1. ANTECEDENTES HISTÓRICOS, SOCIALES, POLÍTICOS Y TECNICOS
1.1. Contexto Sociopolítico Europeo (1869-1939)
1.2. Contexto Sociopolítico Español (1850-1939)
1.3. Innovaciones tecnológicas en la producción de postales
1.4. Marco Legal y Regulación Postal
1.5. Coleccionismo y la tarjeta postal como objeto efímero.
Una España en transformación:
de la revolución liberal a la guerra civil
El período comprendido entre
1869 y 1939 constituye en España una fase de transición desde
estructuras liberales decimonónicas hacia la modernidad del siglo
XX (Carr, 1982). Esta etapa estuvo marcada por tensiones entre continuidad
agraria y desarrollo industrial concentrado, crisis políticas
recurrentes, movilizaciones sociales y proyectos reformistas
frustrados que desembocaron en la ruptura violenta de 1936 (Jackson,
1965). La década de 1869 coincidió con el Sexenio Democrático
(1868-1874), período de intensa experimentación política que incluyó la revolución
de 1868 denominada "La Gloriosa", el destronamiento
de Isabel II, la monarquía constitucional de Amadeo I de
Saboya (1871-1873) y la Primera República (1873-1874) (Solé Tura
& Aja, 1977).
Este período representó el intento
más ambicioso del siglo XIX español por establecer un régimen
democrático basado en el sufragio universal masculino, las libertades
de prensa, asociación y culto (Dardé, 1996). Sin embargo,
la inestabilidad política crónica, la guerra carlista y las divisiones
entre republicanos abortaron este experimento democrático
(Thomas, 1976).
La revolución agraria
inconclusa
En el ámbito económico,
la segunda mitad del siglo XIX consolidó la agricultura capitalista
mediante la extensión de la propiedad privada y la desamortización
(Malefakis, 1970). Las desamortizaciones del siglo XIX —especialmente la
de Mendizábal (1836-1837) y la de Madoz (1855)— liberaron enormes
extensiones de tierras eclesiásticas y municipales al mercado
(Artola, 1973). Sin embargo, estas tierras fueron adquiridas mayoritariamente
por grandes propietarios, burguesía urbana y especuladores,
perpetuando la concentración de la propiedad y la precariedad
de jornaleros (Sánchez Albornoz, 1968).
Esta estructura agraria
persistió sin revolución técnica ni redistribución equitativa de
la tierra. En el sur se mantuvieron latifundios improductivos trabajados
por jornaleros temporales, mientras que en el norte prevalecieron minifundios
de subsistencia (Tortella, 1994). Los aranceles protectores del cereal
favorecieron a grandes propietarios y encarecieron el coste de vida
urbano, limitando la acumulación de capital y la capacidad de
compra campesina (Nadal, 1975).
Industrialización tardía y
concentrada
La industrialización se
localizó en tres focos principales: la industria textil algodonera
catalana, la siderurgia vasca y la minería asturiana (Carreras
& Tafunell, 2005). Cataluña desarrolló desde 1830 una industria
algodonera mecanizada protegida por aranceles y orientada al mercado
peninsular y colonial (Nadal, 1975). Barcelona se convirtió
en el principal centro fabril y financiero, desarrollando colonias
industriales que integraban producción y residencia obrera (Terán,
1999).
El País Vasco,
especialmente Vizcaya, experimentó desde la década de 1880 un desarrollo
industrial acelerado basado en la siderurgia y la minería del
hierro (Escudero, 1998). La abundancia de minerales de hierro de
alta calidad, exportados masivamente hacia países industriales europeos,
generó capitales que financiaron altos hornos modernos y grandes
empresas siderúrgicas (Fusi, 1984). Asturias desarrolló una industria
extractiva del carbón y siderurgia secundaria, configurando núcleos
de población obrera en condiciones laborales extremadamente duras
(Shubert, 1984).
Los obstáculos a la industrialización
fueron múltiples: escasez de carbón de calidad, orografía
fragmentadora del mercado, bajo nivel de renta y demanda
interna, dependencia de capital extranjero para
infraestructuras y equipamiento, inestabilidad política crónica y falta
de una revolución agrícola (Nadal, 1975). La Ley General de
Ferrocarriles de 1855 atrajo inversión foránea, pero adoptó un ancho
de vía distinto al europeo, generando costes de transbordo en
frontera (Gómez Mendoza, 1982).
Transformación social y
movimiento obrero
La transición de sociedad
estamental a sociedad de clases redefinió posiciones sociales
en función de la capacidad económica (Jutglar, 1973). Persistió la influencia
nobiliaria en instituciones del Estado, ascendió una alta burguesía
terrateniente y rentista, se consolidaron clases medias urbanas
(profesiones liberales, empleados públicos) y emergió un proletariado
industrial concentrado en focos catalán, vasco y asturiano
(Aragonés, 1994).
El movimiento obrero
evolucionó desde episodios luditas y asociaciones de resistencia
de los años 1830-1840 hacia organizaciones de clase con proyectos
ideológicos definidos (Tuñón de Lara, 1972). La revolución de 1868
permitió la difusión del anarquismo bakuninista y el socialismo
marxista, que compitieron por hegemonía en el mundo del trabajo.
Esta competencia desembocó en la escisión de 1872 y en la fundación del PSOE
(1879) y la UGT (1888) por parte socialista, mientras el anarquismo
impulsó la FTRE (1881) y derivó parcialmente hacia tácticas de acción
directa (Tuñón de Lara, 1974).
Sistema político de la
Restauración
La Restauración borbónica
(1874-1923), instaurada mediante pronunciamiento militar, inauguró un
período de aparente estabilidad bajo el sistema diseñado por Antonio
Cánovas del Castillo (Varela Ortega, 1977). Este sistema se basaba en el turno
pacífico entre partidos Conservador y Liberal que alternaban
mediante elecciones manipuladas a través del caciquismo —red de intermediarios
locales que controlaban el voto rural mediante clientelismo, coerción
y fraude electoral (Dardé, 1996). Este sistema garantizaba estabilidad
institucional, pero excluía a amplios sectores de la participación
política efectiva y perpetuaba estructuras oligárquicas (Carr,
1982).
Los nacionalismos
periféricos se consolidaron como fuerzas políticas organizadas. El catalanismo
evolucionó desde expresiones culturales hacia demandas de autogobierno,
cristalizando en la Lliga Regionalista (Serrano, 1999). El nacionalismo
vasco articuló una identidad étnico-cultural diferenciada que
reivindicaba la recuperación de fueros históricos y la protección
de la cultura vasca frente a la inmigración masiva y la centralización
estatal (Fusi, 1984).
Crisis de 1898 y
regeneracionismo
El cierre del siglo XIX con la
crisis de 1898 —pérdida de Cuba, Puerto Rico y Filipinas—
marcó un punto de inflexión simbólico y material (Balfour, 1997). La pérdida
de los últimos restos del imperio colonial generó un trauma
colectivo que alimentó debates sobre las causas del atraso
español y la necesidad de regeneración nacional (Preston, 2006).
Económicamente, la pérdida de Cuba afectó especialmente a sectores vinculados
comercialmente con la colonia, obligándolos a reorientar producciones
hacia el mercado interno o europeo (Balfour, 1997).
El regeneracionismo,
encabezado por figuras como Joaquín Costa, diagnosticó atraso
educativo, caciquismo, oligarquía agraria y ausencia
de inversión pública como raíces de la decadencia nacional (Carr,
1982). Propuso políticas hidráulicas, reforma educativa y extensión
de participación política, aunque sus propuestas encontraron resistencias
en el bloque de poder y resultados limitados (Tortella, 1994).
Reinado de Alfonso XIII y
crisis del liberalismo
El reinado de Alfonso XIII
(1902-1931) se caracterizó por inestabilidad gubernamental crónica, crisis
del turno pacífico entre conservadores y liberales, presión creciente
de nacionalismos periféricos, conflictividad social aguda y crisis
militar tras el Desastre de Annual en 1921 (Jackson, 1965). La Semana
Trágica de Barcelona en 1909, insurrección popular contra la movilización
para la guerra de Marruecos que derivó en violencias anticlericales
y represión gubernamental, evidenció la profundidad de las fracturas
sociales (Ullman, 1968).
La neutralidad española
en la Primera Guerra Mundial abrió una ventana de oportunidad
económica al permitir exportaciones masivas a los beligerantes
(Carr, 1982). Esta situación generó acumulación de divisas, repatriación
de capitales de ultramar, expansión de sectores químico,
eléctrico y metalúrgico, y un ciclo de crecimiento que benefició a empresarios,
pero agudizó desigualdades ante la inflación de precios de
subsistencias (Tortella, 1994).
Dictadura de Primo de
Rivera y Segunda República
El golpe de Estado de Primo
de Rivera en 1923, con respaldo del Rey y tolerancia de élites
económicas, inauguró una Dictadura desarrollista que suspendió el orden
constitucional, reprimió movimiento obrero y nacionalismos, y
lanzó un programa de obras públicas, proteccionismo industrial y modernización
de infraestructuras (Ben-Ami, 1984). La estabilidad autoritaria
favoreció crecimiento económico en sectores nuevos, pero sin resolver desigualdades
agrarias y sin capacidad de resistir la crisis mundial de 1929
(Ben-Ami, 1984).
La proclamación de la Segunda
República el 14 de abril de 1931 abrió un período de ensayo democrático
y reformismo modernizador (Jackson, 1965). La nueva Constitución
estableció un sistema laico, sufragio universal masculino y
femenino, autonomías regionales, separación Iglesia-Estado, reforma
agraria, legislación laboral avanzada y expansión educativa
(Preston, 2006). El primer bienio republicano-socialista (1931-1933)
impulsó reformas ambiciosas, pero los recursos presupuestarios y
la complejidad administrativa limitaron su alcance (Malefakis, 1970).
El bienio conservador
(1933-1935) paralizó reformas del primer bienio, provocando crisis
política en Cataluña y radicalización de izquierdas que
culminó en la insurrección de octubre de 1934 en Asturias
(Shubert, 1984). El triunfo del Frente Popular en febrero de 1936
reabrió el ciclo reformista, pero en un clima de violencia política
creciente que desembocó en el golpe de Estado del 18 de julio de
1936 (Thomas, 1976). El fracaso parcial del golpe desencadenó la guerra
civil (1936-1939), que fracturó territorialmente el país y enfrentó proyectos
de sociedad antagónicos (Preston, 2006).
El papel de la tarjeta
postal en este contexto
En este contexto complejo y
contradictorio, la tarjeta postal ilustrada funcionó como dispositivo
cultural que vehiculó representaciones de una España moderna,
turística y monumental que contrastaba con realidades de pobreza
y conflicto (Riego Amézaga, 1997). Las postales contribuyeron a
construir imaginarios nacionales y regionales que participaban en
los debates sobre identidad, modernidad y territorio
que atravesaron todo el período histórico analizado (Mendelson, 2005).
Referencias
- Aragonés, J. F. F. (1994). Clase media y bloque de poder en la España de la Restauración. Revista de Estudios Políticos, 84, 165-198.
- Artola, M. (1973). La burguesía revolucionaria, 1808-1869. Alianza Editorial.
- Balfour, S. (1997). The end of the Spanish Empire, 1898-1923. Clarendon Press.
- Ben-Ami, S. (1984). La dictadura de Primo de Rivera, 1923-1930. Planeta.
- Carr, R. (1982). Spain 1808-1975. Clarendon Press.
- Carreras, A., & Tafunell, X. (Dirs.). (2005). Estadísticas históricas de España: siglos XIX-XX. Fundación BBVA.
- Dardé, C. (1996). La aceptación del adversario: Política y políticos de la Restauración, 1875-1900. Biblioteca Nueva.
- Escudero, A. (1998). Minería e industrialización de Vizcaya. Universidad de Barcelona.
- Fusi, J. P. (1984). El País Vasco: Pluralismo y nacionalidad. Alianza Editorial.
- Gómez Mendoza, A. (1982). Ferrocarriles y cambio económico en España, 1855-1913. Alianza Editorial.
- Jackson, G. (1965). The Spanish Republic and the Civil War, 1931-1939. Princeton University Press.
- Jutglar, A. (1973). Ideologías y clases en la España contemporánea, 1874-1931. Edicusa.
- Malefakis, E. (1970). Reforma agraria y revolución campesina en la España del siglo XX. Ariel.
- Mendelson, J. (2005). Documenting Spain: Artists, exhibition culture, and the modern nation, 1929-1939. Penn State University Press.
- Nadal, J. (1975). El fracaso de la Revolución Industrial en España, 1814-1913. Ariel.
- Preston, P. (2006). The Spanish Civil War: Reaction, revolution, and revenge. W. W. Norton.
- Riego Amézaga, B. (1997). Santander en la tarjeta postal ilustrada (1897-1941): Historia, coleccionismo y valor documental. Fundación Marcelino Botín.
- Sánchez Albornoz, N. (1968). España hace un siglo: una economía dual. Península.
- Serrano, C. (1999). El nacimiento de Carmen: Símbolos, mitos y nación. Taurus.
- Shubert, A. (1984). The road to revolution in Spain: The coal miners of Asturias, 1860-1934. University of Illinois Press.
- Solé Tura, J., & Aja, E. (1977). Constituciones y períodos constituyentes en España (1808-1936). Siglo XXI.
- Terán, F. de. (1999). Historia del urbanismo en España III. Siglos XIX y XX. Cátedra.
- Thomas, H. (1976). The Spanish Civil War. Harper & Row.
- Tortella, G. (1994). El desarrollo de la España contemporánea: Historia económica de los siglos XIX y XX. Alianza Editorial.
- Tuñón de Lara, M. (1972). El movimiento obrero en la historia de España. Taurus.
- Tuñón de Lara, M. (1974). La España del siglo XX. Librería Española.
- Ullman, J. C. (1968). The Tragic Week: A study of anticlericalism in Spain, 1875-1912. Harvard University Press.
- Varela Ortega, J. (1977). Los amigos políticos: Partidos, elecciones y caciquismo en la Restauración (1875-1900). Alianza
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