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17/11/25

1.3. Innovaciones tecnológicas en la producción de postales

La emergencia y consolidación de la tarjeta postal ilustrada como artefacto cultural de masas no puede comprenderse sin atender al conjunto de innovaciones tecnológicas en el ámbito de la reproducción gráfica que hicieron posible su producción a gran escala, su abaratamiento progresivo y su capacidad para conjugar texto e imagen fotográfica en un formato estandarizado, portátil y accesible (Twyman, 1998; Rickards, 1982). La tarjeta postal fue un fenómeno creado en el siglo XIX y desarrollado a lo largo de todo el siglo XX, que no habría existido sin una fuerte industria fotográfica a sus espaldas. El desarrollo industrial y económico, los medios de transporte, el turismo creciente, el eficiente sistema de correo con precios reducidos, los novedosos procesos de impresión y el atractivo de la fotografía contribuyeron a la creciente demanda de estos pequeños y preciosos objetos visuales. La historia de la tarjeta postal ilustrada es, en este sentido, inseparable de la historia de la fotografía, de la litografía y de las técnicas fotomecánicas que permitieron transformar la imagen fotográfica única en imagen reproducible en serie, democratizando el acceso a la representación visual y configurando un nuevo régimen de visualidad característico de la modernidad (Benjamin, 1936; Twyman, 1998).

El siglo XIX representó una de las transformaciones más profundas en la historia de la cultura visual, al articular la invención de la fotografía con la mecanización de la imprenta impulsada por la máquina de vapor, la prensa cilíndrica y el uso de papel continuo (Newhall, 2002; Domingo et al., 1991). La aparición de la fotografía y el desarrollo de la tecnología de impresión modificaron las formas de producir, reproducir y comunicar las imágenes, sentando las bases de la modernidad mediática y de una economía de la reproducción seriada. Ambas innovaciones, aunque surgidas de saberes distintos —la primera de la investigación óptico‑química y la segunda de la evolución industrial de la prensa—, convergieron en un mismo ideal: democratizar la mirada y convertir la imagen en un instrumento de conocimiento y de intercambio social (McLuhan, 1964; Debray, 1994).

Como señaló McLuhan (1964), toda innovación técnica altera los modos de percepción y representación, de modo que la fotografía y la imprenta mecanizada reestructuraron la relación del ser humano con la realidad visible. El paso de la prensa manual a la prensa accionada por vapor, a los cilindros rotativos y al papel en bobina multiplicó la escala y la velocidad de los impresos, a la vez que la fotografía estabilizaba un nuevo régimen de verdad visual (Mustalish, 2000; Raviola, 1969). Este capítulo analiza ese proceso desde un enfoque histórico y técnico, abordando los fundamentos científicos de la fotografía y los avances gráficos que permitieron su difusión masiva, especialmente a través de la tarjeta postal ilustrada, objeto simbólico de la modernidad visual y de la cultura de la imagen reproducible (Phillips, 2000).

1. Fotografía y modernidad: una revolución de la mirada

La fotografía, nacida en la primera mitad del siglo XIX, fue mucho más que una innovación tecnológica: instauró un nuevo régimen epistemológico del ver y representar (Newhall, 2002). Definida etimológicamente como el arte de escribir con luz (phōs + graphía), combinó rigor científico, registro documental y expresión artística, permitiendo reproducir el mundo visible con una exactitud sin precedentes y reduciendo la brecha entre observación y representación (Sougez, 1991).

Como apuntó Sontag (1981), la fotografía debe entenderse como fenómeno cultural y filosófico que transformó la memoria y la identidad, antes que como simple artefacto técnico. Al capturar la luz y fijarla en un soporte material, instauró un nuevo tipo de verdad visual, cimentando la confianza moderna en la imagen como prueba y en su capacidad de funcionar como lenguaje universal (Sontag, 1981; Debray, 1994). En este contexto, la posterior convergencia entre fotografía e impresión industrial hizo posible que la fotografía dejara de ser una experiencia singular para convertirse en un bien serializado y distribuido en masa.

2. Antecedentes ópticos y experimentación científica

Los antecedentes de la fotografía se sitúan en la cámara oscura, descrita por Aristóteles y Alhacén, que demostró la propagación rectilínea de la luz y el principio de la proyección de una escena exterior sobre una superficie interior (Sánchez Vigil, 2002). Durante el Renacimiento, Leonardo da Vinci profundizó en la analogía entre el ojo humano y la cámara oscura, formulando una concepción del registro mecánico de la visión que anticipaba la lógica de la fotografía (Sánchez Vigil, 2002).

Entre los siglos XVII y XVIII, las investigaciones sobre sales de plata de Schulze y Scheele revelaron la sensibilidad lumínica de determinados compuestos, mientras que Wedgwood y Davy trabajaron con papel sensibilizado y proyecciones efímeras que no podían fijarse de modo estable (Newhall, 2002). Estos ensayos marcaron el paso de la especulación científica a los intentos de fijación material de la imagen, abriendo el camino a la invención fotográfica propiamente dicha (Sougez, 2016).

3. El siglo XIX: invención y expansión de la fotografía

En 1826, Nicéphore Niépce obtuvo la primera imagen permanente mediante heliografía, utilizando betún de Judea sobre una placa metálica expuesta durante horas (Sougez, 1991). Su colaborador Louis Daguerre perfeccionó el procedimiento y presentó en 1839 el daguerrotipo, imagen única y de gran nitidez, pero irreproducible, que inauguró la circulación social del retrato fotográfico en estudios urbanos (Newhall, 2002).

Casi simultáneamente, William Henry Fox Talbot desarrolló el calotipo, basado en el principio negativo‑positivo, que permitió la reproducción múltiple de copias a partir de un solo negativo (Newhall, 2002). La posterior invención del colodión húmedo por Frederick Scott Archer (1851) mejoró la definición y redujo los tiempos de exposición, mientras que las placas secas de Richard Leach Maddox (1871) liberaron al fotógrafo de la necesidad de revelado inmediato, facilitando el trabajo en exteriores y la producción profesional (Sougez, 2016).

El cierre de este ciclo técnico llegó con George Eastman, quien introdujo el rollo de celuloide (1884–1888) y popularizó la cámara Kodak, cuyo lema “Usted aprieta el botón, nosotros hacemos el resto” simbolizó la democratización popular de la imagen (Newhall, 2002). Con ello se inició la fotografía doméstica, transformando la experiencia visual en práctica cotidiana y preparando el terreno para soportes estandarizados como la fototarjeta y la postal fotográfica (Bogdan y Weseloh, 2006).

4. La expansión social de la imagen

El perfeccionamiento del papel al bromuro de plata garantizó copias más rápidas, estables y de mayor contraste, lo que consolidó la circulación comercial del retrato y de la vista urbana (Newhall, 2002). La fotografía estereoscópica (Brewster, 1849) y la carte de visite (Disdéri, 1854) reforzaron la idea de una imagen socialmente compartida, reproducible en series y susceptible de ser coleccionada, intercambiada y exhibida en álbumes familiares (Walter, 2003).

En paralelo, la modernidad industrial —marcada por el ferrocarril, el telégrafo, la electricidad y la prensa ilustrada— generó una nueva cultura visual global en la que la imagen circuló a velocidades inéditas (Debray, 1994). La fotografía, integrada en este entramado tecnológico, se convirtió en medio de documentación, instrumento de educación visual y símbolo de progreso, contribuyendo a la construcción de imaginarios nacionales y urbanos (Bozal, 1979; Debray, 1994). Dentro de este contexto, la tarjeta postal ilustrada condensó el ideal moderno de velocidad comunicativa, accesibilidad económica y masificación de la mirada, articulando texto breve, imagen reproducida y circulación postal (Phillips, 2000).

5. La revolución de la impresión industrial: vapor, cilindro y papel continuo

Los métodos de impresión experimentaron en el siglo XIX una transformación radical, ligada a la aplicación de la máquina de vapor a la prensa tipográfica y al desarrollo de la prensa de cilindro y la rotativa (Domingo et al., 1991; Carrete, 2001). El grabado en madera y el aguafuerte, dependientes del trabajo manual y de la presión plana, resultaban insuficientes para atender la creciente demanda de impresos de la producción en masa (Carrete, 2001). La introducción de prensas accionadas por vapor permitió aumentar de forma exponencial la velocidad de impresión y la regularidad del proceso, rompiendo con los ritmos de la imprenta artesanal (Domingo et al., 1991).

La clave de esta mutación fue el paso de la prensa de plancha plana a sistemas basados en el cilindro y, posteriormente, en la rotación continua. El ajuste de las formas impresoras a cilindros giratorios hizo posible un movimiento constante, sin interrupciones por el retorno de la cama de impresión, lo que multiplicó el número de impresiones por hora y redujo de forma drástica los costes por ejemplar (Mustalish, 2000). La innovación se completó con el uso de papel continúo producido en bobinas, fruto de la mecanización de la fabricación de papel a partir de pulpa de madera, que permitía alimentar la máquina sin interrupciones y sincronizar el flujo del soporte con el giro de los cilindros (Domingo et al., 1991; Historia y evolución del papel, 2020).

En este entorno surgieron los procesos fotomecánicos, que posibilitaron transferir imágenes fotográficas a planchas metálicas, integrando definitivamente fotografía e impresión industrial (Raviola, 1969; Mustalish, 2000). Técnicas como el fotograbado y los procedimientos en medios tonos tradujeron la gradación fotográfica a puntos o tramas reproducibles, permitiendo su inserción en la prensa ilustrada y en ediciones de gran tirada (Mustalish, 2000). La conjunción de vapor, cilindros rotativos, papel en bobina y fotomecánica fundó una nueva economía visual seriada, sobre la que se levantaron la revista ilustrada, el periódico gráfico y la postal moderna (Domingo et al., 1991; Phillips, 2000).

6. Litografía y cromolitografía: la imagen en color

La litografía, inventada por Alois Senefelder en 1796, fue la primera gran técnica de impresión plana, basada en el principio de repulsión entre agua y grasa sobre piedra caliza (The Metropolitan Museum of Art, 2004). A diferencia del relieve tipográfico, la litografía permitía dibujar directamente sobre la piedra con lápiz o tinta grasa, ofreciendo una gran libertad gráfica para reproducir escenas, paisajes y tipos humanos con una fidelidad apropiada para la ilustración, el cartel y la prensa (The Metropolitan Museum of Art, 2004). Su relativa rapidez, combinada con tiradas medias, la convirtió en un medio privilegiado de la imagen urbana del siglo XIX.

El acoplamiento de la litografía a prensas de cilindro movidas por vapor y la posibilidad de imprimir en formatos grandes sobre papel continuo o de gran tamaño abarataron aún más los costes y ampliaron el alcance del medio (Domingo et al., 1991). Entre 1880 y 1900, la litografía se consolidó como soporte visual de la modernidad urbana, visible en carteles, anuncios comerciales y postales tempranas (The Metropolitan Museum of Art, 2004). Las postales “Grüss aus” del Imperio alemán y austrohúngaro son un ejemplo paradigmático: ofrecían vistas panorámicas de ciudades y lugares turísticos, funcionando como recuerdo visual y objeto de colección transnacional (Thurlow y Jaworski, 2013).

La evolución natural de este procedimiento fue la cromolitografía, patentada por Godefroy Engelmann en 1837, que incorporó la impresión multicolor a partir de varias piedras, una por cada tono, cuidadosamente registradas (Johannesson, 2016). Este método permitió combinar decenas de planchas y producir imágenes de una estética vibrante y accesible, fundamentales en la Edad de Oro de la postal (1890–1920) (Pájaro, 1992; Johannesson, 2016). La cromolitografía democratizó el uso del color en la cultura impresa, integrando arte e industria y fijando modelos estandarizados para la imagen turística, la publicidad y los imaginarios populares de la modernidad (Pájaro, 1992; Johannesson, 2016).

7. Fotocromo y fototipia: realismo técnico y precisión documental

Entre los procedimientos que mejor sintetizan la alianza entre fotografía y litografía se encuentra el fotocromo, desarrollado por Hans Jakob Schmid en la década de 1880. Este sistema combinaba negativos fotográficos con matrices litográficas multicolores, produciendo imágenes cercanas al realismo pictórico antes de la generalización de la fotografía en color (Bird, 1992). El fotocromo se adaptaba particularmente bien a vistas paisajísticas y urbanas, que podían ser reproducidas en grandes tiradas y distribuidas internacionalmente como postales, atlas visuales y material turístico (Bird, 1992; Phillips, 2000).

Paralelamente, la fototipia, inventada por Alphonse Poitevin en 1855, utilizaba una gelatina bicromatada sensible a la luz sobre vidrio o metal, capaz de reproducir medios tonos con un alto grado de fidelidad y sin recurso a tramas visibles (Jürgens, 2021). A diferencia de otros sistemas que descomponían la imagen en puntos, la fototipia ofrecía una textura continua y una notable nitidez, lo que la hizo especialmente valiosa para reproducciones artísticas y científicas (Mustalish, 2000). Su estabilidad y definición la se convirtió en una técnica de referencia en las postales artísticas, en ediciones de lujo y en publicaciones donde la precisión documental era central (Jürgens, 2021).

En conjunto, fotocromo y fototipia representan la culminación técnica del siglo XIX en el ámbito de la impresión fotográfica, al unir realismo óptico, reproducción industrial y circulación masiva a través de la tarjeta postal ilustrada. La postal se consolidó, así como documento universal de la modernidad, capaz de fijar una memoria visual compartida de ciudades, monumentos y escenas de la vida cotidiana (Phillips, 2000; Thurlow y Jaworski, 2013).

8. De la fototarjeta al offset: modernización definitiva

La fototarjeta o postal fotográfica real (RPPC) , que se popularizó desde 1906, fusionó la fotografía directa con el formato postal , constituyendo una innovación que colocó la técnica al alcance del público aficionado (Bogdan y Weseloh, 2006). Kodak impulsó este fenómeno ofreciendo papel fotosensible preimpreso en formato postal y cámaras domésticas adaptadas, de modo que cada usuario podía producir una fotografía revelada que funcionaba simultáneamente como mensaje postal y como documento personal (Bogdan y Weseloh, 2006). Las RPPC, con su textura baritada y sus tonalidades continuas, unieron la reproducibilidad técnica de la fotografía con la experiencia íntima del intercambio afectivo, anticipando formas participativas de producción de imagen (Sontag, 1981).

Al mismo tiempo, los avances en fotomecánica y en prensa rotativa consolidaron los fundamentos de la impresión offset, heredera del principio litográfico pero basada en planchas metálicas y en la transferencia indirecta de la imagen mediante un cilindro de caucho (Raviola, 1969). Este sistema, pensado desde su origen para la producción industrial masiva, se integró en cadenas de impresión de alta velocidad con papel en bobina, dispositivos de entintado automatizados y secuencias de corte y plegado que racionalizaban todo el proceso (Mustalish, 2000). La impresión offset permitió una reproducción más limpia, estable y rápida, apta para grandes tiradas de revistas ilustradas , prensa gráfica y publicidad , marcando el inicio de la gráfica moderna del siglo XX (Raviola, 1969; Mustalish, 2000).

La generalización de estos procedimientos transformó la estética y la escala de la producción impresa, desplazando los límites entre lo efímero y lo perdurable, y situando a la imagen impresa en el centro del discurso cultural contemporáneo. El repertorio de técnicas desarrolladas entre mediados del siglo XIX y las primeras décadas del XX —desde la cromolitografía a la fototipia, el fotocromo, las RPPC y el offset— configuró el paisaje tecnológico en el que la postal ilustrada se convirtió en medio universal de comunicación visual (Phillips, 2000; Pájaro, 1992).

9. Conclusión: técnica, memoria y visualidad moderna

La trayectoria que enlaza la invención de la fotografía con el desarrollo de los sistemas de impresión industrial, desde la máquina de vapor y el cilindro hasta el papel continuo y el offset, constituye uno de los pilares de la civilización visual moderna (McLuhan, 1964; Debray, 1994). Fotografía e impresión convergieron en la creación de una imagen reproducible, accesible y duradera que transformó las prácticas del arte, de la comunicación y de la memoria social, haciendo posible una circulación masiva de representaciones que tejieron imaginarios compartidos a escala mundial (Bozal, 1979; Phillips, 2000).

Desde la heliografía hasta el offset, el siglo XIX forjó el tránsito de la unicidad a la masificación, de la imagen científica a la imagen social, y de la obra irrepetible al impreso seriado, estableciendo un nuevo paradigma de tecnología y memoria (Sougez, 1991; Mustalish, 2000). Como sostienen Sontag (1981) y McLuhan (1964), la fotografía y la industria gráfica modificaron de forma irreversible la percepción moderna, transformando la visión individual en una mirada colectiva mecanizada mediada por cámaras, prensas y flujos de papel continuo.

La tarjeta postal ilustrada sintetizó este cambio al unir técnica, afecto y circulación global, haciendo de cada imagen un nodo de intercambio entre espacios geográficos y biografías personales (Phillips, 2000; Thurlow y Jaworski, 2013). En este sentido, la historia de la fotografía y de la impresión no es un simple capítulo técnico, sino el relato de la modernidad reproducible, en el que cada imagen, más que un objeto, se configura como una forma de comunicación, recuerdo y apropiación simbólica del mundo (Debray, 1994; Sontag, 1981).

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