1.1. Contexto Sociopolítico Europeo (1869-1939)
1.2. Contexto Sociopolítico Español (1850-1939)
1.3. Innovaciones tecnológicas en la producción de postales
1.4. Marco Legal y Regulación Postal
1.5. Coleccionismo y la tarjeta postal como objeto efímero.
1.3. Innovaciones Tecnológicas
en la Producción de Tarjetas Postales Ilustradas
La tarjeta postal ilustrada
representa un producto resultante de la industrialización de la fotografía
y el desarrollo de las artes gráficas a finales del siglo XIX (Benjamin,
1936). Durante las últimas décadas de este siglo, las industrias gráficas
europeas experimentaron una renovación técnica profunda que afectó
simultáneamente a los procedimientos de impresión, los soportes materiales, las
estrategias comerciales y los circuitos de distribución (Twyman, 1998). La
rápida y masiva multiplicación de imágenes mediante técnicas fotomecánicas
y posteriormente fotoquímicas constituyó la condición sine qua non que
permitió la existencia y popularidad de la tarjeta postal, creando nuevos
circuitos de difusión de la imagen hasta entonces reservados a revistas
ilustradas y almanaques que presuponían alfabetización previa (Henkin, 1998).
Tipologías según Técnicas
de Fabricación
Las tarjetas postales se
pueden encuadrar en dos tipologías diferentes según las técnicas empleadas en
su fabricación. Por una parte, pueden ser fotografías en sentido
estricto, obtenidas mediante procesos fotográficos, y por otra, productos
impresos obtenidos mediante procesos fotomecánicos (Bodo, 1999). Esta
distinción resulta fundamental para comprender la evolución técnica y comercial
del medio. La terminología empleada en artes gráficas y técnicas fotoquímicas
crea cierta confusión, encontrándose una misma técnica designada de formas diferentes
según diversos autores (Riego, 2001).
Cromolitografía:
Reproducción en Color
La cromolitografía
constituyó el primer procedimiento que permitió la reproducción en color
mediante superposición de sucesivas impresiones desde piedras litográficas
(Staff, 1966). Inventada por Aloys Senefelder en 1796, la litografía transformó
radicalmente la reproducción masiva al reducir significativamente los costes
respecto al grabado tradicional (Staff, 1966). El proceso cromolitográfico
requería descomponer la imagen original en componentes cromáticos, preparar
cada piedra mediante tratamientos químicos, realizar pruebas de registro para
garantizar la perfecta superposición de colores, y proceder a la tirada
definitiva de varios miles de ejemplares (Twyman, 1998).
Empresas alemanas como Stengel
& Co. en Dresde y editores suizos especializados en vistas alpinas
dominaron este segmento durante las décadas de 1890 y 1900 (Klamkin, 1974).
Estas compañías distribuyeron millones de tarjetas cromolitografiadas por toda Europa
y mercados ultramarinos, aprovechando el boom turístico para crear una
iconografía que se convirtió en referente mundial (Henkin, 1998; Garófano
Sánchez, 2000).
Fototipia: Precisión y
Calidad
La fototipia
(collotype), desarrollada en la década de 1850 por Louis Alphonse Poitevin y
perfeccionada industrialmente en las de 1880 y 1890, permitía transferir
directamente una fotografía a un soporte imprimible sin intervención de
artistas (Mendelson, 2005). Una superficie de gelatina se sensibilizaba
mediante exposición a una imagen fotográfica. La luz endurecía selectivamente
la gelatina, creando zonas de diferente capacidad de absorción de tinta que
aceptaban o rechazaban la tinta según la intensidad lumínica de cada punto de
la imagen original (Panofsky, 1972). El resultado era una reproducción fiel de
la fotografía, con gradaciones tonales suaves y detalles precisos (Rose,
2016; Bodo, 1999).
A nivel de Catalunya, en 1875,
Josep Thomas i Bigas, Heribert Mariezcurrena, Joan Serra i Pausas y Miquel
Joarizti fundaron la Sociedad Heliográfica Española, donde, con formación
previa en el taller de Geymet en París, comenzaron a aplicar conocimientos
sobre heliotipía o fototipía, técnica que sustituiría las tradicionales
técnicas de grabado manuales (Carreras y Candi, 1903).
La fototipia fue la técnica
más utilizada en la producción al por mayor de tarjetas postales por su
delicadeza, objetividad y aparente verosimilitud con la fotografía química,
obteniendo una estructura muy similar al tono continuo con resultados de
gran calidad que, si son barnizadas, se pueden confundir a simple vista con
copias fotográficas (Bodo, 1999). La fototipia permitía tiradas considerables
—entre cinco mil y veinte mil ejemplares— manteniendo calidad constante (Bodo,
1999; Geary, 1988). Era especialmente adecuada para vistas urbanas, monumentos
arquitectónicos y retratos, donde la precisión en los detalles y la graduación
tonal eran cruciales (Prochaska, 1990; Geary, 1988).
Heliograbado:
Industrialización Completa
El heliograbado o
fotograbado en hueco transfería imágenes fotográficas a planchas metálicas
mediante procesos de sensibilización y grabado químico (Bodo, 1999). Esta
técnica grababa químicamente las imágenes directamente en planchas metálicas de
cobre o zinc (Carreras y Candi, 1903). El procedimiento implicaba sensibilizar
una plancha con gelatina bicromatada, exponerla a través de un negativo
fotográfico, y someterla a baño de ácido que grababa selectivamente las zonas
no protegidas. El ácido creaba celdas de diferentes profundidades que retenían
cantidades variables de tinta, reproduciendo así todos los tonos de la imagen
original (Bodo, 1999).
A partir de 1900, el
heliograbado se convirtió en el procedimiento dominante para la producción
industrial de postales fotográficas en blanco y negro (Geary, 1988; Twyman,
1998). Permitía tiradas de más de cincuenta mil ejemplares con costes unitarios
muy reducidos (Foucault, 1980). La velocidad de impresión era incomparablemente
superior a cualquier técnica anterior, satisfaciendo las demandas de un mercado
que crecía exponencialmente (Hughes & Bhopal, 2019). Esta técnica desplazó
gradualmente la cromolitografía hacia segmentos especializados orientados a
coleccionistas o ediciones de lujo (Geary, 1988).
Otras técnicas utilizadas en
la impresión de tarjetas postales incluyen autotipia, medio-tono
hasta llegar al offset, la técnica de impresión más habitual a partir de
la segunda mitad del siglo XX, utilizada en la actualidad, que permite hacer
impresiones monocromas o policromas (Twyman, 1998).
Hauser y Menet:
Modernización en España
En España, la adopción de
procedimientos fotomecánicos fue relativamente temprana y estuvo liderada por Hauser
y Menet, establecida en Madrid en 1890 (Almarcha, 2007; Carrasco Marqués,
2018). Oscar Hauser y Adolfo Menet, dos técnicos suizos con formación en artes
gráficas, introdujeron las técnicas fotomecánicas más avanzadas de su época,
especializándose en técnica fototipiesca (Millman, 2013; Guereña, 2005).
La calidad técnica de las
fototipias de Hauser y Menet era superior incluso a muchas producciones
extranjeras y estableció estándares visuales elevados que influyeron en toda la
producción postal española posterior (Guereña, 2005). Sus postales reproducían
con fidelidad extraordinaria detalles arquitectónicos de la Alhambra, texturas
de las piedras de Salamanca o contrastes lumínicos de paisajes andaluces
(Junge, 2018).
La estrategia comercial
de la empresa fue revolucionaria. Al producir en grandes tiradas, consiguieron
abaratar considerablemente los precios, haciendo accesibles las imágenes de
calidad a todas las clases sociales (McCauley, 2011). En 1900 editaban 500.000
ejemplares mensuales. En 1905 su producción alcanzaba los cinco millones de
tarjetas anuales (McDonald et al., 2024).
Fundamentos Fotográficos
El desarrollo de la fotografía
en el siglo XIX representa un proceso de experimentación técnica constante que
estableció los fundamentos para el nacimiento de la tarjeta postal ilustrada
(Guereña, 2005). El daguerrotipo de Louis Jacques Mandé Daguerre
(presentado en París en 1839) utilizaba placas de cobre plateadas
sensibilizadas con vapores de yodo para captar imágenes sobre soporte metálico
único (Causapé, 2005). William Henry Fox Talbot desarrolló en 1841 el calotipo,
procedimiento revolucionario que introducía el concepto de negativo
fotográfico y la posibilidad de reproducir imágenes en serie (Riego, 2001).
Frederick Scott Archer introdujo en 1851 el proceso de colodión húmedo,
técnica que combinaba ventajas del daguerrotipo y calotipo proporcionando
imágenes de gran nitidez sobre soporte de vidrio (Riego, 2001).
La introducción de placas
de gelatina seca en la década de 1870 marcó un punto de inflexión decisivo
al eliminar la necesidad de preparación inmediata y procesado húmedo (Riego,
2001). Richard Leach Maddox desarrolló en 1871 emulsiones de gelatina seca que
podían prepararse con antelación, almacenarse durante largos períodos y
procesarse días después de la exposición (Riego, 2001). Los tiempos de
exposición reducidos permitieron fotografiar escenas callejeras, actividades
comerciales y celebraciones populares con naturalismo y espontaneidad inéditos,
ampliando el repertorio temático (Riego, 2001).
Técnicas Fotoquímicas
Por lo que respecta a las técnicas
fotoquímicas, entendidas como el conjunto de procesos cuya finalidad es la
obtención de imágenes en dos dimensiones a partir de la fijación sobre un
material sensible a la luz, la más utilizada en el campo de la tarjeta postal
comercial fue la técnica al gelatinobromuro de plata sobre papel baritado,
cuyo resultado son imágenes en blanco y negro (Bodo, 1999). Según Boix Felip, E. (2002). en 1915 ya aparecen las primeras postales sobre papel fotográfico,
mayoritariamente editadas por iniciativas particulares de fotógrafos en forma
de retratos de estudio en formato tarjeta postal. No será hasta mediados del
siglo pasado que se empleará esta técnica para la producción de tarjetas
postales comerciales (Riego, 2001).
Uno de los productores más
relevantes en la producción de tarjetas postales con técnicas fotoquímicas a
partir de los años 30 fue Lucien Roisin, quien registró su empresa en
1924. Uno de los grandes logros de Roisin fue la creación de la Casa de la
Postal en la Rambla de Santa Mónica de Barcelona, local dedicado a la venta
exclusiva de tarjetas postales en hasta 1962 que contó con
cuarenta mil imágenes fotográficas del conjunto del Estado Español (Guereña,
2005).
Evolución del Color
La evolución del color en
la tarjeta postal deviene un factor interesante. Los primeros testimonios
del color en las tarjetas postales se encuentran con las postales coloreadas
a mano sobre impresiones fotomecánicas y posteriormente también en las
fotoquímicas, trabajo precario que a menudo se llevaba a cabo por mujeres (Alonso
Laza, 1997). Las técnicas manuales de iluminación abarcan desde técnicas secas
como lápices de colores a técnicas de base acuosa como anilinas o acuarelas,
aplicadas mediante plantillas o a mano alzada (Riego Amézaga, 1997).
El primer proceso mecánico en
la aplicación de color sobre imágenes monocromas se realizó mediante la técnica
de la cromolitografía a finales del siglo XIX, primero en tricromía a
partir de 1890, y posteriormente en cuatricromía, a través de la
impresión sucesiva en diferentes colores de una plancha litográfica (Staff,
1966). Como consecuencia, el color de la imagen no corresponde a un color real,
sino que se fabrica de forma artificial por el impresor, sujeta en todo momento
a su interpretación y talento artístico (López Hurtado, 2013). No fue hasta la
utilización del offset aplicado a la impresión de tarjetas postales,
poco antes de la década de los años sesenta, cuando se empezó a representar el
color real de la imagen, sector en el cual destacó la ciudad de Zaragoza con
editores como Ediciones Arribas y García Garrabella (Sánchez Vigil &
Olivera, 2014).
Características Formales
A partir de la observación
rigorosa de la conformación de las tarjetas postales se distinguen otros rasgos
formales que aportan significado. A lo largo de la historia de la tarjeta
postal se ha querido dejar constancia en su reducida superficie de las
innovaciones técnicas de cada momento, así como reflejar el gusto y
singularidades estéticas de la época (Rickards & Twyman, 2000). Pueden
encontrarse postales con perfiles ondulados o de corte rústico muy propios de
las postales fotográficas de la posguerra, gofradas, de apariencia satinada o
mate, en relieve, de corcho o de otros materiales, con bordados u otros
elementos adheridos, entre múltiples variantes (Prochaska & Mendelson,
2010).
Impacto Social y Visual
La combinación de fotografía y
procedimientos fotomecánicos transformó radicalmente la economía visual
de la época (Geary, 1988). Esta innovación multiplicó exponencialmente la
circulación de imágenes y creó nuevos regímenes de visibilidad que
alteraron las relaciones entre producción, distribución y consumo de
representaciones visuales (Geary, 1988). Por primera vez en la historia,
imágenes que antes estaban confinadas a contextos privados o institucionales
circularon masivamente en espacios públicos y domésticos (Osbaldestin, 2023;
Geary, 1988).
La reproductibilidad
técnica democratizó el acceso a las representaciones visuales (Benjamin,
1936). Esta transformación modificó los marcos de referencia visual de amplios
sectores sociales y contribuyó a la construcción de imaginarios compartidos
sobre lugares, monumentos, tipos humanos y acontecimientos históricos (Geary,
1988; Alloula, 1986). Estas tecnologías también crearon nuevas profesiones:
técnicos fototipieros, operadores de heliograbado, especialistas en preparación
de negativos, profesionalizando la industria gráfica y elevando los estándares
técnicos de todo el sector editorial (Twyman, 1998).
Referencias
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