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6/5/25

Editor Casa Thomas

La génesis de un proyecto técnico y cultural

A finales del siglo XIX, en una Barcelona en plena efervescencia industrial y cultural, marcada por la inminencia de la Exposición Universal de 1888 y la expansión del Eixample, emergió una figura que transformaría el campo de las artes gráficas y la reproducción de imágenes en España: Josep Thomas i Bigas (1852–1910). Hijo de un grabador y formado inicialmente en arquitectura, Thomas no solo heredó una sensibilidad técnica, sino que fue capaz de combinarla con un impulso creativo inusitado. En 1879, estableció un pequeño taller en la calle Aribau 9 que sería el embrión de la futura Casa Thomas, una empresa pionera que lograría unir como pocas el rigor tecnológico con el compromiso estético y cultural.

La innovación técnica como base fundacional marcó el camino desde sus inicios. Thomas patentó un proceso de fototipia directa que evitaba la intermediación del dibujo manual para reproducir imágenes fotográficas. Este avance, que consistía en fijar negativos de colodión húmedo directamente sobre planchas metálicas mediante procesos fotoquímicos, logró una calidad tonal y una nitidez superiores a las de los procedimientos convencionales. Mientras Francia y Alemania dominaban el sector de las artes gráficas en Europa, la Casa Thomas se posicionó en el circuito internacional gracias a una capacidad de resolución de hasta 80 líneas por centímetro, que le permitió recibir encargos de publicaciones ilustradas como La Il·lustració Catalana, Pèl & Ploma o Stadium, y de editoriales que requerían ilustraciones fotográficas de alta fidelidad.

La empresa se convirtió en un puente entre el arte y la técnica, una cualidad que la convirtió en motor de la modernización visual de la prensa y la literatura catalana y española. La progresiva integración de figuras clave como Francesc Matheu —editor, escritor y referente cultural— y el fotógrafo Joan Martí Centellas, permitió ampliar tanto el capital como los vínculos con la élite intelectual y económica de la ciudad. En 1885, la empresa pasó a denominarse ‘‘J. Thomas y Compañía’’, dando cuenta de un salto cualitativo en su estructura y ambiciones. Tres años después, la apertura del taller en la calle Lauria 144 —centrado en fotograbado y fotolitografía— consolidó su capacidad de reproducción masiva con estándares artísticos. Estos avances, pioneros en la Península Ibérica, fueron el resultado de una filosofía empresarial basada en la excelencia técnica y el diálogo constante con las necesidades de una burguesía que aspiraba a plasmar su imagen y su entorno con la máxima fidelidad estética.

La figura de Josep Thomas se consolida así como la de un empresario-innovador profundamente implicado en el catalanismo cultural, miembro del Cercle Artístic de Barcelona y colaborador de proyectos editoriales que apostaban por la identidad visual catalana. Su papel en la fundación de la Sociedad Heliográfica Española en 1876, junto a pioneros como Heribert Mariezcurrena, muestra su carácter visionario y su voluntad de articular redes de innovación técnica a escala nacional. Este legado no terminó con su muerte. En 1910, la empresa pasó a manos de sus hijos gemelos, Eudald y Josep Thomas Corrons. Este último se convertiría en figura clave del gremio gráfico, integrando instituciones como el Institut Català de les Arts del Llibre o la Cambra Oficial del Llibre, lo que reforzó el prestigio de la marca y aseguró su continuidad.

El edificio de la Casa Thomas, proyectado en 1895 por Lluís Domènech i Montaner, se convirtió en un símbolo tanto industrial como artístico del modernismo catalán. Situado en la calle Mallorca, en pleno Eixample, el inmueble fusionaba funcionalidad y ornamento, acogiendo tanto talleres como la vivienda familiar. La ampliación posterior, ejecutada por Francesc Guardia Vial, añadió tres plantas y reforzó su presencia arquitectónica en una ciudad que estaba en plena transformación urbana. El hecho de que la numeración de la calle pasara del 365 al actual 291-293 refleja las alteraciones del tejido urbano, y con ello, las mutaciones de la propia memoria de la ciudad. Antes de consolidarse en esta sede modernista, la empresa había ocupado ubicaciones en Aribau 9, Gran Vía 212 y Lauria 144, esta última especializada en fotograbado, lo que indica una estrategia empresarial escalonada y basada en la diversificación técnica.

A lo largo de su trayectoria, la Casa Thomas adoptó diversas formas jurídicas, reflejo de su expansión y de la adaptación a las transformaciones económicas. Desde el nombre inicial de Thomas hasta la sociedad anónima Hijos de J. Thomas S.A., la empresa supo navegar las aguas del capitalismo industrial, profesionalizando su estructura y ampliando sus horizontes. Esta evolución se manifiesta también en sus campañas publicitarias y editoriales, como las páginas promocionales en Stadium o Pèl & Ploma, donde destacaban su dominio de papeles de lujo y su capacidad para reproducir obras pictóricas con calidad museográfica.

Uno de los aportes más importantes de la Casa Thomas fue la incorporación sistemática de más de 200 fotógrafos, muchos de ellos hoy reconocidos, como Pablo Audouard —retratista de la alta sociedad barcelonesa—, Mariano Moreno —discípulo de Jean Laurent— y Adolf Mas —documentalista del patrimonio monumental español—. La empresa no solo encargaba imágenes, sino que adquiría negativos a autores locales e internacionales, como la casa Braun Clement & Cie. Posteriormente, estos negativos eran tramados e impresos en diversos soportes: postales, libros, revistas o catálogos. Este sistema, sin embargo, tendía a ocultar la autoría fotográfica, ya que los créditos aparecían de forma irregular o simplemente se omitían, una práctica común en las artes gráficas de la época pero que hoy dificulta la reconstrucción del corpus autoral.

La Guerra Civil Española marcó un punto de inflexión drástico. En julio de 1936, la imprenta fue colectivizada por la CNT y la UGT. Durante el periodo de autogestión obrera, se mantuvo la producción, centrada en propaganda republicana y ediciones científicas, lo cual evidencia la capacidad técnica y política de su plantilla. No obstante, en 1942, un incendio devastó buena parte de los talleres de fotograbado y destruyó miles de negativos de vidrio. Aunque se emprendió una lenta reconstrucción, la empresa nunca recuperó el nivel de producción de los años veinte.

En la posguerra, la tercera generación —Josep M. y Lluís Thomas Domènech— trató de mantener viva la empresa, pero los retos eran enormes: competencia tecnológica, fragmentación del mercado editorial y agotamiento del modelo gráfico tradicional. La muerte de Lluís en 1958, seguida de una gestión transicional encabezada por su viuda Mercedes Llobet, aceleró el proceso de decadencia. A finales de los años sesenta, la empresa cesó prácticamente toda actividad productiva, y en 1979, el edificio fue vendido a BD Ediciones de Diseño, que lo restauró parcialmente. Parte de la maquinaria fue subastada, y las instalaciones vacías sirvieron como decorado en la película La verdad sobre el caso Savolta (1979), una metáfora visual del final de una era industrial.

El patrimonio fotográfico acumulado durante casi un siglo fue dispersado, y con ello, se abrió una nueva etapa de reconstrucción historiográfica. Se estima que el fondo total superaba los 45.000 negativos, de los cuales el Institut d’Estudis Fotogràfics de Catalunya (IEFC) conserva unos 25.000, digitalizados en parte a través del portal fototipiathomas.es. El resto se dispersó por anticuarios como Solé Sugranyes, y muchos negativos plásticos terminaron en mercados de segunda mano como Els Encants, sufriendo una fragmentación irrecuperable. El 80 % del fondo sigue hoy sin acceso público, lo que plantea retos éticos y técnicos para la conservación y valorización del patrimonio fotomecánico español.

La Casa Thomas no fue solo una imprenta, sino un laboratorio de modernidad visual, una institución cultural y un hito de la arquitectura industrial catalana. Su legado nos habla de un momento en que la técnica y el arte, el negocio y la identidad colectiva, podían confluir en un proyecto editorial que aspiraba a transformar la mirada de una sociedad. En una época marcada por la aceleración digital, recuperar, catalogar y comprender este fondo significa no solo conservar el pasado, sino interrogarlo desde el presente.

Referencias clave:

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