Barcelona es una ciudad donde cada colina guarda secretos, pero ninguna como Montjuïc, ese gigante de 177 metros que vigila el mar mientras carga sobre sus laderas siglos de sangre, arte y reinvención. Esta montaña, cuyo nombre susurra entre hebreo y latín, ha sido testigo de ejecuciones reales, exposiciones universales, conciertos multitudinarios y el vuelo de flechas olímpicas. Su historia no es lineal: es un palimpsesto donde se superponen necrópolis judías, fortalezas borbónicas, parques de atracciones abandonados y estadios que hicieron vibrar al mundo.
La Montaña de los Nombres: Entre Judaísmo y Imperialismo
Romano
El nombre Montjuïc es un enigma tallado en
piedra. Los documentos medievales lo vinculan al cementerio judío establecido
en 1091 —Montjuïc o "Monte de los Judíos"—, donde 4,000
tumbas orientadas hacia Jerusalén se alineaban en 3 hectáreas. Pero Pomponio
Mela, el geógrafo romano del siglo I d.C., ya mencionaba el Mons Iovis (Monte
de Júpiter) en su descripción de la costa barcelonesa. Esta dualidad no es
casual: en 2021, el hallazgo de una lápida del rabino David —de 1.46 metros con
inscripciones hebreas— junto a restos de un templo romano dedicado a Júpiter en
la falda nororiental, confirmó que la montaña fue un espacio sagrado para dos
culturas. "Es como si la tierra se resistiera a elegir un solo
relato", explica la arqueóloga Dominique Tomasov, cuya investigación
reveló que la necrópolis judía se extendía 30% más de lo estimado, invadiendo
lo que hoy es el Parque de Atracciones.
Los íberos, sin embargo, llegaron primero. En el siglo III
a.C., el poblado de Barkeno —cuyas monedas llevaban grabado el
nombre— dominaba el comercio entre el Llobregat y el Mediterráneo. Sus silos,
de 5 metros de profundidad, almacenaban grano para intercambiar con griegos y
fenicios. En 1946, un carro de madera y hierro del siglo IV a.C. emergió cerca
del Pont de l’Esparver, evidenciando una red comercial que anticipaba la
Barcino romana. "Montjuïc no es el patio trasero de Barcelona: es su cuna
olvidada", sentencia Carme Miró, del Museo de Historia de la Ciudad.
El Castillo: De Vigía a Símbolo de Terror
La fortaleza que corona Montjuïc nació de miedo y traición.
En 1640, durante la Revuelta de los Segadores, los catalanes construyeron una
atalaya para defenderse de Felipe IV. Pero en 1751, el ingeniero borbónico Juan
Martín Cermeño la transformó en un castillo abaluartado de estilo Vauban, con
muros de 8 metros de espesor y 120 cañones apuntando hacia la ciudad. "No
era para proteger Barcelona, sino para controlarla", afirma el historiador
Ricard Fernández.
Sus muros han visto atrocidades que aún resuenan:
- 1842:
El general Espartero bombardea la ciudad desde aquí, dejando 1014
edificios destruidos.
- 1896-1897:
Los Procesos de Montjuïc convierten las mazmorras en un
infierno. 87 anarquistas son torturados con la "bañera"
—ahogamientos simulados— y el "suplicio de la corona" —un aro de
hierro ajustado hasta partir cráneos—. Cinco son ejecutados, incluido
Josep Molas, cuyo último grito fue "¡Viva la anarquía!".
- 1940:
Lluís Companys, presidente de la Generalitat, es fusilado en el foso de
Santa Elena. Sus últimas palabras: "¡Per Catalunya!".
Hoy, el castillo es un centro de interpretación donde los
visitantes pueden tocar los graffiti dejados por presos del franquismo:
nombres, fechas y esvásticas rasgadas con navajas. "Es un lugar incómodo,
pero su memoria nos obliga a no repetir errores", dice Marta Sancho,
directora del MUHBA.
El Parque de Atracciones: Euforia y Olvido en la Ladera
Sur
En 1966, cuando España aún olía a dictadura, Montjuïc se
vistió de colores. El Parque de Atracciones, con su montaña rusa Boomerang traída
de Coney Island y su Tren Fantasma que recorría túneles con
esqueletos mecánicos, llegó a recibir 800,000 visitantes al año. "Era la
fuga perfecta: desde la cima se veía el mar y no se escuchaban los
problemas", recuerda María García, quien trabajó allí de 1978 a 1990.
Pero la magia se agrietó. En 1983, un accidente en la Gondola —teleférico con cabinas de colores— dejó 15 heridos. Para 1998, con deudas millonarias y la competencia de PortAventura, el parque cerró. Hoy, los Jardines de Joan Brossa guardan vestigios surreales: raíles oxidados del tren, soportes de norias convertidos en enredaderas, y la escultura de Charlie Rivel, el payaso que jamás dejó de sonreír.
El Cementerio de Montjuïc: Génesis y Transformación de un Espacio Funerario Urbano
El Cementerio de Montjuïc, inaugurado en 1883 bajo el mandato del alcalde Francesc Rius i Taulet, representa un microcosmos de la evolución urbana, social y cultural de Barcelona. Este espacio funerario, diseñado por el arquitecto Leandre Albareda, sintetiza tensiones entre modernidad higienista, expresión artística burguesa y memoria colectiva, configurándose como un laboratorio arquitectónico donde coexisten capas históricas desde la necrópolis judía medieval hasta las innovaciones ecológicas del siglo XXI.
La creación del cementerio respondió al crecimiento demográfico explosivo de Barcelona, que pasó de 100,000 habitantes en 1800 a casi 500,000 en 1883. Los cementerios parroquiales y el de Poblenou (1775) resultaron insuficientes ante las nuevas normativas higienistas que exigían trasladar los espacios funerarios fuera del núcleo urbano. La expropiación de 560,000 m² en la ladera sur de Montjuïc permitió materializar un proyecto que combinaba funcionalidad y simbolismo, reflejando el espíritu modernizador de la Barcelona post-Exposición Universal de 1888.
El primer enterrado, José Fonrodona Riva —un indiano cubano—, marcó el inicio de un recinto que pronto albergaría 155,227 sepulturas distribuidas en 14 sectores. La elección de Montjuïc no fue casual: su posición elevada frente al mar permitió crear un "jardín inglés" donde la vegetación, liderada por cipreses, se integraba con la arquitectura funeraria.
Arquitectura y Diseño
Urbano
Albareda, influenciado por necrópolis europeas como el Père-Lachaise de París, diseñó un espacio eclecticista que fusionaba neoclasicismo, historicismo y proto-modernismo. La topografía accidentada se resolvió mediante escalinatas monumentales y caminos sinuosos que generaban perspectivas cambiantes, mientras un eje de simetría norte-sur organizaba los sectores nominados con santos (Santa Eulalia, San Pedro).
Este diseño respondía a la dualidad funcional del cementerio: resolver la crisis sanitaria y servir como escenario de ostentación burguesa. Los panteones de familias como los Batlló (1902), con su mezcla de neogótico y modernismo, o el Panteón Albareda (1889), de inspiración neoegipcia, evidencian cómo la muerte se convirtió en extensión del estatus social.
Patrimonio Funerario y Expresión Cultural
El cementerio alberga un museo al aire libre con más de 1,500 obras de arte funerario, incluyendo esculturas de Eusebi Arnau y Josep Llimona. Destaca el Fosar de la Pedrera, espacio memorial donde reposan restos de Lluís Companys, presidente de Cataluña ejecutado en 1940, junto a víctimas de la represión franquista.
La sección no católica, innovación para la época, reflejó la diversidad religiosa de una Barcelona en plena Revolución Industrial. Este aspecto progresista contrasta con su papel en los Procesos de Montjuïc (1896-1897), cuando 87 anarquistas detenidos en el castillo vecino fueron vinculados simbólicamente al recinto a través de fosas comunes.
Transformaciones
Contemporáneas
- En el siglo XXI, el cementerio ha implementado adaptaciones ante el cambio en las prácticas funerarias:
- En 2023 se habilitaron 3,650 m² para inhumación de cenizas con áreas ajardinadas que priorizan la sostenibilidad.
- El crematorio, ampliado con un quinto horno en 2021, procesa el 80% de los restos en Barcelona.
- Digitalización de archivos históricos que permiten rastrear 140 años de datos demográficos y artísticos.
- Estas innovaciones coexisten con su declaración como Bien Cultural de Interés Local (2002), que protege 567,934 m² de patrimonio arquitectónico.
Arqueología y Memoria
Colectiva
Excavaciones recientes han revelado vínculos con la necrópolis judía medieval (1091-1391), cuya superficie se extendía un 30% más de lo estimado, abarcando parte del actual Parque de Atracciones. El hallazgo en 2021 de una lápida del rabino David —de 1.46 m con inscripciones hebreas— confirma el saqueo sistemático tras el pogromo de 1391, cuando lápidas se reutilizaron en murallas e iglesias.
Estos descubrimientos exigen políticas de gestión que
equilibren conservación material e interpretación crítica, especialmente ante
proyectos como la futura Ruta Arqueológica Transversal, que integrará hallazgos
desde época romana hasta contemporánea.
En 2023, el cementerio inauguró un espacio para cenizas con
jardines verticales y pantallas táctiles que muestran hologramas de los
difuntos. "Es la muerte 4.0", bromea el gerente de Cementiris de
Barcelona. Pero en el Fossar de la Pedrera, donde yace Companys,
aún se celebran clandestinamente misas por los represaliados.
1929-1992: Dos Exposiciones que Redibujaron la Ciudad
La Exposición Internacional de 1929 fue un ballet de luces y
agua. Carles Buïgas diseñó la Fuente Mágica con 4,900 lámparas que danzaban al
compás de Ravel, mientras Mies van der Rohe levantaba el Pabellón Alemán, un
icono del modernismo con muros de ónix y mármol travertino. "Era la
Barcelona que quería ser europea", explica el arquitecto Oriol Bohigas.
63 años después, los Juegos Olímpicos borraron las
cicatrices. El Estadio Olímpico, remodelado por Vittorio Gregotti, conservó la
fachada de 1929 pero añadió una cubierta de vidrio que pesa como 300 elefantes.
El Palau Sant Jordi, obra de Arata Isozaki, se convirtió en santuario de
estrellas: desde Michael Jackson, que durmió en una carpa en el backstage,
hasta Rosalía, cuyo concierto en 2019 vibró hasta los cimientos.
Arqueología del Futuro: Barcos bajo el Asfalto
En 2025, unas obras en la Avenida Miramar destaparon
el Ciutadella I, un barco mercante del siglo XV de 10 metros de
eslora. "Su quilla de roble tenía clavos de bronce, técnica atlántica
usada en la Hansa", explica el arqueólogo Marc Guàrdia. El hallazgo reveló
que la costa medieval estaba 500 metros tierra adentro, y que Barcelona
exportaba vino a Inglaterra antes de Colón.
Junto al barco, aparecieron 30 balas de cañón de la Guerra
de Sucesión y un ticket del parque de atracciones de 1972. "Montjuïc es
una máquina del tiempo desordenada", ríe Guàrdia mientras muestra un vídeo
del barco siendo rociado con polímeros para evitar su desintegración.
Conclusión: La Montaña que Nunca Descansa
Montjuïc es un organismo vivo. De día, turistas suben al
castillo en el Telefèric, inaugurado en 1931 y renovado en 2007 con cabinas de
cristal. De noche, jóvenes beben en el Teatre Grec, construido en 1929 sobre
una cantera romana. Entre tanto, arqueólogos excavan capas de historia que se
resisten a ser sepultadas.
"¿Qué es Montjuïc?", pregunta el poeta Carlos
Barral en sus memorias. "Un espejo roto donde cada fragmento refleja una
Barcelona distinta". Hoy, mientras el Anillo Olímpico prepara su
candidatura para los Juegos de Invierno 2030, la montaña sigue escribiendo su
biografía entre ruinas y sueños. Como dijo el arquitecto Josep Llinàs:
"Aquí, el pasado no pasa: se recicla".
Fuentes Consultadas
- Ajuntament
de Barcelona. (2024). El cementerio de Montjuïc.
- Benatar
Zamora, E. (2015). Un parque para Barcelona: La evolución
histórico-formal del Parque de la Ciudadela.
- Tomasov,
D. (2021). Informe Arqueológico Montjuïc.
- Sancho,
M. (2023). Memorias del Subsuelo: Arqueología Urbana en Barcelona.
- Hughes,
R. (1992). Barcelona. Anagrama.
- El
País. (2009). Montjuïc, cuna de Barcelona.
- La
Vanguardia. (2021). Hallada una lápida de la necrópolis judía de
Montjuïc.
- Betevé.
(2024). Història dels telefèrics a la muntanya de Montjuïc.
- 20Minutos.
(2024). Así fueron los Juegos Olímpicos de Barcelona 1992.
- Wikipedia.
(2008). Procesos de Montjuic.
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