2.4. Edad de Oro y Expansión (1900-1918)
Consolidación Industrial,
Transformación Cultural y Declive Bélico
Introducción
La tarjeta postal ilustrada
experimentó su periodo de máximo esplendor entre 1900 y 1914, estableciendo el
primer sistema de comunicación visual masiva de la era moderna (Carrasco
Marqués, 2009; Riego Amézaga, 1997). Este fenómeno operó en la intersección de
la industria gráfica, la circulación postal y el consumo cultural urbano,
transformando las prácticas de difusión visual en España y Europa. La lógica de
la reproducción mecánica convirtió la imagen fotográfica en mercancía
cultural seriada, accesible y coleccionable, democratizando el acceso a
contenidos visuales mediante economías de escala (Benjamin, 1936). El resultado
fue un régimen de visualidad cotidiano disciplinado por la logística postal,
que integró prácticas de escritura breve con lectura de imágenes estandarizadas
(Henkin, 1998).
Transformación del Formato
Postal
En 1905, la Unión Postal
Universal autorizó la división del reverso en dos secciones: una
para el mensaje y otra para la dirección del destinatario (Carrasco Marqués,
2018; Henkin, 1998). Ese mismo año, la Dirección General de Correos y
Telégrafos del Ministerio de Gobernación autorizó esta modificación en las
tarjetas postales del Estado español, adaptándose al decreto internacional que
otros países europeos ya estaban implementando (Real Decreto, 1905; Carrasco
Marqués, 2018). A partir de este momento, la configuración de las postales
quedó tal como se conoce actualmente: el anverso dedicado únicamente a
la ilustración y el reverso con la banda derecha para la
dirección y la banda izquierda para la correspondencia, con el sello en
la esquina superior derecha (Carrasco Marqués, 2018).
La liberación del anverso para
uso exclusivo de la imagen transformó la postal en soporte visual puro
que maximizó el impacto estético y documental de las fotografías (Riego
Amézaga, 1997). Esta modificación eliminó la interferencia textual sobre
las imágenes y permitió el aprovechamiento completo de la superficie disponible
para reproducción fotográfica de alta calidad (Carrasco Marqués, 2018).
La postal pasó de ser un medio de comunicación con ilustraciones accesorias a
convertirse en un vehículo primordial para la difusión masiva de imágenes,
democratizando el acceso a representaciones visuales de monumentos, paisajes
urbanos y acontecimientos (Benjamin, 1936; Riego Amézaga, 1997).
La homogeneización de
superficies facilitó procesos mecanizados de clasificación postal y
optimizó la eficiencia del sistema de correos mediante ubicaciones
estandarizadas de direcciones y sellos (Henkin, 1998). El formato se estandarizó
en 9 x 14 centímetros, permitiendo a los empleados postales procesar volúmenes
extraordinarios de correspondencia con mayor rapidez (Carrasco Marqués, 2018).
Esta familiaridad con formatos uniformes agilizó el procesamiento,
redujo errores en manipulación y distribución, y se convirtió en la condición
técnica de un mercado de masas sostenido por altas tiradas y cadenas de
distribución densas (Real Decreto, 1905; Carrasco Marqués, 2018).
Antes de 1905, las ciudades
principales en este sector eran Madrid y Barcelona (Carrasco
Marqués, 2009). A partir de este año se comenzó a desarrollar una fuerte industria
alrededor de la tarjeta postal en diferentes ciudades del Estado español
(Carrasco Marqués, 2018). El auge de estas industrias especializadas,
los avances en las técnicas de ilustración y de impresión, así
como la popularización de esta tipología postal determinaron que, desde sus
orígenes hasta 1910, se viviera lo que puede denominarse la edad de oro de
la tarjeta postal (Riego Amézaga, 1997; Prochaska y Mendelson, 2010).
Durante este periodo, la producción se multiplicó exponencialmente, surgieron
numerosas casas editoriales especializadas en distintas ciudades, y el
coleccionismo alcanzó proporciones masivas que anticiparon los fenómenos de
cultura popular característicos del siglo XX (Rickards y Twyman, 2000; Carrasco
Marqués, 2018).
La estandarización técnica
propiciada por la reforma de 1905 permitió la consolidación de un circuito
comercial complejo que integraba fotógrafos, impresores, editores,
distribuidores y puntos de venta, todos articulados en torno a la producción y
comercialización de series numeradas y temáticas diversificadas (Carrasco
Marqués, 2018; Prochaska y Mendelson, 2010). Este ecosistema industrial y la
optimización del sistema postal convirtieron la tarjeta postal en el principal
medio de comunicación visual de masas hasta la Primera Guerra Mundial (Henkin,
1998; Riego Amézaga, 1997).
Contexto Internacional
Comparado
Reino Unido y Estados Unidos
registraron volúmenes anuales extraordinarios de circulación postal,
consolidando la postal en rutinas de sociabilidad moderna como elemento
indispensable de la vida cotidiana (Prochaska, 1990; Henkin, 1998). Alemania
lideró la tecnología fotomecánica y exportación, posicionándose como
polo industrial de referencia y exportando maquinaria y postales de alta
calidad a todo el continente (Prochaska y Mendelson, 2010). Francia destacó en
ediciones artísticas y de lujo, frecuentemente influenciadas por el Art
Nouveau, conservando nichos especializados de alto valor estético (Prochaska y
Mendelson, 2010).
Este entorno transnacional
funcionó como referente de calidad y modelo de negocio para el mercado
peninsular, convalidando prácticas españolas y acelerando la maduración de su
oferta editorial (Carrasco Marqués, 2009). La noción de Edad de Oro se
refuerza en este marco internacional, asociada a volumen extraordinario,
diversidad temática y mejora técnica sostenida (Teixidor, 1999).
Profesionalización de la
Industria Española
La industria postal española
profesionalizó la división del trabajo, los estándares técnicos y las
redes de distribución capilares, enlazando talleres de impresión y puntos de
venta en librerías, quioscos, estancos, hoteles y estaciones ferroviarias
(Riego Amézaga, 1997; Carrasco Marqués, 2009). La gestión de catálogos por
territorio y temática permitió optimización de inventarios según consumo
regional, elevando la rotación y estabilizando ingresos (Alonso Laza, 1997;
Carrasco Marqués, 2018).
La separación de funciones
entre impresión, comercialización y administración consolidó un modelo
empresarial moderno que garantizó expansión productiva sostenida (Carrasco
Marqués, 2009). El control de inventario por demanda regional y la rotación
rápida financiaron reinversiones tecnológicas y expansión de catálogo. La
densificación de la red comercial sostuvo una oferta capilar que convirtió la
postal en mercancía de compra recurrente (Carrasco Marqués, 2018).
Los controles de calidad
en color, textura y acabado homogeneizaron tiradas y colocaron a impresores
españoles en estándares comparables europeos (Alonso Laza, 1997; Carrasco
Marqués, 2009). Las empresas líderes como Fototipia Thomas, Hauser y Menet, y
Castiñeira y Álvarez alcanzaron reconocimiento nacional por la calidad técnica
de sus producciones y su capacidad para grandes tiradas con estándares
uniformes (López Hurtado, 2013). Hauser y Menet despuntó como editora pionera
con tiradas mensuales muy altas durante la década, consolidando liderazgo de
mercado junto con Thomas, Laurent/Lacoste, Dümmatzen y otros talleres urbanos
(Teixidor, 1999). Esta profesionalización técnica posicionó la industria postal
española en mercados internacionales y estableció bases sólidas para expansión
comercial durante la Edad de Oro, estabilizando la reputación editorial y
fortaleciendo la fidelidad de marca en un mercado crecientemente competitivo
(Carrasco Marqués, 2018).
Innovación Tecnológica: La
Fototipia
La fototipia se impuso
por su relación coste-calidad y fidelidad tonal, desplazando a la
cromolitografía en vistas y reportaje documental, mientras esta última conservó
espacio en series artísticas y de lujo (Carrasco Marqués, 2009). La fototipia
constituyó un procedimiento fotomecánico que utilizaba placas de vidrio
recubiertas con emulsión de gelatina bicromatada que se exponían mediante
contacto con negativos fotográficos (Carrasco Marqués, 2009). Este proceso
permitía tiradas de varios miles de ejemplares con gran calidad de reproducción
y fidelidad tonal superior a otros métodos industriales, ofreciendo un detalle
casi fotográfico sin la trama de puntos característica de la litografía (López
Hurtado, 2013).
Las mejoras técnicas en
emulsiones fotográficas incorporaron haluros de plata más sensibles y gelatinas
de mayor calidad que optimizaron tiempo de exposición y definición de imágenes
(Carrasco Marqués, 2018). Los papeles especializados desarrollaron capas de
barita que proporcionaron superficie uniforme para impresión y mayor
durabilidad de productos finales (López Hurtado, 2013). El uso de papeles duros
tipo Bristol en fototipia favoreció la transferencia delicada de medios tonos y
líneas finas, elevando productividad sin sacrificar calidad perceptible en
grandes tiradas (Getty Conservation Institute, 2017; Carrasco Marqués, 2018).
Los procedimientos estandarizados
establecieron protocolos técnicos de exposición, entintado e impresión que
garantizaron reproducibilidad y control de calidad en procesos industriales
(Carrasco Marqués, 2009). El diseño del flujo de trabajo por etapas
—preparación de negativos, preparación de placas, pruebas, tirada, acabado—
consolidó capacidades de escala (Carrasco Marqués, 2018). La tecnificación del
taller fue condición de competitividad internacional frente a
proveedores centroeuropeos, consolidando talleres especializados y elevando la
competencia internacional de los impresores españoles mediante adopción de
tecnologías avanzadas comparables a estándares europeos (Alonso Laza, 1997;
Carrasco Marqués, 2018). La bibliografía técnica caracteriza la reticulación
microscópica de la gelatina como rasgo identificable bajo aumento, clave para
peritaje y conservación (Getty Conservation Institute, 2017).
Estrategias Comerciales y
Gestión de Archivos
La reutilización
sistemática de archivos fotográficos optimizó costos de producción y
garantizó oferta constante de nuevos productos sin inversiones adicionales en
captación de imágenes (Carrasco Marqués, 2018). Estos archivos de negativos se
convirtieron en activos estratégicos para series locales y temáticas,
reduciendo costos marginales de nuevos lanzamientos y permitiendo variaciones
regionales que ampliaron la oferta editorial (Carrasco Marqués, 2018).
Los ritmos estacionales
determinaron estrategias de lanzamiento que coordinaron producción con demanda
turística y festividades locales (Alonso Laza, 1997). Las editoras ajustaron
tiradas según previsiones de ventas en temporadas altas y mantuvieron stocks
reducidos durante periodos de menor actividad comercial, guiando calendarios de
producción y distribución hacia picos de consumo (Carrasco Marqués, 2009). El
control de stock y la previsión por temporadas minimizaron excedentes y
estabilizaron flujos de caja (Alonso Laza, 1997; Carrasco Marqués, 2009).
Demanda y Consumo Cultural
Las postales fotográficas
comenzaron a llenar el mercado por su valor documental, su lectura
inmediata y su bajo coste unitario en circulación masiva (Carrasco Marqués,
2009). Los estudios integrados reutilizaron archivos como activos estratégicos,
escalando lanzamientos a ritmos estacionales y turísticos, integrándose en
rutinas de sociabilidad cotidiana (López Hurtado, 2013). Este modelo reforzó la
fidelidad de marca y convirtió la postal en producto cultural de compra
repetida y coleccionismo sostenido (Carrasco Marqués, 2009). La compra repetida
y la búsqueda de series completas articularon hábitos de consumo que reforzaron
la identidad editorial y estimularon la expansión temática y la segmentación de
públicos urbanos y regionales (McDonald et al., 2024; Carrasco Marqués, 2018).
Exposiciones Universales y
Pedagogía Visual
Las Exposiciones
Universales generaron series conmemorativas que fijaron iconografías
arquitectónicas y técnicas de modernidad industrial (Prochaska y Mendelson,
2010; Henkin, 1998). La postal democratizó el acceso visual a manifestaciones
de modernidad industrial, alimentando economías del espectáculo y turismo
(Prochaska y Mendelson, 2010). Estas series contribuyeron a pedagogías de la
mirada moderna, adiestrando en la lectura de imágenes técnicas y de la
arquitectura contemporánea (Benjamin, 1936; Henkin, 1998). La estandarización
del encuadre y del punto de vista educó una mirada urbana funcional, repetible
y acumulativa en álbumes domésticos, configurando competencias visuales
adaptativas al entorno urbano (Benjamin, 1936). La postal actuó como vector de
turismo y espectáculo a escala europea (Prochaska, 1990).
Archivo Visual y Valor
Documental
El resultado fue un archivo
visual que documentó transformaciones urbanas, acontecimientos y prácticas
sociales con valor duradero (McDonald et al., 2024; López Hurtado, 2013). El
fenómeno postal configuró un archivo documental de alto valor para la historia
social y urbana mediante circulación masiva de imágenes estandarizadas (López
Hurtado, 2013). Las postales funcionaron como vehículos de difusión técnica que
permitieron reproducción industrial de contenidos visuales (López Hurtado,
2013; Prochaska y Mendelson, 2010). La seriación temática y cronológica
facilita análisis diacrónicos del cambio urbano y de los usos del espacio
público (López Hurtado, 2013).
La industrialización editorial
convirtió la postal en fuente primaria indispensable para investigación
en historia urbana, estudios culturales y análisis de modernización social
(López Hurtado, 2013; Prochaska y Mendelson, 2010). La postal capturó hechos de
actualidad como inundaciones, terremotos, guerras coloniales y celebraciones
religiosas, constituyendo un testimonio gráfico de valor incalculable. La
materialidad del soporte condiciona conservación y lectura, exigiendo criterios
técnicos en archivo y acceso (Getty Conservation Institute, 2017).
Institucionalización del
Coleccionismo: La Cartofilia
La cartofilia se
institucionalizó con revistas, clubes y exposiciones que establecieron
criterios de clasificación temática, cronológica y geográfica, y pautas de
valoración por rareza, calidad técnica, relevancia histórica y estado de
conservación (Rickards y Twyman, 2000; McDonald et al., 2024). El coleccionismo
postal experimentó una expansión exponencial entre 1900 y 1914, consolidándose
como práctica cultural organizada que trascendió las fronteras de clase
(Rickards y Twyman, 2000).
Alemania publicó las primeras
revistas cartófilas en 1896, número que ascendió a ocho publicaciones en 1905,
señal de la expansión organizada del coleccionismo (Rickards y Twyman, 2000).
España desarrolló un movimiento cartófilo organizado desde 1901 con la
revista España Cartófila y el Boletín de la tarjeta postal ilustrada, editados
en Barcelona (Carrasco Marqués, 2009). La Sociedad Cartófila Española HISPANIA
ordenó prácticas y criterios de valoración e intercambio que promovieron el
intercambio entre coleccionistas, configurando un mercado secundario especializado
(Rickards y Twyman, 2000; McDonald et al., 2024).
Entre 1901 y 1906 se vivió una
eclosión del coleccionismo postal, con intercambios transnacionales y
álbumes familiares, práctica que pronto trascendió las élites alfabetizadas
para difundirse entre capas populares a medida que se abarataban los envíos y
se estandarizaban formatos (Carrasco Marqués, 2009). La alfabetización básica
bastaba para participar, y muchas piezas se conservaron nuevas por su condición
de objeto de colección. El fenómeno coleccionista transformó la postal de medio
de comunicación a objeto de consumo cultural, estimulando la producción
temática diversificada y la búsqueda de series completas que impulsaron las
tiradas comerciales (McDonald et al., 2024).
Las postales abarcaban todos
los temas posibles, permitiendo que cualquier persona encontrara algo de su
interés en un contexto donde libros y periódicos estaban escasamente
ilustrados. Los álbumes y repertorios formaron archivos iconográficos
esenciales para el estudio de paisaje urbano, turismo y prácticas sociales,
legitimando la postal como fuente primaria con metodologías específicas de
descripción y preservación (López Hurtado, 2013; McDonald et al., 2024). La
postal integró memorias privadas y repertorios públicos, nutriendo un
patrimonio híbrido y duradero (López Hurtado, 2013).
Impacto de la Primera
Guerra Mundial
La Primera Guerra Mundial
(1914-1918) alteró cadenas tecnológicas y comerciales del sector postal
mediante escasez de materias primas y encarecimiento de insumos (Laguna-Platero,
2021; García Cabrera, 2017). El conflicto triplicó el precio del papel y
tensionó el abastecimiento, motivando anticipos reintegrables desde 1916 para
prensa y artes gráficas (Laguna-Platero, 2021). Alemania perdió acceso a
materias primas esenciales, particularmente madera previamente importada de
países como Rusia, y celulosa y sulfito se desviaron para uso sanitario en el
frente (Tworek, 2017).
La calidad del papel
disminuyó en países beligerantes porque el ejército necesitaba cloro, disulfuro
de hierro y resina usados para blanquear la pulpa, resultando en papel más gris
y quebradizo (Tworek, 2017). Muchas fábricas cambiaron a producción de
productos de papel de menor calidad como sobres o bolsas debido a restricciones
de recursos. El gobierno alemán comenzó a coordinar la asignación de papel en
1916, priorizando prensa y restringiendo longitudes, forzando cierres
temporales o reducción de paginación en sectores impresos, estableciendo
sistemas de racionamiento similares a los de alimentos básicos (Tworek, 2017).
El aumento de la correspondencia
bélica tensionó redes postales y reasignó recursos humanos y logísticos
(CWU, 2014). La producción se reorientó a propaganda y conmemoración, y la
censura se institucionalizó con la Ley de Represión del Espionaje del 8 de
julio de 1918, afectando también a telégrafo y teléfono (García Cabrera, 2017).
La administración postal sufrió crisis organizativa culminada en 1917-1918 con
el movimiento juntista y la militarización del Cuerpo de Correos y Telégrafos
el 13 de marzo de 1918, reduciendo plantillas en 1919 y reestructurando
funciones (García Cabrera, 2017).
Neutralidad Española y
Posición Estratégica
La neutralidad española
otorgó una posición estratégica como intermediario postal durante el conflicto
(García Cabrera, 2017). El bloqueo naval británico forzó rutas alternativas vía
España, con un acuerdo franco-alemán en enero de 1917 que permitió tránsito de
correspondencia familiar señalizada, con efectos significativos en volúmenes y
rutas (García Sanz, 2014). España se convirtió en uno de los mayores
proveedores de materias primas y alimentos para la Entente, mientras las
relaciones comerciales hispano-alemanas se cortaron. Esta coyuntura produjo
auge económico desigual y tensiones sociales en el país neutral (García Sanz,
2014).
Las editoras reorientaron
producción hacia series propagandísticas que documentaron acontecimientos
bélicos y promovieron adhesión a bandos específicos mediante imágenes de alta
carga emocional dirigidas a públicos neutrales (Riego Amézaga, 2016). Los
países beligerantes utilizaron postales como instrumentos de propaganda
dirigida a poblaciones neutrales, especialmente en España, donde embajadas
alemanas y aliadas financiaron campañas de influencia mediante prensa y
material gráfico (García Cabrera, 2017). La censura postal limitó circulación
de contenidos sensibles, afectando a prensa, telégrafo, teléfono y al circuito
postal, restringiendo la libertad editorial que había caracterizado la Edad de
Oro (García Sanz, 2014; García Cabrera, 2017).
La Oficina Pro-Cautivos,
establecida el 24 de octubre de 1914, gestionó altas cargas de correspondencia
humanitaria, institucionalizando prácticas de archivo y tramitación masiva
con códigos de clasificación (García Cabrera, 2017). En paralelo, se
inauguraron líneas de correo aéreo internacionales en 1919, abriendo un vector
de modernización comunicacional que sería clave en los años veinte (Carrasco
Marqués, 2018).
Declive Posbélico y
Reconfiguración del Medio
El periodo posbélico evidenció
deterioro en calidad técnica de producciones postales debido a escasez
de materiales de alta calidad y reducción de inversiones en equipamiento
especializado (Henkin, 1998). Las tiradas se contrajeron y los temas se
diversificaron hacia conmemoración de eventos bélicos y reconstrucción
nacional, abandonando el optimismo y la celebración turística característicos
del periodo anterior (Prochaska y Mendelson, 2010). Los grandes impresores
redujeron su calidad por fallas en el suministro de buenas cartulinas y tintas
(Prochaska y Mendelson, 2010).
Los nuevos medios de
comunicación como radio y cinematografía compitieron con la postal por
atención del público y recursos publicitarios, reduciendo su protagonismo como
medio de información y entretenimiento (Henkin, 1998). El mercado publicitario
se contrajo debido a recesión económica y se dividió entre múltiples soportes
mediáticos, debilitando base financiera de empresas postales (Quintero Moreno,
2001). La transformación del gusto popular hacia formatos más dinámicos y
narrativos proporcionados por cine y radio relegó la postal estática a
funciones más específicas de recuerdo y coleccionismo (Carrasco Marqués, 2018).
Las dificultades de
comunicación provocadas por la Gran Guerra y la expansión de la circulación de
imágenes fotográficas y su publicación en la prensa y en las revistas
ilustradas iniciaron un cambio de tendencia en el mundo de la postal. Las
postales perdieron calidad e interés, salvo contadas excepciones. Esta
reconfiguración marcó el final de la postal como medio de comunicación
masiva y su transición hacia objeto cultural especializado (López Moreno,
2021). La postal transitó de medio masivo a objeto cultural especializado, con
menor circulación, pero mayor concentración de valor en series y temáticas de
interés patrimonial (López Moreno, 2021). El coleccionismo siguió activo,
aunque más selectivo y sujeto a criterios de rareza y estado, con las palabras
cartófilo y cartofilia cayendo prácticamente en el olvido (Rickards y Twyman,
2000).
Legado Técnico y
Patrimonial
El legado técnico
acumulado durante la Edad de Oro permitió supervivencia de industrias gráficas
especializadas que mantuvieron competencias en fototipia, cromolitografía y
gestión de archivos iconográficos (Carrasco Marqués, 2018). Los archivos
postales se consolidaron como fuentes documentales de alto valor para
investigación histórica sobre urbanismo, turismo y prácticas sociales del
cambio de siglo (Riego Amézaga, 2016). La identificación material mediante
reticulación de fototipia, papeles baritados y tintas específicas sustenta
peritajes, catalogación y conservación en colecciones públicas y privadas
(Getty Conservation Institute, 2017).
Pese al choque bélico, el
legado técnico de la fototipia, cromolitografía y gestión de archivos iconográficos
sostuvo la competitividad de talleres españoles y aseguró la preservación de
repertorios, hoy esenciales para la investigación en urbanismo, turismo y
cultura visual (Carrasco Marqués, 2018; Riego Amézaga, 2016; López Hurtado,
2013). El sector sobreviviente se apoyó en la reputación técnica acumulada y en
archivos iconográficos estructurados (Carrasco Marqués, 2018). Los fondos
postales funcionan como infraestructuras documentales para historia
urbana, turismo y cultura visual, manteniendo vigencia metodológica y valor
patrimonial duradero (López Hurtado, 2013; McDonald et al., 2024).
Conclusión
La Edad de Oro española de la
tarjeta postal ilustrada se explica por la conjunción de estandarización
formal, innovación fotomecánica, redes comerciales densas y una cultura visual
masiva emergente que integró comunicación breve y consumo de imágenes (Carrasco
Marqués, 2009; Benjamin, 1936). La guerra reconfiguró el medio por choque de
insumos, regulación y competencia mediática, pero dejó un patrimonio técnico y
documental que sostiene su vigencia como fuente primaria de primer orden
(Tworek, 2017; Riego Amézaga, 2016). La postal, como fuente primaria, mantiene
vigencia metodológica y valor patrimonial duradero para la comprensión de la
sociedad de principios del siglo XX.
Referencias
- Alonso Laza, M. (1997). La imagen de Santander a través de la tarjeta postal ilustrada (1897-1941). En B. Riego (Ed.), Santander en la tarjeta postal ilustrada (1897-1941): Historia, coleccionismo y valor documental (pp. 45-78). Fundación Marcelino Botín.
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- Carrasco Marqués, M. (2009). Las tarjetas postales ilustradas de España circuladas en el siglo XIX (2ª ed.). Edifil.
- Carrasco Marqués, M. (2018). Catálogo de las tarjetas postales ilustradas de España 1887-1905. Casa Postal.
- CWU (2014). Last Post: WW1 remembered. Communication Workers Union.
- Del Valle, J. (1981). La censura gubernativa en España 1914-1918. Editorial Nacional.
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- Prochaska, D. (1990). Making Algeria French: Colonialism in Bône, 1870-1920. Cambridge University Press.
- Prochaska, D., & Mendelson, J. (Eds.). (2010). Postcards: Ephemeral histories of modernity. Penn State University Press.
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- Real Decreto (1905). Reglamento del servicio postal español. Boletín Oficial del Estado.
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- Riego Amézaga, B. (1997). La tarjeta postal como soporte visual en el cambio de siglo. Historia y Comunicación Social, 2, 119-138.
- Riego Amézaga, B. (2016). La construcción social de la realidad a través de la fotografía y el grabado. Universidad de Cantabria.
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