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12/6/25

3.0. Antecedentes de la tarjeta postal.

3.0. Antecedentes de la tarjeta postal
  • Análisis de los precedentes tecnológicos y culturales
  • El contexto europeo y la adopción española del formato
3.1. Los Géneros Fotográficos Fundacionales del Siglo XIX
  • La fotografía de viajes y el canon paisajístico
  • El retrato carte de visite y la democratización de la imagen personal
  • La fotografía estereoscópica y la búsqueda del impacto visual
  • Los álbumes fotográficos y las estrategias narrativas
3.2. La Eclosión del Periodismo Gráfico en España
  • La prensa ilustrada como antecedente de la cultura visual de masas
  • Las revistas gráficas y su influencia en el lenguaje postal
  • La construcción de la actualidad a través de la imagen

El período comprendido entre 1869 y 1936 representa para España un capítulo de convulsiones políticas, profundas crisis sociales y una acelerada modernización que transformó irreversiblemente las estructuras del país. En medio de este torbellino histórico, emergió un fenómeno cultural de consecuencias perdurables: una auténtica revolución visual que redefinió los modos de producir, circular y consumir imágenes, sentando las bases de la sociedad de masas contemporánea. Si bien esta revolución se manifestó en la eclosión del periodismo gráfico, el cartelismo y la fotografía, fue un objeto modesto, cotidiano y asequible el que se erigió como su principal agente democratizador: la tarjeta postal ilustrada. Este pequeño rectángulo de cartón, concebido para viajar sin sobre y capaz de condensar en su superficie un universo de representaciones, no fue un mero producto de su tiempo, sino uno de sus más potentes motores de cambio. Se convirtió en el primer medio de comunicación verdaderamente masivo que fusionó texto e imagen, un dispositivo cultural que puso la democratización de la cultura visual literalmente en el bolsillo de millones de ciudadanos, trascendiendo las barreras de clase, geografía y alfabetización (Berenguer et al., 2019).

Este texto se adentra en el corazón de dicha revolución, explorando cómo la tarjeta postal se consolidó como el vehículo por excelencia de la nueva cultura visual de masas en España. Argumentamos que su estudio no es una aproximación marginal a la historia de las artes gráficas o del coleccionismo, sino un análisis fundamental para comprender el nacimiento de la modernidad visual en el país. La postal actuó como la culminación de los géneros fotográficos que la precedieron y, a su vez, como catalizador de nuevas prácticas sociales, constructor de imaginarios colectivos y testimonio insustituible de una era de transformación. Analizar su trayectoria es, en esencia, relatar el momento histórico en que una sociedad aprendió a masificar la mirada, a hacer suya la imagen y a convertir la comunicación visual en un derecho ciudadano antes que en un privilegio de élites (Riego, 2001).

La génesis de un medio: contexto tecnológico y social

La emergencia de la tarjeta postal no fue un acontecimiento súbito, sino el resultado de una confluencia de factores tecnológicos, sociales y económicos. Su nacimiento oficial se produjo en Austria en 1869, como una propuesta del economista Emanuel Herrmann que buscaba un medio de correspondencia más rápido y económico (Hermann, 1869, citado en Philippen, 1977). Inicialmente, era un simple "entero postal", una cartulina con el franqueo impreso emitida por el Estado, sin ilustración alguna (Berenguer et al., 2019). España adoptó oficialmente este formato el 1 de diciembre de 1873, durante la Primera República, ofreciendo una tarifa reducida que suponía un ahorro significativo frente a la carta tradicional y la convertía en un producto atractivo para la comunicación comercial y personal (Guereña, 2005).

Sin embargo, la verdadera revolución llegó con la ilustración. El perfeccionamiento de las técnicas de reproducción fotomecánica, como la fototipia, la litografía y el huecograbado, permitió la impresión masiva y a bajo coste de imágenes fotográficas sobre la cartulina (Restrepo, 2010). Esta innovación tecnológica fue la base material que posibilitó la transformación de la postal de un mero utensilio de correspondencia a un poderoso artefacto cultural. En España, la casa madrileña Hauser y Menet fue pionera, lanzando en 1892 las primeras series con vistas de Madrid y llegando a producir medio millón de postales mensuales una década después (Riego, 2011; Sánchez, 2007). La tecnología había creado, por fin, el lenguaje y el medio para una auténtica cultura visual de masas.

Este desarrollo tecnológico coincidió con la creación de una infraestructura global indispensable: la Unión Postal Universal, fundada en 1874, que estandarizó formatos y tarifas, permitiendo que las postales circularan con fluidez por todo el planeta (Riego, 2011). En paralelo, la sociedad española experimentaba cambios profundos. El Desastre del 98 había generado una honda crisis de identidad nacional, un trauma colectivo que demandaba nuevas formas de narrar y comprender España (Balfour, 1997). La postal, con su capacidad para difundir masivamente imágenes de monumentos, paisajes y tipos populares, se convirtió en un instrumento clave para la construcción de un nuevo imaginario nacional, una herramienta para proyectar una imagen coherente del país tanto hacia el interior como hacia el exterior (Ortiz García, 2005).

La tarjeta postal: crisol de la fotografía decimonónica

La tarjeta postal ilustrada no surgió de la nada; heredó y sintetizó los lenguajes visuales y las prácticas sociales desarrolladas por los géneros fotográficos fundacionales del siglo XIX. Fue la culminación lógica y la democratización definitiva de un proceso que había comenzado décadas antes.

·        De la fotografía de viajes, practicada por pioneros como Charles Clifford y Jean Laurent, la postal adoptó la estética de lo pintoresco, la fascinación por los monumentos históricos y la construcción de un canon visual del territorio nacional. Los trabajos de Laurent, en particular, con su visión empresarial y su archivo masivo de imágenes de España, establecieron los códigos visuales que la industria postal reproduciría hasta la saciedad (Laurent, 2025).

·        Del retrato en formato carte de visite, inventado por Disdéri, la postal heredó la lógica de la producción en serie y el bajo coste, transformando la imagen en un objeto de consumo masivo. Sin embargo, si la carte de visite privatizaba la imagen en álbumes familiares, la postal la proyectó a la esfera pública, sustituyendo el rostro individual por iconos colectivos como vistas urbanas o escenas costumbristas (Sánchez Vigil, 2011; Strassler, 2010).

·        De la fotografía estereoscópica, la postal tomó la búsqueda del impacto visual y la idea de ofrecer una ventana tridimensional al mundo, aunque renunciando a la inmersión individual del visor en favor de una difusión masiva (Batchen, 2004).

·        Del álbum fotográfico, la postal aprendió las estrategias de la narrativa visual, la capacidad de construir relatos a través de la secuencia y la yuxtaposición de imágenes, ayudando a articular identidades colectivas (Krauss, 1990).

La postal, por tanto, no fue solo un nuevo formato, sino un dispositivo cultural híbrido que condensaba décadas de innovación visual, haciéndola accesible, portátil y universal.

El poder de la democratización: una revolución en múltiples frentes

El concepto de democratización es central para comprender el impacto de la tarjeta postal. Este proceso no fue meramente cuantitativo —la producción de millones de imágenes— sino cualitativo, y actuó en diversas dimensiones:

1. Democratización económica y del acceso: Por primera vez en la historia, cualquier persona, sin importar su clase social, podía poseer, coleccionar y enviar imágenes de alta calidad por unos pocos céntimos. La imagen dejó de ser un bien de lujo para convertirse en una mercancía cultural al alcance de todos (Berenguer et al., 2019). Editores como Kaulak llegaron a vender doscientas mil copias de una sola serie, evidenciando una demanda popular sin precedentes (citado en Riego, 2011).

2. Democratización del lenguaje y la comunicación: En una España con altas tasas de analfabetismo, la imagen de la postal se convirtió en un lenguaje universal. Permitía comunicar ideas, emociones y noticias de forma directa e inmediata, incorporando a la esfera pública a sectores de la población que habían sido excluidos de la cultura letrada. El breve mensaje escrito complementaba una comunicación que era, ante todo, visual.

3. Democratización de la experiencia y el conocimiento: La postal se convirtió en una ventana al mundo para una población mayoritariamente inmóvil. El ciudadano medio, que rara vez viajaba más allá de su comarca, pudo conocer su propio país y el resto del mundo a través de estas imágenes, configurando un mapa mental y visual de la nación (Ortiz García, 2005). Las series temáticas sobre geografía, arte o industria cumplieron una función pedagógica informal, contribuyendo a la alfabetización visual de la sociedad.

4. Democratización de la participación cultural: La postal transformó al receptor pasivo en un agente cultural activo. El acto de elegir, escribir, enviar y, sobre todo, coleccionar (cartofilia) implicaba una participación directa en la circulación y resignificación de la cultura. Los álbumes de postales se convirtieron en archivos personales y domésticos, en pequeños museos privados que reflejaban los gustos, intereses y redes sociales de sus propietarios.

La postal como documento y arma: construyendo la memoria histórica

Más allá de su función comunicativa, la tarjeta postal se erigió como un documento histórico de primer orden. Su capacidad para capturar el instante la convirtió en un testigo privilegiado de su tiempo, un archivo visual que nos permite hoy reconstruir aspectos de la vida cotidiana, la arquitectura urbana, las transformaciones sociales y los imaginarios colectivos de la época (Riego, 2001).

Este papel documental adquirió una dimensión política crucial durante los momentos de crisis. La Semana Trágica de Barcelona en 1909, por ejemplo, fue profusamente documentada en series de postales que se vendían como recuerdo de los sucesos. Estas imágenes de barricadas, conventos en llamas y represión no eran neutras; según la perspectiva del editor, podían servir para denunciar la "barbarie revolucionaria" o para ilustrar la opresión que condujo a la revuelta (Ullman, 1968).

Durante la Guerra Civil Española, esta dimensión política alcanzó su máxima expresión. La postal se convirtió en un campo de experimentación para la propaganda de ambos bandos, utilizándose para deshumanizar al enemigo, exaltar a los propios combatientes y reforzar la moral en la retaguardia (Riego, 2011). Las llamadas "postales de campaña", sometidas a censura militar, demuestran cómo un medio de comunicación personal fue instrumentalizado como arma en la batalla ideológica.

Alcance y propósito de esta investigación

El presente estudio aborda la revolución visual española entre 1869 y 1936 a través del prisma de la tarjeta postal, su artefacto más democrático. Nuestra metodología combina el análisis histórico-cultural con aportes de los estudios visuales, la historia de la comunicación y la sociología, prestando especial atención a las fuentes primarias: las propias postales (Burke, 2001). Buscamos superar la dicotomía entre "alta" y "baja" cultura, entendiendo que la postal fue un fenómeno transversal que redefinió las prácticas de consumo de imágenes en todas las clases sociales (Chartier, 1992).

A lo largo de los siguientes apartados, analizaremos en profundidad los mecanismos de producción, los circuitos de distribución, las temáticas recurrentes y las prácticas sociales asociadas a la tarjeta postal. Exploraremos su papel en la consolidación de una identidad nacional, su uso como herramienta política y su legado en la cultura visual posterior.

Comprender la democratización en el bolsillo que supuso la postal es fundamental, especialmente en nuestra era digital. Los patrones establecidos hace más de un siglo —la masificación de la imagen, la construcción de identidades a través de medios visuales, la tensión entre comunicación y propaganda, entre lo público y lo privado— resuenan con una fuerza sorprendente en los debates actuales sobre las redes sociales y la cultura de la imagen instantánea (Fontcuberta, 2016; Mitchell, 2005). La historia de la tarjeta postal no es, por tanto, un capítulo cerrado del pasado, sino el prólogo necesario para entender la hegemonía visual de nuestro presente. Es la historia de cómo una simple cartulina cambió para siempre nuestra forma de ver y de contar el mundo.

Referencias Bibliográficas

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