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1/5/25

El Impacto Duradero de la Exposición Universal de Barcelona (1888)

Introducción

La Exposición Universal de Barcelona de 1888 fue un laboratorio de modernidad donde confluyeron innovación técnica, estrategias de representación visual y tensiones socioeconómicas. Celebrado en el Parque de la Ciudadela entre abril y diciembre de ese año, el evento trascendió su función como escaparate industrial para convertirse en dispositivo de transformación urbana y construcción identitaria. A través de un enfoque interdisciplinar que combina fuentes primarias —actas municipales, álbumes fotográficos, prensa obrera— y estudios recientes, este artículo explora cómo la exposición reconfiguró la morfología física y simbólica de Barcelona, al tiempo que evidenció las paradojas del progreso capitalista en la España finisecular.


1. Contexto histórico: de la crisis a la euforia burguesa

La organización del certamen fue impulsada por la burguesía catalana como estrategia para consolidar su hegemonía política y económica. Tras el colapso de la “Febre d’Or” (1871–1885), que desestabilizó inversiones especulativas, figuras como Eusebi Güell y el alcalde Francisco Rius y Taulet promovieron la exposición como mecanismo de reactivación económica y proyección internacional de Barcelona (Rius, 2015). La elección del Parque de la Ciudadela —antigua fortaleza borbónica— fue una operación urbanística cargada de simbolismo. Su transformación en jardín ilustrado bajo la dirección de Josep Fontserè encarnó una reconciliación aparente entre el Estado central y las élites catalanas. Sin embargo, implicó el desplazamiento forzoso de más de 1.200 familias del barrio de La Ribera (Arxiu Municipal Contemporani de Barcelona, 1885), evidencia del coste social del proyecto.

El evento coincidió con el auge del catalanismo cultural, articulado en la Renaixença, y con la restauración borbónica, que buscaba legitimarse mediante alianzas con la burguesía industrial. No obstante, la prensa obrera, como El Productor, denunció la exposición como un espectáculo elitista, evidenciando la fractura social creciente (Fontana, 1988).


2. Transformación urbana: arquitectura efímera y legado permanente

La exposición transformó el Parque de la Ciudadela de símbolo de dominación borbónica a escenario de modernidad urbana. La demolición de los cuarteles militares, el trazado de nuevas avenidas y la construcción de monumentos —como la Cascada Monumental, primer proyecto documentado de Antoni Gaudí, o el Arco de Triunfo de Josep Vilaseca— reconfiguraron el espacio urbano en clave celebratoria.

La arquitectura efímera, como el Palacio de la Industria, con sus 30.000 m² de hierro y cristal diseñados por Jaume Gustà, contrastaba con edificios de vocación perdurable como el Castillo de los Tres Dragones, de Lluís Domènech i Montaner, que posteriormente se convirtió en Museo de Zoología. Esta dialéctica entre lo efímero y lo permanente revela cómo el certamen funcionó como banco de pruebas del modernismo catalán y anticipó debates sobre la arquitectura contemporánea (Solà-Morales, 1992).

Además, la exposición catalizó proyectos urbanísticos largamente estancados:

  • Urbanización del frente marítimo: el Moll de la Fusta y el Paseo de Colón integraron el puerto con el tejido urbano.

  • Electrificación del alumbrado público, implementada en La Rambla y en el recinto ferial, marcó el inicio de la modernización energética de Barcelona.

  • Monumento a Colón, obra de Gaietà Buigas, símbolo de la expansión colonial y de la conexión transatlántica (Martínez, 2021).

No obstante, estas transformaciones ocultaban realidades conflictivas: al menos doce obreros murieron durante la construcción del Arco de Triunfo, sin reconocimiento oficial, como revelan registros sindicales (AA.VV., 2018).


3. Economía y turismo: entre el beneficio y la explotación

La exposición movilizó una inversión de 5,6 millones de pesetas (equivalente al 20% del PIB catalán de 1885) y generó un superávit del 36% (Ajuntament de Barcelona, 1889). Se firmaron 120 acuerdos comerciales internacionales y se consolidó a Barcelona como nodo estratégico del capitalismo global (Rius, 2015).

Sin embargo, los beneficios no fueron equitativamente distribuidos:

  • Los salarios obreros se mantuvieron en 3 pesetas diarias, por debajo del umbral de pobreza.

  • La inflación derivada del turismo masivo —más de 2,24 millones de visitantes— agravó la precariedad en barrios como El Raval, con densidades superiores a 800 habitantes por hectárea (Institut d’Estadística de Catalunya, 1889).

  • Las mujeres, que representaban el 60% de la fuerza laboral textil, cobraban un 30% menos que los hombres. Además, la explotación infantil era habitual en talleres vinculados a la producción de recuerdos del certamen.

La exposición también impulsó el turismo como industria estructurante:

  • Las Golondrinas, embarcaciones turísticas, transportaron a 200.000 pasajeros.

  • El Gran Hotel Internacional, con capacidad para 5.000 huéspedes, fue una estructura efímera que sentó las bases de la hotelería moderna (Ribera, 2020).


4. Imagen, iconografía y construcción de una memoria urbana

La dimensión visual de la exposición fue clave en la construcción de una nueva iconografía urbana. La fotografía, en pleno auge como tecnología documental y publicitaria, desempeñó un papel central. Pau Audouard, fotógrafo oficial del evento, elaboró álbumes de gran formato que mostraban la monumentalidad arquitectónica, la armonía social aparente y la integración de naturaleza y tecnología (Rius, 2011).

Sin embargo, esta mirada no fue neutra: mientras Audouard y Esplugas ofrecían vistas panorámicas idealizadas desde globos aerostáticos, otros fotógrafos menos conocidos documentaban la precariedad de los asentamientos obreros periféricos. Estas imágenes, invisibilizadas durante décadas, fueron recuperadas por archivos anarquistas y movimientos sociales en el siglo XX (Crary, 1992).

La exposición funcionó también como escenario de negociación identitaria:

  • En el Pabellón de Bellas Artes, artistas como Ramon Casas y Santiago Rusiñol reinterpretaron el realismo social desde una óptica catalanista.

  • El Pabellón de Arte Femenino relegó a las creadoras a una posición secundaria, revelando las jerarquías de género de la época (MUHBA, 2018).

  • La Exposición de Arte Retrospectivo, comisariada por Josep Puig i Cadafalch, seleccionó obras medievales catalanas para construir un relato de continuidad histórica, alineado con las estrategias de invención de la tradición (Solà-Morales, 1992).

Por otro lado, la dimensión colonial del certamen, ignorada durante décadas, ha sido recientemente revalorizada. Elementos como el Umbracle, que albergó especies vegetales de Cuba y Filipinas, ejemplifican cómo la exposición integró materiales simbólicos del imaginario imperial español, anticipando narrativas más explícitas en la Exposición de 1929.

5. Conclusiones

La Exposición Universal de Barcelona de 1888 fue mucho más que un evento industrial o un escaparate del progreso técnico: constituyó un punto de inflexión en la historia urbana, simbólica y social de la ciudad. A través de sus transformaciones físicas, su iconografía visual, su impacto económico y sus contradicciones sociales, el certamen articuló una modernidad ambigua, en la que convivían los discursos del progreso con las lógicas de exclusión, explotación y hegemonía.

Desde la demolición de la Ciudadela hasta la consolidación del turismo, pasando por la monumentalización del pasado colonial, la exposición marcó una ruptura con el modelo urbano heredado del Antiguo Régimen y sentó las bases del desarrollo metropolitano del siglo XX. Asimismo, el uso intensivo de dispositivos visuales —fotografía, grabado, cartelería— no solo construyó una imagen idealizada de la ciudad, sino que inauguró un régimen estético de percepción urbana que sigue operando en la Barcelona contemporánea.

No obstante, el análisis crítico del certamen permite recuperar las voces silenciadas —obreros, mujeres, fotógrafos marginales— y advertir que la modernidad no fue un proceso lineal ni homogéneo, sino conflictivo y profundamente desigual. En este sentido, la Exposición de 1888 no puede entenderse como un episodio cerrado del pasado, sino como un nodo de memoria activa, cuya relectura crítica es imprescindible para comprender la genealogía del espacio urbano, sus imaginarios y sus exclusiones.


Bibliografía

  • Ajuntament de Barcelona (1889). Memoria sobre la Exposición Universal de Barcelona. Barcelona: Imprenta Municipal.

  • AA.VV. (2018). Obrers de la modernitat. Classes populars i treball durant l'Exposició Universal de 1888. Barcelona: Museu d’Història de Barcelona (MUHBA).

  • Arxiu Municipal Contemporani de Barcelona (AMCB), Fons Ajuntament de Barcelona, Expedient d'expropiació del Parc de la Ciutadella, 1885.

  • Crary, J. (1992). Techniques of the Observer: On Vision and Modernity in the Nineteenth Century. Cambridge, MA: MIT Press.

  • Fontana, J. (1988). La formació d’una identitat. Una història de Catalunya. Barcelona: Edicions 62.

  • Martínez, J. (2021). Monuments de l'imperi. Colom, Rius i la ciutat colonial. Barcelona: Tigre de Paper.

  • Ribera, M. (2020). L’hotel com a mirall de la ciutat. Arquitectura i turisme a la Barcelona del segle XIX. Barcelona: Fundació Joan Maragall.

  • Rius, J. (2011). Imatge i Modernitat: Fotografia i Exposició Universal de 1888. Barcelona: Museu Nacional d’Art de Catalunya.

  • Rius, J. (2015). Barcelona 1888. El somni d’una ciutat moderna. Barcelona: Viena Edicions.

  • Solà-Morales, I. (1992). De la ciutat romàntica a la ciutat moderna. Barcelona: Edicions UPC.

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