La Guerra Civil Española fue el primer conflicto armado en el que la aviación bombardeó a la población civil, marcando un antes y un después en la táctica militar y en el sufrimiento de los civiles. Este hecho obligó a la construcción de refugios y fortificaciones de emergencia en lugares como Valdecebro, donde se levantaron trincheras, nidos de ametralladoras, parapetos y refugios excavados en la tierra, como las cuevas de la Rocha.
Estas estructuras tienen un gran valor histórico, arqueológico y memorial, pero han estado desprotegidas legalmente y han sufrido abandono, destrucción y olvido. A diferencia de otros países europeos, donde los restos de fortificaciones de las guerras mundiales se han inventariado y protegido, en España, y especialmente en Valdecebro, la falta de inventario y protección ha puesto en riesgo su conservación para las futuras generaciones.
En algunos lugares, como Sarrión, la inversión en la conservación de estos vestigios ha generado beneficios económicos a través del turismo de memoria, demostrando que la protección puede ser compatible con el desarrollo local. Sin embargo, en Valdecebro, la mayoría de las fortificaciones no están señalizadas ni reconocidas por los propios habitantes, lo que dificulta su localización y valoración.
Las cuevas de la Rocha destacan por su espectacularidad y por ser un claro ejemplo de refugio civil construido apresuradamente ante los bombardeos. Estas cuevas, excavadas en la dura arcilla, muestran aún las huellas del esfuerzo colectivo de hombres, mujeres y niños para protegerse de los ataques aéreos. Su construcción aprovechó la tierra extraída para levantar parapetos y se reforzó con nidos de ametralladoras, cumpliendo el doble objetivo de refugio y defensa1.
La situación estratégica de Valdecebro la convirtió en objetivo prioritario de la aviación rebelde, lo que aceleró la construcción de refugios de gran capacidad, capaces de albergar a toda la población. Estos trabajos, cuando era posible, los realizaban compañías de fortificación formadas por mayores, especialistas en construcción o prisioneros, aunque en situaciones de urgencia eran los propios soldados quienes cavaban las trincheras y refugios.
La conservación de estos vestigios es fundamental para no olvidar el horror y las lecciones de la guerra. Un inventario general, con protección jurídica, permitiría su estudio, puesta en valor y transmisión a las nuevas generaciones. Además, su recuperación puede contribuir al desarrollo local mediante rutas históricas y turismo cultural, como ya ocurre en otros puntos de España y Europa.
En definitiva, las fortificaciones de Valdecebro son testigos silenciosos del sufrimiento y la resistencia civil durante la Guerra Civil Española, y su preservación es una deuda pendiente con la memoria colectiva y la historia.
“Oí el ruido de los aviones y con sólo 9 años cogí “a caballo” a mi hermano de 3 y corrí a la cueva. Justo ante de llegar vi una petaca con tabaco, me paré, descabalgué a mi hermano y la guardé para dársela a padre. En la entrada había un soldado disparando con una ametralladora, de pronto cayó herido, y otro compañero lo apartó de la pieza y se puso a disparar”.
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