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20/9/25

1.3. Innovaciones tecnológicas en la producción de postales

1.3. Innovaciones Tecnológicas en la Producción de Tarjetas Postales Ilustradas

La tarjeta postal ilustrada representa un producto resultante de la industrialización de la fotografía y el desarrollo de las artes gráficas a finales del siglo XIX (Benjamin, 1936). Durante las últimas décadas de este siglo, las industrias gráficas europeas experimentaron una renovación técnica profunda que afectó simultáneamente a los procedimientos de impresión, los soportes materiales, las estrategias comerciales y los circuitos de distribución (Twyman, 1998). La rápida y masiva multiplicación de imágenes mediante técnicas fotomecánicas y posteriormente fotoquímicas constituyó la condición sine qua non que permitió la existencia y popularidad de la tarjeta postal, creando nuevos circuitos de difusión de la imagen hasta entonces reservados a revistas ilustradas y almanaques que presuponían alfabetización previa (Henkin, 1998).

Tipologías según Técnicas de Fabricación

Las tarjetas postales se pueden encuadrar en dos tipologías diferentes según las técnicas empleadas en su fabricación. Por una parte, pueden ser fotografías en sentido estricto, obtenidas mediante procesos fotográficos, y por otra, productos impresos obtenidos mediante procesos fotomecánicos (Bodo, 1999). Esta distinción resulta fundamental para comprender la evolución técnica y comercial del medio. La terminología empleada en artes gráficas y técnicas fotoquímicas crea cierta confusión, encontrándose una misma técnica designada de formas diferentes según diversos autores (Riego, 2001).

Cromolitografía: Reproducción en Color

La cromolitografía constituyó el primer procedimiento que permitió la reproducción en color mediante superposición de sucesivas impresiones desde piedras litográficas (Staff, 1966). Inventada por Aloys Senefelder en 1796, la litografía transformó radicalmente la reproducción masiva al reducir significativamente los costes respecto al grabado tradicional (Staff, 1966). El proceso cromolitográfico requería descomponer la imagen original en componentes cromáticos, preparar cada piedra mediante tratamientos químicos, realizar pruebas de registro para garantizar la perfecta superposición de colores, y proceder a la tirada definitiva de varios miles de ejemplares (Twyman, 1998).

Empresas alemanas como Stengel & Co. en Dresde y editores suizos especializados en vistas alpinas dominaron este segmento durante las décadas de 1890 y 1900 (Klamkin, 1974). Estas compañías distribuyeron millones de tarjetas cromolitografiadas por toda Europa y mercados ultramarinos, aprovechando el boom turístico para crear una iconografía que se convirtió en referente mundial (Henkin, 1998; Garófano Sánchez, 2000).

Fototipia: Precisión y Calidad

La fototipia (collotype), desarrollada en la década de 1850 por Louis Alphonse Poitevin y perfeccionada industrialmente en las de 1880 y 1890, permitía transferir directamente una fotografía a un soporte imprimible sin intervención de artistas (Mendelson, 2005). Una superficie de gelatina se sensibilizaba mediante exposición a una imagen fotográfica. La luz endurecía selectivamente la gelatina, creando zonas de diferente capacidad de absorción de tinta que aceptaban o rechazaban la tinta según la intensidad lumínica de cada punto de la imagen original (Panofsky, 1972). El resultado era una reproducción fiel de la fotografía, con gradaciones tonales suaves y detalles precisos (Rose, 2016; Bodo, 1999).

A nivel de Catalunya, en 1875, Josep Thomas i Bigas, Heribert Mariezcurrena, Joan Serra i Pausas y Miquel Joarizti fundaron la Sociedad Heliográfica Española, donde, con formación previa en el taller de Geymet en París, comenzaron a aplicar conocimientos sobre heliotipía o fototipía, técnica que sustituiría las tradicionales técnicas de grabado manuales (Carreras y Candi, 1903).

La fototipia fue la técnica más utilizada en la producción al por mayor de tarjetas postales por su delicadeza, objetividad y aparente verosimilitud con la fotografía química, obteniendo una estructura muy similar al tono continuo con resultados de gran calidad que, si son barnizadas, se pueden confundir a simple vista con copias fotográficas (Bodo, 1999). La fototipia permitía tiradas considerables —entre cinco mil y veinte mil ejemplares— manteniendo calidad constante (Bodo, 1999; Geary, 1988). Era especialmente adecuada para vistas urbanas, monumentos arquitectónicos y retratos, donde la precisión en los detalles y la graduación tonal eran cruciales (Prochaska, 1990; Geary, 1988).

Heliograbado: Industrialización Completa

El heliograbado o fotograbado en hueco transfería imágenes fotográficas a planchas metálicas mediante procesos de sensibilización y grabado químico (Bodo, 1999). Esta técnica grababa químicamente las imágenes directamente en planchas metálicas de cobre o zinc (Carreras y Candi, 1903). El procedimiento implicaba sensibilizar una plancha con gelatina bicromatada, exponerla a través de un negativo fotográfico, y someterla a baño de ácido que grababa selectivamente las zonas no protegidas. El ácido creaba celdas de diferentes profundidades que retenían cantidades variables de tinta, reproduciendo así todos los tonos de la imagen original (Bodo, 1999).

A partir de 1900, el heliograbado se convirtió en el procedimiento dominante para la producción industrial de postales fotográficas en blanco y negro (Geary, 1988; Twyman, 1998). Permitía tiradas de más de cincuenta mil ejemplares con costes unitarios muy reducidos (Foucault, 1980). La velocidad de impresión era incomparablemente superior a cualquier técnica anterior, satisfaciendo las demandas de un mercado que crecía exponencialmente (Hughes & Bhopal, 2019). Esta técnica desplazó gradualmente la cromolitografía hacia segmentos especializados orientados a coleccionistas o ediciones de lujo (Geary, 1988).

Otras técnicas utilizadas en la impresión de tarjetas postales incluyen autotipia, medio-tono hasta llegar al offset, la técnica de impresión más habitual a partir de la segunda mitad del siglo XX, utilizada en la actualidad, que permite hacer impresiones monocromas o policromas (Twyman, 1998).

Hauser y Menet: Modernización en España

En España, la adopción de procedimientos fotomecánicos fue relativamente temprana y estuvo liderada por Hauser y Menet, establecida en Madrid en 1890 (Almarcha, 2007; Carrasco Marqués, 2018). Oscar Hauser y Adolfo Menet, dos técnicos suizos con formación en artes gráficas, introdujeron las técnicas fotomecánicas más avanzadas de su época, especializándose en técnica fototipiesca (Millman, 2013; Guereña, 2005).

La calidad técnica de las fototipias de Hauser y Menet era superior incluso a muchas producciones extranjeras y estableció estándares visuales elevados que influyeron en toda la producción postal española posterior (Guereña, 2005). Sus postales reproducían con fidelidad extraordinaria detalles arquitectónicos de la Alhambra, texturas de las piedras de Salamanca o contrastes lumínicos de paisajes andaluces (Junge, 2018). 

La estrategia comercial de la empresa fue revolucionaria. Al producir en grandes tiradas, consiguieron abaratar considerablemente los precios, haciendo accesibles las imágenes de calidad a todas las clases sociales (McCauley, 2011). En 1900 editaban 500.000 ejemplares mensuales. En 1905 su producción alcanzaba los cinco millones de tarjetas anuales (McDonald et al., 2024).

Fundamentos Fotográficos

El desarrollo de la fotografía en el siglo XIX representa un proceso de experimentación técnica constante que estableció los fundamentos para el nacimiento de la tarjeta postal ilustrada (Guereña, 2005). El daguerrotipo de Louis Jacques Mandé Daguerre (presentado en París en 1839) utilizaba placas de cobre plateadas sensibilizadas con vapores de yodo para captar imágenes sobre soporte metálico único (Causapé, 2005). William Henry Fox Talbot desarrolló en 1841 el calotipo, procedimiento revolucionario que introducía el concepto de negativo fotográfico y la posibilidad de reproducir imágenes en serie (Riego, 2001). Frederick Scott Archer introdujo en 1851 el proceso de colodión húmedo, técnica que combinaba ventajas del daguerrotipo y calotipo proporcionando imágenes de gran nitidez sobre soporte de vidrio (Riego, 2001).

La introducción de placas de gelatina seca en la década de 1870 marcó un punto de inflexión decisivo al eliminar la necesidad de preparación inmediata y procesado húmedo (Riego, 2001). Richard Leach Maddox desarrolló en 1871 emulsiones de gelatina seca que podían prepararse con antelación, almacenarse durante largos períodos y procesarse días después de la exposición (Riego, 2001). Los tiempos de exposición reducidos permitieron fotografiar escenas callejeras, actividades comerciales y celebraciones populares con naturalismo y espontaneidad inéditos, ampliando el repertorio temático (Riego, 2001).

Técnicas Fotoquímicas

Por lo que respecta a las técnicas fotoquímicas, entendidas como el conjunto de procesos cuya finalidad es la obtención de imágenes en dos dimensiones a partir de la fijación sobre un material sensible a la luz, la más utilizada en el campo de la tarjeta postal comercial fue la técnica al gelatinobromuro de plata sobre papel baritado, cuyo resultado son imágenes en blanco y negro (Bodo, 1999). Según Boix Felip, E. (2002). en 1915 ya aparecen las primeras postales sobre papel fotográfico, mayoritariamente editadas por iniciativas particulares de fotógrafos en forma de retratos de estudio en formato tarjeta postal. No será hasta mediados del siglo pasado que se empleará esta técnica para la producción de tarjetas postales comerciales (Riego, 2001).

Uno de los productores más relevantes en la producción de tarjetas postales con técnicas fotoquímicas a partir de los años 30 fue Lucien Roisin, quien registró su empresa en 1924. Uno de los grandes logros de Roisin fue la creación de la Casa de la Postal en la Rambla de Santa Mónica de Barcelona, local dedicado a la venta exclusiva de tarjetas postales en hasta 1962 que contó con cuarenta mil imágenes fotográficas del conjunto del Estado Español (Guereña, 2005).

Evolución del Color

La evolución del color en la tarjeta postal deviene un factor interesante. Los primeros testimonios del color en las tarjetas postales se encuentran con las postales coloreadas a mano sobre impresiones fotomecánicas y posteriormente también en las fotoquímicas, trabajo precario que a menudo se llevaba a cabo por mujeres (Alonso Laza, 1997). Las técnicas manuales de iluminación abarcan desde técnicas secas como lápices de colores a técnicas de base acuosa como anilinas o acuarelas, aplicadas mediante plantillas o a mano alzada (Riego Amézaga, 1997).

El primer proceso mecánico en la aplicación de color sobre imágenes monocromas se realizó mediante la técnica de la cromolitografía a finales del siglo XIX, primero en tricromía a partir de 1890, y posteriormente en cuatricromía, a través de la impresión sucesiva en diferentes colores de una plancha litográfica (Staff, 1966). Como consecuencia, el color de la imagen no corresponde a un color real, sino que se fabrica de forma artificial por el impresor, sujeta en todo momento a su interpretación y talento artístico (López Hurtado, 2013). No fue hasta la utilización del offset aplicado a la impresión de tarjetas postales, poco antes de la década de los años sesenta, cuando se empezó a representar el color real de la imagen, sector en el cual destacó la ciudad de Zaragoza con editores como Ediciones Arribas y García Garrabella (Sánchez Vigil & Olivera, 2014).

Características Formales

A partir de la observación rigorosa de la conformación de las tarjetas postales se distinguen otros rasgos formales que aportan significado. A lo largo de la historia de la tarjeta postal se ha querido dejar constancia en su reducida superficie de las innovaciones técnicas de cada momento, así como reflejar el gusto y singularidades estéticas de la época (Rickards & Twyman, 2000). Pueden encontrarse postales con perfiles ondulados o de corte rústico muy propios de las postales fotográficas de la posguerra, gofradas, de apariencia satinada o mate, en relieve, de corcho o de otros materiales, con bordados u otros elementos adheridos, entre múltiples variantes (Prochaska & Mendelson, 2010).

Impacto Social y Visual

La combinación de fotografía y procedimientos fotomecánicos transformó radicalmente la economía visual de la época (Geary, 1988). Esta innovación multiplicó exponencialmente la circulación de imágenes y creó nuevos regímenes de visibilidad que alteraron las relaciones entre producción, distribución y consumo de representaciones visuales (Geary, 1988). Por primera vez en la historia, imágenes que antes estaban confinadas a contextos privados o institucionales circularon masivamente en espacios públicos y domésticos (Osbaldestin, 2023; Geary, 1988).

La reproductibilidad técnica democratizó el acceso a las representaciones visuales (Benjamin, 1936). Esta transformación modificó los marcos de referencia visual de amplios sectores sociales y contribuyó a la construcción de imaginarios compartidos sobre lugares, monumentos, tipos humanos y acontecimientos históricos (Geary, 1988; Alloula, 1986). Estas tecnologías también crearon nuevas profesiones: técnicos fototipieros, operadores de heliograbado, especialistas en preparación de negativos, profesionalizando la industria gráfica y elevando los estándares técnicos de todo el sector editorial (Twyman, 1998).


Referencias

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