La tarjeta postal ilustrada es mucho más que un simple soporte para mensajes breves. Como sostiene Albert Thinlot, uno de los más reconocidos cartófilos franceses, se trata de “un impreso sobre un soporte semirrígido destinado a un uso postal, para una correspondencia breve y cuyo contenido queda al descubierto” (Thinlot). Bernardo Riego amplía la perspectiva al definirla como un “rectángulo de papel grueso, cartulina o cartón, con o sin ilustración, con lugar para texto o no, emitida por particulares o por correos, para ser despachada a través del servicio postal” (Riego). Más allá de su función práctica, la postal ilustrada se convirtió en el gran archivo visual del siglo XX, permitiendo a millones de personas acceder a imágenes de sus propias ciudades y pueblos, una posibilidad hasta entonces reservada a la burguesía a través de la pintura, el grabado o la fotografía. No es casualidad que instituciones como el Metropolitan Museum of Art de Nueva York o el Museo del Prado hayan incorporado a sus fondos colecciones de centenares de miles de postales, reconociendo su valor como fuente documental y artística.
Los orígenes internacionales y la estandarización
El nacimiento de la tarjeta postal como medio de comunicación se remonta a menos de 150 años atrás. En la conferencia postal internacional de Carlsruhe de 1865, Heinrich von Stephan propuso la creación de la tarjeta postal, aunque la idea no fue aceptada entonces (Carreras Candi, 1903). Fue en 1869 cuando Emmanuel Hermann, profesor de Economía en Austria, publicó un artículo defendiendo la tarjeta postal oficial sin sobre, por su economía y rapidez (Hermann, 1869). Así, el 1 de octubre de 1869, Austria emitió la primera postal oficial, destinada a mensajes cortos y sin privacidad, con el franqueo y la dirección en el anverso y el mensaje en el reverso. El éxito fue inmediato y otros países europeos y americanos adoptaron rápidamente el sistema: Hungría, Alemania, Luxemburgo, Suiza, Bélgica, Países Bajos, Rusia, Estados Unidos, Francia, Japón, Italia y Gran Bretaña (Guereña, 2005). En 1874 se celebró el primer Congreso Postal Universal, y en 1878 se fundó la Unión Postal Universal (UPU), que fijó el tamaño estándar de 14 x 9 cm y una tasa única para el envío internacional (López, 2013).
El nacimiento de la tarjeta postal como medio de comunicación se remonta a menos de 150 años atrás. En la conferencia postal internacional de Carlsruhe de 1865, Heinrich von Stephan propuso la creación de la tarjeta postal, aunque la idea no fue aceptada entonces (Carreras Candi, 1903). Fue en 1869 cuando Emmanuel Hermann, profesor de Economía en Austria, publicó un artículo defendiendo la tarjeta postal oficial sin sobre, por su economía y rapidez (Hermann, 1869). Así, el 1 de octubre de 1869, Austria emitió la primera postal oficial, destinada a mensajes cortos y sin privacidad, con el franqueo y la dirección en el anverso y el mensaje en el reverso. El éxito fue inmediato y otros países europeos y americanos adoptaron rápidamente el sistema: Hungría, Alemania, Luxemburgo, Suiza, Bélgica, Países Bajos, Rusia, Estados Unidos, Francia, Japón, Italia y Gran Bretaña (Guereña, 2005). En 1874 se celebró el primer Congreso Postal Universal, y en 1878 se fundó la Unión Postal Universal (UPU), que fijó el tamaño estándar de 14 x 9 cm y una tasa única para el envío internacional (López, 2013).
El desembarco de la imagen: ilustración y fotografía
Las primeras postales eran sobrias y sin imágenes, pero pronto comenzaron a adornarse con ilustraciones, especialmente durante la guerra franco-prusiana de 1870. Libreros y artistas como León Besnardeau y F. Borich fueron pioneros en estampar símbolos y dibujos en los enteros postales (Palá, 2014). Durante la década de 1880, los impresores privados, especialmente alemanes, franceses y estadounidenses, lograron que sus gobiernos liberalizaran la edición de postales, lo que permitió la aparición de tarjetas ilustradas con vistas de ciudades y paisajes, impresas en litografía, como las populares “Grüss aus” (Riego, 1997). El gran empuje llegó con las exposiciones internacionales, como la Exposición Universal de París de 1889, donde se popularizaron las postales con la imagen de la torre Eiffel, y con la generalización del uso de la fotografía en las postales a partir de 1896 (Musée de la Carte Postale; Restrepo, Mariluz).
La llegada de la imagen a la tarjeta postal fue un acontecimiento revolucionario. La gran aportación de la postal fue acercar las imágenes a millones de personas y convertirse en un producto masivo de consumo (Troncoso, 2017). Muchos fotógrafos captaban imágenes para comercializarlas desde sus emplazamientos de origen o las ofrecían a los grandes editores, primero internacionales y luego nacionales. Hacia comienzos del siglo XX, la edición de tarjetas postales comenzó a multiplicarse a un ritmo cada vez mayor, y diferentes firmas en todo el mundo acudieron a ellas como medio publicitario, mientras el incipiente turismo supo aprovechar su circulación. Las postales no solo se escribían a familiares y amigos: los turistas solían enviarse postales a sí mismos, con el sello postal autenticando el viaje y sumando valor para los coleccionistas (Troncoso, 2017).
Las primeras postales eran sobrias y sin imágenes, pero pronto comenzaron a adornarse con ilustraciones, especialmente durante la guerra franco-prusiana de 1870. Libreros y artistas como León Besnardeau y F. Borich fueron pioneros en estampar símbolos y dibujos en los enteros postales (Palá, 2014). Durante la década de 1880, los impresores privados, especialmente alemanes, franceses y estadounidenses, lograron que sus gobiernos liberalizaran la edición de postales, lo que permitió la aparición de tarjetas ilustradas con vistas de ciudades y paisajes, impresas en litografía, como las populares “Grüss aus” (Riego, 1997). El gran empuje llegó con las exposiciones internacionales, como la Exposición Universal de París de 1889, donde se popularizaron las postales con la imagen de la torre Eiffel, y con la generalización del uso de la fotografía en las postales a partir de 1896 (Musée de la Carte Postale; Restrepo, Mariluz).
La llegada de la imagen a la tarjeta postal fue un acontecimiento revolucionario. La gran aportación de la postal fue acercar las imágenes a millones de personas y convertirse en un producto masivo de consumo (Troncoso, 2017). Muchos fotógrafos captaban imágenes para comercializarlas desde sus emplazamientos de origen o las ofrecían a los grandes editores, primero internacionales y luego nacionales. Hacia comienzos del siglo XX, la edición de tarjetas postales comenzó a multiplicarse a un ritmo cada vez mayor, y diferentes firmas en todo el mundo acudieron a ellas como medio publicitario, mientras el incipiente turismo supo aprovechar su circulación. Las postales no solo se escribían a familiares y amigos: los turistas solían enviarse postales a sí mismos, con el sello postal autenticando el viaje y sumando valor para los coleccionistas (Troncoso, 2017).
El triunfo de la postal privada y los avances técnicos
La tarjeta postal privada triunfa sobre la oficial gracias a los avances técnicos en impresión y fotografía. A finales del siglo XIX, la fototipia permitió reproducir fotografías sobre cartulina con gran nitidez y calidad, posibilitando tiradas de hasta medio millar de copias a precios económicos (Sánchez Vigil, 2002; Garófano, 2000). La industria centroeuropea, focalizada en Alemania, Austria y Suiza, controló casi en su totalidad el mercado, vendiendo ejemplares con gran éxito por todo el continente. La postal vivió así su edad de oro al calor del nuevo siglo (Lara, Emilio y Martínez, M. José, 2009).
La tarjeta postal privada triunfa sobre la oficial gracias a los avances técnicos en impresión y fotografía. A finales del siglo XIX, la fototipia permitió reproducir fotografías sobre cartulina con gran nitidez y calidad, posibilitando tiradas de hasta medio millar de copias a precios económicos (Sánchez Vigil, 2002; Garófano, 2000). La industria centroeuropea, focalizada en Alemania, Austria y Suiza, controló casi en su totalidad el mercado, vendiendo ejemplares con gran éxito por todo el continente. La postal vivió así su edad de oro al calor del nuevo siglo (Lara, Emilio y Martínez, M. José, 2009).
El desarrollo de la postal ilustrada en España
En España, la fabricación y circulación de tarjetas postales fue autorizada en 1871, aunque la primera tarjeta oficial no se imprimió hasta 1873 durante la Primera República (Guereña, 2005). Estas primeras postales llevaban la inscripción “República Española”, el sello y el espacio para la dirección, con el mensaje en el reverso (Valentí, 2014). Entre 1871 y 1873, particulares también editaron tarjetas postales, pero su uso fue prohibido por el gobierno a finales de 1873 (Palá, 2014). La Fábrica Nacional de Moneda y Timbre llegó a confeccionar más de tres millones de unidades en los dos primeros años, lo que revela el enorme éxito de la fórmula (Gámez Romero, 2010).
Hasta 1887 estuvo prohibida la emisión de tarjetas postales privadas. Ese año, la Dirección General de Correos autorizó la circulación de tarjetas ilustradas siempre que respetaran el tamaño y la calidad de la cartulina, como en el resto de Europa. Así comenzaron a editarse las primeras postales privadas comerciales, impresas por particulares con imágenes litografiadas y, poco después, ilustraciones y grabados (Palá, 2014). Se han contabilizado más de ciento cuarenta editores e impresores locales dedicados a comercializar tarjetas postales ilustradas sobre temas españoles antes de 1900 (Carrasco, 1992).
En España, la fabricación y circulación de tarjetas postales fue autorizada en 1871, aunque la primera tarjeta oficial no se imprimió hasta 1873 durante la Primera República (Guereña, 2005). Estas primeras postales llevaban la inscripción “República Española”, el sello y el espacio para la dirección, con el mensaje en el reverso (Valentí, 2014). Entre 1871 y 1873, particulares también editaron tarjetas postales, pero su uso fue prohibido por el gobierno a finales de 1873 (Palá, 2014). La Fábrica Nacional de Moneda y Timbre llegó a confeccionar más de tres millones de unidades en los dos primeros años, lo que revela el enorme éxito de la fórmula (Gámez Romero, 2010).
Hasta 1887 estuvo prohibida la emisión de tarjetas postales privadas. Ese año, la Dirección General de Correos autorizó la circulación de tarjetas ilustradas siempre que respetaran el tamaño y la calidad de la cartulina, como en el resto de Europa. Así comenzaron a editarse las primeras postales privadas comerciales, impresas por particulares con imágenes litografiadas y, poco después, ilustraciones y grabados (Palá, 2014). Se han contabilizado más de ciento cuarenta editores e impresores locales dedicados a comercializar tarjetas postales ilustradas sobre temas españoles antes de 1900 (Carrasco, 1992).
El auge editorial y los grandes impresores
En 1890, Oscar Hauser Muller y Adolfo Menet Kusteiner fundaron la "Sociedad Regular Colectiva Hauser y Menet" en Madrid, iniciándose con la realización de un catálogo de paisajes españoles denominado "Vistas y Monumentos de España" realizado por fototipia, logrando una gran repercusión al reproducir imágenes de gran calidad y nitidez (Carrasco, 1992). En 1892 empezaron a editar tarjetas ilustradas que tuvieron una gran difusión, con un gran catálogo que animó a otros editores a imitar en distintos puntos del país.
Cumpliendo el reglamento de la Unión Postal Universal, las primeras tarjetas llevaban el dibujo o la imagen en el anverso, y en el reverso, sin dividir, solo se escribían el nombre y la dirección del destinatario, por lo que el texto de la misiva debía ir en la cara, emborronando la imagen en muchos casos. Estaban diseñadas para ir sin sobre y el sello se colocaba en cara, dorso o doblado, entre ambas.
Entre 1890 y 1896 se conocen muy pocos ejemplares de postales de este corto período. Según Carreras y Candi (1903), las primeras postales ilustradas del estado español habrían sido dos postales de tipos Gruss Aus “Recuerdo de”, de la ciudad de Granada impresas en Alemania en 1890, de las que no se ha recuperado ningún ejemplar (Guereña, 2005). Algunos hoteles editaron postales ilustradas con vistas de sus establecimientos, como el Hotel Santa Catalina de Las Palmas de Gran Canaria en 1892 y el Grand Hotel de Oriente de Barcelona en 1895, impresas en Leipzig por Louis Glaser (Teixidor, 1999).
La postal más antigua de España fue impresa por Hauser y Menet y reproduce cuatro vistas de Madrid, circulando de Madrid a Barcelona el 21 de octubre de 1892. También se conserva un ejemplar parecido, con vistas de Barcelona de 1893, mostrando el monumento a Colón y recuerdos de la ciudad (Carrasco, 1992). El editor bilbaíno Landáburu Hermanas comercializó una tarjeta postal impresa en 1893 en los talleres de Hauser y Menet titulada "Recuerdo de Bilbao".
En 1895 se editaron en fototipia dos postales bajo la denominación "Saludos de Las Palmas", reproduciendo vistas de la Catedral y del Hotel Santa Catalina, y circuló una postal de San Sebastián con cuatro vistas dibujadas de la ciudad (Palá, 2014). Hacia 1896, Hauser y Menet realizó una serie de postales precursoras de la serie general que inició en 1897. Durante este periodo se editaron 690 postales que reproducen vistas de ciudades, monumentos, escenas populares, toros y toreros, reproducciones de pinturas y poblaciones de interés.
Hauser y Menet inició en 1897 su serie general, que comenzó con una postal de la basílica del Pilar de Zaragoza y llegó hasta el número 2078 con una de Cádiz. También editó una serie de quince postales en cromolitografía, las primeras tarjetas que estampan vistas de ciudades españolas por ese procedimiento (Palá, 2014). Las postales impresas por Hauser y Menet durante este período tienen cuatro reversos diferentes y su calidad en la reproducción de imágenes de ciudades y monumentos las ha convertido en preciadas joyas para los coleccionistas desde entonces hasta hoy.
Sus temas no fueron únicamente fotográficos, sino que imitando series de editores europeos también se hicieron postales de temas costumbristas, taurinos, cuadros del Museo del Prado o de primeras planas de periódicos. Al efectuar grandes tiradas, consiguieron abaratar considerablemente el precio de sus postales.
En 1898 aparece un anuncio de Hauser y Menet en "Blanco y Negro": “Tarjetas Postales con vistas de España en Fototipia. Remitiendo una peseta en sellos de correos se mandan 5 muestras por certificado. Hauser y Menet. Ballesta, 30. Madrid” (Blanco y Negro, nº 376, 1898, p. 24). Su crecimiento fue manifiesto: en 1892 vendieron alrededor de 500 tarjetas de un solo original, la citada “Recuerdo de Madrid”, y en 1902 su producción ascendía a 500.000 ejemplares mensuales (Carreras Candi, 1903).
En 1890, Oscar Hauser Muller y Adolfo Menet Kusteiner fundaron la "Sociedad Regular Colectiva Hauser y Menet" en Madrid, iniciándose con la realización de un catálogo de paisajes españoles denominado "Vistas y Monumentos de España" realizado por fototipia, logrando una gran repercusión al reproducir imágenes de gran calidad y nitidez (Carrasco, 1992). En 1892 empezaron a editar tarjetas ilustradas que tuvieron una gran difusión, con un gran catálogo que animó a otros editores a imitar en distintos puntos del país.
Cumpliendo el reglamento de la Unión Postal Universal, las primeras tarjetas llevaban el dibujo o la imagen en el anverso, y en el reverso, sin dividir, solo se escribían el nombre y la dirección del destinatario, por lo que el texto de la misiva debía ir en la cara, emborronando la imagen en muchos casos. Estaban diseñadas para ir sin sobre y el sello se colocaba en cara, dorso o doblado, entre ambas.
Entre 1890 y 1896 se conocen muy pocos ejemplares de postales de este corto período. Según Carreras y Candi (1903), las primeras postales ilustradas del estado español habrían sido dos postales de tipos Gruss Aus “Recuerdo de”, de la ciudad de Granada impresas en Alemania en 1890, de las que no se ha recuperado ningún ejemplar (Guereña, 2005). Algunos hoteles editaron postales ilustradas con vistas de sus establecimientos, como el Hotel Santa Catalina de Las Palmas de Gran Canaria en 1892 y el Grand Hotel de Oriente de Barcelona en 1895, impresas en Leipzig por Louis Glaser (Teixidor, 1999).
La postal más antigua de España fue impresa por Hauser y Menet y reproduce cuatro vistas de Madrid, circulando de Madrid a Barcelona el 21 de octubre de 1892. También se conserva un ejemplar parecido, con vistas de Barcelona de 1893, mostrando el monumento a Colón y recuerdos de la ciudad (Carrasco, 1992). El editor bilbaíno Landáburu Hermanas comercializó una tarjeta postal impresa en 1893 en los talleres de Hauser y Menet titulada "Recuerdo de Bilbao".
En 1895 se editaron en fototipia dos postales bajo la denominación "Saludos de Las Palmas", reproduciendo vistas de la Catedral y del Hotel Santa Catalina, y circuló una postal de San Sebastián con cuatro vistas dibujadas de la ciudad (Palá, 2014). Hacia 1896, Hauser y Menet realizó una serie de postales precursoras de la serie general que inició en 1897. Durante este periodo se editaron 690 postales que reproducen vistas de ciudades, monumentos, escenas populares, toros y toreros, reproducciones de pinturas y poblaciones de interés.
Hauser y Menet inició en 1897 su serie general, que comenzó con una postal de la basílica del Pilar de Zaragoza y llegó hasta el número 2078 con una de Cádiz. También editó una serie de quince postales en cromolitografía, las primeras tarjetas que estampan vistas de ciudades españolas por ese procedimiento (Palá, 2014). Las postales impresas por Hauser y Menet durante este período tienen cuatro reversos diferentes y su calidad en la reproducción de imágenes de ciudades y monumentos las ha convertido en preciadas joyas para los coleccionistas desde entonces hasta hoy.
Sus temas no fueron únicamente fotográficos, sino que imitando series de editores europeos también se hicieron postales de temas costumbristas, taurinos, cuadros del Museo del Prado o de primeras planas de periódicos. Al efectuar grandes tiradas, consiguieron abaratar considerablemente el precio de sus postales.
En 1898 aparece un anuncio de Hauser y Menet en "Blanco y Negro": “Tarjetas Postales con vistas de España en Fototipia. Remitiendo una peseta en sellos de correos se mandan 5 muestras por certificado. Hauser y Menet. Ballesta, 30. Madrid” (Blanco y Negro, nº 376, 1898, p. 24). Su crecimiento fue manifiesto: en 1892 vendieron alrededor de 500 tarjetas de un solo original, la citada “Recuerdo de Madrid”, y en 1902 su producción ascendía a 500.000 ejemplares mensuales (Carreras Candi, 1903).
La diversidad de impresores y el fenómeno social
Otros editores españoles y alemanes comercializaron tarjetas postales impresas en fototipia o en litografía, encargando sus ediciones a empresas europeas como López Editor, Litografía M. Pujadas en Barcelona; Policarpio Sanz Calleja en Madrid; Ramón Ortega y Andrés Fabert en Valencia; Litografía Romero en Tenerife; Papelería Catalana, Almacenes de la Llave, Fin de Siglo, Nicolás B. Nogueroles y Domingo del Río en Málaga; o Landáburu Hermanas en San Sebastián, entre otros. La litografía Hermenegildo Miralles de Barcelona editó una serie de cincuenta tarjetas postales que reproducían los escudos de todas las provincias españolas realizados por el ilustrador José Triado, muy elogiada en la época.
El menor coste de envío de la tarjeta postal respecto de la carta escrita no fue ni el único ni el más relevante de los atractivos con el que entender su absoluto éxito. Junto al factor económico, fue el complemento estético lo que catapultó su desarrollo: un objeto atractivo a un precio asequible. Las tarjetas postales pasaron en los últimos años del siglo XIX de ser únicamente un objeto postal a convertirse en un bien de consumo, aunar imagen y mensaje en un mismo elemento en una época en la que los libros y diarios tenían pocas ilustraciones (Sánchez-Vigil, 2016).
Otros editores españoles y alemanes comercializaron tarjetas postales impresas en fototipia o en litografía, encargando sus ediciones a empresas europeas como López Editor, Litografía M. Pujadas en Barcelona; Policarpio Sanz Calleja en Madrid; Ramón Ortega y Andrés Fabert en Valencia; Litografía Romero en Tenerife; Papelería Catalana, Almacenes de la Llave, Fin de Siglo, Nicolás B. Nogueroles y Domingo del Río en Málaga; o Landáburu Hermanas en San Sebastián, entre otros. La litografía Hermenegildo Miralles de Barcelona editó una serie de cincuenta tarjetas postales que reproducían los escudos de todas las provincias españolas realizados por el ilustrador José Triado, muy elogiada en la época.
El menor coste de envío de la tarjeta postal respecto de la carta escrita no fue ni el único ni el más relevante de los atractivos con el que entender su absoluto éxito. Junto al factor económico, fue el complemento estético lo que catapultó su desarrollo: un objeto atractivo a un precio asequible. Las tarjetas postales pasaron en los últimos años del siglo XIX de ser únicamente un objeto postal a convertirse en un bien de consumo, aunar imagen y mensaje en un mismo elemento en una época en la que los libros y diarios tenían pocas ilustraciones (Sánchez-Vigil, 2016).
La época dorada y la democratización de la imagen
El apogeo de la tarjeta postal despunta al comenzar el siglo XX, verdadera época de oro en cuanto a variedad temática y volumen de producción (Fernández, 1994). Gracias a los avances técnicos de impresión y a los menores costes de producción, fabricar tarjetas se convirtió en una actividad de jugosos beneficios destinada a un público cada día más amplio. La tarjeta postal se convirtió en un registro gráfico con el que documentar una época histórica y en un importante transmisor cultural (Carrasco, 2013). Hauser y Menet, en diciembre de 1902, anunciaba una producción de medio millón de tarjetas postales (Teixidor, 1999).
Durante los primeros años del siglo XX aparecieron revistas especializadas sobre la tarjeta postal, como el Boletín de la tarjeta postal ilustrada en Barcelona y la revista España Cartófila de la Sociedad Cartófila Española "Hispania". También se publicó en Madrid la revista El coleccionista de tarjetas postales (Teixidor, 1999). La postal deja de ser un mero tipo de correspondencia y pasa a tener la consideración de documento artístico, histórico y social (López Hurtado, 2013).
La postal ilustrada define los gustos refinados de quien la escribe y proyecta su imagen al destinatario, generando un circuito de intercambio cultural que aún perdura (Lara López, 2009). Los variados canales de venta -librerías, papelerías, bazares, quioscos y empresas editoras- facilitaron su democratización y su uso fue adoptado por todas las clases sociales (Fernández, 1994; Lara López y Martínez Hernández, 2009).
Se establecieron empresas dedicadas a la edición y venta de postales, los fotógrafos encontraron una vía complementaria de trabajo y el uso de las postales pasó a ser una actividad ampliamente socializada (Riego, 2010). El perfeccionamiento de las técnicas de impresión, como la fototipia, permitió una excelente resolución y una calidad valorada por el público (Carrasco Marqués, 1992). Hauser y Menet, Fototipia Lacoste y el impresor Josep Thomas fueron los grandes editores nacionales, mientras que otras empresas editoras locales y extranjeras, como Purger & Co, Dr. Trenkler Co., Künzli Freresi, Photoglob Zürich, Römmler & Jonas, y German Schulze, también contribuyeron a la difusión de la imagen española en Europa.
El apogeo de la tarjeta postal despunta al comenzar el siglo XX, verdadera época de oro en cuanto a variedad temática y volumen de producción (Fernández, 1994). Gracias a los avances técnicos de impresión y a los menores costes de producción, fabricar tarjetas se convirtió en una actividad de jugosos beneficios destinada a un público cada día más amplio. La tarjeta postal se convirtió en un registro gráfico con el que documentar una época histórica y en un importante transmisor cultural (Carrasco, 2013). Hauser y Menet, en diciembre de 1902, anunciaba una producción de medio millón de tarjetas postales (Teixidor, 1999).
Durante los primeros años del siglo XX aparecieron revistas especializadas sobre la tarjeta postal, como el Boletín de la tarjeta postal ilustrada en Barcelona y la revista España Cartófila de la Sociedad Cartófila Española "Hispania". También se publicó en Madrid la revista El coleccionista de tarjetas postales (Teixidor, 1999). La postal deja de ser un mero tipo de correspondencia y pasa a tener la consideración de documento artístico, histórico y social (López Hurtado, 2013).
La postal ilustrada define los gustos refinados de quien la escribe y proyecta su imagen al destinatario, generando un circuito de intercambio cultural que aún perdura (Lara López, 2009). Los variados canales de venta -librerías, papelerías, bazares, quioscos y empresas editoras- facilitaron su democratización y su uso fue adoptado por todas las clases sociales (Fernández, 1994; Lara López y Martínez Hernández, 2009).
Se establecieron empresas dedicadas a la edición y venta de postales, los fotógrafos encontraron una vía complementaria de trabajo y el uso de las postales pasó a ser una actividad ampliamente socializada (Riego, 2010). El perfeccionamiento de las técnicas de impresión, como la fototipia, permitió una excelente resolución y una calidad valorada por el público (Carrasco Marqués, 1992). Hauser y Menet, Fototipia Lacoste y el impresor Josep Thomas fueron los grandes editores nacionales, mientras que otras empresas editoras locales y extranjeras, como Purger & Co, Dr. Trenkler Co., Künzli Freresi, Photoglob Zürich, Römmler & Jonas, y German Schulze, también contribuyeron a la difusión de la imagen española en Europa.
Conclusión: la postal como ventana a la sociedad
En definitiva, la tarjeta postal ilustrada se consolidó en la España del siglo XIX como un fenómeno que unía comunicación, arte, memoria y modernidad, gracias al empuje de impresores y editores que supieron ver en este soporte una ventana abierta al mundo y a la sociedad de su tiempo. Su éxito se debió tanto a la democratización de la imagen como a su valor documental, artístico y sentimental, y su legado sigue vivo en la memoria colectiva y en los archivos de coleccionistas e instituciones de todo el mundo.
En definitiva, la tarjeta postal ilustrada se consolidó en la España del siglo XIX como un fenómeno que unía comunicación, arte, memoria y modernidad, gracias al empuje de impresores y editores que supieron ver en este soporte una ventana abierta al mundo y a la sociedad de su tiempo. Su éxito se debió tanto a la democratización de la imagen como a su valor documental, artístico y sentimental, y su legado sigue vivo en la memoria colectiva y en los archivos de coleccionistas e instituciones de todo el mundo.
Bibliografía ampliada
- Carrasco, J. (1992). La tarjeta postal ilustrada en España: historia y evolución. Madrid: Ediciones del Serbal.
- Carreras Candi, F. (1903). El correo en España: notas históricas. Barcelona: Tipografía de la Casa Provincial de Caridad.
- Fernández, M. (1994). *La edad de oro de la tarjeta postal (1900-1918)*. Valencia: Institució Alfons el Magnànim.
- Gámez Romero, R. (2010). Historia postal de España: del correo tradicional a la filatelia. Madrid: Ministerio de Fomento.
- Garófano, R. (2000). La fototipia y su aplicación en las artes gráficas. Barcelona: Universidad de Barcelona.
- Guereña, J. L. (2005). La tarjeta postal: un siglo de imágenes. Madrid: Ediciones El Viso.
- Hermann, E. (1869). Über eine neue Art der Correspondenz mittels der Post. Viena: Imprenta Imperial.
- Lara, E. y Martínez, M. J. (2009). La imagen impresa: historia de las artes gráficas en España. Madrid: Cátedra.
- López, J. (2013). Historia del correo y los sistemas postales. Madrid: Síntesis.
- Musée de la Carte Postale. (s.f.). Histoire de la carte postale illustrée. Recuperado de http://www.museedelacartepostale.fr
- Palá, M. (2014). El coleccionismo de postales antiguas. Barcelona: Editorial Hispano Europea.
- Restrepo, M. (s.f.). La fotografía en las tarjetas postales. Bogotá: Universidad Nacional de Colombia.
- Riego, B. (1997). La construcción social de la realidad a través de la fotografía y el grabado informativo en la España del siglo XIX. Santander: Universidad de Cantabria.
- Riego, B. (2010). La imagen reproducida: técnicas y medios de difusión visual. Gijón: Trea.
- Sánchez Vigil, J. M. (2002). La fotografía en España: de los orígenes al siglo XXI. Madrid: Espasa Calpe.
- Teixidor, M. (1999). *Catálogo razonado de postales españolas (1892-1905)*. Barcelona: Editorial Mediterrània.
- Thinlot, A. (s.f.). Traité de cartophilie. París: Éditions de la Cartophilie Française.
- Valentí, J. (2014). Historia del correo en España. Barcelona: Lunwerg Editores.
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