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23/5/25

La montaña de Montjuïc

Barcelona es una ciudad donde cada colina guarda secretos, pero ninguna como Montjuïc, ese gigante de 177 metros que vigila el mar mientras carga sobre sus laderas siglos de sangre, arte y reinvención. Esta montaña, cuyo nombre susurra entre hebreo y latín, ha sido testigo de ejecuciones reales, exposiciones universales, conciertos multitudinarios y el vuelo de flechas olímpicas. Su historia no es lineal: es un palimpsesto donde se superponen necrópolis judías, fortalezas borbónicas, parques de atracciones abandonados y estadios que hicieron vibrar al mundo.

La Montaña de los Nombres: Entre Judaísmo y Imperialismo Romano

El nombre Montjuïc es un enigma tallado en piedra. Los documentos medievales lo vinculan al cementerio judío establecido en 1091 —Montjuïc o "Monte de los Judíos"—, donde 4,000 tumbas orientadas hacia Jerusalén se alineaban en 3 hectáreas. Pero Pomponio Mela, el geógrafo romano del siglo I d.C., ya mencionaba el Mons Iovis (Monte de Júpiter) en su descripción de la costa barcelonesa. Esta dualidad no es casual: en 2021, el hallazgo de una lápida del rabino David —de 1.46 metros con inscripciones hebreas— junto a restos de un templo romano dedicado a Júpiter en la falda nororiental, confirmó que la montaña fue un espacio sagrado para dos culturas. "Es como si la tierra se resistiera a elegir un solo relato", explica la arqueóloga Dominique Tomasov, cuya investigación reveló que la necrópolis judía se extendía 30% más de lo estimado, invadiendo lo que hoy es el Parque de Atracciones.

Los íberos, sin embargo, llegaron primero. En el siglo III a.C., el poblado de Barkeno —cuyas monedas llevaban grabado el nombre— dominaba el comercio entre el Llobregat y el Mediterráneo. Sus silos, de 5 metros de profundidad, almacenaban grano para intercambiar con griegos y fenicios. En 1946, un carro de madera y hierro del siglo IV a.C. emergió cerca del Pont de l’Esparver, evidenciando una red comercial que anticipaba la Barcino romana. "Montjuïc no es el patio trasero de Barcelona: es su cuna olvidada", sentencia Carme Miró, del Museo de Historia de la Ciudad.

El Castillo: De Vigía a Símbolo de Terror

La fortaleza que corona Montjuïc nació de miedo y traición. En 1640, durante la Revuelta de los Segadores, los catalanes construyeron una atalaya para defenderse de Felipe IV. Pero en 1751, el ingeniero borbónico Juan Martín Cermeño la transformó en un castillo abaluartado de estilo Vauban, con muros de 8 metros de espesor y 120 cañones apuntando hacia la ciudad. "No era para proteger Barcelona, sino para controlarla", afirma el historiador Ricard Fernández.

Sus muros han visto atrocidades que aún resuenan:

  • 1842: El general Espartero bombardea la ciudad desde aquí, dejando 1014 edificios destruidos.
  • 1896-1897: Los Procesos de Montjuïc convierten las mazmorras en un infierno. 87 anarquistas son torturados con la "bañera" —ahogamientos simulados— y el "suplicio de la corona" —un aro de hierro ajustado hasta partir cráneos—. Cinco son ejecutados, incluido Josep Molas, cuyo último grito fue "¡Viva la anarquía!".
  • 1940: Lluís Companys, presidente de la Generalitat, es fusilado en el foso de Santa Elena. Sus últimas palabras: "¡Per Catalunya!".

Hoy, el castillo es un centro de interpretación donde los visitantes pueden tocar los graffiti dejados por presos del franquismo: nombres, fechas y esvásticas rasgadas con navajas. "Es un lugar incómodo, pero su memoria nos obliga a no repetir errores", dice Marta Sancho, directora del MUHBA.

El Parque de Atracciones: Euforia y Olvido en la Ladera Sur

En 1966, cuando España aún olía a dictadura, Montjuïc se vistió de colores. El Parque de Atracciones, con su montaña rusa Boomerang traída de Coney Island y su Tren Fantasma que recorría túneles con esqueletos mecánicos, llegó a recibir 800,000 visitantes al año. "Era la fuga perfecta: desde la cima se veía el mar y no se escuchaban los problemas", recuerda María García, quien trabajó allí de 1978 a 1990.

Pero la magia se agrietó. En 1983, un accidente en la Gondola —teleférico con cabinas de colores— dejó 15 heridos. Para 1998, con deudas millonarias y la competencia de PortAventura, el parque cerró. Hoy, los Jardines de Joan Brossa guardan vestigios surreales: raíles oxidados del tren, soportes de norias convertidos en enredaderas, y la escultura de Charlie Rivel, el payaso que jamás dejó de sonreír.

El Cementerio de Montjuïc: Génesis y Transformación de un Espacio Funerario Urbano

El Cementerio de Montjuïc, inaugurado en 1883 bajo el mandato del alcalde Francesc Rius i Taulet, representa un microcosmos de la evolución urbana, social y cultural de Barcelona. Este espacio funerario, diseñado por el arquitecto Leandre Albareda, sintetiza tensiones entre modernidad higienista, expresión artística burguesa y memoria colectiva, configurándose como un laboratorio arquitectónico donde coexisten capas históricas desde la necrópolis judía medieval hasta las innovaciones ecológicas del siglo XXI.

La creación del cementerio respondió al crecimiento demográfico explosivo de Barcelona, que pasó de 100,000 habitantes en 1800 a casi 500,000 en 1883. Los cementerios parroquiales y el de Poblenou (1775) resultaron insuficientes ante las nuevas normativas higienistas que exigían trasladar los espacios funerarios fuera del núcleo urbano. La expropiación de 560,000 m² en la ladera sur de Montjuïc permitió materializar un proyecto que combinaba funcionalidad y simbolismo, reflejando el espíritu modernizador de la Barcelona post-Exposición Universal de 1888.

El primer enterrado, José Fonrodona Riva —un indiano cubano—, marcó el inicio de un recinto que pronto albergaría 155,227 sepulturas distribuidas en 14 sectores. La elección de Montjuïc no fue casual: su posición elevada frente al mar permitió crear un "jardín inglés" donde la vegetación, liderada por cipreses, se integraba con la arquitectura funeraria.

Arquitectura y Diseño Urbano

Albareda, influenciado por necrópolis europeas como el Père-Lachaise de París, diseñó un espacio eclecticista que fusionaba neoclasicismo, historicismo y proto-modernismo. La topografía accidentada se resolvió mediante escalinatas monumentales y caminos sinuosos que generaban perspectivas cambiantes, mientras un eje de simetría norte-sur organizaba los sectores nominados con santos (Santa Eulalia, San Pedro).

Este diseño respondía a la dualidad funcional del cementerio: resolver la crisis sanitaria y servir como escenario de ostentación burguesa. Los panteones de familias como los Batlló (1902), con su mezcla de neogótico y modernismo, o el Panteón Albareda (1889), de inspiración neoegipcia, evidencian cómo la muerte se convirtió en extensión del estatus social.

Patrimonio Funerario y Expresión Cultural

El cementerio alberga un museo al aire libre con más de 1,500 obras de arte funerario, incluyendo esculturas de Eusebi Arnau y Josep Llimona. Destaca el Fosar de la Pedrera, espacio memorial donde reposan restos de Lluís Companys, presidente de Cataluña ejecutado en 1940, junto a víctimas de la represión franquista.

La sección no católica, innovación para la época, reflejó la diversidad religiosa de una Barcelona en plena Revolución Industrial. Este aspecto progresista contrasta con su papel en los Procesos de Montjuïc (1896-1897), cuando 87 anarquistas detenidos en el castillo vecino fueron vinculados simbólicamente al recinto a través de fosas comunes.

Transformaciones Contemporáneas

  • En el siglo XXI, el cementerio ha implementado adaptaciones ante el cambio en las prácticas funerarias:
  • En 2023 se habilitaron 3,650 m² para inhumación de cenizas con áreas ajardinadas que priorizan la sostenibilidad.
  • El crematorio, ampliado con un quinto horno en 2021, procesa el 80% de los restos en Barcelona.
  • Digitalización de archivos históricos que permiten rastrear 140 años de datos demográficos y artísticos.
  • Estas innovaciones coexisten con su declaración como Bien Cultural de Interés Local (2002), que protege 567,934 m² de patrimonio arquitectónico.

Arqueología y Memoria Colectiva

Excavaciones recientes han revelado vínculos con la necrópolis judía medieval (1091-1391), cuya superficie se extendía un 30% más de lo estimado, abarcando parte del actual Parque de Atracciones. El hallazgo en 2021 de una lápida del rabino David —de 1.46 m con inscripciones hebreas— confirma el saqueo sistemático tras el pogromo de 1391, cuando lápidas se reutilizaron en murallas e iglesias.

Estos descubrimientos exigen políticas de gestión que equilibren conservación material e interpretación crítica, especialmente ante proyectos como la futura Ruta Arqueológica Transversal, que integrará hallazgos desde época romana hasta contemporánea.

En 2023, el cementerio inauguró un espacio para cenizas con jardines verticales y pantallas táctiles que muestran hologramas de los difuntos. "Es la muerte 4.0", bromea el gerente de Cementiris de Barcelona. Pero en el Fossar de la Pedrera, donde yace Companys, aún se celebran clandestinamente misas por los represaliados.

1929-1992: Dos Exposiciones que Redibujaron la Ciudad

La Exposición Internacional de 1929 fue un ballet de luces y agua. Carles Buïgas diseñó la Fuente Mágica con 4,900 lámparas que danzaban al compás de Ravel, mientras Mies van der Rohe levantaba el Pabellón Alemán, un icono del modernismo con muros de ónix y mármol travertino. "Era la Barcelona que quería ser europea", explica el arquitecto Oriol Bohigas.

63 años después, los Juegos Olímpicos borraron las cicatrices. El Estadio Olímpico, remodelado por Vittorio Gregotti, conservó la fachada de 1929 pero añadió una cubierta de vidrio que pesa como 300 elefantes. El Palau Sant Jordi, obra de Arata Isozaki, se convirtió en santuario de estrellas: desde Michael Jackson, que durmió en una carpa en el backstage, hasta Rosalía, cuyo concierto en 2019 vibró hasta los cimientos.

Arqueología del Futuro: Barcos bajo el Asfalto

En 2025, unas obras en la Avenida Miramar destaparon el Ciutadella I, un barco mercante del siglo XV de 10 metros de eslora. "Su quilla de roble tenía clavos de bronce, técnica atlántica usada en la Hansa", explica el arqueólogo Marc Guàrdia. El hallazgo reveló que la costa medieval estaba 500 metros tierra adentro, y que Barcelona exportaba vino a Inglaterra antes de Colón.

Junto al barco, aparecieron 30 balas de cañón de la Guerra de Sucesión y un ticket del parque de atracciones de 1972. "Montjuïc es una máquina del tiempo desordenada", ríe Guàrdia mientras muestra un vídeo del barco siendo rociado con polímeros para evitar su desintegración.

Conclusión: La Montaña que Nunca Descansa

Montjuïc es un organismo vivo. De día, turistas suben al castillo en el Telefèric, inaugurado en 1931 y renovado en 2007 con cabinas de cristal. De noche, jóvenes beben en el Teatre Grec, construido en 1929 sobre una cantera romana. Entre tanto, arqueólogos excavan capas de historia que se resisten a ser sepultadas.

"¿Qué es Montjuïc?", pregunta el poeta Carlos Barral en sus memorias. "Un espejo roto donde cada fragmento refleja una Barcelona distinta". Hoy, mientras el Anillo Olímpico prepara su candidatura para los Juegos de Invierno 2030, la montaña sigue escribiendo su biografía entre ruinas y sueños. Como dijo el arquitecto Josep Llinàs: "Aquí, el pasado no pasa: se recicla".

Fuentes Consultadas 

  1. Ajuntament de Barcelona. (2024). El cementerio de Montjuïc.
  2. Benatar Zamora, E. (2015). Un parque para Barcelona: La evolución histórico-formal del Parque de la Ciudadela.
  3. Tomasov, D. (2021). Informe Arqueológico Montjuïc.
  4. Sancho, M. (2023). Memorias del Subsuelo: Arqueología Urbana en Barcelona.
  5. Hughes, R. (1992). Barcelona. Anagrama.
  6. El País. (2009). Montjuïc, cuna de Barcelona.
  7. La Vanguardia. (2021). Hallada una lápida de la necrópolis judía de Montjuïc.
  8. Betevé. (2024). Història dels telefèrics a la muntanya de Montjuïc.
  9. 20Minutos. (2024). Así fueron los Juegos Olímpicos de Barcelona 1992.
  10. Wikipedia. (2008). Procesos de Montjuic.

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