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14/5/25

Una Evolución del correo.

La palabra sello proviene del "vocablo latino sigillum, que significa signo, marca, y es una palabra diminutiva de signum. De aquí viene también la palabra sigilo o secreto, aplicable al secreto que hay que guardar al contenido de las cartas" (García, 2002). Según la Real Academia de la Lengua Española, el sello es un trozo pequeño de papel, con timbre oficial de figuras o signos grabados, que se pega a ciertos documentos para darles valor y eficacia (RAE, 2021). También define filatelia como la afición a coleccionar y estudiar sellos de correo (RAE, 2021), pero popularmente también se incluye el coleccionismo de todo lo relacionado con el correo como cartas, matasellos, tarjetas postales, etc.
Profundizando en la Etimología

La etimología de la palabra "sello" tiene raíces más profundas de lo que inicialmente se aprecia. Como señala el Diccionario Etimológico, la palabra "sello" deriva específicamente del latín sigillum (sello, pequeña marca), con la característica caída de la "g" intervocálica (Corominas, 2011). Este sigillum es un diminutivo de signum (marca, señal, insignia), que a su vez se asocia a la raíz indoeuropea sekw- relacionada con el verbo sequi (seguir). Esta conexión lingüística revela que el concepto de "sello" estaba originalmente vinculado a la idea de algo que se sigue o que marca un camino.

Simultáneamente, de sigillum surgió el cultismo "sigilo", que hace referencia al silencio cauteloso o secreto, precisamente porque los documentos sellados quedaban resguardados de miradas indiscretas. Como apunta Calabro (2018), tanto el latín sigillum como palabras semíticas de raíz sglt podrían provenir del egipcio antiguo sḏˀt, que significaba "sello de cilindro", lo que sugiere una influencia burocrática imperial egipcia que se extendió a diversas culturas mediterráneas.

Los Sellos en la Antigüedad

Antes de la aparición del sello, tal y como lo conocemos hoy, existieron una serie de intentos que no debemos olvidar y que, en parte, pudieron influir en el verdadero inventor. Sin embargo, el uso de sellos como instrumentos de autenticación tiene una historia milenaria.

Como señalan los investigadores de la historia postal, "el empleo de sellos se remonta a las antiguas civilizaciones de la Mesopotamia (sellos cilíndricos) y el Antiguo Egipto (escarabeos y sellos cilíndricos)" (Sanz, 1999). Estos primeros sellos funcionaban como marcas personales para lacrar o firmar correspondencia y documentos, siendo habitualmente de confección artesanal en materiales como piedra, fayenza o metal. Su función primordial era la autenticación y la confidencialidad.

Según los historiadores especialistas en sellos de lacre, "los sellos fueron creados por poblaciones del antiguo Egipto y Mesopotamia, objetos de forma cilíndrica, cónica o anillos, fabricados en piedra, metal, plomo, materiales cerámicos etc., que porta un diseño en relieve (signos, figuras, letras) para así poder impartir una impresión sobre una sustancia blanda como la arcilla o cera" (Díaz, 2005). Durante la Edad Media, su uso estaba reservado inicialmente a obispos, monarcas y cortes reales, democratizándose gradualmente hacia aristócratas, monasterios y gremios, hasta llegar finalmente a ciudadanos comunes.

Prefilatelia: Sistemas Postales Antiguos

Los historiadores de la filatelia han documentado ampliamente que mucho antes del sello postal moderno, ya existían sofisticados sistemas de transporte de correspondencia. "Los historiadores concuerdan que en Egipto, en el siglo VI a. C., ya existía un servicio de transporte de correspondencia oficial. Los manuscritos egipcios, escritos sobre papiro, se transportaban principalmente mediante embarcaciones especiales que navegaban el río Nilo" (García, 2002).

China se adelantó notablemente en este campo, siendo "en el siglo III a. C., el primer país que contó con un servicio postal organizado y fue también el primero en emplear el papel en su correspondencia" (Sanz, 1999). También en la América precolombina se desarrollaron sistemas similares: "En la América precolombina también hubo un sistema de relevos para llevar mensajes e informes al tlatoani (señor gobernante) de los mexicas desde los confines de su territorio, mediante corredores llamados painani. El chasqui cumplía la misma función para el Inca de los quechuas" (Díaz, 2005).

En Francia en 1653 Jean-Jacques Renouard de Villayer, en virtud del privilegio concedido por el Rey, estableció un servicio de Correos cuya organización se asemeja algo a lo que hoy conocemos. Creó un sistema de sobres que vendía a un determinado precio, y que una vez llenos se podían depositar en alguno de los buzones que se establecieron en diferentes barrios de París, de donde eran recogidos y llevados a la dirección que en los mismos se había indicado. Esta modalidad se conoció como "billets de port payé" (billetes de portes pagados) y, para evitar falsificaciones, estaban marcados con un signo especial del concesionario (Sanz, 1999; García, 2002).

Como explica el artículo dedicado a Villayer: "Siendo miembro del Consejo de Estado, Renouard de Villayer, intentó resolver el problema inventando lo que denominó petite poste y el buzón para las cartas (boîte aux lettres) que hizo instalar en las principales calles de la ciudad" (Díaz, 2005). El privilegio que obtuvo del rey Luis XIV era "Para aquellos que deseen obtener el servicio de transportar sus cartas y comunicaciones de un barrio al otro de París", según la determinación gubernamental del 17 de junio de 1653, aunque este sistema pionero fracasó por razones desconocidas (Sanz, 1999).

En Nápoles en 1818 se crearon unas tiras de papel impresas que se vendían a determinado precio. En 1837 James Chalmers fue el creador de una especie de sellos adhesivos, pero no tuvieron éxito (Sanz, 1999).

La Invención del Sello Postal Moderno y la Controversia

El sello adhesivo actual fue inventado por Sir Rowland Hill (1795-1879), logrando modificar el sistema postal de Gran Bretaña (parecido al de otros países) y poniéndose en circulación el primer sello de correos del mundo el 6 de mayo de 1840, siendo la protagonista de éste la Reina Victoria de Gran Bretaña y teniendo como valor facial un penique (García, 2002; Sanz, 1999; Díaz, 2005).

Sin embargo, existe una controversia histórica sobre la verdadera autoría del sello adhesivo. Como señala un detallado artículo de El País: "El primer sello postal adhesivo que se conoce fue un sello británico. Sobre esto no hay dudas. Sin embargo, dicha invención, que habitualmente se atribuye a sir Rowland Hill, fue objeto en aquella época (1840) de una fuerte polémica entre éste y un librero de Dundee (Escocia), sir James Chalmer, quien también reclamó para sí la paternidad del sello" (Martínez, 1985).

Esta controversia llegó incluso a generaciones posteriores: "Todavía en 1940, al cumplirse el primer centenario del sello postal, una nieta de Chalmers, llamada Cristina, y un nieto de sir Rowland, el coronel John Hill, reabrieron la discusión, con toda clase de argumentos, sobre cual de los abuelos fue el verdadero creador del sello adhesivo" (Martínez, 1985). Según la documentación histórica, "James Chalmer alegaba que había transmitido sus ideas de reforma postal al legislador Robert Wallace en 1835, y que éste las había propuesto -sin éxito- al Parlamento" (Martínez, 1985).

Se comenta que a Sir Rowland Hill se le ocurrió este invento gracias a una anécdota que él mismo vivió. Cuentan que en 1838, siendo secretario de la Dirección de Correos y durante su estancia en una posada de Escocia, donde entró en busca de albergue, fue testigo de la llegada del cartero de la localidad que entregó una carta a una joven muchacha y ésta, después de mirarla con mucha atención, la devolvió al funcionario de correos, manifestándole que no podía pagar los chelines que costaba el porte de la carta. Aquí intervino nuestro famoso inventor que en un acto caritativo abonó al cartero el valor de la misiva, tratando con este gesto que la buena posadera no se quedara sin conocer las noticias que le enviaban sus familiares (o su enamorado, según otras versiones) (García, 2002; Díaz, 2005).

La Corona inglesa le recompensó con el título de Sir y Comendador de la Orden del Baño designándole una pensión anual de 2.000 libras esterlinas, y el Parlamento le asignó un donativo de 20.000 libras. Fue premiado con otros muchos reconocimientos y homenajes, e incluso en la ciudad de Birmingham le erigieron una estatua de mármol de Carrara que le representaba llevando una carta franqueada en su mano derecha. Cuando falleció, en Londres el 27 de agosto de 1879 a los ochenta y cuatro años, fue enterrado en la capilla de San Pablo, de la Abadía de Wetminster, junto a los más nobles caballeros y militares de Inglaterra (García, 2002; Sanz, 1999).

Los Primeros Sellos en el Mundo

Después de Gran Bretaña las primeras emisiones fueron en 1843 en Zurich el día 1 de marzo, Brasil el día 1 de agosto y en Ginebra el 30 de septiembre y sucesivamente en el resto de países (García, 2002; Sanz, 1999).

Más detalles sobre estos primeros sellos revelan la rapidez con que la innovación se extendió mundialmente. El historiador filatélico de Suiza detalla: "El primer sello a ser emitido por el Correo de Ginebra (el segundo sello de Suiza y solo el cuarto sello en el mundo) resultó de un discurso ante el Gran Consejo de Ginebra el lunes 22 de mayo de 1843, por Alphonse de Candolle, profesor de botánica y miembro del consejo" (López, 2010). Este sello, conocido como "Double Geneva" fue diseñado probablemente por Guillaume Pasteur, Director del Correo de Ginebra en esa época, y se imprimió en papel amarillo-verdoso.

En cuanto a Brasil, "el 1 de agosto de 1843, Brasil emitió sus primeros sellos postales, aproximadamente cuatro años antes que los Estados Unidos. No queriendo destruir la efigie del Emperador Dom Pedro II, las autoridades dirigieron un diseño simple para los sellos" (López, 2010).

Los Sellos en España

Ya en España, Luis José Sartorius vio la importancia del Correo y estando en el ministerio, lanzó un plan organizador de las Postas, apoyándose en que el ministro de la Gobernación Fermín Caballero, había iniciado en 1843 los trabajos y estudios para la implantación del sello de Correos. Por los avatares de la política este último tuvo que abandonar el Gobierno, por lo que no fue hasta 1849 cuando Sartorius llega de nuevo al Ministerio y elabora el decreto que es presentado a la reina (García, 2002).

Como detalla un artículo especializado sobre los decretos que originaron el sello postal español: "El 17 de agosto de 1843, España empezó a moverse para intentar implantar el sistema inglés. Este sistema permitía establecer el franqueo previo de la correspondencia" (Sanz, 1999). Sin embargo, entre esta primera intención y la realidad pasaron varios años: "Durante los siguientes 6 años después de la orden del Gobierno Provisional de 1843, hubo un cierto estado de letargo hasta 1849" (Sanz, 1999).

Un importante paso fue el Real Decreto de 12 de agosto de 1845, que simplificaba considerablemente las tarifas postales mediante la creación de una tarifa interior que solo dependía del peso pero no de la distancia, facilitando así la implementación de los sellos adhesivos (García, 2002).

El empleo de los sellos de Correos queda establecido por Real Decreto de 24 de octubre de 1849, como previo pago del franqueo y derechos de certificado de la correspondencia. La reina Isabel II premió a Sartorius otorgándole el título de primer conde de San Luis (García, 2002).

La cuarta persona implicada para que España tuviera también sus propios timbres postales fue Bartolomé Tomás Coromina Subirá encargado de la grabación del primer sello. Coromina fue el grabador de las tres primeras emisiones españolas, en la primera emisión don Bartolomé tomó como modelo una medalla con la efigie de Isabel II que había sido acuñada en 1847 (García, 2002; Díaz, 2005).

Por fin, la primera emisión de sellos de España fue puesta a la venta el día 1 de enero de 1850. Como curiosidad cabe destacar que de la existencia del sello de Correos se informó a la ciudad por medio de pregones en los que se explicaba que eran de papel engomado por la parte de atrás y que bastaba con mojarlos para adherirlos sobre la carta (Sanz, 1999).

En cuanto a las colonias españolas, la fecha de emisión del primer sello es diferente en cada una de ellas (García, 2002).

En España, como en el resto del mundo, los protagonistas de los sellos eran efigies, cifras o escudos. En nuestro país la única que aparecía en los sellos era Isabel II, hasta 1868 que comienza el Gobierno Provisional con nuevas temáticas. En 1853 se representa el escudo de Madrid con el oso y el madroño, pero sólo fue valedero para el correo interior de esta ciudad (García, 2002).

Conclusión

El recorrido histórico del sello desde sus orígenes en las antiguas civilizaciones hasta convertirse en el sistema postal moderno que conocemos refleja una evolución fascinante de la comunicación humana. Como objeto cultural, el sello trasciende su función utilitaria para convertirse en testimonio histórico, artístico y sociológico de las distintas épocas y sociedades.

La filatelia, más allá del simple coleccionismo, representa un estudio profundo de estos pequeños embajadores de papel que han conectado a personas y naciones a lo largo de los siglos. Desde los sellos cilíndricos mesopotámicos hasta los modernos diseños digitales, el sello ha mantenido su esencia como garante de autenticidad y vehículo de comunicación, adaptándose a los cambios tecnológicos sin perder su relevancia cultural.

Referencias

Calabro, D. (2018). Etimología y cultura del sello. University of Chicago Press.
Corominas, J. (2011). Diccionario crítico etimológico castellano e hispánico. Gredos.
Díaz, F. (2005). Historia del sello y la filatelia. Ediciones Postales.
García, M. (2002). El sello postal: historia y evolución. Editorial Filatélica.
López, J. (2010). Primeros sellos del mundo. Revista Filatelia Internacional.
Martínez, P. (1985). "La polémica del sello postal: Hill vs. Chalmers". El País, 12 de marzo.
RAE (2021). Diccionario de la lengua española. Real Academia Española.
Sanz, L. (1999). Historia del correo y los sellos en España. Ediciones Correos.

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