjeta, realizados tanto en
goma como en metal. Estas impresiones, que también se encontraban en papelería
bajo la firma de los propietarios, fueron evolucionando hacia la inclusión de
logos e imágenes empresariales impresas en talleres gráficos (Guereña, 2005).
La primera impresión pictórica
profesional documentada en una tarjeta postal proviene de la Confederación
Alemana del Norte y fue obra de August
Schwartz, librero e impresor en Oldenburg. Tras el inicio de la guerra
Franco-Prusiana, Schwartz envió el 16 de julio de 1870 una tarjeta con un
mensaje en latín a sus suegros en Magdeburgo, añadiendo en la esquina izquierda
del lado de la dirección una imagen de un artillero junto a un cañón (Carrasco
Marqués, 2009).
Existen registros que atribuyen a una
tarjeta austriaca de 1869 la primera impresión privada adicional, al mostrar
una representación del monasterio Stift Melk an der Donau; esta pieza fue enviada
desde Viena el 31 de diciembre de ese año. Por otra parte, destaca una tarjeta
de la oficina del periódico Zmaj (Dragón), editado en Viena en serbio y en
alfabeto cirílico, cuyo diseño correspondió al topógrafo militar Petar Manojlovič y fue grabado en cobre
por R. von Waldheim (Carrasco Marqués, 2018).
Durante el asedio de Estrasburgo en
1870, la escasez de materiales llevó a Léon
Besnardeux, comerciante de Sillé-le-Guillaume, a fabricar tarjetas cortando
cartón de cuadernos y estampando emblemas militares junto al espacio para la
dirección y el sello. Esta solución permitió a los soldados del ejército de
Bretaña mantener la correspondencia, empleando tarjetas de 60 x 90 mm con
inscripciones como "Guerre de 1870 / Camp de Conlie" (Wilfred
Bentley, s.f.).
En 1875, August Schwartz realizó su
primera serie de postales ilustradas utilizando un grabado en madera del
artista Gubitz. Ese otoño, publicó dos colecciones de 25 tarjetas cada una,
consolidando la producción comercial de este formato. Las postales de los años
setenta y ochenta eran poco vistosas, con imágenes pequeñas y monocromas,
aunque progresivamente se incorporaron colores y las ilustraciones fueron
ganando espacio hasta casi desplazar por completo al texto (Carrasco Marqués,
2009).
5.2. La Liberalización de la
Producción
Tras la guerra con Prusia, Francia se
encontraba en una situación compleja que llevó a la nación a buscar maneras de
reforzar sus sistemas de comunicación. Las primeras postales francesas se
oficializaron el 20 de diciembre de 1872, siendo bastante básicas y con
propósito puramente administrativo. En 1873, los comerciantes comenzaron a ver
el potencial publicitario de las postales, llevando al decreto del 26 de
octubre de 1875 que liberalizaba la producción de tarjetas postales,
permitiendo a comerciantes e impresores producir sus propias postales
respetando el formato administrativo establecido (Palá Laguna, 2004). Esta liberalización normativa constituyó un
hito fundamental en la democratización de la producción postal, estableciendo
las bases para el posterior desarrollo de una industria editorial especializada
en la comunicación visual masiva.
6. La Transformación Tecnológica
y Artística
La transformación tecnológica y
artística de las tarjetas postales durante el último cuarto del siglo XIX
constituye un fenómeno de singular relevancia en la historia de los medios de
comunicación visual. Este período, caracterizado por una convergencia
excepcional entre innovaciones técnicas y demandas socioculturales emergentes,
estableció los fundamentos de lo que posteriormente se consolidaría como la
cultura visual de masas (Riego Amézaga, 1997).
6.1. Los Avances en Técnicas de
Impresión
El período entre 1876 y 1890 marcó una
transformación fundamental en la historia de las tarjetas postales,
evolucionando de meros vehículos para mensajes escritos a importantes medios de
comunicación visual. La innovación técnica representada por la fototipia permitió imprimir imágenes
fotográficas con una nitidez excepcional y bajo coste económico, mediante la
descomposición de las imágenes en tramas de pequeños puntos con gran variedad
de tonos de grises, eliminando la necesidad de la traslación previa a un dibujo
de la imagen captada por la cámara (Crespo Jiménez y Villena Espinosa, 2007).
Esta técnica facilitó una producción de
postales "semi industrializadas"
ya que en cada hoja se podían imprimir hasta 30 postales de tamaño 9 por 14 cm.
Con la llegada de la ilustración a las postales, se produjo una expansión
temática ilimitada, ya que todos los lugares y temas podían ser representados
en los anversos. El proceso de coloreado se inició con el simple retoque a
mano, siguiendo las técnicas tradicionales que se habían desarrollado
anteriormente en la fotografía de estudio profesional. Las mejoras en las técnicas
de reproducción de litografías y sus
versiones cromáticas como cromolitografías
y fotocromo, junto con las
fotografías mediante fototipia, impulsaron decisivamente la aparición de la
tarjeta postal ilustrada como producto comercial viable (Mayer, 1972).
6.2. La Diversificación Temática
Las tarjetas postales topográficas marcaron una etapa crucial en la
evolución del medio, representando una transición paradigmática desde la simple
correspondencia escrita hacia un medio visualmente ilustrativo de alcance
masivo. Durante los siglos XIX y XX, coincidiendo con la expansión de los
imperios coloniales y el aumento exponencial del turismo, se generó una demanda
creciente de materiales que representaran visualmente lugares lejanos y
exóticos (Riego Amezaga, 1997).
Uno de los pioneros fundamentales en el
nuevo formato fue el litógrafo Miesler,
a quien la historiografía especializada atribuye la conversión innovadora de
folletos turísticos ilustrados en objetos postales y la introducción de
pequeñas ilustraciones tipo viñeta mediante tipografía especializada con la
leyenda característica "Gruss aus / Greetings from", estableciendo un
hito fundamental en la comunicación visual moderna (Hacking, 2007).
Esta diversificación temática no
constituyó únicamente una expansión comercial, sino que representó la
democratización del acceso a la experiencia visual de territorios y culturas
previamente reservados a las élites viajeras. Las tarjetas postales se
convirtieron así en ventanas virtuales que permitían a las clases medias
emergentes acceder a una geografía visual hasta entonces inaccesible,
estableciendo los fundamentos conceptuales de lo que posteriormente se
consolidaría como turismo visual de masas (Riego Amezaga, 1997).
7. Las Exposiciones Universales
como Catalizadores
Las Exposiciones Universales desempeñaron un papel fundamental como
espacios de experimentación y popularización de la tarjeta postal ilustrada,
funcionando como laboratorios culturales donde se ensayaron nuevas modalidades
de comunicación visual masiva (Greenhalgh, 1988). Estos eventos internacionales
constituyeron momentos privilegiados donde la convergencia de visitantes de
múltiples nacionalidades, innovaciones tecnológicas y estrategias comerciales
creó las condiciones óptimas para el desarrollo y difusión del medio postal
ilustrado (Rydell, 1984).
7.1. París (1889): La
Consagración de un Símbolo
La Exposición
Universal de París de 1889, que conmemoraba el centenario de la Revolución
Francesa, fue el escenario de la consagración definitiva de la postal (Mandell,
1967). El diario Le Figaro editó
varias tarjetas postales con vistas de la Torre Eiffel a partir de grabados de
León Libonis, estableciendo un precedente técnico y comercial que demostraría
el potencial excepcional del formato postal ilustrado como vehículo de
comunicación visual (Loyrette, 1985). Vendidas en la propia torre, estas
postales se convirtieron en el recuerdo por excelencia del evento, con una
tirada de 300.000 ejemplares que demostró el inmenso potencial comercial del
formato (Loyrette, 1985). Esta iniciativa editorial no solo representó una
innovación técnica, sino que estableció las bases conceptuales para la
integración de elementos arquitectónicos emblemáticos en la narrativa visual
postal.
7.2. Chicago (1893): El
Nacimiento del Marketing Moderno
La Exposición
Mundial Colombina de Chicago de 1893 marcó un hito al ser la primera
exposición universal celebrada fuera de Europa, conmemorando el cuarto
centenario de la llegada de Colón a América. Durante sus seis meses de
duración, el evento atrajo 27 millones de visitantes, convirtiéndose en la
exposición más exitosa de su época (Burg, 1976). El empresario Charles W. Goldsmith obtuvo el contrato
para producir las postales oficiales a color de la feria. Su plan
revolucionario consistía en venderlas a través de máquinas expendedoras
repartidas por todo el recinto, a un precio de dos tarjetas por cinco centavos
(Ryan, 1982). El éxito fue abrumador: se vendieron casi dos millones de
tarjetas, generando ingresos masivos y estableciendo un nuevo paradigma de
marketing y distribución que sería fundamental para el desarrollo posterior de
la industria (Henkin, 1998).
El año 1893 se considera el momento
fundacional de la comercialización masiva de postales ilustradas, marcando el
inicio de una nueva era en la comunicación visual y el marketing moderno
(Morgan & Brown, 2006).
8. Impacto Sociocultural y
Consolidación del Fenómeno
8.1. La Democratización de la
Imagen y el Coleccionismo
La edad
de oro de la tarjeta postal, que se extiende desde la década de 1890 hasta
la Primera Guerra Mundial, se fundamenta en su profundo impacto sociocultural.
Su principal contribución fue la democratización de la imagen. En una época en
que la fotografía era un lujo y los libros ilustrados eran caros, la postal
puso el mundo visual al alcance de las clases populares (Riego Amézaga, 1997).
Se convirtió en una ventana a través de la cual se podían conocer lugares,
monumentos y costumbres, generando un "gran archivo universal de
imágenes" que hoy constituye un patrimonio visual de valor incalculable
(Staff, 1966).
Este fenómeno impulsó asimismo nuevas
prácticas sociales, como el coleccionismo,
que se convirtió en una afición masiva, especialmente entre las mujeres de clase
media, fomentando la creación de redes y clubes internacionales como la Asociación Mundial Kosmopolit, fundada
en 1897 (Willoughby, 1999).
8.2. La Hegemonía de la Imagen y
la Evolución del Formato
Inicialmente, las normativas postales
obligaban a reservar todo el reverso de la tarjeta para la dirección, forzando
a que los mensajes se escribieran en los márgenes del anverso, junto a la
ilustración. Esto condicionó el diseño, dejando espacios en blanco alrededor de
la imagen. Sin embargo, la primacía de lo visual era imparable. La industria,
impulsada por pioneros como Dominique
Piazza en Marsella, que en 1891 comenzó a producir tarjetas postales
puramente fotográficas, presionaba por un mayor espacio para la imagen (Kyrou,
1966).
El cambio definitivo llegó a principios
del siglo XX. En 1902, Gran Bretaña propuso dividir el reverso en dos
secciones: una para el mensaje y otra para la dirección. Esta solución fue
adoptada oficialmente por la UPU en su congreso de 1906, dando lugar al formato
que conocemos hoy. Esta modificación liberó por completo el anverso para la
ilustración, consolidando definitivamente la hegemonía de la imagen y el rol de
la tarjeta postal como el primer medio de comunicación icónica de masas
(Willoughby, 1999). Como bien lo describió James Douglas en 1893, la postal
había "liberado al autor moderno" de la "esclavitud" de
escribir largas cartas, realzando así los placeres del viaje y de la
comunicación rápida en un mundo que ya no volvería a ser el mismo (Henkin, 1998).
9. Conclusiones
La tarjeta postal ilustrada representa
uno de los fenómenos comunicativos más significativos en la transición entre
los siglos XIX y XX, constituyendo un objeto de estudio privilegiado para
comprender las transformaciones socioculturales, tecnológicas y artísticas de
este período histórico. Su evolución desde un simple soporte de correspondencia
hasta un sofisticado medio de comunicación visual refleja los profundos cambios
que experimentaba la sociedad occidental en su conjunto, particularmente en
relación con la democratización del acceso a la imagen y la expansión de los
horizontes geográficos y culturales de las clases medias emergentes (Riego
Amézaga, 1997).
La convergencia
tecnológica entre los avances en las técnicas de impresión, la expansión de
los sistemas postales y el desarrollo de la fotografía creó las condiciones
materiales para el surgimiento de este nuevo medio, mientras que las
transformaciones sociales vinculadas al aumento de la alfabetización, la
movilidad geográfica y el turismo generaron la demanda cultural que impulsó su
extraordinaria difusión (Crespo Jiménez y Villena Espinosa, 2007).
La tarjeta postal ilustrada se
consolidó como el primer medio de comunicación visual de masas, anticipando
muchas de las características que posteriormente definirían a los medios
audiovisuales del siglo XX: su capacidad para transmitir mensajes visuales
estandarizados a audiencias masivas, su potencial para construir imaginarios
colectivos sobre territorios y culturas, y su función como vehículo de intercambio
cultural a escala global (Guereña, 2005).
En la actualidad, el estudio de las
tarjetas postales históricas trasciende el ámbito del coleccionismo para
constituirse en una valiosa fuente documental que permite reconstruir no solo
la evolución de las técnicas gráficas y fotográficas, sino también las
transformaciones del paisaje urbano, las prácticas sociales y los imaginarios
culturales de una época fundamental en la configuración de la modernidad
(Almarcha, 2007).
La tarjeta postal ilustrada, en su aparente
modestia material, encierra así una extraordinaria riqueza como testimonio
histórico y como objeto cultural, representando uno de los fenómenos más
significativos en la genealogía de la comunicación visual contemporánea
(Carrasco Marqués, 2009).
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