“Admitidas las tarjetas postales, con sus ventajas sobre la carta cerrada para la correspondencia, era de prever que el lujo, el afán del anuncio y el inconsciente deseo de embellecer lo más vulgar y corriente para la vida moderna, que es característica de ésta, las decoraría con estampaciones, ya caprichosas y de fantasía, ya reproducciones de paisajes, lugares y tipos pintorescos. Pero lo que nadie esperaba era que una cosa que nació para simplificar y abaratar la correspondencia se convirtiese, de la manera que se ha convertido, en objeto casi de boato y ostentación, a menudo diez veces más cara que el coste de una carta corriente y, sobre todo, en materia fundamental para una de las modernas y más extendidas debilidades: el coleccionismo.” __________Antonio Cánovas del Castillo
Los avances en
las técnicas de impresión constituyeron el
fundamento tecnológico
que permitió
el desarrollo y la democratización
de las tarjetas
postales como
medio de comunicación
masiva. Entre 1880 y 1950, una serie de innovaciones revolucionarias transformaron
la producción
de imágenes reproducidas,
estableciendo las bases de la cultura visual moderna y haciendo posible que las
postales se convirtieran en uno de los fenómenos
de comunicación
más significativos de
la era industrial.
Litografía: La Democratización del Color
La litografía se estableció como una de las técnicas fundamentales
para la producción
masiva de postales ilustradas entre 1893 y 1920. Inventada por Aloys
Senefelder en
1796, esta técnica
revolucionó
la reproducción
de imágenes al permitir tiradas
masivas con
gran calidad (Senefelder, 1798). El proceso litográfico se basaba en el principio
fundamental de que el agua y el aceite no se mezclan, utilizando piedras
planas sobre
las cuales artistas aplicaban dibujos con crayones grasos o cerosos.
El proceso fotolitográfico resultó especialmente
exitoso debido a sus menores costos de producción
en comparación
con otras técnicas
de la época. La técnica implicaba
inundar la piedra con una solución
química acuosa de ácido
y goma arábiga,
que era absorbida por todas las partes excepto las marcadas por el crayón del artista
(Anderson, 2020). La piedra
caliza era
frecuentemente utilizada por su capacidad de absorber esta solución química en su superficie
porosa, permitiendo una reproducción
fiel y detallada de las imágenes
originales.
Una postal
litográfica podía incluir hasta 10 colores debido a múltiples pasadas por
la prensa, lo que resultaba en imágenes
vibrantes y detalladas que capturaban la atención
del público. Esta capacidad
multicolor transformó
las postales de simples medios de correspondencia a verdaderas obras de arte accesibles para
el consumo popular, democratizando el acceso a imágenes
coloridas y de alta calidad.
Cromolitografía: El Arte del Color
Masivo
La cromolitografía, desarrollada
entre 1880 y 1900, representó
una evolución
significativa de la litografía
tradicional al incorporar múltiples
colores mediante el uso de planchas
litográficas
especializadas. Basada en la litografía
de Alois Senefelder, esta técnica
permitía la reproducción masiva de imágenes en color con
una fidelidad y riqueza tonal inéditas
(Phillips, 1998).
El proceso
cromolitográfico
era complejo y meticuloso, descomponiendo el diseño
inicial en sus componentes
de color y
asignando una plancha de piedra litográfica
a cada uno. A través
de grabado y entintado, cada plancha imprimía
una capa de color en el papel, pudiendo utilizar entre 10 y 20 planchas para lograr un
acabado realista y atractivo. En 1835, el impresor alsaciano Godofredo
Engelman patentó la cromolitografía, introduciendo un método que añadía el negro a los
colores primarios, ampliando así
la variedad de tonos y sombras (Engelman, 1835).
Esta técnica requería una alta precisión para alinear
perfectamente las planchas, asegurando transiciones
suaves y
colores intensos. A pesar de su complejidad técnica,
la cromolitografía
redujo significativamente los costos de producción,
permitiendo la distribución
masiva de postales que representaban desde paisajes naturales hasta escenas
urbanas y monumentos históricos
con una calidad comparable a obras de arte pintadas a mano.
La diferencia fundamental entre la litografía tradicional y la cromolitografía residía en que la primera se basaba en la bicromía (dos colores y sus matices), mientras que la segunda permitía una policromía completa. Esta capacidad para grabar dibujos en color lograba un aspecto muy similar al de la pintura, ofreciendo una viveza y una riqueza visual sin precedentes. La cromolitografía fue fundamental para hacer accesible el arte a toda la sociedad española. Gracias a su método de reproducción masiva, las obras de arte en pequeña escala y a bajo costo pudieron ser adquiridas por un público amplio, abaratando los costes y mejorando la calidad de las reproducciones.
Esta técnica gestó nuevos
circuitos populares para la difusión
de imágenes. Las tarjetas
postales, por ejemplo, estuvieron al alcance de todos, superando en
accesibilidad a los almanaques y las revistas ilustradas que requerían alfabetización previa. Cualquier
persona podía
formar parte de este nuevo mundo visual que se desarrollaba en paralelo a la
fotografía
y la cartelería.
Las postales cromolitográficas
no solo servían
como recuerdos turísticos,
sino también
como eficaces herramientas publicitarias y educativas.
Pioneros de la cromolitografía
en España
Aunque hasta
la Primera Guerra Mundial las imprentas más
destacadas se encontraban en el área
germánica (Alemania,
Austria y Suiza), en España
surgieron talleres que adoptaron estas técnicas
con gran éxito.
Hauser y Menet
Aunque su especialidad era la fototipia, fueron pioneros en el uso de la cromolitografía. Alrededor del año 1900, editaron una famosa serie de quince postales cromolitográficas con vistas de ciudades españolas. Esta colección destacó por la viveza de sus colores y estableció un nuevo estándar estético que influyó en editores posteriores.
Hermenegildo Miralles
Desde
Barcelona, la litografía
de Hermenegildo Miralles también
se distinguió por
la alta calidad de sus productos cromolitográficos.
Editó una notable
serie de cincuenta tarjetas postales que reproducían
los escudos de todas las provincias españolas,
con ilustraciones de José Triado.
En su época, esta
serie fue muy elogiada por su precisión
heráldica y su calidad
artística, demostrando el
potencial de la técnica
para proyectos editoriales complejos.
La influencia de editores extranjeros
La industria
postal española
se benefició significativamente
de la participación
de editores e impresores extranjeros, quienes contribuyeron al desarrollo técnico del sector y a
la difusión
internacional de la imagen de España.
Pablo Dümmatzen
Originario
de Hamburgo, Pablo Dümmatzen
fue una figura pionera en la edición
de postales en España.
Se estableció en
Málaga a principios de
1900 y ese mismo año
editó una prestigiosa
serie de postales "transparentes" impresas en Alemania, que incluía vistas de ciudades
como Granada, Córdoba,
Sevilla y Madrid. Dümmatzen
tuvo una de las carreras más
largas en la cartofilia española,
dedicando más
de 70 años
a la producción
de tarjetas postales hasta su muerte a los 93 años.
Kunzli Brothers & Co.
Dirigida
desde Zúrich
por los hermanos Carl y Max Kunzli, esta empresa suiza fue muy estimada por la
calidad de sus reproducciones cromolitográficas.
Colaboraron con importantes artistas para producir tarjetas, timbres postales y
otros impresos comercializaron raras series a todo color que llegaron al mercado español, estableciendo un
modelo de cooperación
internacional que impulsó la
modernización
de la industria gráfica
española.
Fototipia:
La Síntesis
entre Fotografía
e Impresión
La fototipia,
también conocida como colotipia,
se destacó
entre 1880 y 1920 por su gran fidelidad tonal y su apariencia cercana a la fotografía pura, convirtiéndose en una de las
opciones preferidas para la reproducción
de imágenes detalladas y
realistas en las postales. Esta técnica,
inventada en 1855 por el químico
francés Louis-Alphonse
Poitevin, se basaba en la aplicación
de gelatina
bicromatada sobre
placas metálicas
o de piedra, creando un cliché
de la imagen original que permitía
imprimir con transiciones tonales suaves y una alta definición sin las tramas
visibles de otros métodos
de impresión
de la época (Poitevin,
1855).
El proceso
fotográfico utilizaba
gelatina cromada que se curtía
proporcionalmente a la cantidad de luz recibida, permitiendo obtener imágenes con alto detalle y transiciones
tonales. Una sola placa podía
producir aproximadamente 1,000
impresiones, siendo considerada la técnica
de mayor calidad para la reproducción
fotográfica, superada únicamente por el
heliograbado (Newhall, 1981).
Una de las
principales ventajas de la fototipia era su capacidad para producir imágenes altamente
detalladas y con transiciones tonales fluidas, lo que permitía una reproducción visualmente cercana
a la fotografía
original. Esto hizo que las postales fototípicas
fueran especialmente valoradas para representar monumentos, paisajes y escenas
urbanas con
una nitidez y realismo excepcionales.
En Europa, editoriales
como Hauser &
Menet y Thomas en España aprovecharon esta
tecnología
para ofrecer vistas de ciudades históricas
y monumentos patrimoniales con una gran definición
y precisión,
convirtiendo las postales en recuerdos visuales y documentos
históricos apreciados por
turistas y coleccionistas (Teixidor, 1999). La empresa suiza Hauser &
Menet, establecida en Madrid en 1890, fue la primera editora de postales en
España y una de las más prolíficas, asegurando
producir mensualmente medio
millón
de tarjetas en
1902.
Sin embargo,
la fototipia enfrentaba desafíos
como su sensibilidad
a la humedad, lo que requería
condiciones de trabajo muy cuidadosas, y la precisión meticulosa en la manipulación de las placas para
mantener la calidad de la imagen. A pesar de estos retos, la fototipia logró elevar el nivel de
las postales a la categoría
de pieza
coleccionable y
documento histórico
a finales del siglo XIX y en las primeras dos décadas
del siglo XX.
Fotograbado:
La Integración
de la Fotografía
en la Impresión
Masiva
El fotograbado representó un avance técnico crucial,
permitiendo la reproducción
de fotografías
mediante técnicas
de impresión
tradicionales. Esta innovación
hizo posible la integración
de imágenes fotográficas en procesos de
impresión
masiva, reduciendo costes y mejorando la calidad de reproducción (Gervais, 2020).
Antes de la
aparición
de la primera fotografía
publicada en prensa, fue necesario perfeccionar las técnicas de estampación de imágenes, especialmente
aquellas que permitieran integrar simultáneamente
fotografías
e impresos con textos en un único
proceso de impresión.
Entre los diversos procedimientos experimentados, el fotograbado se destacó como la innovación más revolucionaria en
la difusión masiva de imágenes. Su
relevancia radicaba en la posibilidad de grabar fotomecánicamente ilustraciones con semitonos,
ya fueran fotografías
o dibujos al claroscuro (Newhall, 1981).
Un punto de
inflexión
ocurrió el 4 de marzo de
1880, cuando el New
York Daily Graphic publicó la primera ilustración fotográfica de medias
tintas, gracias a los experimentos de Stephen
H. Horgan, jefe de su departamento fotomecánico
(Gervais, 2020). Este hito marcó
el inicio de una era en la que las retículas o tramas se
perfeccionaron, permitiendo la reproducción
mecánica de toda clase de
fotografías.
La trama,
compuesta por rejillas de líneas
negras interpuestas entre el original y la plancha del grabado, permitió transferir imágenes fotográficas a las rotativas
y sincronizar su impresión
con los textos tipográficos
(Scharf, 1974). Este avance transformó
las necesidades informativo-visuales, permitiendo una reproducción más precisa, económica y rápida en comparación con técnicas anteriores.
El impacto
del fotograbado se reflejó
rápidamente en
industrias como la fotográfica,
donde facilitó
la producción
y comercialización
de imágenes por parte de
fotógrafos técnicamente
preparados. Entre los productos más
populares derivados de esta innovación
estaban las tarjetas
postales, que encontraron un amplio mercado gracias a los avances en
reproducción
mecánica (Henisch &
Henisch, 1994).
Huecograbado:
La Excelencia en la Reproducción
Tonal
El huecograbado,
también conocido en sus
aplicaciones artísticas
como heliograbado,
se perfeccionó
entre las décadas
de 1910 y 1920, representando un salto cualitativo en la capacidad de
reproducir imágenes
con una gran fidelidad
tonal y
una riqueza de detalles inigualables.
El
huecograbado se basa en el grabado de una placa
metálica,
generalmente de cobre, mediante la creación
de minúsculos huecos de
profundidad variable. Estos huecos se llenan de tinta, que al transferirse al
papel, recrea matices de luz y sombra con una sutileza impresionante. La
profundidad de cada hueco determina la cantidad de tinta retenida, lo que
resulta en una gradación tonal excelente y una textura
aterciopelada en
las áreas oscuras.
Una de las
grandes ventajas del huecograbado era la suavidad de sus sombras y la textura
aterciopelada que presentaba en las áreas
oscuras, lo que confería
a las imágenes
una profundidad y realismo excepcionales. Estas cualidades lo hacían ideal para escenas
con fuertes contrastes, reproducciones de obras
de arte y
fotografías
formales que requerían
una fidelidad minuciosa a la imagen original.
No obstante,
el huecograbado también
presentaba desafíos
significativos. El coste
elevado asociado
a la creación
de las planchas grabadas y la lentitud del proceso de impresión limitaban su uso a tiradas pequeñas o ediciones
especiales, lo que confería
a estas postales un aire de exclusividad y prestigio. Este factor restrictivo
impedía que el huecograbado
se utilizara para producciones en masa, reservando su aplicación para series
limitadas destinadas a un público
selecto que valoraba la alta calidad y la unicidad de cada pieza.
En el
contexto de la reproducción
fotográfica en blanco y
negro, el huecograbado se destacó
especialmente para la representación
de monumentos, grandes obras arquitectónicas
y escenas artísticas
que requerían
una profundidad y detalle excepcionales. Las postales producidas con esta técnica capturaban la
esencia de los sujetos con una claridad y precisión
que pocas otras técnicas
podían igualar.
Heliograbado:
La Perfección
Industrial
Introducido
de manera más
amplia en 1923,
el heliograbado perfeccionó la técnica del
huecograbado, ofreciendo una impresión calcográfica de alta gama que
elevó el estándar de calidad en la
producción
de postales. Esta técnica
utilizaba cilindros
de cobre grabados
de manera mecánica
o fotográfica,
lo que garantizaba una resolución
altísima y un control muy
preciso del color en cada celda de impresión.
Una de las
principales ventajas del heliograbado era su detalle
excepcional y
la capacidad de imprimir con tonos
vibrantes, lo que lo hacía
ideal para postales que buscaban una máxima
fidelidad en retratos y panorámicas.
A diferencia de su predecesor, el huecograbado, el heliograbado permitía una imprenta más eficiente y rápida, lo que reducía los costes de
producción
en grandes
tiradas.
Esta eficiencia,
combinada con la alta calidad de impresión,
permitió
a las imprentas producir postales fotográficas
y artísticas en cantidades
considerables, satisfaciendo la creciente demanda del mercado turístico y de coleccionistas
exigentes. Aunque en sus inicios el heliograbado enfrentó ciertos problemas
con los tintes de moda, como sepia, verde y morado,
que con el tiempo se deterioraban, la técnica
maduró rápidamente.
Los
impresores aprendieron a seleccionar tintes
más
duraderos y
a perfeccionar el proceso de grabado, lo que consolidó al heliograbado como sinónimo de calidad y
exclusividad en el mundo de las postales. Esta evolución permitió
que el heliograbado reemplazara gradualmente a la fototipia y al huecograbado
clásico, ofreciendo una
mejor relación coste-eficiencia sin comprometer
la fidelidad y el detalle de las imágenes.
Fotocromo:
La Revolución
del Color Fotográfico
El fotocromo,
desarrollado entre 1890 y 1910, surgió
como una técnica
revolucionaria para dar color a las fotografías
en blanco y
negro sin
comprometer su realismo. Originada en Suiza, esta técnica permitió una reproducción más
fiel y vibrante de las escenas, capturando la esencia y los matices de los
colores de una manera que las técnicas
anteriores no habían
logrado.
Este método se basaba en la
aplicación
de entre 4
y 18 planchas litográficas sobre una
fotografía
original, cada una dedicada a un color específico,
lo que resultaba en colores intensos y detallados en las postales. Una de las
principales ventajas del fotocromo era su capacidad para mejorar el realismo de
las imágenes,
capturando detalles arquitectónicos
y paisajísticos
con una fidelidad inédita,
lo que hacía
que los monumentos y paisajes parecieran casi fotografías en color.
En España, la empresa Purger & Co. destacó por su adopción y perfeccionamiento
de esta técnica,
comercializando postales que ganaron rápidamente
popularidad entre turistas y coleccionistas. Estas postales no solo ofrecían una intensidad de
color superior
y una precisión arquitectónica, sino que
también impulsaron el
turismo al permitir a los visitantes llevarse recuerdos visuales detallados de
sus experiencias.
Además, el fotocromo
democratizó
el acceso al arte
visual al
permitir la producción
masiva de postales coloridas a costos accesibles, haciendo que fueran
accesibles para un público
más amplio, incluyendo
al turista común.
La precisión
y vivacidad de los colores logrados con esta técnica
también permitieron una
mayor versatilidad
temática en las postales,
representando no solo paisajes y monumentos, sino también escenas cotidianas y eventos
culturales.
Fotopostales:
La Democratización
de la Fotografía
Personal
Las fotopostales,
también conocidas como Real Photo
Postcards (RPPC), emergieron a principios del siglo XX impulsadas por la llegada
de cámaras portátiles como la Folding
Pocket Kodak de
1903, que democratizó
la fotografía
permitiendo que cualquier persona pudiera capturar y revelar sus propias imágenes (Andrews,
2017).
Esta técnica revolucionó el mundo de las
postales al permitir la creación
de tarjetas absolutamente personales,
donde los individuos podían
tomar instantáneas
de su entorno y enviarlas directamente a amigos y familiares, eliminando la
necesidad de intermediarios como editoriales o impresores. Las fotopostales
capturaban desde celebraciones
familiares y escenas
rurales hasta ferias
locales y retratos de
personas queridas,
convirtiéndose
en testimonios visuales de la vida diaria y en documentos históricos que reflejaban
la diversidad y riqueza de las comunidades de la época.
Una de las
principales ventajas de las fotopostales era su inmediatez y personalización, permitiendo a
los usuarios imprimir directamente sus propias fotos en formato de tarjeta
postal y fomentando una forma de expresión individual a través de la imagen
impresa. En España,
fotógrafos como Lluís Bartrina desempeñaron un papel crucial
en la popularización
de las fotopostales, comercializando postales fotocromáticas que ganaron rápidamente popularidad
entre turistas y coleccionistas gracias a la intensidad del color y la precisión arquitectónica de las imágenes capturadas.
Las
fotopostales no solo documentaban paisajes y monumentos, sino también momentos de la vida
cotidiana, como reuniones familiares y eventos históricos, convirtiéndose en testimonios únicos de una era en
constante cambio. Esta técnica
permitió
a los fotógrafos
locales compartir su propia realidad, generando un mercado de postales auténticas y personales
que reflejaban la diversidad
cultural y
social de diferentes regiones.
Bromuro:
La Elegancia del Blanco y Negro
En la década de 1950,
surge una innovación
que transformó
significativamente la producción
de tarjetas postales: el bromuro.
Este proceso, aunque muy parecido a la fotografía
clásica, ofrecía un contraste
elevado y
una apariencia elegante en imágenes
en blanco y negro que lo distinguieron de otras técnicas
de impresión
de la época.
El bromuro
implicaba la impresión directa a partir de un
negativo fotográfico
sobre papel sensible de alta calidad, tratado con sales
de plata que
garantizaban una claridad superior y un nivel de detalle excepcional. Este método permitía obtener imágenes nítidas y con transiciones
tonales marcadas,
resultando en una estética
visualmente atractiva y sofisticada.
La principal
ventaja del bromuro residía
en su capacidad para producir imágenes
con una nitidez
incomparable y
una gran riqueza de detalles. Al exponer directamente el negativo sobre el
papel bromurado, se lograba una reproducción
fiel y elegante de la imagen original, destacando por sus altos niveles de
contraste que acentuaban las diferencias entre luces y sombras.
El bromuro
se asoció
fuertemente con el auge de las postales de paisajes y vistas
urbanas durante
los años 50. Muchas veces,
estas postales se diseñaban
con una intención
de atemporalidad,
evitando la inclusión
de personas, vehículos
u otros elementos que pudieran fechar el contenido y disminuir su relevancia
con el paso del tiempo. Este enfoque permitió
que las postales bromuradas sirvieran como "ventanas universales"
hacia lugares icónicos,
capturando la esencia y la belleza de los destinos sin comprometer su
perdurabilidad estética.
Impresión Offset: La Revolución Industrial de las
Postales
En la década de 1920 y a partir de
entonces, la impresión offset revolucionó por completo la
industria de la impresión,
marcando un antes y un después
en la producción
de tarjetas postales. Este método
se basa en un proceso indirecto donde la imagen se transfiere primero desde una plancha metálica a un cilindro de
caucho y,
posteriormente, de este al papel.
Inventada
por Robert
Barclay en
1875 y adaptada al papel por Ira
Washington Rubel en
1904, esta innovación
permitió
optimizar tanto el registro
de colores como
la velocidad de
producción,
transformando la manera en que se fabricaban y distribuían las postales (Barclay, 1875; Rubel,
1904).
Una de las
ventajas fundamentales de la impresión
offset es su capacidad para trabajar con cuatricromía (CMYK: cian,
magenta, amarillo y negro), lo que permite la creación de imágenes
a todo color con una gran
precisión
y a costos asequibles. A diferencia de la litografía tradicional, donde la imagen se
transfiere directamente desde la plancha al papel, el offset utiliza un
cilindro de caucho que actúa
como intermediario, reduciendo el desgaste directo de la plancha y permitiendo
una reproducción
más duradera y
eficiente.
La impresión offset facilitó enormemente la producción en masa de postales, lo
que permitió
abaratar los precios y hacer que las postales fueran accesibles para un público más amplio. Empresas
pioneras como Curt
Teich en
Alemania, la Detroit
Publishing Company en
Estados Unidos y Ediciones
Arribas en
España aprovecharon esta técnica para lanzar
series enormes de postales que cubrían
una amplia variedad de diseños
y destinos.
La capacidad
de producir grandes volúmenes
de postales de manera rápida
y económica transformó a las tarjetas
postales en un fenómeno de masas,
donde casi cualquier persona que viajaba podía
adquirir postales de cualquier rincón
del planeta y enviarlas con rapidez y facilidad. Además, la versatilidad de la impresión offset permitió la incorporación de nuevos acabados
como barnices, laminados y papeles
especiales que
realzaron la apariencia y durabilidad de las postales.
Curt
Teich y el Proceso de Cinco Colores
Curt
Teich & Co. fue
pionero en la impresión
por procesos en la industria estadounidense de postales, desarrollando el
proceso "C.T.
Art-Colortone" que
utilizaba cinco colores: los cuatro del CMYK más
un azul más oscuro. Este
proceso, iniciado en 1931 con la adquisición
de nuevas prensas de alta velocidad, permitía
obtener una riqueza de matiz similar al trabajo litográfico tradicional de quince colores
hecho a mano (Teich, 1931).
La
diferencia clave residía
en el ángulo
de superposición de las placas.
Cada placa de color se rotaba en un ángulo
preciso respecto a la placa clave negra, permitiendo que los colores se
combinaran ópticamente
para crear otros colores perceptibles. Esta rotación precisa creaba la característica "roseta"
que hace reconocible la impresión
tricolor y por procesos.
Impresión Digital: La Era de
la Personalización
En la década de 1990 y en adelante,
la impresión digital irrumpió en el mundo de la
producción
de tarjetas postales, marcando una transformación
radical que adaptó
este medio a la era informática.
A diferencia de las técnicas
tradicionales de impresión,
la impresión
digital eliminó
por completo la necesidad de planchas
o fotolitos, permitiendo que la imagen se transfiera directamente desde un
archivo digital al papel, utilizando impresoras de inyección de tinta o láser.
Una de las
ventajas más
destacadas de la impresión
digital es la personalización absoluta que ofrece. Este
sistema permite realizar tiradas
cortas, incluso de una sola copia, con datos o diseños específicos
para cada cliente. Esta capacidad de personalización cambió
por completo la dinámica
de producción,
permitiendo que las postales se conviertan en objetos únicos que reflejan las preferencias
individuales de
los usuarios.
Gracias a la impresión bajo demanda,
se lograron reducir significativamente los costes y se evitó el sobrestock de
productos no vendidos. Este método
no solo optimiza los recursos económicos,
sino que también
contribuye a una producción
más sostenible,
minimizando el desperdicio de materiales y permitiendo una respuesta ágil a las
fluctuaciones de la demanda.
Otra
característica
innovadora de la impresión
digital es la facilidad para combinar texto, fotografía e interactividad.
Esta capacidad ha permitido que las postales retomen un carácter creativo y
modernizado, fusionando lo tangible con lo digital. Por ejemplo, es posible
integrar códigos QR o elementos de realidad
aumentada que
redirigen a contenido digital adicional, como videos, galerías de fotos o
mensajes interactivos.
Offset
vs. Impresión
Digital en la Actualidad
La impresión offset se estableció como la opción preferida para
postales de alto
volumen debido
a su calidad superior y economía
en grandes tiradas. El proceso utiliza tinta transferida desde una placa metálica a una manta de
goma y luego al papel, resultando en colores
nítidos y vibrantes.
La impresión digital emergió como alternativa para tiradas cortas, eliminando virtualmente los costos de configuración y requiriendo solo una pasada por la máquina. Aunque no iguala completamente la calidad del offset tradicional, las prensas digitales modernas como las HP Indigo producen postales de tal calidad que solo un ojo entrenado puede distinguir la diferencia.
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