1. Representación y construcción visual del cambio urbano
Durante el primer tercio del siglo XX, la expansión urbana y la segunda industrialización transformaron radicalmente las ciudades, impulsadas por el crecimiento demográfico, el desarrollo de servicios y transportes, y la aparición de la sociedad de consumo y ocio. La modernidad se manifestó en la electrificación, el transporte público y la circulación acelerada de personas, mercancías e información. La integración de sistemas eléctricos y de motor de explosión permitió una metropolización sin precedentes.
El crecimiento urbano obligó a resolver problemas de infraestructuras básicas como agua, alumbrado, residuos y movilidad, lo que movilizó recursos públicos y privados y generó oportunidades económicas. La mejora en abastecimiento y alcantarillado contribuyó a la higiene urbana y a la transición demográfica, aunque de forma desigual según la renta.
El alumbrado público y doméstico transformó la vida urbana, extendiendo el tiempo de ocio y trabajo más allá del ciclo solar. La expansión de redes de comunicación —ferrocarriles, telégrafo, correos— integró territorios nacionales y mercados globales, consolidando un sistema de información rápida y eficiente. El ferrocarril reorganizó el territorio, facilitó la movilidad, estimuló el comercio y apoyó la centralización política.
Ciudades como Barcelona, Madrid, París o Londres —todas en plena expansión durante las primeras décadas del siglo XX— fueron intensamente retratadas en series postales que actuaban como álbumes visuales de su modernidad. En el caso de Barcelona, por ejemplo, la apertura de la Via Laietana, la urbanización del Eixample, la electrificación del tranvía o la Exposición Internacional de 1929 fueron objeto de una amplia iconografía postal que convertía el cambio urbano en relato visual. Estas imágenes difundieron una visión optimista de la ciudad, muchas veces alineada con los discursos institucionales sobre el progreso, la higiene y el civismo.
La postal ilustrada funcionó así como un archivo visual de la transformación urbana, pero también como un mecanismo de legitimación del orden urbano emergente. Al mostrar la ciudad desde una óptica monumental y espectacular, reforzaba la autoridad de los poderes que promovían estas transformaciones —ayuntamientos, burguesía industrial, ingenieros y urbanistas— y contribuía a invisibilizar los conflictos sociales, los desplazamientos forzados o la desigualdad espacial que muchas veces acompañaban estos procesos.
Las tarjetas postales ilustradas jugaron un papel crucial en la construcción visual de la ciudad moderna durante el primer tercio del siglo XX (Capdevila 2011). No fueron meros documentos gráficos ni simples soportes de correspondencia informal, sino auténticos artefactos culturales que codificaban y difundían una visión idealizada, ordenada y espectacular del entorno urbano (Benjamin 2003; Berger 2000). En ellas se condensaban los signos del progreso, los símbolos del poder institucional y los escenarios del nuevo orden urbano derivado de la modernidad técnica, industrial y social (Serrat 2008).
Las postales actuaron como mediadoras entre la experiencia directa de la ciudad y su representación codificada, construyendo un imaginario colectivo que celebraba la transformación de las urbes (Ardévol 2009). Calles ensanchadas, avenidas recién abiertas, edificios públicos monumentales, estaciones ferroviarias, líneas de tranvía, automóviles y farolas eléctricas aparecían como emblemas visuales del avance moderno. La postal no representaba simplemente lo que había, sino que seleccionaba cuidadosamente lo que debía ser visto, registrado y recordado: el espectáculo del cambio (Serrat 2008).
Este proceso de selección y estetización respondió a una lógica visual y simbólica en consonancia con la ideología del progreso (Berger 2000).En definitiva, la postal ilustrada del primer tercio del siglo XX no solo reflejó los cambios urbanísticos, sino que los interpretó y los difundió. Fue una herramienta visual de la modernidad, un vehículo de memoria selectiva y un dispositivo de poder simbólico que ayudó a construir la imagen hegemónica de la ciudad moderna: ordenada, iluminada, conectada y monumental. El encuadre fotográfico tendía a subrayar la geometría de los nuevos trazados urbanos, la simetría de los bulevares y la grandiosidad de los nuevos espacios públicos. La ciudad se mostraba como una entidad ordenada, limpia y dinámica, donde los signos del atraso —barrios populares, fábricas contaminantes, infravivienda— quedaban sistemáticamente excluidos del encuadre (Capdevila 2011).
La postal también participó en la difusión de una nueva sensibilidad estética urbana. El uso del color (mediante fototipia o cromolitografía), las composiciones retocadas y la inclusión de elementos simbólicos (escudos, banderas, rótulos) conferían a estas imágenes un carácter tanto artístico como propagandístico (Ardévol 2009). En suma, las postales no solo documentaban la ciudad, sino que contribuían activamente a su producción simbólica como espacio moderno, civilizado y atractivo para el turismo y la inversión (García 2007).
2. Barcelona modernista y metropolitana en la postal ilustrada (1900–1936)
Barcelona fue una de las ciudades europeas más profusamente retratadas en tarjetas postales entre 1900 y 1936, reflejo de un ayuntamiento y una burguesía dispuestos a exhibir su proyecto modernizador (Huertas 1996; Ruiz 2002). Su acelerado crecimiento urbano convirtió a la ciudad en un “laboratorio visual” donde se ensayaron narrativas fotográficas del progreso (Gómez 2003).
Durante el primer tercio del siglo XX, la expansión urbana y la segunda industrialización transformaron radicalmente la ciudad de Barcelona, impulsadas por el crecimiento demográfico, el desarrollo de los servicios, el transporte público y la aparición de una nueva sociedad de consumo y ocio (Roca).En el terreno del transporte, se produjo la consolidación de una red tranviaria moderna, integrada desde 1911 por la Compañía de Tranvías de Barcelona, que conectaba los barrios centrales con los de nueva urbanización (Gómez). En 1924 se inauguró el primer tramo del Metro Transversal entre Lesseps y la Plaza de Cataluña, como símbolo del progreso técnico y de la aceleración de los flujos urbanos (Martínez). Paralelamente, el uso creciente del automóvil privado y del autobús urbano configuró nuevas jerarquías en la circulación, impulsando la pavimentación de calles y la regulación del tráfico. (Domènech).
La modernidad barcelonesa se expresó tanto en el orden material como en el simbólico. Las transformaciones en la imagen urbana y en los imaginarios colectivos fueron claves para entender cómo se articuló un nuevo sentido de pertenencia a la ciudad (Puig). La fotografía urbana, la postal y los medios de comunicación masivos ayudaron a difundir una representación moderna de Barcelona, que oscilaba entre el progreso técnico y el espectáculo visual (Martínez).
Nuevos escenarios:
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La Via Laietana: modernización y ruptura su apertura (1908–1913) se documentó con postales que mostraban tanto la demolición del entramado medieval como la construcción de edificios neogóticos y clasicistas (Domènech 2005). La imagen enfatiza la amplitud de la vía, el alineamiento regular de las fachadas y la presencia de tranvías eléctricos, todo ello como signos de modernidad y racionalidad urbanística.
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El Eixample y la ciudad ordenada de Cerdà alcanzó su madurez visual en postales donde las manzanas ordenadas y los iconos modernistas —Casa Batlló, Casa Amatller— aparecían en primer plano (Gómez 2003). Se representaba un espacio de prestigio burgués, ordenado y monumental, símbolo de refinamiento estético y poder económico.
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La electrificación del transporte urbano desde 1899 quedó reflejada en fototipias de la Plaça Catalunya, con rieles y postes de catenaria enmarcando la escena (Domènech 2005). La postal sitúa al espectador en el centro de la vida moderna, destacando la sinergia entre tecnología y espacio urbano.
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La Exposición Internacional de 1929 con su escenografía de progreso en el recinto de Montjuïc mostraron pabellones, avenidas y la Fuente Mágica como símbolos de una Barcelona cosmopolita (García 2007). Estas postales funcionaron como propaganda visual oficial, consolidando la imagen de ciudad europea avanzada.
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La transformación del litoral de puerto industrial a fachada urbana en del Port Vell y la Barceloneta ilustran la monumentalización del frente marítimo y la consolidación del Monumento a Colón (Serrat 2008). El uso de perspectivas dinámicas refuerza la idea de una ciudad abierta al mundo.
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La Plaça de Catalunya como nuevo centro urbano. Con su urbanización en los años 20, la Plaça de Catalunya fue representada en vistas aéreas y simétricas que integraban metro, hoteles y comercio (Martínez 2011). La ciudad se convirtió también en un espacio visualmente moderno: las postales ilustradas, la publicidad eléctrica en la Plaza Cataluña y los rótulos comerciales transformaron el paisaje urbano en un escaparate de la modernidad (Serrat)..
Los ensanches periféricos como el barrio de Sants, el Clot o el Poblenou experimentaron una densa urbanización residencial e industrial, atrayendo una población obrera que participaba de la nueva economía urbana (Ruiz).
La apertura del Paral·lel como eje de ocio, con teatros, cabarets y cafés-concierto, respondía a una transformación en los hábitos de consumo cultural vinculada al tiempo libre de las clases trabajadoras y medias (Vidal). La postal ofrece una visión de conjunto sólo posible mediante dispositivos fotográficos privilegiados, reforzando la espectacularización del espacio
El impulso de la Exposición Internacional de 1929 sirvió como plataforma de consagración simbólica de la nueva ciudad moderna y cosmopolita, articulando el eje de la montaña de Montjuïc con una arquitectura monumentalista, nuevas avenidas y equipamientos como el Palau Nacional o el Estadio Olímpico (García). Este evento consolidó una imagen de ciudad europea avanzada, capaz de integrar tradición y modernidad, arquitectura histórica y tecnología contemporánea.
El templo del Tibidabo y la Sagrada Familia surgieron con fuerza como nuevos escenarios visuales de la ciudad y su escenificación visual en las postales.
3. Conclusiones
Las tarjetas postales ilustradas de Barcelona (1900–1936) funcionaron como auténticas “monedas visuales” que legitimaron la modernización urbana. A través de la selección de encuadres, la aplicación de color y la propaganda oficial, contribuyeron activamente a construir la imagen hegemónica de la ciudad moderna: ordenada, iluminada, conectada y monumental (Capdevila 2011; Berger 2000).
Referencias
- Ardévol, Elisenda. 2009. “Fotografiar el progreso: imagen, técnica y modernidad en la Barcelona del siglo XX.” Revista de Antropología Social 18: 45–67.
- Benjamin, Walter. 2003. La obra de arte en la época de su reproductibilidad técnica. Trad. Roberto Turró. Madrid: Ítaca.
- Berger, John. 2000. Modos de ver. Barcelona: Gustavo Gili.
- Capdevila, Jaume. 2011. La Barcelona de les targetes postals: imatge i representació de la ciutat (1890–1936). Barcelona: Ajuntament de Barcelona.
- Domènech, Carlos. 2005. El tranvía eléctrico: transformación del espacio urbano en Barcelona. Barcelona: Editorial Actes.
- Gómez, Francisco. 2003. Barcelona en movimiento: el transporte público y la modernidad. Barcelona: Editorial Planeta.
- García, Roberto. 2007. La Exposición Internacional de 1929: Barcelona como modelo de modernidad. Barcelona: Ediciones del Llobregat.
- Huertas, Josep Maria. 1996. Història gràfica de la Barcelona del segle XX. Barcelona: Edicions 62.
- Ruiz, Laura. 2002. Los ensanches y la ciudad moderna de Barcelona. Barcelona: Editorial Àmbit.
- Serrat, Montserrat. 2008. La postal y la imagen urbana: Barcelona en la primera mitad del siglo XX. Barcelona: Ediciones Documenta.
- Martínez, Esteban. 2011. La era del Metro: inauguración y expansión del transporte subterráneo en Barcelona. Barcelona: Ediciones del Puerto.
- Vidal, Jordi. 2009. El Paral·lel: eje de ocio y espectáculo en Barcelona. Barcelona: Editorial L’Avenç.
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